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viernes, 30 de junio de 2017

Un camino permanente




A los que no somos grandes lectores de poesía nos gusta, no obstante, tener libros de poemas desperdigados aquí y allá por las estanterías, pues hacen tanta compañía, si no más, que la mejor de las novelas. Nos cuesta leer un poemario de una sentada, y preferimos, o eso decimos, abrir un libro al azar y encontrarnos con unos versos que, sin contexto previo y sin carrerilla, sentimos que fueron escritos pensando en nosotros. Y no en cualquier nosotros, sino en el de ese momento preciso.

Así, ayer mismo, mientras me sentaba en el balcón a fumarme el segundo de mis tres cigarrillos diarios, abrí una antología de W. H. Auden y me encontré con este poema, que me parece guarda cierta relación con el libro que acabo de leer y del que hablaré en los próximos días (en breves fechas, que diría un periodista). Se me antoja una nueva versión, irónica y hasta mordaz, pero, en el fondo, tristísima, del clásico de Robert Frost "El camino que no tomé".

Pido disculpas por mi claudicante traducción.

A Permanent Way
Self-drivers may curse their luck,
Stuck on new-fangled trails,
But the good old train will jog
To the dogma of its rails,
And steam so straight ahead
That I cannot be led astray
By tempting scenes which occur
Along any permanent way.
Intriguing dales escape
Into hills of the shape I like,
Though, were I actually put
Where a foot-path leaves the pike
For some steep romantic spot,
I should ask what chance there is
Of at least a ten-dollar cheque
Or a family peck of a kiss:
But, forcibly held to my tracks,
I can safely relax and dream
Of a love and a livelihood
To fit that wood or stream;
And what could be greater fun,
Once one has chosen and paid,
Than the inexpensive delight
Of a choice one might have made?

Un camino permanente

Quizá maldigan su suerte los conductores
al quedar atrapados en novísimas rutas,
pero el viejo tren de siempre 
traquetea por el dogma de sus raíles,

y, echando humo, sigue adelante
de modo que no me puedo desviar
por las tentadoras escenas que ocurren
a lo largo de un camino permanente.

Intrigantes valles se escabullen
por entre colinas cuyas formas me gustan.
No obstante, si me encontrara
allí donde la senda deja la colina

y sube hasta un romántico rincón,
preguntaría qué posibilidad hay
de conseguir un cheque por diez dólares
o un besito en la mejilla:

pero atado a mis raíles
puedo relajarme a salvo y soñar
con un amor y una vida
que encajen en ese bosque o riachuelo;

¿y qué mayor diversión,
una vez hemos elegido y pagado,
que ese placer tan económico
de la decisión que podríamos haber tomado?

Y me gustó.

viernes, 4 de noviembre de 2016

El paraíso perdido


Seis fichas con notas he llenado con este libro. Y muchas, muchas horas. Y las que me esperan ahora para preparar una entrada medio decente. Son cosas que pasan cuando te da por leer un clásico de aquí te espero, escrito en una lengua que nunca existió y, por si fuera poco, intentar que no quede ninguna frase por entender, si no captando toda su profundidad, sí por lo menos identificando sujeto y predicado.

No sé hasta qué punto son accesibles las traducciones al español de este clásico. ¿Habrán intentado los traductores conservar la extraña gramática miltoniana, o, por el contrario, habrán optado por desgongorizar invocaciones, peroratas y exortaciones, y ofrecer al lector un texto elegante pero relativamente sencillo? Si alguien tiene experiencia u opinión al respecto, se lo agradeceré.

 Los ángeles acaídos explorando el infierno, de Gustavo Doré

A diferencia de otros clásicos de obligada pero cada vez más difícil lectura, que por ello son objeto de "traducciones" a una lengua moderna, el inglés de Milton se me antoja extraordinariamente complicado de suavizar. Pocos estudiantes ingleses leen hoy el texto original de Los cuentos de Canterbury, con su extraña mezcla de francés y anglosajón que se nos antoja impronunciable, cuando, en realidad, su lectura no precisa más que una edición bien anotada y un poquito de determinación. Asimismo, cabe imaginar (y lamentar) que llegará el día en que el propio Shakespeare necesitará de adaptaciones a un inglés contemporáneo para ser medianamente comprensible por las futuras generaciones de lectores. La relativa dificultad del bardo, sin embargo, se limita al vocabulario, fácilmente adaptable, o a las alusiones, probablemente más oscuras con cada siglo que pasa. Pero la dificultad de El paraíso perdido no se debe al paso del tiempo. Así, mientras que la lengua de Shakespeare no presentaba dificultad alguna a los espectadores que abarrotaban The Globe para asistir al estreno mundial de El rey Lear, el lector actual puede consolarse con la convicción de que los primeros lectores de Milton (que de hecho vino al mundo poco antes de que Shakespeare muriera) necesitaron de tanto tiento, paciencia y ganas de reordenar palabras como ha necesitado servidor.

 Satanás observa a los ángeles ascender al cielo, de John Martin

Lo que hace del inglés de esta obra una lengua sensiblemente complicada es el modo en que Milton latinizó la gramática. Ya en tiempos de Shakespeare la gramática inglesa era, en lo esencial, la misma que hoy, pero nuestro autor optó por cambiar el orden de las palabras, dejando los sujetos en suspenso hasta el final. Únanse a ello las infinitas alusiones tanto a los clásicos como a la política del momento, así como el vocabulario a ratos erudito, a ratos arcaico, y tenemos como resultado una lectura densa, lenta, exigente, pero también rica, relajada y sosegada, con permiso de Satanás.

Parece ser que Milton no sabía muy bien lo que iba a escribir, y tan sólo tenía claro que sería una obra maestra. ¿De qué género? Pues al principio, y hablamos de su tierna juventud, dudó entre una épica a la altura de Homero, Virgilio o Tasso, o una tragedia que nada tuviera que envidiar a Esquilo, Sófocles o Eurípides. Antes de cumplir los veinte, ya se había inclinado por la primera, y se propuso escribir una épica que abarcara todo el tiempo y el espacio. No, ambición no le faltaba. Para el tema de la obra, nuestro poeta estuvo durante un tiempo calibrando centrarla en Inglaterra, y durante un tiempo consideró que las guerras sajonas podrían darle bastante jugo. Sin embargo, Milton, hombre de mundo y, como hemos visto, con una amplitud de miras universal, acabó considerando, en primer lugar, que centrar su épica en Inglaterra sería un tanto provinciano; en segundo lugar, que el rey Arturo era un personaje demasiado fabuloso para una épica seria; y en tercer lugar, le entraron los escrúpulos antimonárquicos. ¿Qué relevancia habría tenido una épica del rey Arturo tras la Guerra Civil Inglesa de 1642?



No se sabe con certeza en qué momento decidió centrar su poema en el pecado original, pero parece ser que mientras rumiaba sobre una épica arturiana, preparaba una tragedia sobre el tema. Sin embargo, le costaba imaginar la infinita extensión del universo, desde el cielo hasta el infierno, dentro de los límites de un escenario. Así que poco a poco, la balanza se fue inclinando hacia una épica sobre el más universal de los temas. Fueron, como vemos, una concepción y un parto lentos y largos, muy acordes con el ritmo de lectura que esta impresionante obra exige.

El propio autor nos habla de ello en el libro IX:

 Since first this Subject for Heroic Song [ 25 ]
Pleas'd me long choosing, and beginning late;
Not sedulous by Nature to indite
Warrs , hitherto the onely Argument
Heroic deem'd, chief maistrie to dissect
With long and tedious havoc fabl'd Knights [ 30 ]
In Battels feign'd; the better fortitude
Of Patience and Heroic Martyrdom
Unsung; or to describe Races and Games,
Or tilting Furniture, emblazon'd Shields,
Impreses quaint , Caparisons and Steeds; [ 35 ]
Bases and tinsel Trappings, gorgious Knights
At Joust and Torneament; then marshal'd Feast
Serv'd up in Hall with Sewers, and Seneshals;
The skill of Artifice or Office mean,
Not that which justly gives Heroic name [ 40 ]
To Person or to Poem
Este asunto me agradó siempre para un canto heroico, fijé mi elección hace mucho tiempo y lo comencé muy tarde.  La Naturaleza no me ha dotado de suficiente aptitud para referir los combates, mirados hasta aquí como el único asunto digno de un poema heroico.  ¡Qué obra maestra la de relatar largamente el enojoso estrago de fabulosos caballeros en batallas fingidas, mientras que nadie se ocupa de un valor más noble, de la paciencia, de la constancia sublime del martirio!  Describir carreras y juegos, aprestos bélicos, escudos blasonados, divisas ingeniosas, caparazones y lujosos arneses, ricas gualdrapas y toda la pompa caballeresca de las justas y torneos; y luego los banquetes magníficos servidos bajo bóvedas suntuosas por coperos y senescales!  En cuanto a mí, no creo que esa habilidad del arte, consagrada a una obra mezquina, pueda dar fama justa y heroica al autor o al poema.
 
Satanás, el Pecado y la Muerte, de William Blake

Con lo cual viene a decirnos que los temas tradicionales de la épica no le convencían del todo. En todo caso, Milton ha elegido el momento cumbre de la obra para hablarnos de sus intenciones poéticas, pues nos acercamos, ya en el libro IX, al momento en que Satanás tienta a Eva.

Como es sabido, la Biblia no nos ofrece muchos detalles de estos episodios que han marcado el devenir de la humanidad. Semejante vacío es, desde luego, un regalo divino para cualquiera con un mínimo de imaginación que desee presentarnos un cuadro de dichos episodios. En lo que respecta a la escena que conduce al momento del pecado, los miltonianos Adán y Eva deciden, a instancia de ésta y pese a los recelos de aquél, ocuparse de su jardincito por separado. Antes de ello, Adán, que ha sido advertido de que el Maligno puede estar rondando por ahí, le expresa sus temores a Eva. Añade que Satanás actúa movido por la envidia, y sospecha que de todos sus placeres, ninguno excita tanto dicha envidia como el placer conyugal. Más que esta referencia al sexo, me parece interesante la motivación que busca Adán para el comportamiento de Satanás: la envidia.

 Satanás cede ante Gabriel

Y de hecho, parece una observación acertada, pues el Satanás que vemos en este momento en el Paraíso (el Edén parece ser un barrio del primero) se nos antoja un personaje melancólico, afligido, consciente del error que cometió. Sólo si consigue que el hombre caiga como cayó él, podrá aliviar el dolor que le produce la envidia.

Pues sólo en la destrucción encuentro alivio
a mis implacables pensamientos. (libro IX 129-30)

Esos implacables pensamientos los tenemos, por ejemplo, al principio del libro IV, con Satanás lamentando su error, y reconociendo que Dios no merecía su ingratitud.

Till Pride and worse Ambition threw me down [ 40 ]
Warring in Heav'n against Heav'ns matchless King:
Ah wherefore! he deservd no such return
From me, whom he created what I was
In that bright eminence, and with his good
Upbraided none; nor was his service hard. [ 45 ]
What could be less then to afford him praise,
The easiest recompence, and pay him thanks,
How due! yet all his good prov'd ill in me,
And wrought but malice (libro IV)

Me perdieron el orgullo y la más perversa ambición, al hacer en el cielo la guerra contra el monarca sin par que domina en él. ¡Ah!, ¿por qué fui tan insentsato? ¿Debía yo corresponder así a quien me puso en tan sublime altira, a quien jamás me echó en cara sus beneficios? ¿Tan dura era su servidumbre? ¿Qué menos podía yo hacer que tributarle alabanzas, siendo tan merecidas, y mostrarle una gratitud, que tan justa era? 

Adán poniendo nombre a los animales, de William Blake


Sin embargo, un arrepentimiento sincero es imposible, incluso aunque se ganara con él el perdón divino, pues su orgullo, ambición y vanidad le llevarían a volver a caer.

But say I could repent and could obtaine
By Act of Grace my former state; how soon
Would higth recall high thoughts, how soon unsay [ 95 ]
What feign'd submission swore: ease would recant
Vows made in pain, as violent and void.

Y sobre todo, lo que viene a continuación:

 For never can true reconcilement grow
Where wounds of deadly hate have peirc'd so deep

(Pues jamás podrá nacer una reconciliación sincera
allí donde tan hondo han llegado las heridas de un odio mortal)

Este libro IV es tan interesante como el XI, o los dos primeros, o el último, o... la verdad es que todos son una gozada. En el IV, en todo caso, Satanás visita por primera vez el Paraíso. Para ser más precisos, se cuela como un vulgar caco, tras saltar el muro. Una vez allí, toma la forma de un cormorán, símbolo de la rapacidad humana, y se sienta en lo alto del árbol del bien y del mal. Todo está listo para la entrada en escena de nuestros primeros padres, y la verdad es que, con su belleza y casi celestial perfección dejan a Satanás patitieso.

 O Hell! what doe mine eyes with grief behold,
Into our room of bliss thus high advanc't
Creatures of other mould, earth-born perhaps, [ 360 ]
Not Spirits, yet to heav'nly Spirits bright
Little inferior; whom my thoughts pursue
With wonder, and could love, so lively shines
In them Divine resemblance, and such grace
The hand that formd them on thir shape hath pourd

"Sólo ligeramente inferiores a los espíritus celestiales", dice, para añadir a continuación que la felicidad de la parejita tiene las horas contadas.

 Ah gentle pair, yee little think how nigh
Your change approaches, when all these delights
Will vanish and deliver ye to woe,
More woe, the more your taste is now of joy

Además de advertir a Eva del peligro que acecha entre la exuberancia del paraíso, Adán reflexiona en sus palabras a su compañera sobre la incuestionable bondad del Creador, tan generoso para con ellos dos, que nada han hecho para merecerlo, y a quienes tan sólo se les exige que no prueben del fruto del Árbol del Conocimiento.

Sole partner and sole part of all these joyes,
Dearer thy self then all; needs must the Power
That made us, and for us this ample World
Be infinitly good, and of his good
As liberal and free as infinite, [415]
That rais'd us from the dust and plac't us here
In all the¡is happiness, who at his hand
Have nothing merited, nor can performe
Aught whereof hee hath need, hee who requires
From us no other service then to keep [420]
This one, this easie charge, of all the Trees
In Paradise that bear deliciuous Fruit
So various, not to taste that onely Tree
Of knowledge

y ahora viene lo interesante

planted by the Tree of Life,
So neer grows Death to Life, what ere Death is, [425]
Som dreadful thing no doubt

(Plantado junto al Árbol de la Vida,
tan cerca de la Vida está la Muerte, sea ésta lo que sea,
algo sin duda terrible)



Satanás pensando "acabo de encontrar el disfraz perfecto"

No sé si porque el hombre es como es, o es la Iglesia la que es, el caso es que con frecuencia se ha relacionado el conocimiento adquirido por Adán y Eva con el sexo y, más concretamente, con la vergüenza que de repente les produce su cuerpo desnudo, algo de lo que hablaremos más adelante. Pero, ¿no es acaso más crucial para la condición humana la conciencia de la muerte? Si el hombre es el único animal que sabe que va a morir, ¿podemos decir que el pecado nos sacó de un estado animal? La Iglesia, por su parte, siempre prefirió verlo por el lado del sexo: el hombre es el único animal que puede -y debe- controlar el impulso de la carne.

Veamos qué sucede en los instantes anteriores y posteriores al pecado.

Se acerca el momento, y Adán nos regala unas palabras que, una vez descifradas, me parece que resumen a la perfección la gran contradicción acerca del libre albedrío y el conocimiento por parte de Dios de todo lo que va a suceder. Ya sabéis, si Dios sabe que voy a pecar, ¿tengo la libertad de no hacerlo?

O Woman, best are all things as the will
Of God ordain'd them, his creating hand
Nothing imperfet or deficient left [ 345 ]
Of all that he Created, much less Man,
Or aught that might his happie State secure,
Secure from outward force; within himself
The danger lies, yet lies within his power:
Against his will he can receave no harme. [ 350 ]
But God left free the Will, for what obeyes
Reason, is free, and Reason he made right

Que viene a ser algo así como "somos perfectos, PERO tenemos libre albedrío". No me digáis que no tiene jugo. Y aún se le podría sacar más si, por ejemplo, quisiéramos ver en esas palabras una crítica a la monarquía. Milton, como hemos dicho más arriba, era un furibundo antimonárquico y aplaudió la ejecución de Carlos I. En Paradise Lost, sin embargo, que es vista por muchos como el relato de una guerra civil celestial, entre el monarca y el revolucionario parece (nótese la cursiva) tomar parte por el reino de aquél, si bien no le duelen prendas en describir y adjetivar a este Dios de forma no siempre halagüeña. En el libro II, sin ir más lejos, y si bien son los ángeles caídos quienes hablan, se describe a Dios como "el Torturador".

Rafael advierte a Adán y Eva, de William Blake

Pero sigamos con la escena cumbre. Nuestros amigos se han separado, y la serpiente se ha dicho "ésta es la mía". Se aproxima a la débil hembra y empieza a engatusarla. Eva, que será pecadora pero no es idiota, le expresa el temor que le infunde la prohibición divina, a lo que la serpiente replica de esta guisa:

O Sacred, Wise, and Wisdom-giving Plant,
Mother of Science, Now I feel thy Power [ 680 ]
Within me cleere, not onely to discerne
Things in thir Causes, but to trace the wayes
Of highest Agentsdeemd however wise.
Queen of this Universe, doe not believe
Those rigid threats of Death; ye shall not Die: [ 685 ]
How should ye? by the Fruit? 

Ay, Reina del Universo, chiquilla, no te creas esas mentiras. No vas a morir.


it gives you Life
To Knowledge, By the Threatner? look on mee,
Mee who have touch'd and tasted, yet both live,
And life more perfet have attaind then Fate
Meant mee, by ventring higher then my Lot. [ 690 ]
Shall that be shut to Man, which to the Beast
Is open? or will God incense his ire
For such a petty Trespass, and not praise
Rather your dauntless vertue, whom the pain
Of Death denounc't, whatever thing Death be, [ 695 ]
Deterrd not from atchieving what might leade
To happier life, knowledge of Good and Evil;

Mírame a mí, que también probé del fruto, y no sólo no morí, signifique lo que signifique eso de morir, sino que además todo me ha ido muy bien desde entonces. Haz lo que te digo y verás cómo Dios estará orgulloso de tu valor y tu iniciativa.

Of good, how just? of evil, if what is evil
Be real, why not known, since easier shunnd?
God therefore cannot hurt ye, and be just; [ 700 ]
Not just, not God; 

Si el mal existe, ¿por qué no conocerlo, para así mejor evitarlo?

 Añadamos un poco de color: La mujer, el hombre y la serpiente.

Atención: spoiler. Eva cae en la tentación.

Lo que sucede a partir de ese momento no tiene desperdicio, y algunas escenas sorprenden por su carácter cinematográfico.

Thus Eve with Countnance blithe her storie told;
But in her Cheek distemper flushing glowd.
On th' other side, Adam, soon as he heard
The fatal Trespass don by Eveamaz'd,
Astonied stood and Blank, while horror chill [ 890 ]
Ran through his veins, and all his joynts relax'd;
From his slack hand the Garland wreath'd for Eve
Down drop'd, and all the faded Roses shed:
Speechless he stood and pale, till thus at length
First to himself he inward silence broke. [ 895 ]

¿Verdad que podéis ver le rostro de Adán congelado por el horror ante la revelación de Eva? ¿Y qué me decís de ese ramo de flores que se le cae de las manos?

Luego pasa lo que tiene que pasar, y Adán acaba probando del fruto también, pero atención, que lo hace por amor a Eva. Milton adelantándose siglo y medio al Romanticismo.

El primer efecto del fruto es la lujuria, y no os perdáis lo que Adán le dice a continuación a Eva:

 I the praise [ 1020 ]
Yeild
thee, so well this day thou hast purvey'd.
Much pleasure we have lost, while we abstain'd
From this delightful Fruit, nor known till now
True relish, tasting; if such pleasure be
In things to us forbidden, it might be wish'd, [ 1025 ]
For this one Tree had bin forbidden ten.

En otras palabras, ¡esto es una maravilla! ¿Por qué hemos tardado tanto en pecar? ¡Si tanto placer hay en lo prohibido, desearía que por este árbol prohibido hubiera diez más!

Pues sí, todos sabemos que el sexo en pecado da mucho más gustirrinín.

Pero como si se tratara de una resaca de champán y martini, al despertar de su noche de vicio han perdido todo vestigio de inocencia, y les invade la vergüenza.

 Satanás ocupando el trono del infierno

Cada línea de este libro es una joya, y está lleno de reflexiones tan interesantes que me podría estar citando línea tras línea. Pero la verdad es que con lo dicho hasta ahora, el lector que no haya leído El Paraíso perdido debe de estar haciéndose una idea muy equivocada de lo que es esta obra. ¿Adán y Eva? ¿Dónde está aquí la épica? Pues épica hay, de verdad, y mucha. Impresionantes batallas entre ángeles y demonios, caídas  del cielo al infierno atravesando todo un infinito, y escenas arquetípicas de todos los grandes poemas épicos.

En el libro II, por ejemplo, tenemos a los demonios entretenidos en sus juegos atléticos y competiciones musicales, mientras Satanás se va de viaje en una misión de reconocimiento, una escena que os podría recordar a Homero. En el libro V, vemos al ángel mensajero, Rafael, que llega al campamento militar de los ángeles con una noticia que todos intuyen de gran relevancia. Dejan lo que están haciendo y se levantan para oír lo que tiene que decir.

Like Maia's son he stood, [ 285 ]
And shook his Plumes, that Heav'nly fragrance filld
The circuit wide. Strait knew him all the Bands
Of Angels under watch; and to his state,
And to his message high in honour rise;
For on Som message high they guessd him bound.


Podríamos hablar también del final de este libro V. En él, Rafael narra a Adán y Eva la rebelión contra el poder de Dios que encabezó Satanás, y les refiere cómo Abdiel, seguidor de Satanás, se negó a seguir adelante con la rebelión y fue el único de sus seguidores que al final se mantuvo fiel a Dios. Satanás le ordena entonces que se marche y que informe a Dios de su decisión de gobernarse ellos mismos y medir sus fuerzas contra Él. No hace falta señalar que, en esta primera parte del libro, la actitud de Milton hacia Satanás es, cuando menos, ambivalente. La interpretación política de fragmentos como éste está fuera de toda duda, y no sorprende que muchos hayan visto en ellos una reivindicación de la figura de Satanás. Mucho menos ambivalente, desde luego, es esa misma actitud en la segunda mitad del libro, donde queda más patente la intención declarada del autor al escribir este libro: justificar los caminos de Dios.

Paradise lost es un libro infinito, y por tanto aquí no he hablado más que de una fracción de todas las imágenes, ideas y reflexiones de todo tipo que plantea. Y naturalmente, comentar un libro infinito es agotador. Leerlo, una gozada. Así que, por hoy, basta. Os dejo, eso sí, con los maravillosos versos finales, con Adán y Eva echando la vista atrás, al paraíso que abandonan por siempre jamás. Obra divina.

They looking back, all th' Eastern side beheld
Of Paradise, so late thir happie seat,
Wav'd
over by that flaming Brand, the Gate
With dreadful Faces throng'd and fierie Armes:
Som
natural tears they drop'd, but wip'd them soon; [ 645 ]
The World was all before them, where to choose
Thir
place of rest, and Providence thir guide:
They hand in hand with wandring steps and slow,
Through Eden took thir solitarie way.

Algunas lágrimas naturales derramaron, pero pronto las enjugaron;
El Mundo entero pasó delante de ellos, para elegir
su lugar de descanso, y a la Providencia como guía:
Con pasos errantes y lentos, de la mano,
a través del Edén tomaron su camino solitario. (XII 645-649)

domingo, 12 de enero de 2014

Restos de temporada 2013 (y 2)

Desde que empecé este blog, allá por 2009, el ritmo de publicación de entradas ha ido bajando de manera continua. Así, de las casi 90 que publiqué en 2010, el año pasado pasé a 32, es decir, un tercio. Eso no es bueno ni malo, sino todo lo contrario, y además parece ser algo bastante general. Uno empieza el blog lleno de entusiasmo por reseñar todas y cada una de sus lecturas. Así lo hice yo también, y probablemente por eso, cuando echo un vistazo a aquellas primeras entradas, me siento tentado de eliminarlas, de tan chapuceras como me parecen.
Si el ritmo de publicación, por lo menos en mi caso, es ahora tan bajo, ello se debe a que procuro preparar las entradas de manera mucho más concienzuda que al principio (aunque los resultados sean irregulares), y de hecho, es buscando información, leyendo críticas y consultando fuentes como mejor me lo paso. Pero claro, eso lleva tiempo, tiempo que quito a otras reseñas.
El caso es que, repasando las lecturas de la segunda mitad de 2013, con la cantidad de libros extraordinarios que cayeron en mis manos, me doy cuenta, para mi desazón, de las grandes oportunidades de preparar reseñas geniales, incisivas, innovadoras, revolucionarias, en una palabra, magistrales. De momento, sin embargo, tendré que consolarme con lo de "este merece una relectura".


Los argonautas, de Apolonio de Rodas. Un clásico griego releído unos cuantos meses después de la racha de clásicos por la que pasé el año pasado. Aventuras a porrillo con Jasón...


... que, inevitablemente, tuvo que tener su continuación en otra relectura, la trágica historia de su señora, Medea, de Eurípides.


The Golem, de Eduard Petiska. Una de esas joyas que uno se puede encontrar en el Punt Verd, ese sitio donde se recicla el aceite usado, la ropa vieja y los libros. El golem es una leyenda judía apasionante de la que exiten múltiples versiones. En ésta, el monstruo lo crea un rabino de Praga, con el fin de proteger a los judíos de los pogromos. Es cortito, prometo reseña.


El tambor de hojalata, de Gunter Grass. Desde hacía décadas que quería leer este clásico que dio la fama a Grass. Me sorprendió, la verdad. Un personaje principal bastante desagradable, un desarrollo de la historia poco convencional, con elementos de realismo mágico y con un estilo que me ha recordado bastante a Alfred Döblin. Excesivo a ratos, pero con capítulos absolutamente magistrales, como el de la taberna de las cebollas, que de hecho se puede leer y disfrutar por sí solo.


White teeth, de Zadie Smith. Otra obra que supuso en su momento la revelación de un nuevo talento literario. Se trata de una de esas ocasiones en que el escritor, además de sorprender con un estilo diferente (eso que se suele llamarse "un soplo de aire fresco en la narrativa"), consigue novelar una ciudad, en este caso Londres. Aunque, a mi juicio, el final queda un pelín forzado, en general las buenas críticas que recibió en su momento están más que justificadas.


Birdsong, de Sebastian Faulks. Estaba yo leyendo esta novela y pensaba "esto lo he leído ya". Pedazo de dejà lu. Hasta que caí en la cuenta de que unos meses antes había visto la también excelente adaptación de la BBC. Faulks nos cuenta una bonita historia de amor con la I Guerra Mundial por enmedio, y nos descubre un aspecto poco conocido, pero muy angustioso, de la guerra de trincheras.


De la naturaleza, de Lucrecio. Llené el libro de anotaciones, pero como era de la biblio, una vez devuelto la reseña se quedó en ná. Una lástima, porque, aunque lo disfruté, me daría una pereza infinita volver a leerlo.


Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu. No recuerdo mucho de esta novela gráfica, pero eso sí, me pareció absolutamente genial (o quizá no tanto; ver los comentarios más abajo). El título lo dice todo: Dios se presenta no recuerdo dónde, quizá en la cola del Inem, y a partir de ahí empiezan sus aventuras en este valle de dolor, donde se convierte en una especie de estrella mediática. Ello, no obstante, se trata de una obra mucho más inteligente y mucho menos blasfema de lo que se podría desprender.


Jóvenes talentos, de Nikolai Grozni. Si no recuerdo mal, ésta es la primera novela del autor, que es bastante conocido como pianista. Qué admiración me producen los que son capaces de brillar en dos artes tan diferentes entre sí. Porque esta novela es una excelente historia de iniciación, escrita con rabia, con rencor, con pasión y con enorme talento. Al son de Chopin, Grozni nos cuenta sus vicisitudes como estudiante de música, chico prodigio pero descreído y rebelde, en una Bulgaria tiranizada por el régimen comunista. Una gozada de lectura, amenizada todavía más por las extraordinarias reflexiones del autor sobre la obra de Chopin.


Y con la novela de Grozni y ésta, La estratagema, de Léa Cohen, pensaba yo preparar una entrada sobre la literatura búlgara contemporánea. Ahí es nada. Esta novela, regalo de Elena (muchas gracias de nuevo), también transcurre durante la dictadura comunista, aunque en ella viajamos a los EEUU, a Israel o a Suiza. Quizá le falta el toque genial de Grozni, pero es, de todas formas, una historia sumamente interesante y una novela muy bien escrita.


De padres e hijos, de Jeffrey Brown. Los que tenemos hijos sabemos lo que es sentirse como el de la adivinanza de "dos padres y dos hijos". Sobre esto trata esta novela gráfica, sobre ser padre, ser hijo, y estar entre los dos. Con unos dibujos muy sencillos y una narración aparentemente deslavazada, el autor nos cuenta una historia que a algunos les parecerá demasiado prosaica y quizá inane, pero yo la encontré entrañable.


La leona blanca, de Henning Mankell. Ahora mismo, al ver el título, me doy cuenta de que el argumento de Asesinos sin rostro, del que hablé en la primera parte de estos restos de temporada, correspondía en realidad a esta novela. Pero entonces, ¿de qué trataba aquélla? En fin, supongo que esta confusión, dilución y desaparición de personajes y argumentos no sucede únicamente con los thrillers.


Georgiana. Duchess of Devonshire, de Amanda Foreman. Los historiadores ingleses tienen un no sé qué y un qué sé yo que convierte todo lo que escriben en una lectura apasionante. Porque, la verdad (y aquí me toca sacar la vena antipatriótica), si un historiador español me anuncia que me va a contar la vida de una duquesa del siglo XVIII, conocida por ser antepasado de una princesita actual, me pongo a correr y no paro hasta llegar a Laponia. Pero lo hace un inglés, inglesa en este caso, y uno se sumerge con enorme placer en la aristocrática y, en algún sentido, disoluta vida de esta duquesa, de la que descendía Diana de Gales. Georgiana de Devonshire fue, durante muchos años, todo un fenómeno social en el país, y gozaba de una popularidad y una influencia tanto en la política como, naturalmente, en la moda, sólo comparables a su malograda descendiente o a alguna que otra Primera Dama. Fascinante retrato de la vida política en la Inglaterra de la época, un tema que hasta esta lectura jamás me había interesado.


Un viaje nada sentimental, de Albert Drach. Este libro tenía, a priori, todo lo que me interesa: memorias, holocausto y persecución de los judíos. Confieso, no obstante, que la lectura se me hizo un tanto farragosa. Ello se debió sobre todo al estilo árido, desprovisto no ya de sentimentalismo sino diríase de sentimiento, aunque, en honor a la verdad, la idea central del libro es que el autor, que, casi a su pesar, había sobrevivido a la guerra, era un muerto en vida.


El músico ciego, de Vladimir Korolenko. Los rusos del XIX que conocemos eran tan grandes grandísimos que apenas dejaban sitio en la foto a los que, en comparación, eran sólo grandes. Vladímir Korolenko es uno de ellos, a juzgar por esta novela y por lo que decían de él sus contemporáneos. Un entusiasta de la revolución, acabó sus días, otro más, criticando severamente a los bolcheviques. Trata de un músico ciego y es una gran novela.


Señales que precederán al fin del mundo, de Yuri Herrera. De este autor mexicano había leído grandes alabanzas que lo señalan como una de las voces más bla bla bla. La verdad es que, a pesar de su pomposo y espantoso título, más propio de un pestiño de Isabel Coixet que de algo bien escrito, esta novelita, con mucho de Cormac McCarthy y no poco de Breaking Bad, es realmente buena. Con una escritura seca, al tiempo que colorida por el habla coloquial del país, y un personaje central mucho más interesante de lo que parece al principio, a la novela sólo le sobra, hacia el final, un discursito de excesivo tono moral. Con lo bueno que es a veces dejar un mal sabor de boca...


Las bellas extranjeras, de Mircea Cartarescu. Qué voy a decir de este autor que no haya dicho ya, así como de esta obra, que ya he mencionado antes. Consta de tres relatos, el primero de los cuales es excelente, y a partir de ahí todavía mejora. Diversión a raudales.


Los Karivan, de Miljenko Jergovic. Supongo que si lo hubiera leído antes de La casa de nogal, me habría maravillado. Habiéndolo leído después, me supo a poco. Se trata de un libro de relatos unidos, se nos dice, por el apellido que da título al libro. Los Karivan son los descendientes de kara Ivan, o Iván el Negro, de quien no recuerdo mucho aparte de que vivió hace muchas generaciones en Bosnia. Algunos de los cuentos de este libro son absolutamente magistrales, la mayoría son excelentes, y sólo hay un par o tres, de los cuarenta de que consta el libro, que me sumieron en una fría confusión.


El jinete de bronce, de A.S. Pushkin. Tras leer la primera gran obra de Pushkin, Ruslán y Liudmila, me lancé a su último gran poema narrativo. El genio de Pushkin nos cuenta aquí con versos inmortales una obra que conjuga la historia de San Petersburgo con un relato de sencilla épica, sumamente rico en su ambigüedad. Se lee en lo que dura un café, pero no se llega nunca a digerir del todo.


Guía de Mongolia, de Svetislav Basara. Y tras Croacia, decidí pasarme un rato por Serbia. Sí, no os fiéis del título. O sí, porque la historia sucede en Mongolia. En cualquier caso, éste es otro triste ejemplo de un libro excelente que, por p... pereza, se quedó sin reseña. Y lo lamento sobre todo porque, no sé si lo he dicho ya, empecé este blog, entre otros motivos, para obligarme a reflexionar un poquito más sobre lo que voy leyendo o, en otras palabras, para devorar menos y saborear más. Con este serbio no lo hice, y ahora sólo recuerdo que me gustó, me sorprendió y me divirtió. Alcohol a mansalva.


Sasha Yegulev, de Leonid Andreyev. Le tengo muchas ganas a esta obra, primero por su autor, otro gran ruso que, en la foto de la que he hablado antes, está al lado de Korolenko; y segundo, por su subtítulo: "la historia de un asesino". De Andréyev había leído ya un par de novelas breves que me habían dejado un gran sabor de boca, por sus personajes atormentados y condenados, y a ésta, como digo, le tengo muchas ganas. Pero tendré que esperar a hacerme con una buena traducción. Mal empezamos si en el prólogo nos hablan de Las armas muertas de Gógol. Y éste lo compré, mecachis.


El viaje de los diletantes, de Bulat Okudzhava. Otro al que le tenía unas ganas inmensas. Recuerdo que este libro se publicó en Círculo de Lectores hace más de 20 años. Estuve meses pensando si me lo compraba o no, pero siempre había otro que, si no me llamaba más la atención, si me ofrecía más "garantías", léase, era de un autor más conocido. Dejó de aparecer en la revista y lo olvidé, pero sólo por un tiempo. La imagen de la portada, así como la breve sinopsis de la obra, seguían llamándome. Hace unos años leí unas memorias del autor, un cantautor, poeta y novelista georgiano, tituladas Cerrar el tiempo, abrir los ojos, también publicado en Círculo, que me encantó. Así que volví a la búsqueda de El viaje. Lo busqué en librerías de viejo, en el mercado de Sant Antoni, en Los Encantes, hasta que por fin di con el único ejemplar de todas las bibliotecas públicas de la provincia de Barcelona. Lo pedí, lo empecé y... no. No era lo que esperaba. Como empezar a los 40 una relación con una chica de la que te enamoraste en el instituto. No descarto leerlo en otro momento, cuando me haga menos ilusión. Me gusta leer libros que nadie más ha leído.


El retorno de Filip Latinowicz, de Miroslav Krleza. Este lo saqué de la biblio hace dos años y lo perdí. Tuve que comprarlo y aun así, quizá por despecho, lo devolví sin haberlo leído. Pero este año, después de la inolvidable experiencia de La casa de nogal quise seguir con autores de la zona. Krleza era croata, y ésta es su obra maestra.
El señor del título se fue de casa muy joven, y tras triunfar como pintor, regresa a su ciudad natal sin saber muy bien para qué, pero eso sí, con muy pocas ganas de reconciliarse con la lagartona de su madre. Situada en una pequeña ciudad de provincias, escrita con enorme talento, sentido del humor y desengañada melancolía, El retorno... destaca, sobre todo, por sus personajes discretamente patéticos, algunos de los cuales se pasan la horas muertas evocando lo poco que queda del glorioso recuerdo del Imperio Austro-húngaro.


El diablo listo y otros poemas, de Nikolai Gumiliov. Junto con Serguei Gorodetsky, Gumiliov fundó el acmeísmo, el movimiento poético que incluyó a poetas como su esposa Anna Ajmátova y O. Mandelstam, entre otros. El acmeísmo nació como reacción contra el simbolismo ruso, pero, quizá debido a mi nulos conocimientos poéticos, nunca he visto gran diferencia entre uno y otro movimiento, y de hecho, me cuesta bastante ver los puntos en común entre la obra de los diferentes poetas.
La primera impresión es que estamos ante un poeta bastante más accesible que Mandelstam, con unos poemas más narrativos y unas imágenes más transparentes. Su poesía está también poblada por jirafas y elefantes, resultado del viaje del poeta por África.
Religioso y anticomunista, Gumiliov, que despreciaba en público la zafiedad de los bolcheviques, fue arrestado en 1921, bajo la acusación de pariticipar en la conspiración Tagantsev, y ejecutado 20 días más tarde. En 1992 fue rehabilitado de aquella falsa acusación.


Juego de azar, de Slawomir Mrozek. Ya mencioné uno de Mrozek en la primera parte de estos restos. Este es igual de bueno, pero menos.


Un día de placer, de Isaac Bashevis Singer. Sirva esto como humilde homenaje a la Librería Canuda de Barcelona, que ha cerrado recientemente para dar paso, supongo, a una tienda de Desigual, ya que el local es demasiado grande para un locutorio. Un par de meses antes de que cerrara, compré este librito, hoy completamente descatalogado, de uno de mis autores favoritos. Aunque Singer escribiría sus memorias, quince años más tarde, en la excelente Amor y exilio, este día de placer se centra en un momento muy concreto de su infancia, cuando la familia Singer se mudó del campo a la capital. Esperaba un sencillo librito de relatos con los temas habituales del autor, es decir rabinos ateos, esposos que ponen los cuernos a su mujer mientras esta se muere de cáncer, y hasidistas combatiendo a Satanás, pero me encontré con uno de los libros de memorias más sencillos y bonitos que he leído en mucho tiempo.


María Antonieta, de Stefan Zweig. A éste llegué por el de Amanda Foreman, comentado más arriba, dado que la Duquesa de Devonshire era amiga de la Reina de Francia. Zweig era el Midas de la literatura, y convirtió en libro apasionante todos los temas y personajes que tocó. Nunca me había interesado mucho la Revolución Francesa, por culpa, sobre todo, de una pésima profesora que tuve en el instituto, pero Zweig, con su retrato de esta casi legendaria reina, me ha cautivado a lo largo de 600 páginas.


Cartas del verano de 1926, Boris Pasternak, Maria Tsvietáieva y R.M Rilke. Aquellos poetas y su loca correspondencia. Borís enamorado de Maria; Maria, platónicamente entregada a su tocayo Rainer; y Rainer, un Dios del Olimpo humilde y campechano, que hace como que no sabe que es el poeta vivo más venerado de su época, al tiempo que lanza fugaces miradas hacia abajo, a esos puntitos negros que son sus fieles. La verdad es que, de los tres, el más cuerdo parece Rilke, quizá porque la devoción que sentían los otros dos por él los dejaba atontados.
He leído la poesía de Tsvietáieva y la de Rilke, mientras que de Pasternak he leído lo mismo que vosotros. No obstante, en una de las cartas, don Boris, dirigiéndose a Tsvietáieva, le suelta lo siguiente:

He comenzado a confundir hasta el sinsentido dos palabras: yo y tú.

Y ése es el Pasternak epistolar.

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