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lunes, 7 de octubre de 2013

El humor en los tiempos del NEP


La primera vez que oí hablar de Zóschenko fue cuando estudiaba en la Unión Soviética. En clase de literatura, el primer día el profesor nos preguntó qué autores conocíamos. Mientras le recitábamos toda la lista del XIX, su rostro se iba descomponiendo en sucesivas muecas de desazón. "Sí -dijo-, Turguénev, Gógol, muy bien, pero ¿literatura soviética? ¿No conocéis ningún autor soviético?". Nos quedamos todos en blanco. Si por lo menos en ese momento hubiera preguntado por Pasternak o Bulgákov, podríamos haber salvado nuestra dignidad. Pero cuando preguntó, un tanto airado: "¿Zóschenko? ¿No habéis oído hablar de Zóschenko?", sólo pudimos responder con el más embarazoso y filisteo de los silencios. Mal inicio de curso.


No es de extrañar la indignación de aquel entrañable profesor llamado Grigorii. Mijaíl Zóschenko fue, desde la creación de la Unión Soviética, uno de los autores más queridos y populares en el país, popularidad que, sin embargo, apenas si llegó a occidente. Se conoce a Zóschenko sobre todo como autor satírico, aunque, nos dice wikipedia, tal consideración peca de superficial. Zóschenko fue un gran cuentista, y la sátira (palabra que a mí me resulta demasiado fuerte para describir sus relatos) ocupa tan sólo una pequeña parte de su producción. En cualquier caso, es por sus escritos satíricos por los que destaca y con ellos, además, entronca con la gran tradición rusa que va desde Gógol hasta Bulgákov o Ilf y Petrov, por quedarnos en el NEP.

"De la Rusia del NEP nacerá la Rusia socialista"

La mayoría de relatos recogidos en Matrimonio por interés y otros relatos (1923-1955) pertenece a ese periodo de la entonces recién nacida Unión Soviética, en que, a instancias de Lenin, que ya se había dado cuenta del desastre económico que, más que cernirse, asolaba ya a todo el país, decidió llevar a cabo una tímida flexibilización de la política económica. Dicha flexibilización, conocida como el NEP (novaya ekonomícheskaya politika) o "capitalismo de estado", tenía como objetivo estimular la pequeña empresa, mientras el estado seguía controlando la gran industria, la banca y el mercado exterior. Todavía hoy se discute si el balance de esta política económica fue positivo o no, dado que, junto a la nueva prosperidad y el enriquecimiento de pequeños y medianos empresarios y cooperativas, volvieron las grandes desigualdades y un terrible aumento del desempleo. En definitiva, mucho dinero y muy mal repartido, mucho nuevo rico y muchísimos viejos pobres.


Acantilado publicó este volumen en 2005, es de suponer que con escaso éxito, ya que desde entonces no ha vuelto a publicar a este prolífico y excelente autor ruso. Y es que el humor de Zóschenko parece bastante difícil de trasladar al lector español contemporáneo. En primer lugar, está la dificultad de la lengua. En aquellos años no sólo se estaba construyendo un nuevo país, sino también un nuevo hombre. Tan ambiciosos proyectos suponían, evidentemente, una tentación irresistible para cualquiera que quisiera pitorrearse de la tesitura. Pero además, todos sabemos que no hay sociedad nueva sin lengua nueva. Zóschenko juega con estos aspectos en proceso de transformación, donde la lengua de la calle (que en ruso tiene una cantidad de registros que se me antoja muy superior al español) intenta acercarse a la grandilocuencia de los nuevos tiempos con resultados grotescos, y muy difíciles de reflejar en un español de hoy.

Uno de los muchos cuentos sobre Lenin que escribió Zóschenko 

Otro obstáculo para apreciar la comicidad de estos relatos se debe a la que es, probablemente, la seña de identidad de Zóschenko. Nuestro autor recomendaba que sus relatos fueran leídos en voz alta, y parece ser que él mismo ofrecía lecturas públicas en los que el público se desternillaba. Su estilo serio y seco, que contrastaba enormemente con el absurdo de sus historias, así como el modo en que jugaba con los diferentes registros, hacen de nuestro autor una especie de Eugenio (mucho ruso en Rusia) de la época. De hecho, muchos de estos relatos parecen monólogos de un cómico.

Los baños
Queridos ciudadanos, dicen que en América los baños son magníficos.
Allí, por ejemplo, llega un ciudadano...

Caído de la luna
En los últimos dos años la vida ha cambiado mucho.
Y, ante todo, resulta curioso señalar que los robos casi han desaparecido.
La gente se ha vuelto como quien dice...

Europa
A los rusos les encanta hablar mal de su propio país. Que si esto está mal, que si aquello no les gusta. En cambio en Europa, mire usted por dónde, todo es fantástico...

La foto
Este año necesité una foto para un carné. No sé cómo debe ser en otras ciudades, pero en la nuestra, en provincias, retratarse para una foto no es cosa sencilla ni habitual.

De hecho, las características ya mencionadas de oralidad, uso del argot, contraste entre diferentes registros y narración en primera persona dirigida a un lector-oyente, constituyen los rasgos fundamentales del сказ. El skaz es un estilo de narración típicamente ruso, procedente posiblemente de la tradición oral, pero el término en sí se aplicó por primera vez a las obras de Gógol, con quienes Zóschenko y Bulgákov tenían tanto en común.

Casa museo de Mijaíl Zóschenko

Todos los relatos de este volumen de Acantilado son excelentes en su planteamiento y desarrollo, pero, para el lector actual, quizá adolecen en su desenlace de cierta ingenuidad, por lo menos si en ellos buscamos ese humor genial por el que se le recuerda en Rusia. Claro que, bien mirado, en esa ingenuidad radica también parte de su encanto. En cualquier caso, a mi juicio, es el carácter tan popular de este autor lo que hace que, al lector de hoy, Zóschenko le parezca mucho más interesante y agudo que estrictamente divertido. Da la impresión de que Zóschenko quería asegurarse de que todo el mundo, hasta el último mujik, fuera capaz de entender sus relatos, por lo cual hacia el final de éstos cae en la obviedad. En otras palabras, en más de una ocasión el autor nos "explica el chiste". Hoy, en una época tan cínica y listilla como la nuestra, creo que Zóschenko les cortaría el final a muchos de sus relatos.

El carnet de la Unión de Escritores Soviéticos. La diferencia entre comer y morirse de hambre

Pese a su retrato satírico de la joven Unión Soviética, Zóschenko fue durante mucho tiempo el autor favorito de las clases dirigentes, que veían en su obra la denuncia del filisteísmo burgués y la burla del antiguo régimen. Después de la guerra, sin embargo, Stalin decidió que esa burla estaba yendo demasiado lejos, pues parecía que ni siquiera el divino Vladímir Ylich iba a estar a salvo. Así que se acabó lo que se daba. De la noche a la mañana, Zóschenko se convirtió en un decadente propagador de putrefactas ideas apolíticas, por lo que, en 1946, junto con Anna Akhmátova, fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos. Se le privó de la cartilla de racionamiento, sus libros dejaron de editarse, los teatros cancelaron las representaciones de sus obras, y nuestro autor cayó prácticamente en la indigencia. No fue hasta cuatro meses después de la muerte de Stalin cuando Zóschenko fue admitido de nuevo en la Unión de Escritores.

Aquí podéis leer tres breves y muy interesantes autobiografías que escribió Zóschenko en diversos momentos de su vida

Bulgákov antes de hundirse

Una de las llamadas telefónicas más conocidas de la historia de la literatura es la que hizo Stalin, en abril de 1930, a Mijaíl Bulgákov. El padrecito de los pueblos telefoneó el día después del entierro de Mayakovski, y quieren algunos creer que Stalin, sabedor de que Bulgákov no aguantaba más en el paraíso de los proletarios (célebre es también la carta que le había escrito el escritor, rogándole que le dejara salir del país), quería evitar el suicidio de otro autor, por quien, además, y pese a tratarlo como a un perro, sentía una profunda admiración.

¿Cómo se piden las cosas? "Pido al Gobierno de la URSS que me ordene con toda urgencia abandonar las fronteras de la URSS"

Durante esa breve conversación, sucedió que, de buenas a primeras, Stalin le dijo a nuestro autor:

¿Y bien? ¿Quizá convenga que se marche usted al extranjero? ¿De verdad tan harto está de nosotros?

A lo que un Bulgákov suspicaz y comprensiblemente acobardado respondió:

He reflexionado mucho al respecto y he comprendido que un escritor ruso no puede vivir fuera de sun país...

No volvieron a hablar jamás, pese al "ya quedaremos" de Stalin, y Bulgákov se pasó el resto de su vida dándose con una piedra en la espinilla y gritándose "¡burro, burro, más que burro!".

Bulgákov, poco antes de morir

Como ya he mencionado más arriba, los años del NEP trajeron una relativa prosperidad que hizo pensar a algunos que eso del comunismo puro y duro tenía los días contados. Quizá fue esta esperanza, mezclada con su desprecio por el régimen y con su intención de convertirse en un escritor odioso al gobierno, lo que en 1925 animó a Bulgákov a escribir la obra. No contento con ello, una vez quedó claro que su publicación era rechazada, la volvió a escribir en una adaptación para el teatro. Vana esperanza, la de Mijaíl. La representación de la obra se canceló y el manuscrito fue confiscado por la policía secreta. La censura soviética no pudo impedir que la obra circulara en samizdat, pero para su publicación legal en la URSS, Corazón de perro tuvo que esperar más de 60 años. Eso sí, en ese momento, 1987, esta despiadada sátira se convirtió en todo un fenómeno cultural.

 y el Nuevo Hombre Soviético se hizo carne

Como señalaba más arriba, la Revolución no trajo consigo sólo la creación de un nuevo estado y una nueva sociedad. El aspecto crucial, más ambicioso y, a ojos de hoy, grotesco, de aquel proyecto era, sencillamente, la creación de un nuevo hombre, conocido como el Nuevo Hombre Soviético. Decía Trotsky en Literatura y Revolución:”La especie humana, el perezoso Homo sapiens, ingresará otra vez en la etapa de la reconstrucción radical y se convertirá en sus propias manos en el objeto de los más complejos métodos de la selección artificial y del entrenamiento psicofísico (léase lavados de cerebro y campos de reeducación). El hombre logrará su meta (...) para crear un tipo sociobiológico superior, un superhombre (Übermensch), si se quiere”. ¿Os recuerda a algo? Trotsky es también el autor de la nada rimbombante afirmación de que “bajo el comunismo un hombre medio podría llegar a ser un Marx, un Aristóteles o un Goethe, y por encima de tales picos, cumbres aún mayores”. Quizá se refería al pico que acabó abriéndole su insigne cabeza.

Corazón de perro es un regalo para los ilustradores

Corazón de perro es una evidente sátira del Nuevo Hombre Soviético, así como una demoledora crítica de la ingeniería social (volvemos a las palabras de Trotsky) tan propia de aquel sistema. Todo comienza con un chucho callejero al que un vil cocinero, concretamente el cocinero de la cantina de los empleados del Soviet Central de Economía Nacional, acaba de escaldar con agua hirviendo. Sharik es un chucho con conciencia de clase, pues sabe distinguir entre camaradas, ciudadanos y señores. Naturalmente considera a los últimos la categoría superior, y lamenta que su destino esté en manos de los primeros.

Entre todos los proletarios, los porteros son la gentuza más abominable. Son los desechos de la humanidad, la categoría más baja.

Por fortuna para nuestro amigo, ese mismo día es recogido por un elegante caballero que lo engatusa con una salchicha. El elegante caballero, que resulta ser un eminente científico, se lleva a Shárik a su casa, donde, al cabo de unos días de observación, le implanta una glándula pituitaria y unos testículos humanos. El resultado, que debería ser un ser superior, poseedor además de la tan anhelada eterna juventud, no es sino un tiparraco zafio, sucio, violento y vengativo, un bolchevique hasta la médula que abomina ahora de su salvador por ser un repugnante burgués.

Ha nacido una estrella
(fotograma de la adaptación de Corazón de perro para la televisión soviética)

La desafortunada metamorfosis del perro en revolucionario de pro se debe a que, según se nos explicará más adelante, las partes humanas se habían extraído de un proletario borracho. No puede extrañar, por tanto, que se acusara a la obra de respirar "un desprecio infinito hacia el orden soviético". Las desventuras del atribulado científico Preobrazhenski y su ayudante Bormenthal, así como la integración del chucho Shárik, reconvertido en un revolucionario Poligraf Poligrafovich Sharikov, en la sociedad soviética, nos brindan momentos de un humor absurdo con aire de farsa. Apenas un año después de su publicación en la URSS, Vladimir Bortko hizo una adaptación para la televisión soviética. La siguiente escena, que en realidad no existe en la novela, os dará una idea bastante aproximada de esta sátira llena de absurdo.


Bulgákov evidentemente no escribió esta obra con la misma ambición y tesón que dedicó más tarde a El maestro y margarita. Corazón de perro no aspira a ser una obra maestra de la literatura, y sin embargo lo es: una obra maestra de la sátira, un brillante ejemplo de la literatura como arma y como desahogo, y una muestra de que nada como la burla es capaz de tocarle las perrunas gónadas al tirano.

Y mientras tanto, el Nuevo Hombre Soviético siguió su evolución natural, brindándonos una generación tras otra de Aristóteles y Goethes. Algunos expertos, sin embargo, consideran que el ciudadano de los últimos años de la URSS pertenecía ya a otra especie claramente diferenciada, y fue un autor soviético, Aleksandr Zinóviev, quien, a principios de los 80, bautizó a dicha especie con el acertado nombre de homo sovieticus, cuyos principales rasgos se describen aquí. Puede resultar curioso que la wikipedia rusa no tenga entradas para el Nuevo Hombre Soviético ni para el Sovieticus, pero más curioso es que Zinóviev, tras la caída de la URSS, se convirtió en el más leninista de todos los estalinistas habidos y por haber. Quién sabe si el mismo Bulgákov, de haber vivido más, habría sido capaz de tamaña evolución.


viernes, 30 de diciembre de 2011

Restos de temporada 2011

Esto de mantener un blog puede ser agotador. Quizá debería hacer como otros, que leen tanto o más que yo, pero publican menos entradas. Dicho de otra manera, sacrifican la cantidad por la calidad. Sin embargo, dado que, en el fondo, este blog no es más que mi diario de lecturas, me gusta consignar en él todo lo que leo. Así que aquí viene una lista de libros leídos este año a los que, por vagancia, falta de tiempo, o incapacidad de decir nada inteligente, no les he dedicado la entrada que merecían y tienen que conformarse, en algunos casos, con una triste línea.


Leer a Dostoievski me rejuvenece. Hubo un tiempo en que uno leía y se entusiasmaba y gritaba a los personajes: "¡sí! ¡es así! ¡yo te entiendo! ¡sé cómo te sientes!" Este libro nos devuelve a aquellos tiempos. Leyendo las desventuras del viejo funcionario Makar Alekséievich o las de la huerfanita Varinka es difícil no sentirse otra vez como un adolescente: triste y confundido, pero lleno de pasión.


Retrato de la vida en la ciudad soviética de los años 20. Toque de genio en breves relatos sobre funcionarios corruptos, antiguos aristócratas de incógnito, borrachines y odio entre vecinos. 


Con esta novela gráfica se dio a conocer Alfonso Zapico. Llegar y besar el santo, dado que con ella ganó el Prix BD Romanesque en Francia. Zapico, que es un enamorado de la gran novela rusa y francesa del XIX, creó una obra de gran interés y sencilla lectura sobre unos temas tan profundos como universales: el valor, la traición, el perdón, nuestra condición humana por encima de nacionalidades, y la cultura como la vía hacia nuestra plena realización como personas.
El dibujo de Zapico, sencillo, efectivo y sin florituras de diseño, me ha recordado a las ilustraciones de Hergé aunque con un trazo, ¿cómo decirlo?, algo más cálido y humano. Uno se da cuenta de que el autor siente verdadero cariño por sus personajes, en especial por Bertenev, el despistado profesor, liberal y humanista, incapaz de matar una mosca y reclutado prácticamente a la fuerza; pero también por el capitán Townsend, tan zafio como fiel a sus principios; o incluso por el despiadado Golitnicheff, el superior de Bertenev, que jura vengarse de la traición de su subordinado.
Una estupenda lectura.


Esta excelente recomendación de Ricardo empieza como una historia de amor en los años del nazismo y la guerra. Narrada con gran sensibilidad sin caer jamás en la sensiblería, tiene muchos puntos en común con Berlín, otra fascinante crónica del auge del nazismo.
Sólo se me ocurre un pero a esta novela gráfica: ésta es la primera parte, publicada en 2002, y a saber cuándo se publicarán en castellano los tomos restantes.


Como ya he dicho en alguna otra ocasión, leer la obra maestra de un autor antes que toda su obra anterior es un error: todo lo demás nos sabrá a obra menor. Me sucedió, entre otros, con Sebald y Austerlitz, con Murakami y la Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (aunque algunos dicen que 1q84 es mejor), y con Joe Sacco.  Palestina. En la franja de Gaza es una muy buena novela gráfica, pero no ha dejado de parecerme un preámbulo a la extraordinaria Notas al pie de Gaza. Como en esta última, Sacco nos ofrece unos retratos de los personajes con los que se encuentra y comparte vida, casa, café, chaparrones o comida, pero nunca calzoncillos, y los convierte, para el lector, casi en amigos de la familia. Y de nuevo, es de agradecer la ecuanimidad de Sacco al retratar el conflicto palestino-israelí, pese a en ningún momento ocultar su simpatía por la causa palestina. 
La fijación de Sacco por las dentaduras es quizá aquí más acusada que en Notas...


Llegué a este libro tras la lectura de El regreso del húligan; me parecía una manera interesante de seguir explorando la Rumanía de Manea, Eliade y Sebastian y su literatura. Desgraciadamente, y a juzgar por este libro, Eliade, como autor de ficción, me pareció, si no malo, sí bastante coñazo. Es una pena, porque la premisa inicial de algunas de las historias era bastante interesante. Sin embargo, la lectura se hace farragosa y tediosa por culpa de un estilo pomposo, sobrecargado, y lleno de un seudomisticismo bastante soso. De las cinco historias, me quedé a mitad de la segunda.


Sólo recuerdo dos cosas de este libro: que no entendí ni jota y que me gustó mucho.


En mi aún no tan lejana juventud leí El sueño de los héroes, libro que me maravilló. Esa novela y un par de colecciones de cuentos era todo lo que había leído de Bioy Casares, por lo que desde hacía tiempo tenía muchas ganas de leer el que nos ocupa. Se dice, además, que Borges calificó La invención de Morel como "una novela perfecta". Ahí es nada. Sin embargo, aunque no era muy aficionado a las boutades, me temo que aquí se le escapó una, tanto peor cuanto que viene del profeta de la reescritura infinita, que es otro modo de decir que no existe la obra perfecta.
Con una boutade hay suficiente, así que no voy a decir que La invención... no es una buena novela (aunque sí afirmo que está muy lejos de la "perfección"). Parte de una idea muy interesante, y es innegable que el trasfondo filosófico tiene mucha enjundia. ¿El problema? Pues que a pesar de su brevedad, se hace laaarga. La culpa de ello la tiene, en parte, la, para mí, imperdonable falta que comete Bioy Casares (pese a que son legión los escritores que tienen este vicio), a saber, regodearse en tediosas descripciones de lugares imaginarios, y en este caso, incluso de máquinas fantásticas. 
Mientras leía La invención... se me ocurría que, con tantos dobles atardeceres, con tantos paseos, con tantos encuentros sin palabras entre un hombre y una mujer, y con la ya mencionada enjundia filosófica, algún director de cine francés debió de llevar la novela al cine en los años 60. Bingo. Y no fue sólo uno sino dos, Alain Resnais y Claude-Jean Bonnardot. Porque el libro es así, como una peli de la nouvelle vague.


Una gota más de leche que Acantilado ha conseguido exprimir de la ubre Zweig. Breve historia que, con el tamaño de letra adecuado, puede alargarse hasta las 60 páginas que justifiquen la publicación de esta historia por separado. Se trata de una historia sobre el tema del doble, (en su variante opuestos-complementarios), que, por su trama, podría haber sido sacada del Decamerón. Narrada con la habitual maestría y profesionalidad de Zweig, no deja de ser, a mi juicio, una historia menor del autor vienés.


Fup, una especie de palabrota suavizada, en español se tradujo como Jop. Esta novelita (o, como la subtitula el autor, "fábula moderna") tiene un comienzo absolutamente desgarrador, aunque pronto se encauza por el camino de lo entrañable, con unos personajes divertidos e interesantes. Se trata de una historia original y sencilla, de ambiente rural y protagonizada por personajes al margen de la sociedad. Como se señala en la introducción, quizá "fábula" no es el término adecuado, y se acerca más a la parábola, aunque los escasos pero evidentes elementos sobrenaturales nos alejan también de ese género. Tenemos abundancia de detalles, símbolos, imágenes y sugerencias, desperdigados por aquí y por allá de manera tal que parecen iluminarnos el camino pero que, de hecho, lo hacen más enigmático e interesante. No me ha despertado el fervor casi religioso que inspira a la mayoría de sus lectores, pero creo que eso se debe a que no lo he leído en el momento adecuado.
Muy interesante prólogo, y una entretenida entrevista de Kiko Amat al autor. Muy cuidada edición de Captain Swing, con preciosas ilustraciones, donde, una vez más, la revisión de la traducción se la han encargado a la señora de la limpieza (con todos mis respetos; mi madre lo fue muchos años). Nombres propios que cambian, que a veces se traducen y a veces no, y un dolorosísimo "inflingido" del que todavía me estoy recuperando.

Os deseo un feliz fin de año y que 2012 sea mejor para todos. 

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