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jueves, 30 de diciembre de 2010

Restos de temporada (2)

¿Fue él?, de Stefan Zweig
Zweig siempre nos hace reencontrarnos con el placer de las historias bien escritas y, aunque suene filisteo, a la manera clásica, es decir, de personajes bien dibujados, historias bien desarrolladas, con su planteamiento, su nudo y su desenlace, y donde el escritor se preocupa más del lector que de su propio ego. ¿Fue él? es una excelente historia de celos que consigue escapar del terreno acostumbrado para este tipo de historias (esposos, hijos, socios), y ofrecernos una nueva perspectiva (un perro). Uno se pregunta si Zweig era capaz de escribir algo malo (lo era: Los Ojos del hermano eterno era un tostón pretencioso, y El Candelabro Enterrado, otro tanto; como les sucede a tantos autores, se pierde cuando sale del terreno conocido). 
Hay que decir, sin embargo, que la publicación de este y otros cuentos en una colección sería beneficioso no sólo para el bolsillo del lector, sino también para apreciar el gran talento del escritor austriaco. Porque lo de Acantilado y Stefan Zweig es de escándalo. Con el éxito de aquellas ediciones de Carta de una desconocida o Veinticuatro horas en la vida de una mujer descubrieron que en Zweig tenían un auténtico filón. Desde entonces no han dejado de publicar hasta novela tras novela, biografía tras biografía, o, como en este caso, cuentecillo tras cuentecillo. Bien... si no fuera porque estos cuentecillos deberían publicarse reunidos en una colección. ¿Alguien se imagina publicar uno por uno los cuentos de cualquier otro escritor?

Ghost World, de Daniel Clowes
Buscando la imagen que acompaña al texto, me he dado cuenta de que se hizo una película de este libro, con una jovencísima y despampanante Scarlett Johansson, y no sólo eso, sino que además la vi hace unos cuantos años. Sí, ya me acuerdo. Steve Buscemi hacía el papel de Skeetes, que, la verdad, le iba que ni pintado. Sin embargo, mientras leía el libro, en ningún momento tuve la sensación de estar repitiendo. Quizá la película no fue tan memorable, quizá falla algo con mi memoria, quizá es algo absolutamente normal que le pasa a todo el mndo.
Divagaciones aparte, la verdad es que Ghost World es un excelente retrato de la adolescencia en el que Daniel Clowes, pese a tratar un tema tan trillado, es capaz de encontrar un tono fresco y entregarnos una historia diferente. Triste. Mucho más dura de lo que parece.

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Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, de A.G. Porta y Roberto Bolaño
Supongo que se debe a que he leído algo a Bolaño y nada a Porta, pero esta novela me parece 100 por 100 bolañesca, bolañiana y bolañil. Como tantas otras novelas primerizas reeditadas de manera semipóstuma (Porta sigue vivo, y espero que por muchos años), el mayor interés radica no en lo que es sino en lo que promete. Descaro, acción y pasión por la literatura.
Consejos... es, antes que nada, una novela muy entretenida que se lee de un tirón. El narrador, Andrés Ros, débil e inseguro aspirante a escritor, se ve arrastrado por su compañera Ana, frívola y cruel, a robar a la casera de esta y matarla. Empieza entonces su vida en la clandestinidad, que ambos saben sólo puede acabar mal. 
La breve historia que completa el libro, "Diario de Bar", es una pequeña maravilla.


Los Gitanos, de A.S. Pushkin
Uno de los sueños que tiene cualquiera a quien un día le da por estudiar ruso es llegar a leer algún día a Pushkin en el original. Pues servidor ha hecho realidad su sueño. Desde luego, mi nivel no me permite apreciar la belleza del estilo de Pushkin al cien por cien, pero creo que sí me ha permitido disfrutar de ese estilo más que si lo hubiera leído en una traducción. Porque ése es el principal motivo de que Pushkin no goce entre nosotros de la popularidad que se merecería. Aparte de Eugenio Oneguin, la obra de este poeta se considera como algo de rusos y para rusos (o estudiantes de), algo que de hecho sucede con la poesía en general. Su obra lírica, de una popularidad en su país incomparable con ninguno de nuestros poetas, pierde demasiados quilates con la traducción, por muy buena que ésta sea.
Los Gitanos narra una historia muy propia del romanticismo (es difícil imaginar a Pushkin sin Byron), con el hombre civilizado que anhela la pureza del buen salvaje.
Tengo en casa casi todas las grandes novelas en verso de Pushkin, en ruso, que compré en la todavía Unión Soviética allá por finales de 1990. A ver si un día de éstos me atrevo con Ruslán y Ludmila.



La historia del buen viejo y la bella muchacha, de Italo Svevo
La historia del viejo que quiere echar una canita al aire con una ninfa, virgen, o cándida pastorcilla se ha contado en numerosas ocasiones. Me vienen a la mente ahora La casa de las bellas durmientes, de Kawabata, o las Memorias de mis putas tristes (que no he leído), de García Márquez. Con la primera, aparte de la premisa básica, poco más tiene que ver.
Del buen viejo, que a ratos pierde el adjetivo, sabemos que es viudo, que trabaja en una oficina, que es probablemente un poderoso empresario a quien la Gran Guerra le está haciendo cada día más rico, lo cual no deja de corroerle la conciencia, y que se trata de una persona influyente, a quien acude la gente para que interceda por ellos y les consiga un puesto de trabajo.
Un día se cruza en su camino una cándida jovencita, y el buen viejo, halagado en su doble faceta de hombre poderoso y figura paternal, no puede resistirse a sus encantos y decide llevarla al huerto bajo la promesa de encontrarle un trabajo mejor. A partir de ese momento, el viejo se debate entre su conciencia,  su amor propio, que la jovencita no tardará en herir,  y las últimas pulsiones de su deseo.

"El deseo en él era virilmente sereno, pero total. Eso era algo indudable. No recordaba que en su juventud, como persona delicada que era, cada vez que había comenzado una aventura semejante a aquélla se había debatido entre los grandes problemas del bien y del mal. Ahora sólo veía un aspecto de la cuestión y le parecía que lo que él iba a coger le correspondía, cuando menos como una compensación por todo el tiempo que había estado privado de tanto gozo."

No tardará en darse cuenta de que ha caído en las delicadas garras de una pelandusca.
Y así, a través de esta historia tan vieja y manida, Svevo retrata con una maestría pasmosa la grandeza, la ingenuidad y la miseria del alma humana.


Mad Men, cuarta temporada.
Ya decía, en la reseña de la tercera temporada, que esta serie había cambiado algunos de sus planteamientos iniciales. Esta serie de cambios se han consolidado en esta temporada. Ha cobrado aún más importancia el trabajo actoral y el desarrollo de los actores, y la ha perdido el retrato de la época. De hecho, aparte de la guerra de Vietnam de fondo, pocas pistas nos indican que estamos en 1964. Los temas sociales, como el racismo, el sexismo, siguen presentes, pero cada vez  de forma más anecdótica. Por otra parte, algunos de los personajes, como Roger Sterling, se van convirtiendo cada vez más en esterotipos de sí mismos. Roger era un personaje interesante en las dos primeras temporadas; en ésta es bastante anodino. Y Pete Campbell, desde que se ha "hecho bueno", puede que haya ganado verosimilitud, pero ha perdido interés. En conclusión, sigue siendo una serie espléndida, aunque probablemente ésta sea la temporada más floja de las cuatro. 

viernes, 29 de octubre de 2010

Un poco de todo


Algo ha cambiado en esta temporada. Ni para mejor, ni para peor, pero ha cambiado. Las dos primeras me sorprendieron por su sutileza, su ritmo lento y denso, y esa sensación de qué poco pasa y cuánto sucede. Esta, en cambio, me ha parecido más directa, menos sutil, más televisiva, sin que nada de ello sirva de crítica.
Estamos en 1963. En Sterling & Cooper, adquirida (al final de la temporada anterior) por una multinacional británica, continúa el ajetreo para todos menos para los cada vez más ociosos socios. Algunos secretos empiezan a dejar de serlo: Don es testigo accidental de las inclinaciones seuales de Salvatore, mientras ve cómo Betty desvela el grandísimo secreto de su vida. El matrimonio Draper consuma su hundimiento. Joanie va conociendo mejor a su marido, que al final de la temporada anterior la violó. Lee Harvey Oswald, o quien sea, cambia el curso de la historia. Y ante la perspectiva de que Sterling & Cooper vuelva a ser vendida a una multinacional impersonal e inhumana, los personajes más interesantes se autodespiden y, de manera casi clandestina, fundan su propia empresa, con oficina central en una habitación de hotel.
IComo de costumbre, ipresionante trabajo de actores, guión inteligente, y personajes creíbles y siempre impredecibles.
Pronto, la cuarta.

"Las Soledades no se leen, se estudian", parece ser que dijo Cernuda. Pues el niño vampiro no sólo se niega a estudiarlas, sino que además las ha leído en tiempo récord. Y de ellas ha entendido tanto como debió de entender el "amigo de Don Luis de Góngora que le escribió acerca de sus Soledades", carta atribuida a Lope de Vega y escrita en tono más bien jocoso. 
Bastante mejor ha entendido la introducción de John Beverley, que nos regala una interesante interpretación marxista de la obra. Ahí es nada.
Seth, un ilustrador que anda medio perdido por la vida, incapaz de mantener una relación duradera, y que parece tener un único amigo, se pasa las horas muertas rebuscando entre comics antiguos en librerías de viejo. De este modo da un día con una viñeta de Kalo, un ilustrador del que jamás había oído hablar y que, a partir de ese momento, se va a convertir en su obsesión. En su busca de todo lo poquísimo que Kalo publicó, y en el intento de averiguar más sobre el enigmático personaje, Seth se enfrenta con sus fracasos, sus miserias y sus obsesiones. Un libro sencillo, bello, profundo y conmovedor.
Debería haber sospechado al ver esas FX mayúsculas. Y es que la cadena marca la diferencia. Y después de ver algunas de las joyas de HBO, Justified es como volver hacia atrás. En algún aspecto, los guionistas mismos son conscientes de ello. Un ejemplo: tanto en Los Soprano como The Wire, Six Feet Under, o incluso las series más comerciales y populares como Heroes o Prison Break, hace ya mucho tiempo que se abandonó la estructura de un episodio - una historia. Con la adopción de un estilo basado en una multiplicidad de historias que se alargan, entrecruzan o funden, las series de televisión han evolucionado hacia una imitación de la vida, en los mejores casos, o de la reality, en los peores. Incapaces, por el motivo que sea, de adaptarse a los tiempos televisivos, los guionistas de Justified intentan mantener cierta apariencia de continuidad, con la aparición en las primeras escenas de algún persoaje del episodio anterior, al mismo tiempo que se niegan a renunciar a los largos resúmenes al principio de cada episodio, que en este caso, son totalmente irrelevantes (debo confesar que no tengo la total certeza de que esto sea así: sólo vi tres episodios, ¿quién sabe? A lo mejor todo tiene su porqué al final). 
Pero lo peor no es eso, sino la historia del sheriff superchulo y poco ortodoxo al que, por haberse cargado a un perverso traficante en el que el criminal "desenfundó primero", envían a una ciudad de mala muerte de la América profunda. Diantre, ¿pues no me parece que eso yo lo he visto antes?
Lolita Bosch es uno de los referentes de la literatura catalana contemporánea. Una mujer interesante, a juzgar por sus artículos. No había leído ninguno de sus libros y con Qui vam ser, un librito de apenas 90 páginas, con aparencia de pastiche entre memorias, ficción, poesía y fotografías al estilo Sebald, me las prometía yo muy felices. ¡Helás, no fue así! La promesa, me refiero. El libro, efectivamente, consiste en un pastiche como el que esperaba, pero su supuesta originalidad no pasa de ahí.
A todos nos interesa la historia de nuestras relaciones. Todos nos sentimos fascinados por cómo conocimos a fulanita, qué nos dijimos la primera vez que hablamos, cuántas veces pensé en decirle aquello antes de decírselo de verdad, y cuántas entradas de cine guardo de películas que fuimos a ver juntos. El problema es que este tipo de historias deja de parecernos tan fascinante cuando se trata de las relaciones de otra persona. Y eso es lo que le pasa a este libro. Lolita Bosch ha escrito un libro sincero, apasionado y, para mí, carente de interés. En ocasiones, he tenido la sensación de estar leyendo el diario de un adolescente, con un lenguaje que sorprende por su pobreza. 
Un libro que se salva por los poemas incluidos en él de Oliverio Girondo, Francisco Villaurrutia o Sor Juana Inés de la Cruz.
Cuando uno termina de leer y disfrutar un largo novelón, se queda huérfano de lectura, una orfandad que puede durar de unas horas a unos días. Buscamos y buscamos un libro que esté a la altura del que acabamos de leer, o que de alguna manera continúe esa lectura, bien sea porque es del mismo autor, o del mismo país, o de un tema parecido. Pero también puede suceder lo contrario, que busquemos un libro totalmente diferente, que dé carpetazo a nuestra anterior lectura
Supongo que fue por este último motivo que, tras The Corrections, escogí Lluvia Negra para llenar ese hueco de ¿y ahora qué leo? que deja un libraco de 600 páginas.  Y si no fue una elección acertada, no es por culpa del libro. Me consta que es una gran novela. Pero la literatura es amor, y el amor, ya se sabe, de donde no hay, no se puede sacar. 
Volveré a intentarlo, a su debido momento.
Y esto es lo que estoy leyendo ahora. La autobiografía de Klaus Mann, novelista, hijo de grandísimo novelista. Más de 600 páginas de literatura, historia, saga familiar, envidias, Hitler, suicidios...

domingo, 1 de agosto de 2010

Mad Men, segunda temporada


Excelente segunda temporada.
Hemos entrado ya en los 60. La muerte de Marilyn Monroe nos recuerda a lo que pasará décadas más tarde tras el accidente de la Princesa Diana.
 Seguimos fumando como carreteros, aunque ya no produce tantas náuseas como en la temporada anterior (creo que se debe a que no vemos con tanta frecuencia a Don fumando antes de comer, o justo después del último espasmo coital).
Crece la empresa y, aunque los avatares de Sterling & Cooper no son el principal foco de interés, sí son un excelente hilo conductor para este fascinante retrato de una época y unos personajes. Primera fotocopiadora, que causa sensación.
Asciende Peggy Olsen, que se convierte en imprescindible. Un cura recién llegado a la parroquia, y que no inspira demasiada confianza al telespectador, se propone salvar su alma.
La despampanante devorahombres de Joan, prometida con un novio que es muy buen partido, se revela como una víctima del machismo imperante.
Padres e hijos. El accidente del avión de American Airlines da lugar a chistes de muy mal gusto. El peor de ellos, el de Pete Campbell, que luego descubre que su padre está entre las víctimas.
Problemas maritales entre Don y Betty. Serios. En un viaje de negocios en California, Don escapa hacia su pasado.
Grandísimo personaje nuevo: el odioso comediante Jimmy Berett, desencadenante de la separación entre Don y Betty.
Cita con Peggy Olsen para ir a un concierto de Bob Dylan. Risitas y miradas de entendimiento. Pero no. "Yo no quiero salir con Peggy; soy homosexual". El horror. Sólo un extranjero es capaz de semejante siinceridad.
Una ironía del destino volverá a unir, de manera un tanto precaria, a los Draper.
Crisis de los misiles. El mundo puede acabar se en cualquier momento.
Sobrecogedora confesión final entre Peggy y Pete.
Gran serie, enormes personajes.

martes, 1 de junio de 2010

Mad Men, primera temporada

Mad Men parece que arranca despacio, y uno piensa que cobrará dinamismo poco a poco. Sin embargo, no es así, y no lo es porque, a diferencia de, por ejemplo, Los Soprano, donde los conflictos entre entrañables matones son constantes, y sus resoluciones, expeditas, o en Six feet under, donde los dramas familiares estaban presentes en todo momento, en Mad Men prima la sutileza.
Nos encontramos ante lo que en inglés se denomina, una character-led series, es decir, que no es tanto el argumento lo que concita nuestro interés cuanto los personajes. El principal, Don Draper, es una variante del tradicional "hombre hecho a sí mismo", con un oscuro pasado y una insoportable carga de culpa.
Su mujer, Betty, también escapa del estereotipo de rubia guapa y tonta y ama de casa resignada a su destino. De hecho, uno de los pilares de esta serie es el impresionante trabajo de todos los actores. También Joan, la jefa de las secretarias, tan despampanante como ambiciosa, o Peggy, la ingenua y pueblerina recien llegada; parece que los guionistas han decidido partir de unos archiconocidos clichés, y mostrarnos su lado menos estereotípico.
Grandísimo hallazgo el personaje de Pete Campbell, niño mimado y, aun así, todo un perdedor, una persona despreciada por todos, y otro ejemplo de cómo los guionistas han sido capaces de crear un tipo de personaje nunca visto antes: odioso sin ser perverso ni retorcido, despreciable sin llegar a perder su dignidad. 
Caso contrario al de Roger Sterling, triunfador, cínico, capaz de insinuarse a la mujer de su mejor amigo y hacerse de querer por todos, que de la noche a la mañana se convierte en un patético cadáver ambulante.
Situada a principios de los 60, (esta primera temporada culmina con las elecciones de 1960 que llevaron a Kennedy a la Casa Blanca), Mad Men gira alrededor de temas tales como el racismo institucionalizado, el machismo, el antisemistismo, el tabaquismo, el sueño americano, el adulterio, la manipulación de las masas, la envidia y la homosexualidad.
Así pues, existe vida más allá de HBO. Hay que decir, en este caso, que el vínculo que une  a Mad Men (de la cadena AMC) con, por ejemplo, Los Soprano, uno de los buques estrella de HBO, no es nada más y nada menos que el guionista y productor, Matthew Weiner.
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