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viernes, 2 de abril de 2010

Six feet under season 5

Hace casi dos semanas que vi el final de la temporada quinta y última, y todavía estoy emocionado, conmocionado y aturdido por el impacto. No sé si tiene mucho sentido hablar de la mejor serie de la historia cuando uno sólo ve un número limitadísimo de series, pero desde luego es una de las mejores que he visto en mi vida.
Esta serie tiene un comienzo muy interesante, en el que se juega con la boda pasada con Lisa y la inminente, con Brenda. Asimismo, en unos breves flashbacks se nos muestra el hundimiento de George en la locura, una historia que en la serie anterior se desarrollaba de una forma un tanto precipitada. Hacia el episodio cuarto o quinto, sin embargo,  sucede algo extraño con el guión. Desconozco si hubo algún problema durante el rodaje, si hubo que hacer algún cambio brusco e inesperado, pero la verdad es que da la impresión de que los guionistas han perdido los papeles. De repente, la historia de la adopción de Durrell y Anthony se descuelga por completo, y parece una historia paralela, desgajada por completo del resto, sin niguna relación con  la familia. Nadie menciona el hecho de que Keith y David han adoptado dos niños, y la adopción en sí se queda en una serie de anécdotas bastante vistas ya sobre la dificultad de adoptar niños ya crecidos y de familias desestructuradas. Podría haberse aprovechado mucho más esta historia, y profundizar en ese tipo de adopción o en la relación de los niños con su madre biológica (a quien jamás llegamos a ver),  o comparar esta paternidad con la relación entre Brenda y Maya. Al final, se consigue enderezar e integrar a los niños adoptados en el conjunto de la familia.
Uno de los aciertos de esta serie ha sido la introducción de nuevos actores secundarios: Maggie, que de hecho ya había aparecido en la anterior, y Ted. Estos dos personajes son tan interesantes, complejos, redondos como todos los demás. De hecho, pienso que lo que hace de esta serie una de las mejores jamás rodadas son los personajes. Son reales, complejos, coherentes sin dejar de ser imprevisibles. Y tan buenos como los personajes son los actores. Todos ellos son absolutamente extraordinarios. Sería incapaz de mencionar uno solo que desentonara.
Y a cuatro episodios del final, sucede lo ¿inesperado? Hombre, uno ya sabía que ésta era la última serie, y había oído que acababa con un ¡bang! O con un ¡bum! O con el ruido que pueda hacer un volcán o una bomba nuclear. La muerte de Nate parece desintegrar la estructura familiar, y la estabilidad mental de todos y cada uno de sus miembros. Desde ese momento, el dramatismo no hace sino aumentar. Tenemos la historia de Claire, hundida en drogas y alcohol, al tiempo que desprecia al único hombre que de verdad se ha ocupado de ella desinteresadamente; tenemos a David, el director de funerario aterrorizado por sus fantasmas y por la muerte; tenemos a Brenda, con su difícil embarazo y con su relación con Maya pendiente de un hilo; y a Ruth, por supuesto, incapaz de sobreponerse a la depresión. 
Así llegamos al último episodio. Y en especial, a los últimos veinte minutos que, aún hoy, a dos semanas de haberlos visto, me siguen afectando. He leído algunos comentarios de otros espectadores, y algunos de ellos hablan de una experiencia que les ha cambiado la vida. No sé si será una exageración, pero en mi caso, desde luego, si no ha cambiado algo, sí lo ha acentuado. Ver esos últimos siete u ocho minutos, con estilo de videoclip, sí, pero originales, preciosos, conmovedores, me ha hecho pensar en mi familia, en mis tres hijos, en los que ellos tendrán, y, claro está, en mi padre, mis abuelos, en sus infancias, en su muerte, en los que tuvieron la suerte de morir rodeados de su familia, en brazos de su mujer, en los que lo hicieron solos en un hospital, lejos de sus hijos, de su tierra, en los que murieron en la carretera, en la muerte que tendremos todos, en quién estará a mi lado cuando yo me vaya.

martes, 2 de febrero de 2010

Six fet under, cuarta temporada

Los de HBO están tocados por el cielo, y lo demuestran temporada tras temporada, en todas sus series.
En la cuarta de Six feet under, seguimos con las tribulaciones sentimentales de los diferentes miembros de la familia Fischer.
Claire, tras unos devaneos lésbicos, consigue su primer orgasmo y su primera exposición, aunque intuimos que la coca no le va a ayudar a mantenerse en lo alto. El profesor ya le advierte de que con el éxito viene la corrupción.
Nate tiene los comprensibles altibajos después de la pérdida de Lisa, y parece que con la catarsis del último episodio ha acabado de superarlo.
Brenda ha tenido que hacer un viaje de ida y vuelta a una vida de felicidad convencional, para volver con pie  más firme a donde estaba.
Rico ha ganado protagonismo, y sus relaciones con Sofía y Vanesa nos han sorprendido por la forma en que escapan de los clichés.
David sigue siendo, en mi opinión, la estrella de la serie, el personaje más querible, interpretado además por todo un pedazo de actor como es Michael C. Hall. Impecable en todo momento, divertido, menos sufrido ahora en su relación con Keith.
Dicho todo ello, creo sin embargo que esta temporada ha flaqueado un poco en los últimos episodios. Me ha dado la impresión de que algunos de los acontecimientos han sido un tanto precipitados. La locura de George, por ejemplo, se ha desarrollado repentinamente en apenas dos episodios. Y la confesión del cuñado de Nate también resulta poco creíble. Parece que han querido abrir incógnitas y recoger algunos hilos sueltos antes de la siguiente temporada, pero no lo han hecho de manera convincente.
Con todo, no veo la hora de ver las últimas dos temporadas de esta extraordinaria serie.
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