jueves, 21 de julio de 2011

Desesperación, de Nabokov


Recuerdo que cuando leí Lolita, allá en mi lejana juventud, tuve de principio a fin la impresión de que la historia del señor madurito que corrompe a la jovencita y fácilmente corrompible pelandusca era lo de menos, y que lo que de verdad nos contaba don Vladimir era otra cosa. No sé si hoy lo vería igual. Desde luego, seguiría viendo ahí una segunda y quizá una tercera lectura, pero no estoy seguro de que descartaría totalmente la primera, aquella que escandalizó a la biempensante sociedad occidental.
Sin embargo, aquella lejana impresión se ha visto confirmada con la lectura de Desesperación. Sobre el papel, tenemos la historia de un señor bastante culto, de clase relativamente acomadada, pero cuya empresa está pasando por serias dificultades. Un buen día, paseando por las afueras de la ciudad, se encuentra con un vagabundo absolutamente idéntico a él, y a nuestro protagonista no se le ocurre otra cosa que planear el crimen perfecto: simular su propia muerte en las carnes del vagabundo, para que así su mujer cobre el seguro, y posteriormente reunirse con ella en el extranjero. Hasta aquí, la trama.
En esta novela, sin embargo, el autor nos pone las cosas más fáciles que en Lolita y es difícil no darse cuenta de que el libro trata de otra cosa. Nabokov es en esta novela mucho más explícito en ese sentido.
De entrada, tenemos un narrador que empieza la novela de esta guisa:

"Si no estuviese absolutamente convencido de poseer un gran talento literario y una maravillosa capacidad para expresar ideas de manera insuperablemente viva y encantadora... Así más o menos, había pensado comenzar mi relato."


Si es cierto eso que dicen de las grandes novelas, a saber, que su esencia con frecuencia se encuentra en los primeros párrafos, aquí tenemos un ejemplo perfecto. Porque la esencia de esta novela está en los delirios de grandeza del narrador y en su constante comentario sobre la obra en proceso. Aunque no sólo sobre la obra en proceso, sino sobre la literatura, sobre todos los aspectos, teorías, juicios, profesionales, estilos, personajes y lugares comunes del mundo de la literatura. Un ejemplo del capítulo tres:

"¿Cómo podría empezar este capítulo? Les brindo unas cuantas variaciones, para que puedan ustedes elegir. La primera (que suele ser adoptada en las novelas donde la narración va siendo conducida por el autor real o ficticio):
Hoy hace buen día..."

A lo largo de la novela, Hermann, que así se llama el narrador, intenta demostrarnos su dominio de diversos géneros y estilos, desde la novela epistolar a la de detectives, al tiempo que nos expone sus fobias y filias literarias (más de aquéllas que de éstas), así como sus teorías al respecto. En el constante juego que nos plantea Nabokov, que parece estar retándonos a identificarlo con su personaje, muchas de esas fobias y teorías de Hermann coinciden con las del autor. Así, sobre Dostoyevski:

"No, no es poesía, sino una frase del libro de nuestro amigo Dusty, Crimen y hastío..."


Este reto ("¿osas identificarme con mi personaje? ¿¿Acaso no sabes quién soy yo??") se extiende más allá de la novela, y ya desde el prólogo (que, significativamente, fue escrito casi treinta años más tarde de la primera publicación, en ruso, de la novela, y, más importante, fue escrito después de la publicación de Lolita) nos parece que narrador y autor se empeñan en confundirse:

"... los lectores corrientes, por otro lado, agradecerán su estructura corriente y su agradable trama, que, sin embargo, no son tan trilladas como da por supuesto el autor de la carta que aparece en el capítulo 11.
A todo lo largo del libro aparecen numerosas y entretenidas conversaciones, y esa escena final en la que Felix aparece en los bosques invernales me parece, desde luego, divertidísima".

El vínculo con Lolita también está presente en ese prólogo, pero una vez más Nabokov nos reta a que vayamos más allá de las semejanzas superficiales:

"Soy incapaz de prever u obstaculizar los inevitables intentos que se harán por encontrar en los alambiques de Desesperación parte del veneno retórico que inyecté en el tono del narrador de una novela muy posterior. Hermann y Humbert son parecidos solamente en la medida en que puedan serlo dos dragones pintados por el mismo artista en diferentes períodos de su vida."

Nabokov era un hombre tan radical en su concepción de la literatura, tan severo al aseverar, tan demoledor en sus opiniones y tan culto e inteligente, que uno siempre va con exquisito cuidado al analizar una obra suya. La verdad es que debió de ser un profesor tan extraordinario como temible. He dicho "analizar". ¿Aceptaría él esta palabra, o le parecería de una presunción intolerable? Dejémoslo en reseñar. En cualquier caso, Desesperación es una novela inteligente y cautivadora, un divertido juego, un repaso (en el sentido de "zurriagazo") al mundo de la literatura y en especial a aquéllos que se ponen trascendentales sin tener el talento necesario, y, venga, arriesguémonos un poco, una temprana aunque igual de genial Lolita.

6 comentarios:

  1. "Desesperación" fue lo primero que leí de Nabokov. Toda mi veda había oído hablar de Lolita, claro, pero nunca lo había leído aun. Me quedé absolutamente fascinado. Siempre he dicho que es una de las obras fundamentales no reconocidas de este autor, que a veces parece que fuera capaz de escribir solo Lolita. Tras esto, y casi del tirón leí todo lo que Anagrama tenía publicado de el (gran parte de su obra). Sigue siendo una de mis favoritas junto a "Ada o el ardor" o "Pálido fuego". Soy muy consciente de que esta filia es debida en gran parte a que fue la primera obra de un escritor que creo fundamental, pero así son las cosas. Cuando Galaxia Gutemberg comenzó a publicar en gruesos volúmenes (muy manejables no obstante) la obra completa de Nabokov, me lleve un alegrón. Años después solo han publicado dos volúmenes que le vamos a hacer. Así son las cosas (me repito). En cualquier caso creo que como tu dices, es cautivadora. Pocas veces el tema del doble me ha cautivado tanto.

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  2. A veces es un poco desalentador leer buenas reseñas de buenos autores que uno no ha leído, pues la saca de libros pendientes aumenta tanto, que uno teme que al final se haga un siete por el fondo y adiós. De alguna manera esta vastedad de lecturas me causa algo parecido al mal de Stendhal, una angustia por el exceso. Pero por rebajar el tono recuerdo aquí y recomiendo la entrevista que Bernat Pivot le hizo a Nabokov en su famoso "Apostrophes". En las durísimas negociaciones que impuso para la entrevista estaba la de que Pivot debería ofrecerle de vez en cuando un vaso de agua (que en realidad debía ser no sé si vodka o whisky). El resultado fue una entrevista brillante y muy divertida (sobre todo si se conocen los términos de la negociación). Hace mucho que la vi; creo que me la pasó un amiguete, pero me da que no será dif´cil encontrarla por la red.
    Saludos

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  3. Óscar, yo no he leído (todavía) todo Nabokov, pero todo lo que he leído me ha maravillado. Es un autor de esos que verdaderamente crean escuela, y no se parece a nadie más que a él mismo. Sus novelas más sencillas, tipo Laughter in the dark, me parecen perfectas, y las más complejas, como Pale fire que mencionas, son magistrales e inimitables (aunque no le falten imitadores).
    La verdad es que en la reseña apenas he mencionado el tema del doble. Me pregunto si ése no es parte del juego de Nabokov. El narrador a las pocas páginas confiesa que es un mentiroso, y luego vemos que ese parecido entre él y el vagabundo no lo ve nadie más que él. Interesante, ¿no? Por otra parte, hay una especie de identificación entre la novela y el crimen perfecto, entre los detectives y los críticos literarios... En fin, una de esas grandes novelas para darle vueltas y vueltas después de leerla.
    Un saludo.

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  4. Ricardo, la saca de libros pendientes es la maldición de todo lector. Bueno, o la bendición, ¿por qué no ser positivos?
    Me has dado muchas ganas de buscar la entrevista de apostrophes, creo haber visto la serie en la biblio. Nabokov achispado tiene que ser impagable.
    Saludos.

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  5. Nabokov era muchas cosas, pero no era precisamente espontaneo. Todas las entrevistas estaban requetepreparadas. Nabokov obligaba al entrevistador a darle previamente las preguntas y llevaba en tarjetas (siempre usaba tarjetas rayadas para escribir incluso muchos de sus libros, como se ha visto con el último libro inconcluso publicado) preparadas las respuestas. Como dice Ricardo, incluso imponía ciertas normas de conducta para que pareciera algo más espontáneo, pero tampoco tenía reparo en reconocer que en directo se bloqueaba un poco y le parecía que sus respuestas no eran "dignas". Si os interesan estas entrevistas "semi-artificiales", os recomiendo vivamente un volumen de las mismas, con ell pomposo título de "Opiniones contundentes". En editorial Taurus, es una magnífica recopilación de entrevistas. Es más, creo que directamente me lo voy a releer, que me habeis picado...

    http://www.editorialtaurus.com/es/libro/opiniones-contundentes/

    Saludos

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  6. Anotada queda la recomendación. Gracias, Óscar.

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