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viernes, 30 de diciembre de 2011

Restos de temporada 2011

Esto de mantener un blog puede ser agotador. Quizá debería hacer como otros, que leen tanto o más que yo, pero publican menos entradas. Dicho de otra manera, sacrifican la cantidad por la calidad. Sin embargo, dado que, en el fondo, este blog no es más que mi diario de lecturas, me gusta consignar en él todo lo que leo. Así que aquí viene una lista de libros leídos este año a los que, por vagancia, falta de tiempo, o incapacidad de decir nada inteligente, no les he dedicado la entrada que merecían y tienen que conformarse, en algunos casos, con una triste línea.


Leer a Dostoievski me rejuvenece. Hubo un tiempo en que uno leía y se entusiasmaba y gritaba a los personajes: "¡sí! ¡es así! ¡yo te entiendo! ¡sé cómo te sientes!" Este libro nos devuelve a aquellos tiempos. Leyendo las desventuras del viejo funcionario Makar Alekséievich o las de la huerfanita Varinka es difícil no sentirse otra vez como un adolescente: triste y confundido, pero lleno de pasión.


Retrato de la vida en la ciudad soviética de los años 20. Toque de genio en breves relatos sobre funcionarios corruptos, antiguos aristócratas de incógnito, borrachines y odio entre vecinos. 


Con esta novela gráfica se dio a conocer Alfonso Zapico. Llegar y besar el santo, dado que con ella ganó el Prix BD Romanesque en Francia. Zapico, que es un enamorado de la gran novela rusa y francesa del XIX, creó una obra de gran interés y sencilla lectura sobre unos temas tan profundos como universales: el valor, la traición, el perdón, nuestra condición humana por encima de nacionalidades, y la cultura como la vía hacia nuestra plena realización como personas.
El dibujo de Zapico, sencillo, efectivo y sin florituras de diseño, me ha recordado a las ilustraciones de Hergé aunque con un trazo, ¿cómo decirlo?, algo más cálido y humano. Uno se da cuenta de que el autor siente verdadero cariño por sus personajes, en especial por Bertenev, el despistado profesor, liberal y humanista, incapaz de matar una mosca y reclutado prácticamente a la fuerza; pero también por el capitán Townsend, tan zafio como fiel a sus principios; o incluso por el despiadado Golitnicheff, el superior de Bertenev, que jura vengarse de la traición de su subordinado.
Una estupenda lectura.


Esta excelente recomendación de Ricardo empieza como una historia de amor en los años del nazismo y la guerra. Narrada con gran sensibilidad sin caer jamás en la sensiblería, tiene muchos puntos en común con Berlín, otra fascinante crónica del auge del nazismo.
Sólo se me ocurre un pero a esta novela gráfica: ésta es la primera parte, publicada en 2002, y a saber cuándo se publicarán en castellano los tomos restantes.


Como ya he dicho en alguna otra ocasión, leer la obra maestra de un autor antes que toda su obra anterior es un error: todo lo demás nos sabrá a obra menor. Me sucedió, entre otros, con Sebald y Austerlitz, con Murakami y la Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (aunque algunos dicen que 1q84 es mejor), y con Joe Sacco.  Palestina. En la franja de Gaza es una muy buena novela gráfica, pero no ha dejado de parecerme un preámbulo a la extraordinaria Notas al pie de Gaza. Como en esta última, Sacco nos ofrece unos retratos de los personajes con los que se encuentra y comparte vida, casa, café, chaparrones o comida, pero nunca calzoncillos, y los convierte, para el lector, casi en amigos de la familia. Y de nuevo, es de agradecer la ecuanimidad de Sacco al retratar el conflicto palestino-israelí, pese a en ningún momento ocultar su simpatía por la causa palestina. 
La fijación de Sacco por las dentaduras es quizá aquí más acusada que en Notas...


Llegué a este libro tras la lectura de El regreso del húligan; me parecía una manera interesante de seguir explorando la Rumanía de Manea, Eliade y Sebastian y su literatura. Desgraciadamente, y a juzgar por este libro, Eliade, como autor de ficción, me pareció, si no malo, sí bastante coñazo. Es una pena, porque la premisa inicial de algunas de las historias era bastante interesante. Sin embargo, la lectura se hace farragosa y tediosa por culpa de un estilo pomposo, sobrecargado, y lleno de un seudomisticismo bastante soso. De las cinco historias, me quedé a mitad de la segunda.


Sólo recuerdo dos cosas de este libro: que no entendí ni jota y que me gustó mucho.


En mi aún no tan lejana juventud leí El sueño de los héroes, libro que me maravilló. Esa novela y un par de colecciones de cuentos era todo lo que había leído de Bioy Casares, por lo que desde hacía tiempo tenía muchas ganas de leer el que nos ocupa. Se dice, además, que Borges calificó La invención de Morel como "una novela perfecta". Ahí es nada. Sin embargo, aunque no era muy aficionado a las boutades, me temo que aquí se le escapó una, tanto peor cuanto que viene del profeta de la reescritura infinita, que es otro modo de decir que no existe la obra perfecta.
Con una boutade hay suficiente, así que no voy a decir que La invención... no es una buena novela (aunque sí afirmo que está muy lejos de la "perfección"). Parte de una idea muy interesante, y es innegable que el trasfondo filosófico tiene mucha enjundia. ¿El problema? Pues que a pesar de su brevedad, se hace laaarga. La culpa de ello la tiene, en parte, la, para mí, imperdonable falta que comete Bioy Casares (pese a que son legión los escritores que tienen este vicio), a saber, regodearse en tediosas descripciones de lugares imaginarios, y en este caso, incluso de máquinas fantásticas. 
Mientras leía La invención... se me ocurría que, con tantos dobles atardeceres, con tantos paseos, con tantos encuentros sin palabras entre un hombre y una mujer, y con la ya mencionada enjundia filosófica, algún director de cine francés debió de llevar la novela al cine en los años 60. Bingo. Y no fue sólo uno sino dos, Alain Resnais y Claude-Jean Bonnardot. Porque el libro es así, como una peli de la nouvelle vague.


Una gota más de leche que Acantilado ha conseguido exprimir de la ubre Zweig. Breve historia que, con el tamaño de letra adecuado, puede alargarse hasta las 60 páginas que justifiquen la publicación de esta historia por separado. Se trata de una historia sobre el tema del doble, (en su variante opuestos-complementarios), que, por su trama, podría haber sido sacada del Decamerón. Narrada con la habitual maestría y profesionalidad de Zweig, no deja de ser, a mi juicio, una historia menor del autor vienés.


Fup, una especie de palabrota suavizada, en español se tradujo como Jop. Esta novelita (o, como la subtitula el autor, "fábula moderna") tiene un comienzo absolutamente desgarrador, aunque pronto se encauza por el camino de lo entrañable, con unos personajes divertidos e interesantes. Se trata de una historia original y sencilla, de ambiente rural y protagonizada por personajes al margen de la sociedad. Como se señala en la introducción, quizá "fábula" no es el término adecuado, y se acerca más a la parábola, aunque los escasos pero evidentes elementos sobrenaturales nos alejan también de ese género. Tenemos abundancia de detalles, símbolos, imágenes y sugerencias, desperdigados por aquí y por allá de manera tal que parecen iluminarnos el camino pero que, de hecho, lo hacen más enigmático e interesante. No me ha despertado el fervor casi religioso que inspira a la mayoría de sus lectores, pero creo que eso se debe a que no lo he leído en el momento adecuado.
Muy interesante prólogo, y una entretenida entrevista de Kiko Amat al autor. Muy cuidada edición de Captain Swing, con preciosas ilustraciones, donde, una vez más, la revisión de la traducción se la han encargado a la señora de la limpieza (con todos mis respetos; mi madre lo fue muchos años). Nombres propios que cambian, que a veces se traducen y a veces no, y un dolorosísimo "inflingido" del que todavía me estoy recuperando.

Os deseo un feliz fin de año y que 2012 sea mejor para todos. 

jueves, 30 de diciembre de 2010

Restos de temporada (2)

¿Fue él?, de Stefan Zweig
Zweig siempre nos hace reencontrarnos con el placer de las historias bien escritas y, aunque suene filisteo, a la manera clásica, es decir, de personajes bien dibujados, historias bien desarrolladas, con su planteamiento, su nudo y su desenlace, y donde el escritor se preocupa más del lector que de su propio ego. ¿Fue él? es una excelente historia de celos que consigue escapar del terreno acostumbrado para este tipo de historias (esposos, hijos, socios), y ofrecernos una nueva perspectiva (un perro). Uno se pregunta si Zweig era capaz de escribir algo malo (lo era: Los Ojos del hermano eterno era un tostón pretencioso, y El Candelabro Enterrado, otro tanto; como les sucede a tantos autores, se pierde cuando sale del terreno conocido). 
Hay que decir, sin embargo, que la publicación de este y otros cuentos en una colección sería beneficioso no sólo para el bolsillo del lector, sino también para apreciar el gran talento del escritor austriaco. Porque lo de Acantilado y Stefan Zweig es de escándalo. Con el éxito de aquellas ediciones de Carta de una desconocida o Veinticuatro horas en la vida de una mujer descubrieron que en Zweig tenían un auténtico filón. Desde entonces no han dejado de publicar hasta novela tras novela, biografía tras biografía, o, como en este caso, cuentecillo tras cuentecillo. Bien... si no fuera porque estos cuentecillos deberían publicarse reunidos en una colección. ¿Alguien se imagina publicar uno por uno los cuentos de cualquier otro escritor?

Ghost World, de Daniel Clowes
Buscando la imagen que acompaña al texto, me he dado cuenta de que se hizo una película de este libro, con una jovencísima y despampanante Scarlett Johansson, y no sólo eso, sino que además la vi hace unos cuantos años. Sí, ya me acuerdo. Steve Buscemi hacía el papel de Skeetes, que, la verdad, le iba que ni pintado. Sin embargo, mientras leía el libro, en ningún momento tuve la sensación de estar repitiendo. Quizá la película no fue tan memorable, quizá falla algo con mi memoria, quizá es algo absolutamente normal que le pasa a todo el mndo.
Divagaciones aparte, la verdad es que Ghost World es un excelente retrato de la adolescencia en el que Daniel Clowes, pese a tratar un tema tan trillado, es capaz de encontrar un tono fresco y entregarnos una historia diferente. Triste. Mucho más dura de lo que parece.

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Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, de A.G. Porta y Roberto Bolaño
Supongo que se debe a que he leído algo a Bolaño y nada a Porta, pero esta novela me parece 100 por 100 bolañesca, bolañiana y bolañil. Como tantas otras novelas primerizas reeditadas de manera semipóstuma (Porta sigue vivo, y espero que por muchos años), el mayor interés radica no en lo que es sino en lo que promete. Descaro, acción y pasión por la literatura.
Consejos... es, antes que nada, una novela muy entretenida que se lee de un tirón. El narrador, Andrés Ros, débil e inseguro aspirante a escritor, se ve arrastrado por su compañera Ana, frívola y cruel, a robar a la casera de esta y matarla. Empieza entonces su vida en la clandestinidad, que ambos saben sólo puede acabar mal. 
La breve historia que completa el libro, "Diario de Bar", es una pequeña maravilla.


Los Gitanos, de A.S. Pushkin
Uno de los sueños que tiene cualquiera a quien un día le da por estudiar ruso es llegar a leer algún día a Pushkin en el original. Pues servidor ha hecho realidad su sueño. Desde luego, mi nivel no me permite apreciar la belleza del estilo de Pushkin al cien por cien, pero creo que sí me ha permitido disfrutar de ese estilo más que si lo hubiera leído en una traducción. Porque ése es el principal motivo de que Pushkin no goce entre nosotros de la popularidad que se merecería. Aparte de Eugenio Oneguin, la obra de este poeta se considera como algo de rusos y para rusos (o estudiantes de), algo que de hecho sucede con la poesía en general. Su obra lírica, de una popularidad en su país incomparable con ninguno de nuestros poetas, pierde demasiados quilates con la traducción, por muy buena que ésta sea.
Los Gitanos narra una historia muy propia del romanticismo (es difícil imaginar a Pushkin sin Byron), con el hombre civilizado que anhela la pureza del buen salvaje.
Tengo en casa casi todas las grandes novelas en verso de Pushkin, en ruso, que compré en la todavía Unión Soviética allá por finales de 1990. A ver si un día de éstos me atrevo con Ruslán y Ludmila.



La historia del buen viejo y la bella muchacha, de Italo Svevo
La historia del viejo que quiere echar una canita al aire con una ninfa, virgen, o cándida pastorcilla se ha contado en numerosas ocasiones. Me vienen a la mente ahora La casa de las bellas durmientes, de Kawabata, o las Memorias de mis putas tristes (que no he leído), de García Márquez. Con la primera, aparte de la premisa básica, poco más tiene que ver.
Del buen viejo, que a ratos pierde el adjetivo, sabemos que es viudo, que trabaja en una oficina, que es probablemente un poderoso empresario a quien la Gran Guerra le está haciendo cada día más rico, lo cual no deja de corroerle la conciencia, y que se trata de una persona influyente, a quien acude la gente para que interceda por ellos y les consiga un puesto de trabajo.
Un día se cruza en su camino una cándida jovencita, y el buen viejo, halagado en su doble faceta de hombre poderoso y figura paternal, no puede resistirse a sus encantos y decide llevarla al huerto bajo la promesa de encontrarle un trabajo mejor. A partir de ese momento, el viejo se debate entre su conciencia,  su amor propio, que la jovencita no tardará en herir,  y las últimas pulsiones de su deseo.

"El deseo en él era virilmente sereno, pero total. Eso era algo indudable. No recordaba que en su juventud, como persona delicada que era, cada vez que había comenzado una aventura semejante a aquélla se había debatido entre los grandes problemas del bien y del mal. Ahora sólo veía un aspecto de la cuestión y le parecía que lo que él iba a coger le correspondía, cuando menos como una compensación por todo el tiempo que había estado privado de tanto gozo."

No tardará en darse cuenta de que ha caído en las delicadas garras de una pelandusca.
Y así, a través de esta historia tan vieja y manida, Svevo retrata con una maestría pasmosa la grandeza, la ingenuidad y la miseria del alma humana.


Mad Men, cuarta temporada.
Ya decía, en la reseña de la tercera temporada, que esta serie había cambiado algunos de sus planteamientos iniciales. Esta serie de cambios se han consolidado en esta temporada. Ha cobrado aún más importancia el trabajo actoral y el desarrollo de los actores, y la ha perdido el retrato de la época. De hecho, aparte de la guerra de Vietnam de fondo, pocas pistas nos indican que estamos en 1964. Los temas sociales, como el racismo, el sexismo, siguen presentes, pero cada vez  de forma más anecdótica. Por otra parte, algunos de los personajes, como Roger Sterling, se van convirtiendo cada vez más en esterotipos de sí mismos. Roger era un personaje interesante en las dos primeras temporadas; en ésta es bastante anodino. Y Pete Campbell, desde que se ha "hecho bueno", puede que haya ganado verosimilitud, pero ha perdido interés. En conclusión, sigue siendo una serie espléndida, aunque probablemente ésta sea la temporada más floja de las cuatro. 

viernes, 5 de marzo de 2010

Más lecturas breves



Leonid Andréyev, nacido en Moscú en 1971 y muerto en Finlandia hacia el final de la I Guerra Mundial, no está entre los escritores rusos más conocidos en nuestro país. Una de sus obras más conocidas es Los siete ahorcados, que también está en la biblio, aunque yo preferí abrir apetito con este pequeño aperitivo de apenas 70 páginas.
Tiene Los espectros algo que encuentro con gran frecuencia en la literatura clásica rusa, y especialmente en la de los escritores de segunda fila, sin que ese término sirva de menosprecio (se puede ser un escritor excelente, pero junto a Tolstoi, Turguenev o Chejov, siempre estará uno en la segunda fila). Ese algo que tiene es cierto carácter de improvisación, aunque quien lo prefiera puede llamarlo espontaneidad, o incluso pasión. No sé si realmente está ahí, si es algo que cabe achacar a cierto aspectos culturales difíciles de trasladar, o si simplemente me lo imagino. Hace unas semanas, por poner un ejemplo, me ocupaba de Envidia, y no me cabe duda de que su segunda parte era fallida por un exceso de pasión, improvisación, o simplemente, alcohol. Esta novelita, sin embargo, es más redonda, y la improvisación que creo entrever en realidad hace la obra fascinante.
La historia se abre con Pomerántsev, y sabemos que "cuando ya no hubo duda de que [...] había perdido definitivamente la razón, se hizo en su favor una colecta que produjo una suma bastante importante (sic) y se le recluyó en una clínica psiquiátrica privada". Así, se trata de una novela, o más bien un relato, sobre la locura. Pronto constatamos, no obstante, que Pomerántsev no es el personaje principal. Éste, de hecho, no existe. Los espectros narra la vida de un pequeño grupo de enfermos mentales, su enfermera y el doctor Sheviriov en una pequeña clínica psiquiátrica privada y casi totalmente aislada del resto del mundo. 
Como acostumbra a suceder con este tipo de historias, bien pronto nos damos cuenta de que la línea que separa la locura de la cordura es más bien difusa. 
"Y mientras bebían se percataban de que la vida sobria que habían llevado hasta entonces no era sino una mentira, un engaño; de que la verdadera vida, la real, estaba allí, en aquellos lindos ojos bajos, en aquellas exaltaciones del sentir y el pensar, en aquel vaso que alguien acababa de romper, derramando sobre el mantel un vino color de sangre."
Pomerántsev, de hecho, lleva una vida apasionante: se codea con santos, se pelea con demonios, y vuela cada noche a su oficina. El doctor, por el contrario, lleva, al margen de la clínica, una vida disoluta en un curioso restaurante llamado "Babilonia", mientras que la enfermera principal está desesperadamente enamorada de él y ve consumirse su vida en una esperanza vana. Petrov, otro de los enfermos, vive en constante alerta, acosado por su madre, con quien nos encontraremos al final de la novela en una tristísima escena, y otro de los enfermos, de quien no llegamos a saber el nombre, se pasa la vida llamando a las puertas pidiendo que las abran.
Una vez más, el lector agradece que haya sido capaz de condensar en un breve relato una historia tan amena, profunda y sobre todo enigmática. Porque de nuevo, como me sucede a menudo con los rusos, uno se pregunta hasta qué punto ha entendido la historia y si una nueva lectura contribuiría al esclarecimiento o a la confusión. Y esto debe entenderse como un elogio. Así es la buena literatura.


Prometíamelas yo muy felices con El Golem, que tanto tiempo llevaba buscando por las bibliotecas. Cuál no sería mi decepción al darme cuenta de que se trata de un libro, ¿cómo decirlo?, demasiado cabalístico. ¡Y yo con dos horas por delante en la biblio, y con todas las lecturas pendientes que me las había dejado en casa (tanto confiaba en Meyrinck)! Pues, ¿qué voy a hacer? Ir a lo seguro. A la letra zeta, a por una novelita de Acantilado. Zweig.
Viaje al pasado es una novela menor en la producción de Stefan Zweig. Sin embargo, el autor austríaco es siempre garantía de novelas bien escritas, perfectamente estructuradas, con personajes bien definidos y sólido argumento. Es una historia donde, a menudo sucede con Zweig, los personajes se debaten entre dar rienda suelta a su pasión y regirse por las convenciones sociales. Cierto es que la historia de un hombre soltero, de origen humilde, que se enamora de una mujer casada con un millonario moribundo no destaca por su originalidad. No obstante, con todos los defectos de Zweig, el de pisar los tópicos más hollados no es uno de ellos. Bueno, supongo que igualmente podría decirse que, de todas sus virtudes, destaca la de hacer que los tópicos más trillados parezcan siempre originales.
Por otra parte, la novela se resiente de una escena, a mi juicio, totalmente irrelevante, como es la del desfile que anticipa los terribles tiempos que se avecinan. Parece que Zweig quiere darle un poco más de empaque a  una novela que no lo necesita. Sin embargo, el pasmoso talento de Zweig para interesar al lector desde la primera línea vuelve a imponerse sobre los defectos de la obra.
A mí, desde luego, me ha salvado la tarde.

jueves, 4 de febrero de 2010

Mendel el de los libros, de Stefan Zweig

Como la mayoría de las novelas y novelitas del señor Zweig, Mendel... es una pequeña delicia (que es lo que se suele decir de las novelas cortas, amenas y de fácil lectura). Una historia, sí, bien narrada, y al mismo tiempo una reflexión sobre la memoria (comparemos la del narrador, que él describe como poderosa aunque imperfecta, en ocasiones traicionera; con la del propio Mendel, una suerte de anticipo del Funes borgiano), sobre la vanidad y el orgullo, la soledad del inviduo frente a la sociedad, y su indefensión frente al poder, todo ello en menos de 60 páginas. Evidentemente, quien mucho abarca..., pero en esta ocasión Zweig no se proponía apretar.

sábado, 2 de enero de 2010

2009, gustazos y tostones (1)

Ha sido un año de 82 lecturas, unas cuantas más de lo habitual. Y entre esas lecturas, como es natural, ha habido de todo. Por eso, sin orden ni concierto, y sin ánimo de hacer infantiles ránkings o clasificaciones, sí indicaré qué libros he disfrutado más y cuáles me han decepcionado.


Migraciones, de Milos Cernianski. Cuando vi este libro en la biblio, no cabía en mí de gozo. ¡Novelón de 1000 páginas, mezcla de historia y ficción, un autor centroeuropeo! Tenía todos los ingredientes perfectos. Y un buen comienzo. Pero la verdad, no funcionó. Perseveré y perseveré, llegué hasta el final, pero no encontré la obra maestra. Me pareció un tanto deslavazada, fallida en más de un momento, y lo único que me empujó a seguir fue el aspecto histórico y las propias migraciones del título. No llegó a ser tan tediosa que tuviera que abandonarla, pero sí ardua, ardua, ardua. Habría invertido mejor mi tiempo leyendo otra cosa.
Tostón a ratos.







Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, de Stefan Zweig. Hay épocas en las que las más sencillas y claras verdades de la humanidad se ven obligadas a envolverse en la niebla y a disfrazarse para llegar hasta los hombres, pues las ideas más humanas y sagradas deben colarse por las puertas traseras embozadas y encapuchadas como si fueran ladrones, ya que la entrada principal es vigilada por los esbirros y aduaneros al servicio de quienes detentan el poder." 
Con su estilo ameno, sencillo y apasionado, Zweig nos hace un retrato del Calvinismo, al tiempo que nos introduce a las guerras de religión. Entre herejes quemados y hugonotes, Zweig, al describir a Calvino, clama contra los totalitarismos de la época que le ha tocado vivir, y uno no puede dejar de ver retratados en el cruel y fanático puritano a los tiranos de nuestro tiempo. 
Gustazo.



To the wedding, de John Berger. De Berger había leído This is where we meet, una preciosa historia sobre, si mal no recuerdo,  el recuerdo (valga la repugnancia) y la presencia de nuestros seres queridos una vez nos dejan. Esta novela, no obstante, me pareció llena de lugares comunes y cursi. El tratamiento que hace del tema del SIDA resulta desfasado. Los personajes, aunque no dejan de ser ricos y relativamente complejos, no llegan a interesar. El autor recurre a cambios de escenario y saltos en el tiempo que, en este caso, parece que no tienen otro objetivo que dar un poco de dinamismo a la historia. Pero lo peor de todo fue el narrador, un vendedor de amuletos, griego y ciego, absurdo e irritante, con el que Berger quizá pretendía dar un poco de resonancia mitológica a su paupérrima historia. 
En resumen, me pareció  un libro de un autor autocomplaciente con su talento, que piensa que no tiene más que ponerse a escribir para que le salga una obra maestra. Y una obra maestra, está considerada por muchos. 
Para mí, tostón vacuo.



The end of the world news, de Anthony Burgess. Del señor Burgess he leído unas pocas novelas, entre ellas las extraordinarias A clockwork orange, Earthly powers, y la que nos ocupa. Fue un autor prolífico, y sería arriesgado juzgarlo por tan pequeña parte de su producción. No obstante, este tipo tiene toda la pinta de haber sido un genio. No sólo escribió las susodichas obras, sino que era capaz de componer sinfonías, escribir manuales de historia de la literatura inglesa, hablar malayo, y tener tiempo para emborracharse y darse de puñetazos con cualquiera que le tocara las narices. Entonces, ¿por qué, a pesar de ser un escritor de reconocido prestigio, ocupa, por así decirlo, una segunda fila en lugar de codearse con los grandes grandísimos? Pues por haber cometido delito de lesa seriedad, y ya sabemos que si uno se ríe, no puede estar leyendo a un genio.
Y a todo esto, ¿de qué trata The end of the world news? Pues del nacimiento y desarrollo del psicoanálisis y del cáncer bucal de Freud, de Trotski intentando llevar la revolución a Estados Unidos a ritmo de musical, y de la destrucción del mundo tras la inminente e inevitable colisión con el cometa Lince. Casi nada. 
Gran gustazo.
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