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viernes, 10 de diciembre de 2010

Mi Madre, de Richard Ford

La vida de la señora Ford no tuvo mucho de destacable, fue una vida como la de millones de personas. La vida del padre de Marcos Giralt Torrente fue bastante más interesante. Pero Richard Ford sabe que la buena literatura no necesita de personas fascinantes. Por eso Mi Madre es buena literatura, mientras que Tiempo de Vida no.

Mi madre se llamaba Edna Akin y nació en el lejano rincón noroccidental del estado de Arkansas. (...) Sólo diez años antes ladrones y forajidos poblaban el paisaje. (...) No hago hincapié en estas circunstancias por sus posibilidades novelísticas (...) sino por la impresión que dan de pertenecer a una época remota y un lugar lejano e inaccesible.


La parte de la vida de nuestros padres que compartimos los hijos no suele ser especialmente fascinante, y si lo es, no nos lo parece, puesto que para nosotros es lo normal. La parte de su vida que desconocemos sí es interesante, aunque no tenga nada de especial. Es una parte de nuestra vida (en la medida en que somos parte de nuestros padres) en la que no estamos presentes. De ahí la fascinación que ejercen sobre nosotros aspectos como la infancia de nuestros padres.
Eso es lo que hace Richard Ford en este libro: escarbar en el vínculo entre su pasado (tierra de ladrones y forajidos) y aquello en lo que él se ha convertido. Al contrario que Giralt Torrente, no intenta explicar nada, no intenta ahondar en las complejidades de su relación con su madre. El autor nos dice que este libro es un acto de amor a su madre. En vida le dijo "te quiero", y se lo vuelve a decir ahora.
Ford no siente remordimientos por lo que hizo o dejó de hacer. Sabe que su relación con su madre tuvo poco de especial y, como buen escritor que es, sabe transformar ese carácter corriente y moliente de su relación en literatura.
No le duelen prendas en admitir


Casi desde el principio tuve la sensación de que la muerte de mi padre me entregaba al menos tanto como me quitaba. Me dejaba vivir mi vida de acuerdo con mis propios proyectos, me dejaba tomar mis propias decisiones. Peores cosas podían sucederle a un muhacho que perder a su padre -incluso un buen padre- precisamente cuando el mundo empieza a desplegarse a su alrededor.


Convertir lo normal, lo que cualquier adolescente en su situación podría haber sentido (porque los sentimientos de Ford son normales, aunque sólo él se atreva a darles voz; el amor a su padre es incuestionable), en universal, eso es lo que este escritor sabe hacer. Convertir lo excepcional en tedio es lo que hace el autor de Tiempo de Vida.
Mientras Giralt Torrente nos abruma y aburre con la cronología de sus viajes, mudanzas y exposiciones, Ford escoge cuidadosamente sus recuerdos, y no intenta darles una explicación. ¿Por qué recuerda tan vívidamente el día que el coche se estropeó en un puente? No lo sabe, ni intenta averiguarlo. Sabe qu el lector reconocerá el misterio de la memoria.

Y conocí con ella ese momento que todos querríamos conocer, el momento de decir: "Sí, las cosas son así". Un acto de conocimiento que confirma el amor. Conocí eso. Conocí muchísimos momentos como ése con ella, los conocí incluso en el instante en que ocurrieron. Y ahora. Y, supongo, los conoceré siempre.
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