Mostrando entradas con la etiqueta A.S. Pushkin. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta A.S. Pushkin. Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de noviembre de 2013

Ruslán y Liudmila



Existen pocos países que sientan una devoción tan absoluta por un autor nacional como la que sienten los rusos por Pushkin. No se puede comparar esta devoción con la gloria de esos profetas llamados Cervantes, Shakespeare, Twain o Balzac en sus respectivas tierras, pues siempre habrá algún español que se enorgullezca de no haber leído el Quijote, o un inglés que piense que Shakespeare es un muermo. Pushkin, pues, de quien se dice que renovó, o, yendo aún más lejos, fundó la lengua literaria rusa, hizo en realidad algo mucho más difícil: unir a crítica y lectores a lo largo de dos siglos, y contando, en el elogio más superlativo a toda su obra.

Es habitual que, al hablar de Alexandr Serguéyevich, en primer lugar se recuerde que murió en un duelo, y en segundo lugar, se lamente que sólo se hable ruso en Rusia, pues eso, dicen, nos priva de apreciar los versos de nuestro bardo en todo su esplendor. No sorprende, por tanto, que su popularidad fuera de Rusia se deba más a sus relatos, algunos tan conocidos como "La dama de picas", sus novelas en prosa, como La hija del capitán, o a su gran novela en verso Eugenio Oneguin, en la que argumento, personajes y el espíritu del romanticismo compensan la pérdida de la magia del verso ruso. No nos paramos a pensar que poco contribuye a la popularidad de Pushkin la ignominiosa ausencia de obras como Ruslán y Liudmila en nuestro mercado editorial. En efecto, si los datos no me engañan, no existe ni una sola traducción de esta obra al español.

Frontispicio de la primera edición

El Pushkin que escribió Ruslán y Liudmila era poco más que un mozalbete lenguaraz, mujeriego, amante de la juerga, y con el descaro del niñato que, además de pertenecer a la alta aristocracia, tiene una formación humanística que ya quisiera para sí más de un catedrático de nuestras universidades. En el Liceo Imperial de Tsárskoye Seló, nuestro héroe no hizo sino consolidar su conocimiento de los clásicos que ya había iniciado desde niño en la inmensa bilioteca de su padre. Y como no sólo de Virgilio, Dante y Byron vive el poeta, su abuela materna, una humilde campesina, le había abierto desde la cuna la imaginación a la magia de los cuentos populares rusos.

Algunos de los motivos más populares de esos cuentos están ya presentes desde el mismo prólogo, que se nos antoja más bien una dedicatoria a ese mundo mágico de cabañas sobre patas de gallina, baba-yagas viajando en sus morteros, lobos, rusalkas y un gato atado con una cadena a un roble, al que da vueltas y vueltas, y le cuenta al poeta la historia que viene a continuación...

La imagen más emblemática del Ruslán

Digamos de entrada que el поэмa ruso abarca un terreno diferente del poema español. Un поэмa es una larga narración en verso, mientras que lo que nosotros solemos entender como "poema", en la lengua de Putin suele llamarse стихи, es decir, versos. Pushkin fue un genio en ambas formas, pero, volviendo a la difiucltad de traducir poesía, es cierto que la belleza, el ritmo, la creatividad y la sorprendente sencillez de sus versos sólo la pueden disfrutar al cien por cien los hablantes nativos.

Los pechenegos masacrando a las huestes de Sviatoslav I de Kiev

Así pues, dividido en seis cantos, Ruslán y Liudmila es el primer поэмa de Pushkin y está considerado un cuento de hadas épico. La historia, situada en esa fascinante época que fue la Rus de Kiev y durante el reinado de Vladimir el Grande, se abre en el palacio de éste, donde se celebra la boda de Liudmila con el gallardo y apuesto guerrero Ruslán. El matrimonio, sin embargo, no puede tener peor comienzo, pues justo cuando Ruslán, arma en ristre, se dispone a consumarlo, una extraña presencia llena la habitación y entre rayos y centellas se lleva a Liudmila y deja a nuestro héroe con dos palmos de... narices. No es de extrañar que, aparte de las críticas que cuestionaban su estilo y temática, la obra fuera recibida entre acusaciones de obscenidad.
Con la desaparición de la dulce y virginal Liudmila, comienza la aventura de Ruslán y otros tres guerreros llamados Rogday, Ratmir y Farlaf, y comienza, sobre todo, la aventura del lector. Una vez más, nos encontramos con un clásico aparentemente soso y dulzón, valga la contradicción, y que en realidad es un polvorín de magia, acción, fantasía y un surrealismo que llega a ser casi grotesco.

La bruja Naina se aparece a Farlaf

Pushkin se inspiró para esta obra en, por decirlo en una palabra, todo. Todo lo que había leído, desde los clásicos griegos y latinos hasta la literatura rusa contemporánea, pasando por las obras de Byron o Voltaire, sale a relucir en esta extraordinaria parodia, porque, en esencia, eso es lo que es. Lo que más destaca en ella, no obstante, es la parodia de las obras de caballerías, sobre todo del Orlando Furioso. Este tipo de obras, con caballeros andantes, doncellas prisioneras y perversos brujos, gozaba de cierta popularidad en la literatura de la época, pero Pushkin añadió algo hasta entonces inédito en esos tristes intentos de épica pergeñados por sus contemporáneos rusos: el humor. Ruslán y Liudmila está preñado de humor, ironía y autoparodia desde el primer hasta el último verso, y, como suele suceder con las grandes obras clásicas, es una obra de lectura fácil, apasionada e, insisto, divertida.

Preciosas escenas de la versión cinematográfica de la obra, de 1972

La incontenible fuerza visual del Ruslán ha creado imágenes inmortales que todo ruso conoce. Una de ellas es esa cabeza gigante que Ruslán se encuentra en un campo de batalla. Sorprendido, pero no mucho, el héroe le mete la lanza por el agujero de la nariz para hacerle cosquillas. A continuación escucha maravillado su trágica historia y jura venganza. Otra de esas imágenes emblemáticas podría ser cualquiera de las intervenciones de Chernomor, el perverso mago enano. Desde su entrada en escena, cuando una fila de sirvientes negros entra en el dormitorio de Liudmila transportando sobre unos cojines la barba de Chernomor, tras la cual aparece su dueño, hasta el impagable duelo entre Ruslán y el enano, con éste volando por los aires y el héroe agarrado a su barba, y que podéis ver en la primera ilustración de esta entrada, pasando por Ruslán llevándoselo metido en su faltriquera, esta obra rebosa imágenes icónicas en la cultura rusa.

Vladimir el Grande, Gran Príncipe de Kiev

Aparte de toda la historia de la literatura occidental y rusa, la otra gran fuente de inspiración en esta obra de fantasía es, curiosamente, la historia. Así, por ejemplo, los nombres de muchos de los personajes están sacados de la Historia del estado ruso, de Karamzin, del mismo modo que algunos de los hechos narrados tienen una incuestionable base histórica. Entre éstos destaca el asedio a la ciudad de Kiev por parte de los pechenegos, que tuvo lugar en repetidas ocasiones hacia finales del primer milenio. Los pechenegos eran un pueblo seminómada que hablaba una lengua emparentada con el turco, y que habían ido avanzando desde Asia central hasta  Bulgaria, Hungría y Ucrania. Sus enfrentamientos con la Rus fueron constantes, y se dice que tras matar a Sviatoslav I de Kiev, padre de Vladimir I, personaje del Ruslán, se hicieron un cáliz con su cráneo. La escena final del poema se centra en la lucha de Ruslán contra los pechenegos que asedian la ciudad.

Pushkin recitando ante Derzhavin

Hablaba más arriba del Pushkin que escribió Ruslán y Liudmila, que era un hombre muy diferente del hombre que escribió el epílogo, varios años más tarde. El joven poeta apasionado, amante del vino, del juego, de la risa y de las mujeres se ha convertido en un hombre maduro, con no menos pasión pero sí con la carga del desencanto encima. Pushkin, que siempre combinó su innata rebeldía con su proximidad al zar, y a quien de hecho el zar mismo protegía y censuraba, había visto a algunos de sus amigos ejecutados o exiliados por haber tomado parte en la Revuelta Decembrista de 1825. Ahora, lejos de los salones de Petersburgo, donde antaño deslumbrara a todo el mundo literario y sedujera a todo el mundo femenino, desde una curva del Cáucaso, triste y solo el poeta recuerda a la última rubia que vino a probar el asiento de atrás.



jueves, 30 de diciembre de 2010

Restos de temporada (2)

¿Fue él?, de Stefan Zweig
Zweig siempre nos hace reencontrarnos con el placer de las historias bien escritas y, aunque suene filisteo, a la manera clásica, es decir, de personajes bien dibujados, historias bien desarrolladas, con su planteamiento, su nudo y su desenlace, y donde el escritor se preocupa más del lector que de su propio ego. ¿Fue él? es una excelente historia de celos que consigue escapar del terreno acostumbrado para este tipo de historias (esposos, hijos, socios), y ofrecernos una nueva perspectiva (un perro). Uno se pregunta si Zweig era capaz de escribir algo malo (lo era: Los Ojos del hermano eterno era un tostón pretencioso, y El Candelabro Enterrado, otro tanto; como les sucede a tantos autores, se pierde cuando sale del terreno conocido). 
Hay que decir, sin embargo, que la publicación de este y otros cuentos en una colección sería beneficioso no sólo para el bolsillo del lector, sino también para apreciar el gran talento del escritor austriaco. Porque lo de Acantilado y Stefan Zweig es de escándalo. Con el éxito de aquellas ediciones de Carta de una desconocida o Veinticuatro horas en la vida de una mujer descubrieron que en Zweig tenían un auténtico filón. Desde entonces no han dejado de publicar hasta novela tras novela, biografía tras biografía, o, como en este caso, cuentecillo tras cuentecillo. Bien... si no fuera porque estos cuentecillos deberían publicarse reunidos en una colección. ¿Alguien se imagina publicar uno por uno los cuentos de cualquier otro escritor?

Ghost World, de Daniel Clowes
Buscando la imagen que acompaña al texto, me he dado cuenta de que se hizo una película de este libro, con una jovencísima y despampanante Scarlett Johansson, y no sólo eso, sino que además la vi hace unos cuantos años. Sí, ya me acuerdo. Steve Buscemi hacía el papel de Skeetes, que, la verdad, le iba que ni pintado. Sin embargo, mientras leía el libro, en ningún momento tuve la sensación de estar repitiendo. Quizá la película no fue tan memorable, quizá falla algo con mi memoria, quizá es algo absolutamente normal que le pasa a todo el mndo.
Divagaciones aparte, la verdad es que Ghost World es un excelente retrato de la adolescencia en el que Daniel Clowes, pese a tratar un tema tan trillado, es capaz de encontrar un tono fresco y entregarnos una historia diferente. Triste. Mucho más dura de lo que parece.

.
Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, de A.G. Porta y Roberto Bolaño
Supongo que se debe a que he leído algo a Bolaño y nada a Porta, pero esta novela me parece 100 por 100 bolañesca, bolañiana y bolañil. Como tantas otras novelas primerizas reeditadas de manera semipóstuma (Porta sigue vivo, y espero que por muchos años), el mayor interés radica no en lo que es sino en lo que promete. Descaro, acción y pasión por la literatura.
Consejos... es, antes que nada, una novela muy entretenida que se lee de un tirón. El narrador, Andrés Ros, débil e inseguro aspirante a escritor, se ve arrastrado por su compañera Ana, frívola y cruel, a robar a la casera de esta y matarla. Empieza entonces su vida en la clandestinidad, que ambos saben sólo puede acabar mal. 
La breve historia que completa el libro, "Diario de Bar", es una pequeña maravilla.


Los Gitanos, de A.S. Pushkin
Uno de los sueños que tiene cualquiera a quien un día le da por estudiar ruso es llegar a leer algún día a Pushkin en el original. Pues servidor ha hecho realidad su sueño. Desde luego, mi nivel no me permite apreciar la belleza del estilo de Pushkin al cien por cien, pero creo que sí me ha permitido disfrutar de ese estilo más que si lo hubiera leído en una traducción. Porque ése es el principal motivo de que Pushkin no goce entre nosotros de la popularidad que se merecería. Aparte de Eugenio Oneguin, la obra de este poeta se considera como algo de rusos y para rusos (o estudiantes de), algo que de hecho sucede con la poesía en general. Su obra lírica, de una popularidad en su país incomparable con ninguno de nuestros poetas, pierde demasiados quilates con la traducción, por muy buena que ésta sea.
Los Gitanos narra una historia muy propia del romanticismo (es difícil imaginar a Pushkin sin Byron), con el hombre civilizado que anhela la pureza del buen salvaje.
Tengo en casa casi todas las grandes novelas en verso de Pushkin, en ruso, que compré en la todavía Unión Soviética allá por finales de 1990. A ver si un día de éstos me atrevo con Ruslán y Ludmila.



La historia del buen viejo y la bella muchacha, de Italo Svevo
La historia del viejo que quiere echar una canita al aire con una ninfa, virgen, o cándida pastorcilla se ha contado en numerosas ocasiones. Me vienen a la mente ahora La casa de las bellas durmientes, de Kawabata, o las Memorias de mis putas tristes (que no he leído), de García Márquez. Con la primera, aparte de la premisa básica, poco más tiene que ver.
Del buen viejo, que a ratos pierde el adjetivo, sabemos que es viudo, que trabaja en una oficina, que es probablemente un poderoso empresario a quien la Gran Guerra le está haciendo cada día más rico, lo cual no deja de corroerle la conciencia, y que se trata de una persona influyente, a quien acude la gente para que interceda por ellos y les consiga un puesto de trabajo.
Un día se cruza en su camino una cándida jovencita, y el buen viejo, halagado en su doble faceta de hombre poderoso y figura paternal, no puede resistirse a sus encantos y decide llevarla al huerto bajo la promesa de encontrarle un trabajo mejor. A partir de ese momento, el viejo se debate entre su conciencia,  su amor propio, que la jovencita no tardará en herir,  y las últimas pulsiones de su deseo.

"El deseo en él era virilmente sereno, pero total. Eso era algo indudable. No recordaba que en su juventud, como persona delicada que era, cada vez que había comenzado una aventura semejante a aquélla se había debatido entre los grandes problemas del bien y del mal. Ahora sólo veía un aspecto de la cuestión y le parecía que lo que él iba a coger le correspondía, cuando menos como una compensación por todo el tiempo que había estado privado de tanto gozo."

No tardará en darse cuenta de que ha caído en las delicadas garras de una pelandusca.
Y así, a través de esta historia tan vieja y manida, Svevo retrata con una maestría pasmosa la grandeza, la ingenuidad y la miseria del alma humana.


Mad Men, cuarta temporada.
Ya decía, en la reseña de la tercera temporada, que esta serie había cambiado algunos de sus planteamientos iniciales. Esta serie de cambios se han consolidado en esta temporada. Ha cobrado aún más importancia el trabajo actoral y el desarrollo de los actores, y la ha perdido el retrato de la época. De hecho, aparte de la guerra de Vietnam de fondo, pocas pistas nos indican que estamos en 1964. Los temas sociales, como el racismo, el sexismo, siguen presentes, pero cada vez  de forma más anecdótica. Por otra parte, algunos de los personajes, como Roger Sterling, se van convirtiendo cada vez más en esterotipos de sí mismos. Roger era un personaje interesante en las dos primeras temporadas; en ésta es bastante anodino. Y Pete Campbell, desde que se ha "hecho bueno", puede que haya ganado verosimilitud, pero ha perdido interés. En conclusión, sigue siendo una serie espléndida, aunque probablemente ésta sea la temporada más floja de las cuatro. 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...