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lunes, 5 de mayo de 2014

La otra gran novela sobre Gdansk


Después de leer este libro, me paseé por google, como es mi costumbre, a ver qué decían de él críticos y blogueros. Tratándose de una novela polaca, no esperaba un torrente de entradas, pero tampoco imaginaba que de un libro tan bueno como éste, publicado por Acantilado hace nueve años, no iba a encontrar nada, cero, rien de rien, aparte de los sospechosos habituales que se limitan a repetir el consabido texto de contraportada. Se me ocurrió entonces que podría titular la entrada Un libro que nadie ha leído, título que deseché inmediatamente por considerarlo demasiado presuntuoso. Al fin y al cabo, todavía quedan por ahí algunos de esos románticos, lectores puros, que se resisten a reseñar en internet todo lo que leen. Así que me pregunté si no sería más honesto el título Un libro que nadie ha reseñado, pero creo que un título tan soporífero no haría ninguna justicia al libro. También consideré por unos momentos algo como La soledad del autor polaco, que reflejara la tremenda, aunque habitual, injusticia que sufren, salvo excepciones, los autores en determinadas lenguas. Pero al final, dado que, en mi opinión, se trata, a pesar de sus imperfecciones, de una gran novela y que sucede en Gdansk, pues le he dado el título que veis arriba. (La primera es, naturalmente, la archiconocida El tambor de hojalata).

Durante mucho tiempo, el nombre de la ciudad de Gdansk no me traía a la mente más que el rostro afable de Lech Walesa, el líder sindical que puso en marcha el sindicato Solidaridad, aquél que, con la ayuda de la historia, consiguió acabar con la dictadura comunista del general Jaruzelski. Esa asociación de la ciudad con su figura pública más relevante de los últimos años se vio confirmada en la visita que realicé a Gdansk hace casi quince años. Ahí, aparte del Museo de Solidaridad, un lugar fascinante para acercarse a la épica batalla iniciada por los trabajadores del Astillero Lenin contra el gobierno comunista, nos encontramos, por ejemplo, con una iglesia cuyas imágenes del Cristo cargando con la cruz mostraban no el conocido rostro esbelto, bien perfilado, de barba y largos cabellos al que estamos acostumbrados, sino la cara redonda y campechana del líder sindical.

Soldados alemanes ocupando la península de Westerplatte

Pero aparte de poner en marcha la caída del comunismo en Europa, Gdansk también es conocida por sus vaivenes a lo largo de la historia y, más recientemente, en el s. XX. Al acabar la I Guerra Mundial, en virtud del Tratado de Versalles, Gdansk se convirtió en una ciudad-estado prácticamente independiente, de población mayoritariamente alemana, llamada Ciudad Libre de Danzig. Esta situación fue aprovechada por Hitler, que la incluyó en su intolerable lista de agravios. Así, a base de alentar la tensión entre la ciudad y Polonia, que la rodeaba, el Partido Nazi de Danzig consiguió en 1933 el 50% de los votos. Por ello no es de extrañar que fuera en Danzig donde las tropas alemanas dieron comienzo a la invasión de Polonia. De hecho, hay otro museo, muy pequeñito pero también interesantísimo, situado, si no recuerdo mal, en la antigua fortificación de Westerplatte, que es donde los alemanes abrieron fuego contra el ejército polaco, dando así comienzo a la 2ª Guerra Mundial.

Casi cinco años después de aquella funesta fecha, a una Danzig prácticamente en ruinas tras los bombardeos aliados y soviéticos, llegaba el Ejército Rojo y, con éste, la expulsión de los alemanes. Pero esa expulsión no se limitó a los militares, sino que se extendió a todos los ciudadanos de origen alemán, que se vieron obligados a volver a una Alemania no menos ruinosa, y a ver cómo sus casas eran inmediatamente ocupadas por ciudadanos polacos. Éste es el telón de fondo en el que transcurre la acción, poquita, de El doctor Hanemann.


La historia comienza, pues, en 1945, pero, Piotr, el narrador, nos tendrá que referir aquellos acontecimientos de oídas, dado que todavía no había nacido. Desde la primera línea Piotr nos mete de lleno en un ajo repleto de nombres, marcas, calles y, en fin, tantas referencias a lo que vendrá después que en las primeras páginas el lector se siente tan perdido como el propio doctor Hanemann, ciudadano alemán, en aquella ciudad que cada día se le hacía más hostil.

Hanemann es un médico forense que un día se encuentra con el cadáver de su amante sobre la mesa de autopsias. Esta tragedia personal coincide con la ya mencionada evacuación de la ciudad por parte de los alemanes. Incapaz de sobreponerse al dolor y, en apariencia, indiferente a su destino, Hanemann decide quedarse en lo que ayer era Danzig y hoy es Gdansk, una ciudad donde no sólo las personas, sino también los nombres y objetos conocidos son progresivamente desplazados por los recién llegados, desintegrando así paulatinamente la memoria colectiva y haciendo de Gdansk una ciudad medio fantasmal.

Porque ahora que ya no existes darías lo que fuera para volver a sentir con las yemas de los dedos, aunque fuera por un instante, la quemazón -¿recuerdas?- de una taza de café Eduscho que desprendía tanto calor que te mordiste el labio, porque ahora, en las profundidades de un lugar cercano a Bornholm, allí donde el Bernhoff, un gran buque que navegaba entre Danzig y Hamburgo, se había ido a pique en medio del frío, yace sobre la arena grisácea un manojo de falanges radiales frágiles como os huesecillos de un pñajaro, tu pequeña mano estampada en la arena...

Un día, suponemos que mucho más tarde, puesto que Piotr es testigo de ello con sus propios ojos, aparece Hanka. Hanka es una mujer ucraniana que, con su aire misterioso y salvaje, parece surgida de un mundo de espesos bosques llenos de lobos y urogallos, y cuyo sufrimiento durante la guerra sólo podemos imaginar. También hace su aparición Adam, un niño sordomudo que establece una estrecha relación con Piotr, a punto de entrar en la adolescencia. Todo ello sucede mientras en Gdansk las autoridades polacas, un pelele más del poder soviético, siguen hostigando sin cesar a Hanemann, sospechoso sencillamente por ser alemán.


Entre la abortada autopsia y la aparición de Hanka y Adam media buena parte de la novela, en la que suceder, lo que se dice suceder, poco más sucede. Apenas un puñado de mimbres le bastan a Stefan Chwin para urdir una hermosa historia, la que une a Hanemann, por supuesto, al narrador, y, sobre todo, a su ciudad. Se diría que el autor sabe sacar el jugo literario no sólo a sus personajes, sino también a unas pocas escenas recurrentes, como la de la evacuación, cada vez más asombrosamente vívida, o la del fatídico viaje en barco. Pero Chwin destaca aún más por saber crear páginas bellísimas contándonos la vida y tribulaciones de los objetos.

Sólo las monedas de oro macizo, los anillos de boda, las sortijas, las cadenillas, las crucecitas, los dólares, los rublos imperiales, los zlotys de plata polacos, los guldens de Danzig o las medallas acuñadas por la ciudad para conmemorar visitas de reyes conservaban la calma más absoluta. Sabían que se salvarían bajo el forro del cuello de un abrigo o que, envueltos en algodón (para no tintinear ante la proximidad de la muerte), dormirían en la oquedad  de un tacón durante los centenares de kilómetros que durase el viaje. El bastón de bambú del señor Rotke dormitaba en el paragüero junto a la puerta principal del número cuatro de la Jopengasse seguro de que, cuando le llegara la hora, lo rellenarían de cartuchos de monedas y lo sellarían con una estopada.

Los últimos días de Danzig

En medio de todos esos objetos temerosos ante su destino, a los que Chwin dedica páginas y páginas que se nos hacen cortas, se produce el encuentro entre Hanemann y los futuros padres de Piotr, en la casa que éstos han venido a ocupar, y en una de cuyas habitaciones sobrevive el doctor. El personaje de Hanemann juega en la novela un papel parecido al de Augustin Meaulnes en El gran Meaulnes. Al igual que en el clásico de Fournier, el título otorga el protagonismo a un personaje melancólico, romántico y misterioso cuya aparición o, en este caso, lo contrario, cambia para siempre la vida del narrador, verdadero personaje principal. Aparte de la hermosa relación entre los unos, el otro, y los de más allá, aquellos antiguos residentes que, a diferencia del doctor, no osan resistir al hostigamiento de las autoridades soviéticas y abandonan, se nos cuenta también la historia de dos suicidios literarios, el de Kleist y el del poeta polaco Witkiewicz, una historia que me ha parecido algo pomposa y que es quizá la parte menos lograda de la novela.

Pero el mayor problema de esta excelente novela radica en que está escrita por un polaco, obstáculo para superar el cual no basta con una impecable traducción. Tendrá que llegar antes una oleada de novela negra de ese país para que los lectores no piensen que leer a un autor polaco es cosa de frikis y blogueros. De ahí que su publicación por parte de Acantilado (¡qué haríamos sin esta editorial!), que además son reincidentes con el señor Chwin, sea más que encomiable.


En suma, y volviendo a lo que nos ocupa, El doctor Hanemann, historia de iniciación, recreación de una memoria colectiva de otro modo extinguida, es un libro de escritura bellísima, cuya lectura es difícil interrumpir, que nos deja la sensación de que se nos escapa algo, y de que, al mismo tiempo, todo es muy sencillo. Y unas ganas cada vez mayores de volver a leerlo.

Y la ciudad se desplegaba a sus pies, parduzca, jugando al escardillo con las ventanas que se abrían y cerraban, hilando una frágil telaraña de humo por encima de las chimeneas de ladrillo ennegrecido. El martinete para hincar pilotes de la empresa Lehr de Dresden resoplaba pausadamente en el fondo de la antigua fosa y una bandada de palomas se cernía sobre la Puerta Wyzynna, pero cada vez que, haciéndonos sombra con la mano, clavábamos la mirada en el lejano horizonte entretallado por las torres de Santa Catalina, el Rathaus pequeño y el grande, la cúpula de la sinagoga y el contorno almenado de la Santísima Trinidad, atisbábamos, oculta detrás de una neblina, la faja oscura de mar que se extendía desde la Península hasta el acantilado de Orlowo, y sabíamos que la ciudad sería eterna.

domingo, 5 de mayo de 2013

Un mundo aparte, de Gustaw Herling-Grudzinski


La literatura del horror, aquélla que salió de los campos de concentración nazis, de los horrores de la guerra, o del gulag soviético, constituye un género en sí mismo. Cuando reseñé, hace ya tiempo, La noche, de Elie Wiesel, me pregunté hasta qué punto se puede juzgar la calidad literaria de una obra cuyo valor principal es su calidad de testimonio; una obra que, por muy bien escrita que esté, no sería nada si lo que nos contara no fuera la verdad de la experiencia. No llegué a ninguna conclusión, pero me apetecía repetir mis sesudas reflexiones.

Dicho lo cual, añadiré que con Un mundo aparte, la respuesta está clara: además de ser un impresionante documento, y estar extraordinaramente bien escrito, va más allá del libro de testimonio o de historia, y, como dice Semprún en el prólogo, este libro "es literatura. Lleva el sello, la firma, la huella que no traiciona a un verdadero escritor. No solamente es sincero y auténtico en lo que se refiere al contenido histórico (...). Es auténtico también con respecto a las formas de la literatura, a los valores, orales y culturales de una relación transparente, compleja y rica con la literatura".

La típica "foto del autor" en la Unión Soviética

A principios de 1939, La Unión Soviética entró en negociaciones con Gran Bretaña, Francia, Polonia y Rumanía con el fin de establecer una alianza contra la Alemania nazi. Las negociaciones fracasaron cuando la Unión Soviética exigió derecho de tránsito para sus tropas a través de los territorios polaco y rumano. Como un amante despechado, los rusos firmaron entonces el Pacto Ribbentrop-Molotov, el infame tratado de no agresión entre nazis y soviéticos. Una semana después de la firma del tratado, el ejército del Tercer Reich invadía Polonia desde el norte, sur y oeste. El este se lo dejaban a la Unión Soviética, que el 17 de agosto invadió y se anexionó esos territorios. Más de 200.000 polacos fueron capturados y hechos prisioneros de guerra. En 1940 Herling-Grudzinski, que formaba parte de una organización de la resistencia polaca y luchaba contra los alemanes, fue arrestado por la NKVD y enviado a Siberia por espionaje.

Un barracón de mujeres en un campo de trabajo

Publicado en Gran Bretaña diez años antes que Un día en la vida de Iván Denisovich, Un mundo aparte fue uno de los primeros libros sobre el gulag. Al igual que la obra de Solzhenitsin, este libro fue denostado por los prosoviéticos y democráticamente censurado, por el daño que podía causar a los comunistas, en países como Italia o Francia, donde no se publicó hasta 1985. La sombra de Sartre era alargada. La dignidad, muy corta.

Ser enterrado en vida con suficiente aire para respirar y alargar tu agonía, ser lanzado a un pozo y vivir de los huesos roídos que te lanzan de vez en cuando, tal era la vida de los prisioneros del gulag. De hecho, creo que me quedo corto, dado que además de ese suplicio, los presos tenían que dejarse la vida trabajando un mínimo de doce horas al día, a una temperatura que en invierno no subía de -30º, y vestidos con harapos. No sorprenderá que las referencias a Apuntes de la casa muerta sean constantes. De hecho, cada capítulo se abre con una cita del libro de Dostoievski, evidenciando así, si es que hacía falta, que ochenta años y una revolución más tarde, nada había cambiado en Rusia.

Los niños del gulag, hijos de traidores a la patria

La vida -por decirlo así- en el campo estaba regida por una combinación del refinado sadismo soviético (condenas a diez años que el último día de cumplimiento son prorrogadas otros diez) y la brutalidad más animal. En la jerarquía del gulag, el preso político sólo estaba por encima del moribundo, ese que ya no sirve para trabajar y que, desahuciado, es enviado al Mortuorio, un barracón donde ya no se les obliga a trabajar, y se les deja pudrirse entre escorbuto, pelagra y simple inanición. Por encima de los presos políticos estaban los delincuentes comunes, de los cuales sólo unos pocos, los que demuestren ser reincidentes y completamente inservibles para la vida en libertad, alcanzan la categoría de urka. Éstos, junto con los bezprizornys, delincuentes menores de edad, formaban "la más temible de las semilegales mafias rusas".

El urka es toda una institución en el campo, el segundo cargo más alto después del jefe de guardia; es él quien decide sobre el valor y la corrección de pensamiento de los miembros de su brigada; a menudo se le encomiendan funciones de la máxima responsabilidad, asignándole, en caso de necesidad, un ayudante (...), por sus manos pasan todos los "capullitos", muchachos no iniciados en el sexo, recién llegados antes de que acaben enlas camas de los jefes oficiales (...). Se trata de hombres que piensan en la libertad con la misma repulsión y el mismo miedo con que nosotros pensamos en el campo.

Soy espía inglés, francés, americano, japonés, italiano, alemán, y de algún otro país...

El libro es una amalgama de memorias, ensayo, historia y relatos, aunque estos últimos están siempre basados en  hechos reales. Hay episodios espeluznantes, como "Caza nocturna"; donde el autor es testigo de una violación en grupo, y de la posterior relación de dependencia, casi de idolatría, que se establece entre la víctima y el líder del grupo.
En todos los episodios, los retratos de los prisioneros son excelentes y sus historias, desgarradoras. Una de ellas es la del prestiogioso actor Mijaíl Stepánovich V:

Había en él la humildad de un hombre educado para obedecer y respetar cualquier poder: la disciplina de un ciudadano modelo. Incluso cuando me contaba que lo habían detenido en 1937 por acentuar exageradamente en una película la nobleza de un boyardo de Iván el Terrible, no se permitió esbozar una sola sonrisa, ni siquiera la más leve, y en su rostro se dibujaba la misma gravedad que si relatase un auténtico crimen. "Han hecho lo correcto, Gustaw Yosífovich -repetía-, han hecho lo correcto."

Niños trabajando en la Prisión de Solovki (1933), que Solzhenitsin llamó "la madre del Gulag"

Una de las historias más estremecedoras es sin duda la de Mijaíl Alekséivich Kóstylev, un comunista hasta la médula. Para su mal, Kóstylev descubrió un buen día la literatura, y tras conocer a Flaubert, Musset o Constant, "descuidó sus estudios, se saltó varias reuniones del partido, [y] se encerró en sí mismo."

Caí enfermo de añoranza de algo indefinido -me decía mientras acariciaba con la mano sana su angulosa cabeza rapada-, respiré un aire diferente, como alguien que, sin saberlo, había vivido ahogándose durante toda su vida.

Esta afición por la literatura extranjera lo lleva al arresto y a dar con sus huesos en el campo de Yértsevo. Kóstylev es una de las incontables víctimas de la revolución traicionada, uno de tantos miles de entusiastas idealistas y devotos marxistas cuya fidelidad fue recompensada por el Partido con la tortura, las palizas, la confesión ficticia, el exilio siberiano y la muerte en vida. Pero Kóstylev, como el inolvidable Rishik de El caso Tuláyev, es más fuerte que ellos. No está dispuesto a entregarles su trabajo ni su sudor, y para ello esta dispuesto a... El capítulo dedicado a él se titula "La mano en el fuego".


La suerte de Herling-Grudzinski cambió el día que Hitler le obligó a Stalin a quitarse la venda de los ojos. Con la invasión de Rusia, de la noche a la mañana los alemanes pasaban de ser aliados a enemigos, y un mes más tarde decenas de miles de prisioneros polacos se veían favorecidos, en virtud del Acuerdo Sikorski-Mayski, con la amnistía. Esta amnistía, no obstante, fue muy sui generis, y de hecho en muchos casos no llegó a aplicarse. Cuando Grudzinski se dio cuenta de que, en su caso, el acuerdo se convertía en agua de borrajas, decide, junto a un grupo de prisioneros polacos, iniciar una huelga de hambre con el fin de forzar a la dirección del campo. La huelga de hambre, huelga decirlo, implica también la negativa a trabajar.

La negativa a trabajar se castiga con el fusilamiento instantáneo, sin juicio; en algunos campos se desnuda por completo al preso y se lo deja a la intemperie hasta que da su brazo a torcer o bien hasta que muere.
Una de entre los millones de historias del gulag

Probablemente a Grudzinski lo salvó su condición de polaco, así como el nerviosismo y desconcierto que el inicio de la Guerra Ruso-Alemana habían sembrado entre los oficiales soviéticos. Encerrado en la celda de aislamiento, se negó a abandonar la huelga de hambre hasta que se le permitiera escribir una carta al representante de Polonia ante el gobierno soviético. Se lo jugó todo a una carta y le salió bien. Tras dos años en el gulag, le permitieron abandonar el campo (el término liberación tendría aquí unas connotaciones casi sarcásticas). Se despide de sus compañeros, a los que sabe que jamás volverá a ver con vida.

Yo me sentía fatal. Dante no sabía que no existe en el mundo sufrimiento mayor que experimentar la dicha ante los desdichados, que comer en presencia de los hambrientos. Los abracé en silencio.

Y todavía queda su regreso a la sociedad, su relación con una estalinista de pro que le dice que su experiencia es mentira yque en la URSS no se hacen esas cosas, y su integración en uno de los regimientos formados por los antiguos presos polacos.
Un mundo aparte es apasionante y estremecedor de principio a fin, y el epílogo, en el que el autor nos narra su encuentro en la Roma liberada con un antiguo compañero de barracón, es tristísimo, desolador y magistral. Como documento histórico, este libro no tiene precio, pero son escenas como ésta lo que hacen de él una gran obra literaria.


domingo, 1 de julio de 2012

Mano invisible, de Adam Zagajewski


Algo tiene la poesía polaca contemporánea que atrapa, fascina, conmueve y en ocasiones hasta divierte a este lector. Esto es así sobre todo con Wislawa Szymborska, quien nos dejó este año, y que fue autora de algunos de los poemas más lúcidos, originales y divertidos que recuerdo.
Otro de los grandes es Czeslaw Milosz, considerado por muchos el más grande poeta del siglo XX. Desconozco los baremos que se utilizan para esas mediciones, pero sin duda algunos de los poemarios de Milosz, antologizados en Tierra inalcanzable, que espero reseñar algún día, son absolutamente soberbios.
Poco puedo decir de Zbigniew Herbert, otro de los grandes (y que era descendiente del poeta religioso inglés george Herbert), puesto que todavía no lo he leído, pero desde luego su puesto como referente de la poesía polaca y su prestigio se perciben en la obra de Milosz y cabe suponer que también en la del poeta que hoy nos ocupa, Adam Zagajewski.


Tras Tierra de fuego y Deseo, Mano invisible es el tercer libro de poemas de Zagajewski que leo, y una vez más, me han sucedido esas cosas que, dicen los entendidos, nos produce la buena poesía. Si no sabéis a qué me refiero, tan sólo guglead "la poesía produce".

Zagajewski, nacido justo al final de la Segunda Guerra Mundial, no fue testigo directo de los horrores de aquellos años y todos los anteriores. Además, sus tribulaciones más significativas tuvieron lugar cuando él contaba apenas unos meses. Su familia fue expulsada de Lvov, que había pasado a pertenecer a Ucrania, y esa ciudad, hoy Lviv, adquirió tintes casi míticos en la mente del poeta, lo que daría lugar a su ensayo / libro de memorias Dos ciudades, que sólo de recordarlo me están entrando ganas de releerlo. Pero volviendo a nuestro poeta, se me ocurre que, en contraste con Milosz, Zagajewski es un "poeta tranquilo". Su poesía tiene poco de elegía, y casi nada del peso de la culpa, la culpa de todo un continente, que cargó Milosz a sus espaldas.

Gliwice, ciudad en sepia donde vivió el autor con su familia tras su expulsión de Ucrania

El Zagajewski más reconocible es el poeta que, en sus recuerdos de infancia, en un detalle cazado al vuelo en un café, en la menor trivialidad cotidiana sabe hallar sencillas revelaciones de gran profundidad, expresar sentimientos universales a menudo inefables, y dar cita en un mismo verso a lo bello y lo terrible, lo efímero y lo inmortal.
                   
                   ARKONSKA, 3
                                                           [En Gliwice]
La señora Mazonska era nuestra vecina del rellano,
en Arkonska, 3 (al lado vivía Pszoniak;
Rózewicz en la esquina de Zygmunta y Slowackiego):
Tenía el cabello teñido de pelirrojo y oro en los dedos.
Su marido, un profesor alto y delgado de la politécnica,
me regaló un álbum de sellos;
había allí un verde Congo, un azul Francia
y también muchos rosa marrón de la Segunda República.
La señora Mazonska me invitaba a veces
a la merienda y me recibía como si fuera un adulto,
hablaba conmigo de manera seria y concreta.
Pero yo no era ningún adulto.
No sabía quién era, en el espejo sólo veía unos ojos que no me miraban a mí.
De los árboles caían castañas, claras y brillantes.
Tras la ventana, en la hierba, en un jardín microscópico,
corrían estorninos indiscretos.
En la torre de la iglesia y en la del ayuntamiento, en las paredes
de nuestras casas, en todos los relojes planos
trabajaba incansable el tiempo;
era omnipresente, la policía secreta
no podía competir con él,
ni tan sólo el pensamiento podía alcanzarle.

Es la de Zagajewski (sé que no se puede ser menos original) una poesía del recuerdo y de la epifanía, como podéis ver en el siguiente poema. El concepto de la vita contemplativa aparece en diferentes ocasiones a lo largo del libro, y se puede entender como una metáfora del mismo poeta.

TAMBIÉN "VITA CONTEMPLATIVA"
                                         [En el tren hacia Varsovia]
Puede ocurrir en cualquier sitio, a veces en el tren,
cuando estoy en tierra de nadie: de pronto se abren
las puertas y entran figuras olvidadas, aparece
mi pequeño sobrino que ya no vive,
pero ahora está tranquilo, sonriente,
y un poeta chino que amaba
las hojas de los árboles otoñales y la música,
estudiantes de teología de Córdoba, aún imberbes,
surgen de la nada y se enzarzan en una disputa
volviendo a la discusión sobre los atributos de Dios,
y murmura la fantástica vida como una cascada en primavera,
hasta que finalmente se extiende el insistente tono de un teléfono,
después un segundo tono, un tercero, y todo este gran mundo extraño
de repente mengua y desaparece, igual que un ratón de campo
que, al sentirse amenazado, se escurre diestramente en su secreta morada.


Estas revelaciones que tiene el poeta pueden ir de lo más trascendental a lo más nimio, pero nunca dejan de sorprendernos. A modo de ejemplo, recojo otro bellísimo fragmento, del que me fascina, sobre todo, la facilidad con que la visión de Zagajewski nos transporta de continentes remotos a los cuadrados amarillos de las ventanas en la noche. 
Está anocheciendo, viene una noche seria por el este,
recelosa y taciturna.
La noche que viene de Asia y no hace preguntas.
Qué bello es lo extraño, qué fría la felicidad.
Se encienden luces amarillas en las ventanas sobre el Sena
(he aquí algo realmente misterioso: la vida de otras personas).
Lo sé, en esta ciudad ya no existe el secreto.
Pero existen los plátanos, las plazas y los cafés, las calles afectuosas
y la mirada clara de las nubes que se va apagando lentamente.
(de "Jardín de Luxemburgo")
Al leer esos versos que comienan con "Se encienden...", uno no puede evitar pensar que el poeta está hablando por él.

Podría aportar decenas de ejemplos parecidos. La sencillez del siguiente me pareció memorable. Creo que la incredulidad ante la muerte de una amiga, y la idea de que para la mente humana la palabra es en ocasiones la ejecutora del acto que verbaliza, pocas veces se han expresado de una manera tan clara y certera:
....... pregunta si sé
que murió Paola Malavasi,
de manera inesperada, por la mañana,
el domingo, en un hotel de Venecia.
No, no sabía nada; estas dos palabras,
murió y Paola se encontraban
por primera vez....
             (de "Indefensa")

Mano invisible está organizado en tres partes, cada una de las cuales contiene recuerdos, reflexiones y epifanías como las descritas. A simple vista, y como me suele suceder con los libros de poesía, no parece evidente el porqué de esta división. Existe, sin embargo, un tema recurrente que cruza todo el libro, y es la pérdida de memoria del padre del poeta. Este trágico proceso se articula en tres tristísimos poemas, "Con mi padre de paseo", "Ahora, cuando has perdido la memoria" y "Mi padre ya no me reconoce". 

Si  somos nuestra memoria, cuando perdemos ésta sólo existimos en los recuerdos ajenos. Esta idea se ha dicho mil veces, ya lo sé, pero Zagajewski no se propone en este libro inaugurar una nueva poética ni sorprender al lector con conceptos jamás expresados. Más bien al contrario, su propósito es ahondar en esas cuestiones que a veces se expresan mejor en un verso que en una novela: el paso del tiempo, la memoria como identidad, o la revelación epifánica en lo cotidiano. 

Con una impecable traducción a cargo de Xavier Farré, Mano invisible es, en suma, un poemario inteligente, accesible y profundamente hermoso.

martes, 13 de marzo de 2012

Magnitud imaginaria, de Stanislaw Lem


"Yo te engañaré y tú me lo agradecerás; yo te haré una promesa solemne, sin pensar siquiera en cumplirla, y tú quedarás satisfecho, o por lo menos fingirás, con una maestría digna de la causa, que lo estás. Y a los lerdos que pretendan anatemizarnos a ambos, les dirás que se habían extraviado en el espíritu de nuestra época y caído en los vertederos de vetusteces escupidas por la Realidad que no tiene tiempo que perder."
Esta cita podría ser un acertado resumen de la relación que existe, en cualquier libro de ficción, entre autor y lector. En Magnitud Imaginaria, sin embargo, tiene más que ver con los conceptos de fantasía, imaginación y, más propiamente, creatividad. Lem hace mucho más que imaginar. La imaginación no es para el autor polaco sinónimo de fantasear, sino que la entiende en un sentido mucho más borgiano: imaginar es crear, y, en su caso, llevar la creación de los universos imaginados hasta las últimas consecuencias. Eso es lo que hace en este inclasificable, maravilloso, genial e inolvidable libro, que destruye los esquemas de la ciencia ficción y que, sin embargo, ...


... podría ser el hermanito pobre de Solaris. Como casi todo quisqui, yo conocía a Lem sobre todo por aquella novela sobre el recuerdo, la metafísica y las formas vivas del planeta Solaris. De ella dicen los entendidos que es una de las cumbres de la ciencia ficción, y quién soy yo para negarlo... Y no obstante, a mí, Magnitud Imaginaria, pese a su dificultad, o precisamente por ello, se me antoja un libro quizá más ambicioso, probablemente más imaginativo y, de manera incuestionable -y aquí radica su pecado-, divertido. Y todos sabemos que entre un libro serio y uno divertido, cuál lleva las de perder en la carrera del prestigio. Pero yo ¡qué bien me lo he pasado leyendo este libro!

Magnitud Imaginaria, que forma parte de un proyecto llamado Biblioteca del siglo XXI, al que pertenecen, además, Vacío Perfecto y Golem XIV, consiste en una colección de prólogos a obras inexistentes. Señala Roberto Valencia en su excelente prólogo que la idea es deudora de Borges y Rabelais. Desconozco hasta qué punto el genial y escatológico francés escribió algo parecido, pero sí es evidente la relación con "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", así como con "Funes, el memorioso". Así, en su maravillosa reivindicación de una prologología de libros jamás escritos, en la que de manera brillante recurre a fuentes como la Biblia, la historia del Arte o a Witold Gombrowicz, nos dice Lem:
"¿No nos amenaza un diluvio informativo? ¿Y no consiste su monstruosidad en el hecho de que aplasta la belleza con lo bello y anula la verdad con lo verdadero? Y así es, en efecto, porque la voz de un millón de Shakespeares provocaría el mismo infernal estruendo que la de una manada de búfalos en la estepa (...) De la misma forma, una ingente cantidad de significados en conflicto traen al pensamiento no el honor, sino la perdición. Y ante tal fatalidad, ¿no será el Silencio la única salutaria Arca de la Alianza posible entre Creador y Lector, puesto que el primero gana en mérito absteniéndose de idear cualquier tema, y el segundo, aplaudiendo esa manifestación de renuncia? (...) Por tanto, mis prólogos son anucios de unos pecados que no voy a cometer".


El resto del libro lo constituyen los propios prólogos, tan delirantes en su fantasía como escrupulosos hasta la obsesión en su minuciosa descripción de los sucesivos mundos creados. El primero de ellos, Necrobias, nos introduce a la obra de Strzybisz, creador de los conocidos Pornogramas, que, como su propio nombre sugiere, son radiografías pornográficas, es decir, gente en posturas eróticas de quienes vemos tan sólo el retrato radiográfico.
 "Strzybisz acierta a mostrar (...) el medieval Totentantz holbeiniano que permanece dentro de nosotros intacto, idéntico, no afectado por el tumulto de nuestra civilización relumbrnte: la comunión de la muerte con la vida".
Pero la obra de Strzybisz va más allá de los pornogramas. Otro fragmento:
"Si tuviera que decir cuál de sus desnudos me parece más notable, señalaría sin vacilar "La Embarazada" (pág. 128), una futura madre con su criatura encerrada en el seno. Esos dos esqueletos, uno dentro del otro..."
Seguro que éstas son más elocuentes que alguno de mis alumnos

El segundo prólogo es el de la obra La Erúntica, de Reginald Gulliver, el genial filósofo-diletante que consiguió enseñar inglés a una colonia de bacterias. Este prólogo es tan divertido como absolutamente apabullante en su descripción de los procesos por los que llega a tan genial resultado.
"Los cortos poemitas compuestos por el bacilus coli eran muy triviales y, además, no servían para ser recitados en voz alta, ya que, por razones obvias, las bacterias no tiene idea de la fonética inglesa. Debido a esto, sólo podían dominar la métrica del verso, pero no los principios del ate de rimar. La poesía bacteriana no producía nada mejor que dípticos como éste: "Agar agar is my love as were (1) stated above".
(1) Error debido a las bacterias.

Historia de la Literatura Bítica nos habla de la literatura no humana ni bacteriana, sino creada por máquinas. El prólogo es un ejemplo aún mejor de la erudición del genial autor polaco, y su familiaridad con la ciencia. Resulta difícil dar una idea aproximada de este prólogo, y el resultado podría ser disuasorio, porque servidor no se siente cómodo entre términos del calibre de "homotropía", "intertropía", "heterotropía", "paralexia", "semáutica", "terafísica", "ontomaquia" o "semolalia". Por ello, me desviaré un poco del tema y felicitaré a Jadwiga Maurizio por su extraordinaria traducción. Verbigracia:
" Las máquinas producen también neologismos en los llamados ejes semánticos; en esta clase de creación escogemos unos ejemplos fáciles de comprender sin consultar el diccionario:
(...)
"embrutido", fiambre en malas condiciones;
"alameta", finalista;
"piolencia", fanatismo religioso;
Este prólogo va seguido de un prólogo a la segunda edición, donde se nos habla de algunas de las obras más recientes de la literatura bítica, así como del creciente interés en la Literatura Teobítica. Los breves párrafos sobre la Teología Informática, Teología Matemática y Teología Fisicalista no tienen desperdicio, y sería un crimen que yo intentara siquiera esbozar un miniresumen. La búsqueda de Dios nunca ha sido más interesante y divertida.


El último prólogo del libro es el que corresponde a la Extelopedia Vestrand, una enciclopedia de la historia venidera.
"VESTRAND BOOKS se sienten felices de poder ofrecerle a usted, señor(a), la suscripción a la
MÁS FUTURA 
Extelopedia que jamás se haya editado. (...) Las enciclopedias tradicionales, de uso universal desde hace dos siglos, entraron en una Grave Crisis en los años setenta debido al hecho de que las informaciones que contenían eran anticuadas ya en el momento de terminar de imprimirse."(...)
¿POR QUÉ ES TAN EXACTA?
¿Por qué puede usted tener una confianza tan absoluta en la presente edición? Porque para confeccionarla nos hemos servido (anticipándonos a todo el mundo) de dos Nuevos Métodos de Sondeo del Porvenir, el Método SUPLEXIVO y..."
Huelga decir que la explicación del proceso de redacción y las instrucciones de uso de la extelopedia son tan detalladas, precisas, imaginativas, deslumbrantes y cabales, que por un momento uno se ve tentado de buscar en internet dónde la puede comprar.
Una lectura inolvidable.

jueves, 2 de febrero de 2012

Medallones, de Zofia Nalkowska

Creo haber leído en alguna parte una entrevista con Solzhenitsin en la que este se refería a una conversación que tuvo con Philip Roth. En esa conversación, Roth lamentaba su suerte y envidiaba las desventuras que le había tocado vivir al escritor ruso y a tantas otras víctimas de persecuciones y regímenes totalitarios. El motivo de esa envidia era que, según Roth, nadie que no haya vivido aquellos horrores en su propia carne podría jamás describirlos adecuadamente, ni tendría autoridad moral para hacerlo. He buscado alguna referencia a esa entrevista en la red, y no he encontrado nada, por lo que no sé si concluir que no se trata de Solzhenitsyn -o Roth-, que la he imaginado, o que, simplemente, no está en la red. Sin embargo, imaginaria o no, la historia viene a cuento de este libro, porque, visitando blogs donde lo reseñan, me encontré con alguna crítica negativa basada en un razonamiento parecido: conociendo los testomonios de Primo Levi, Elie Wiesel, Kertesz o Shalamov, entre muchos otros, ¿qué puede aportar este libro escrito por alguien que no sufrió la tragedia en sus propias carnes? O dicho de otra forma, ¿puede un testigo describir el horror igual que una víctima?
Pues sí. Y de manera magistral. 

Ilse Koch, "la bestia de Buchenwald", entre cuyas acusaciones figuraba la de utilizar la piel de sus víctimas para fabricar pantallas de lámpara

Medallones es, en mi opinión, un documento sumamente revelador para todo aquél interesado en la barbarie nazi. Y lo es por varios motivos. En primer lugar, lo escribió una miembro de la Comisión de Investigación de los Crímenes Alemanes en Polonia (en 1949 se sustituyó "crímenes alemanes" por "crímenes hitlerianos"). En segundo lugar, fue escrito durante los últimos meses de la guerra y los primeros tras la derrota de los nazis. En otro momento me he referido al espíritu casi visionario que tienen estos libros escritos a caballo de la tragedia, al mismo ritmo que se desarrollan los acontecimientos. ¿Qué debió de sentir el público al enfrentarse, en 1946, al indescriptible horror descrito en la primera historia, "El profesor Spanner", donde vemos a la Comisión interrogar a testigos y colaboradores de los "doctores" que perpetraron indecibles montruosidades? Se trata de un relato difícil de aguantar, en el que se nos describe de manera espantosamente explícita el proceso de obtención de grasa humana para fabricar jabón, y otros experimentos cuya veracidad fue cuestionada en los juicios de Nueremberg (de hecho, parece que todavía hoy se carece de datos concluyentes al respecto).
Y en tercer lugar, y juzgando por este brevísimo libro, Nalkowska, hasta ahora una absoluta desconocida para mí, no era solo una narradora extraordinaria, sino también una reportera de primer orden.


Las ocho historias que componen el libro se leen en apenas un par de horas, suficiente para lanzarnos de lleno a la abyección más absoluta a que se ha rebajado el ser humano. Nalkowska, aparte de interrogar a los "doctores" mencionados arriba, habla con víctimas de los campos de exterminio, así como con testigos de las atrocidades que, desde la relativa protección que les brindaba su condición de no judíos, poco o nada pudieron hacer para evitarlas. A diferencia de Claude Lanzmann en Shoa, Nalkowska prefiere no hurgar en las heridas. Allí donde el cineasta francés veía una injustificable pasividad del pueblo polaco frente al sufrimiento judío, nuestra autora, como es natural, ve las cosas desde dentro. Ello no significa que se tape los ojos: allí donde hay judíos, hay antisemitas, también en Polonia.

... Si los alemanes pierden la guerra, los judíos nos matan a todos... ¿Usted no lo cree? Pero si hasta los mismos alemanes lo dicen. Y también lo ha dicho la radio.

... dice "La mujer del cementerio", uno de los relatos más "suaves" del libro. El resto de historias (o breves crónicas, como habría que llamarlas; este libro, por si no ha quedado claro, pertenece más bien al género periodístico, y de hecho dicen algunos que revolucionó el reportaje literario) tiene aire de viñetas, son de factura impecable en su sencillez, frialdad y crudeza, nos proporcionan valiosísimos testimonios a nuestro siempre insuficiente conocimiento del holocausto, y constituyen, dentro del horror constante que describen, un ejemplo de contención por parte de la autora. Difícil de olvidar es "Junto a la vía del tren". Una mujer consigue escapar de un tren en marcha en el que iba deportada a una muerte segura. Queda malherida junto a la vía. La gente, soldados alemanes y campesinos polacos, la ven, la miran, alguno se acerca a hablarle. Pasan las horas. 
La vida en los campos de exterminio, en el gueto, o en los días posteriores al fin de la guerra son descritas con maestría y desde la distancia emocional. Nalkowska da voz a sus interlocutores y, en gran medida, se abstiene de intervenir. 

El mercado del gueto de Varsovia

-Un día, era martes, del tercer camión que llegó de Chelmno descargaron los cuerpos de mi mujer y mis hijos: el niño tenía siete años y la niña, cuatro. Entonces me tendí sobre el cuerpo de mi mujer y les dije que me dispararan. No quisieron dispararme. Un alemán dijo: 'El hombre es fuerte, todavía puede trabajar.' Y se puso a pegarme con un palo hasta que me levanté.

En resumen, un libro excelente sobre una de las mayores vergüenzas de la humanidad, y al que, en este caso, se le agradece la brevedad.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Restos de temporada (1)

Mayormente, aquí he metido las lecturas, películas y otras cosas del saber que, a lo largo de este año, por falta de tiempo, ganas o talento no reseñé en su momento.


The Life and Opinions of Tristram Shandy, de Laurence Sterne
Qué voy a decir. Sterne se adelantó dos siglos a la literatura del siglo XX. En Tristram Shandy parece encontrarse todo lo que Joyce, Proust, Woolf, y hasta el postmodernismo crearían (o afirmarían crear). Aquí está el stream of consciousness, la inter-textualidad, y jueguecitos con el diseño de las páginas, entre otros. Divertido, irónico, despojado de pomposidad, y tremendamente original, moderno y sorprendente. ¿El problema? La novela no va a ninguna parte. O si va, no lo indica bien. O si lo indica bien, yo no me he enterado. Así que, en la página 300 me he dicho: genial, pero ya he captado la idea.


A Grief Observed, de C.S. Lewis
Quien más quien menos, todos recordamos la lacrimógena Tierras de Penumbra, con Anthony Hopkins en el papel de C.S. Lewis. La verdad es que, aparte del punto de partida, la película tiene bastante poco que ver con el libro. Éste es, ante todo, una reflexión sobre la fe cristiana y una descripción del conflicto espiritual del autor, devoto católico, cuando su mujer muere de cáncer. Una novelita donde las sucesivas fases de dicho conflicto y su resolución final, concentradas en menos de cien páginas, no dan respiro a nuestro intelecto. Profundo, conmovedor, inteligente y, por curioso que parezca, hasta cierto punto imprevisible. Se impone una urgente relectura.


The Classical World, de Robin Lane Fox
La verdad es que la historia de Roma es complicada. Bueno, de hecho ésta es la historia de la Grecia y Roma clásicas, aunque la de Grecia me parece más sencilla, con pueblos que se matan, pueblos que se alían, pueblos que se traicionan, pueblos que se empecinan, y el de todos conocido rey de Macedonia conquistando por ahí.
En Roma, sin embargo, entre plebeyos y nobles, divorcios y primas, tiranías y dictadores, la cosa es a menudo difícil de seguir. Fox construye su historia sobre lo que él considera los pilares básicos de la historia del mundo clásico: los conceptos de libertad, justicia y, curiosamente, lujo. Muy bien escrito y todo lo ameno que puede ser un libro de estas características. No apto para expertos en historia clásica.


The Story of India, BBC
Casi cualquier documental de la BBC vale la pena verlo. Si además está presentado por Michael Wood, es un crimen perdérselo. Ya había visto en Inglaterra otros documentales suyos, creo recordar que sobre la historia de Inglaterra y la conquista de América. Como en ellos, en The Story of India, Wood, que derrocha entusiasmo (da gusto verlo maravillarse ante las anécdotas que le cuentan, o frente a los restos, apenas reconocibles, de lo que fue parte de una muralla), consigue que presente y pasado vayan siempre de la mano. Wood no nos habla de la historia, sino que nos muestra el país y nos explica las razones históricas, siempre visibles si buscas bien, por las que las cosas son así.


El Anticristo, de Friedrich Nietzsche
¡Qué barbaridad! Y dicen que este libro lo escribió antes de volverse tarumba. La verdad es que el libro está perfectamente estructurado, organizado y, dentro de tanta bilis y vituperio, relativamente bien razonado. Nietzsche no era nazi, vale, y de hecho, nada en este libro puede sugerirlo. Sí es cierto que el nazismo se regocijó en la reflexión que hace el autor sobre el triunfo de los débiles y, en definitiva, la condena de la humanidad. Una lectura influyente, jugosa, y, probablemente, de lo más ameno que escribió Nietzsche.



Paisaje con grano de arena, de Wislawa Szymborska
¿Quién es esta señora?, nos preguntamos muchos cuando hace unos años le concedieron el Nobel. Pues es un pedazo de poeta como la copa de un pino. Ya hace tiempo que devolví el libro a la biblioteca, pero este volverá a entrar en casa y se quedará para siempre. Pocas veces he leído una poesía tan profunda, ingeniosa, divertida, trascendental, bella y fascinante como la de Szymborska. El libro acabó con las puntas de todas las páginas dobladas, y cada poema merecería una reseña especial. De hecho, creo que hubo sólo un poema que me sobró, en el que la autora fallaba a su propio estilo. Una absoluta joya.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Travessant Fronteres, de Czeslaw Milosz



La luz del día (1953) es el segundo de los libros recogidos en esta antología. En él se desarrollan los temas iniciados en Salvación.
En "Hijo de Europa", "nosotros" entonamos un mea culpa por la implicación de todo el continente en el horror que lo ha asolado. El tono de desolación adquiere al mismo tiempo matices de amarga ironía, y nos preguntamos si de verdad seremos capaces de aprender algo del holocausto.
Y de la ironía pasamos casi al cinismo.
Así, se nos dice en (3): sírvete de bellas palabras y conceptos abstractos, intenta así ocultar tu responsabilidad en el horror.
(4) Pero hasta el cinismo se revela débil cuando se muestra de manera explícita. Aun así, a pesar de su rastrera debilidad, vence.
(5) Las palabras, el lenguaje, el arma de los totalitarismos, con la que se justifica lo injustificable.
El poema va adquiriendo un tono didáctico.
(6) Siguen los consejos a un totalitario. Nos ofrece prohibiciones, mientras el lector-súbdito espera ahora las órdenes.
(7) La historia se precede. Muerto el tirano, muerta la dictadura, todos sus antiguos leales súbditos no sólo reniegan de ella sino, como bien sabemos en nuestro país, niegan su propio pasado y su constante y cobarde sumisión.
(8) Hemos alcanzado la condición de borregos encamionados.
En "retrat a mig segle xx" sigue la implacable ironía con la calculada ambigüedad del título. ¿Retrato de quién? ¿Del autor? ¿Del poder? ¿Del pueblo? Pero, ¿hay alguna distinción entre ellos?
El repelús que a muchos nos produce la palabra"nación" está perfectamente explicado en el poema del mismo nombre. Y qué decir del heroísmo nacional:

Gran nació, invencible, irònica nació
Sap reconèixer la veritat mantenint silenci

Hemos tocado fondo. Intentamos ascender de nuevo.
En "Naixement" y, sobre todo, "Sobre l'esperit de les lleis", el poeta anhela recuperar la esperanza y la fe en la humanidad, y hace frente al conflicto entre realidad y deseo, y lo que es más, a la fatal inoportunidad:

Blancs laboratoris de bebès alats
que creixen sempre en una època diferent

Pero la salvación sólo llegará con el reconocimiento de la culpa y con la aceptación de la verdad y de la historia. En "Llegenda", asistimos al conflicto entre leyenda e historia. La diferencia crucial no radica en su verdad, sino en que la primera nos conduce a la repetición del horror.
La leyenda nos acerca así a "Pensament sobre Àsia", donde el poeta evoca la milenaria civilización asiática, quizá como símbolo de la limpieza de espíritu de aquellos capaces de entablar una lucha contra un pasado cruel pero todavía humano.

Un voltor dona tombs en una xafogor sense núvols
Mentre el so de les roques antediluvianes es fum
de l'home, del seus déus i dimonis

En los siguientes poemas caemos de nuevo en la tentación de la venganza, si bien este deseo adquiere un tono más reflexivo en "Faust varsovià". Este horror es nuestro horror:

Qui no ha escrit en llengua polonesa altra cosa
que no fossin odes sensibles, inofensives
ha sentit algun cop altra cosa excepte odi?

Los ecos whitmanianos de "Mittelbergheim"

...Aquí i arreu
és la meva terra, arreu on em giri
i en qualsevol llengua que senti
la cançó d'un infant, una conversa d'amants.

tienen un tono aparentemente más esperanzado. Sólo la espera, la paciencia, la aceptación feliz de la vida, la sencillez,

Una mirada, un somriure, una estrella, la seda arrugada
en la línia del genolls.

 pueden llevarnos a vencer el odio, la envidia y, sobre todo, el miedo. El miedo a nosotros mismos. La esperanza se mezcla así con una suerte de resignación.

...Tranquil, observant
he d'anar a lesmuntanyes en la suau resplendor del dia
sobre les aigües, les ciutats, els camins, els costums.
Foc, poder, força, tu, que a mi
m'agafes pel palmells de la mà on els solcs
són com enormes congosts, pentinats
pel vent del migdia. Tu, que dónes seguretat
en l'hora de la por, en la setmana del dubte,
és encara massa aviat, que el vi maduri,
que els viatgers dormin a Mittelbergheim.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El Rey de las Dos Sicilias, de Andrzej Kusniewicz

Como Zweig, Roth, Musil o Broch, Kusniewicz es de esos escritores conscientes de que nacieron en otro siglo, en otra época y en otro mundo. Un mundo, como lo retrataba Zweig en El Mundo de Ayer, en que no existían los pasaportes, y la gente no tenía mayores dificultades para entrar a otro país. Un mundo dominado por imperios en decadencia, y donde uno podía nacer en un país y morir en otro sin salir de su pueblo. Kusniewicz, de nacionalidad polaca, nació en Galizia, en el Imperio Austro-Húngaro, en lo que es hoy Ucrania. Fue diplomático de profesión, estuvo internado en Mauthausen, y fue cónsul general polaco.
El Rey de las Dos Sicilias ha sido comparada, entre otras, con El Hombre sin Atributos. En efecto, en ambas tenemos un complejo retrato de un mundo, el Imperio Austro-Húngaro, que se acerca a su fin. Mientras en El Hombre... la historia se sitúa en los últimos días que preceieron a la Primera Guerra Mundial, en El Rey... es precisamente el magnicidio del archiduque Francisco Fernando lo que abre la novela. Esta, sin embargo, abarca un periodo mucho más amplio, ya que en ocasiones nos remontamos a 1859, fecha en que tiene lugar la célebre batalla de Solferino (que a su vez era el origen de la gloria del protagonista de otra de las grandes obras de la literatura centroeuropea, La Marcha Radetzky, de Joseph Roth).
No obstante, no nos encontramos frente a una novela histórica propiament dicha. Con El Rey... Kusniewicz intentó no sólo recrear ese mundo cuyos estertores finales presenció en su infancia, sino también retomar la tradición de la gran novela centroeuropea que tuvo su auge en el primer tercio del siglo veinte. Mucho más próxima a Musil o Broch que a Zweig, Roth o Schnitzler, El Rey... es una reflexión sobre la memoria, un experimento sobre el punto de vista, una afirmación sobre la imposibilidad de llegar a la verdad y la razón última de los hechos, y un intento de aprehender todo el tiempo pasado y presente en un solo instante.

"Así que entramos de puntillas al salón del apartamente del Stubenring y nos quedamos callados en un rincón. Podemos guardar nuestra propia personalidad para observar los acontecimientos desde nuestro punto de vista, o bien lo haremos a través de Emil R. Pero entonces nos será difícil dar testimonio objetivo de lo que está sucediendo."

Emil R., el personaje más prominente en una novela en la que el lugar central lo ocupa la Historia, es hijo de familia burguesa, oficial del ejército, aspirante a poeta y víctima de una obsesión incestuosa por su hermana mayor. Parte de esas intimidades las descubrimos en su diario, aunque la voz narradora, plural, extraña, anónima, nos convierte en testigos aún más directos de sus grandes pecados y el modo en  que su sádica hermana juega con él.
"Si eres obediente y haces todo lo que yo te ordene, ¿quién sabe?, a lo mejor seré tu mujer... Me lo pensaré... Y ahora lárgate de aquí, que ha venido mamá.

Y pasamos, en un magistral cambio de foco que se repite una y otra vez a lo largo de la novela, de la microhistoria a la Historia con mayúscuas.

"Cuando todo esto ocurrió, hace ya muchos, muchísimos años, Emil tenía once años y su hermana Elizabeth trece. Fue en mayo de 1904, excepcionalmente cálido y soleado. En el parque público de Hilmteich, las lilas y los jazmines florecieron más bellos que nunca. El tercer ejército japonés del general Nogi ha puesto sitio a Port Arthur. Unos combates encarnizados tienen lugar por la fortaleza Vodoprodovni. En la rada interior del puerto surgen del agua los mástiles y las chimeneas del acorazado Rietvizan (...), Blériot no sobrevolará el canal de la Mancha hasta dntro de cuatro años y medio (...) Estamos en el quincuagésimo sexto año del reinado de Francisco José (...) No sabemos exactamente si aún vive Swann, en cambio la princesa Oriana de Guermantes brilla como siempre por su belleza y su gracia.

Kusniewicz parece entender el mundo como una lucha entre la trivialidad del momento y la trascendencia de la historia, entre la singularidad de los hechos y su inabarcable multiplicidad.

"¡Apuntemos, apuntemos cuidadosamente, que nada se repetirá jamás! Todo es único e irreversiblemente primero y a la vez último en su forma y en su expresión."

 El magistral comienzo de la novela nos viene a decir que no hay acontecimientos grandes ni pequeños, que todo está relacionado, y así, de alguna manera, el asesinato del archiduque está relacionado con el de la gitanilla Marika Huban. Este asesinato, de hecho, es, junto con la vida interior de Emil R. y los preparativos para la guerra, otro de los ejes principales de la novela. En mayor medida que en las breves descripciones de la vida en el ejército, este asesinato le sirve al autor para recrear el babel que era el Imperio Austro-húngaro, en el que dos súbditos del mismo rey y vecinos del mismo pueblo podían hablar lenguas mutuamente incomprensibles. Y quien habla de lenguas, naturalmente, habla de culturas. Húngaros, serbios, croatas, austríacos, judíos... En El Rey... están no sólo los Balcanes, sino también los gitanos que estos días del s. XXI son deportados a sus países.
En definitiva, El Rey de las Dos Sicilias es más que una novela; es una auténtica experiencia literaria (con la nada despreciable ventaja de que, a diferencia de las obras de Poust o Musil, es una novela relativamente breve, 307 páginas, de lectura compulsiva), inteligente, profunda, iluminadora e inagotable.

viernes, 26 de marzo de 2010

Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski

Estaba al lado de Andréyev, tenía un nombre polaco, era de Pre-textos, así que lo cogí de la estantería. Empecé a leer la introducción de Sergio Pitol, (autor también de la extraordinaria traducción), y ya no pude dejarlo. 
La historia que aquí se cuenta está basada en un hecho histórico: la cruzada que en la Francia del s. XII emprendió un grupo de niños, decididos, ante la desidia de reyes y prícipes, a liberar de una vez por todas Jerusalén del dominio del infiel turco. Marcel Schwob ya había utilizado la historia para La cruzada de los niños, y en 1959 Andrzejewski, autor hasta ahora totalmente desconocido para mí, la recuperó para el libro que nos ocupa.
A pesar de que se trata de una novela de apenas 90 páginas, no estamos ante una lectura ligera. Es más, es uno de esos casos en que desde la primera línea hasta la última no se da tregua al lector. Mientras la novela de Schwob presenta una serie de monólogos, Andrzejewski, que no relataba simplemente una fascinante y extraordinaria historia, sino que se rebelaba contra la novelística al uso en la Polonia soviética, quiso fundir todas las voces y todos los tiempos en un único texto, en una única frase (de hecho son dos frases: una de 90 páginas, y una de cinco palabras). No es, contrario a lo que podría parecer, de difícil lectura, aunque, como ya hemos dicho, no se trata de una lectura ligera y requiere una especial concentración. Si leemos con atención, saboreando las palabras, la traducción y la sencillez de la historia, veremos que en todo momento sabemos quién habla a quién, cuándo y acerca de qué. Andrzejewski se ocupa de que las ideas principales se vayan repitiendo a lo largo de la novela. Así, la revelación de Santiago la oímos unas cuantas veces, pero sólo al final se nos revela en toda su esencia. 
La historia no puede ser más sencilla: los niños que escuchan las palabras de Santiago y emprenden la cruzada. Poco a poco, vamos descubriendo que lo que empuja a niños y sacerdote hacia Jerusalén no son las palabras de Santiago, no es la fe, sino el amor. No el amor a Cristo, sino el amor físico y voluptuoso. No la esperanza, sino el deseo de ésta. El deseo. También la nostalgia. Las ganas de recuperar la juventud perdida. 
Lo que hace de esta novela una absoluta obra maestra es, ante todo, la forma en que el autor entrelaza estas ideas y nos las muestra por sus dos lados, el más superficial y el más profundo; la forma en que ha sabido narrar, a partir de un hecho acaecido hace ocho siglos, una historia tan revelante en el lugar y el momento en que la escribió; así como el final, trágico y salvaje, y al mismo tiempo abierto a una (¿ciega?) esperanza. 
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