Hay una generación de escritores hispanoamericanos, en la que se encuentran, por citar unos nombres, César Aira, Juan Villoro, Rodrigo Fresán, Rodrigo Rey Rosa o Jorge Volpi, que goza hoy de gran prestigio entre los autores en lengua española. Quizá con el paso del tiempo estamos empezando a ver a Roberto Bolaño como, no sólo la figura más destacada de dicha generación, sino también su alma mater; desde luego, los ecos de su influencia son de largo alcance, y además se trata del único que ha logrado, de manera póstuma, un mayor reconocimiento y popularidad en otros mercados (o dicho de otra manera, tiene a sus difuntos pies a mercado, público y crítica anglosajona). Me da la impresión, sin embargo, de que no son pocos los lectores de mi generación (es decir, de los que mamamos del boom) que se miran a estos escritores con cierto recelo, cuando no rencor, como diciendo "por muy bien que escribáis, nunca seréis tan buenos como ah mi adorado Garcíamárquezcortázarfuentesdonosovargasllosa." Confieso que yo mismo me he acercado a ellos con mucha prudencia, y en algún caso he salido escaldado, como cuando, espoleado por los elogios de Bolaño a Juan Villoro, decidí darle a éste una oportunidad (= un libro) y, sencillamente, no pude con él.
Otro de los autores elogiadísimos por Bolaño es el argentino Rodrigo Fresán. Así que el otro día en la biblioteca, huérfano de lecturas como estaba tras La novela de Ferrara, me cogí este libro suyo junto a otros cinco de otros variopintos autores y géneros, me senté a hojearlos y a ver qué pasaba. Y como nada sienta tan bien como soltar un cliché con convicción, aquí va éste: Jardines de Kensington me enganchó desde la primera página y ya no lo pude dejar. Esta novela, sencillamente, me ha deslumbrado.
La estatua de Peter Pan en Kensington Gardens, erigida con nocturnidad, nunca dejó de desagradar a Barrie, porque, según él, no mostraba al diablo que Peter lleva dentro
Simplificando mucho, se podría decir que Jardines... narra la vida de J.M. Barrie, el autor de Peter Pan, desde el punto de vista de Peter Hook (así se llama, nada menos, el narrador), ficticio autor de literatura infantil y creador de la saga de Jim Yang. Desde el primer momento queda claro el paralelismo no sólo entre los dos personajes, Peter Pan y Yang, sino entre sus autores, así como, algo menos obvio, las dos épocas en que transcurre la historia, la época victoriana y los 60.
Peter Hook, hijo de un matrimonio que formó un grupo de música tan olvidable como curioso (el padre se empeñó en reivindicar, en pleno esplendor de la beatlemanía, los valores victorianos a través de su música), crece, huérfano desde su más tierna, en una enorme residencia llamada Neverland, es decir la residencia que Barrie creó con su imaginación. Así, más que un paralelismo entre las dos vidas, lo que tenemos es el haz y el reverso de la misma. (Naturalmente, a Neverland le corresponde un siniestro Alwaysland). Este juego de diferentes perspectivas tiene un tono decididamente oscuro: la historia principal tiene lugar a lo largo de una noche, y Hook no se dirige al lector, sino, gran acierto de Fresán, a Keiko Kai, un niño que lo acompaña en unas circunstancias que no voy a revelar aquí.
Es cierto que la elección de los nombres, de tan significativa que es, peca de obvio. Peter Hook es, huelga decirlo, resultado de unir Peter Pan y el Capitán Garfio (Hook), mientras que Jim Yang, el niño eterno que atraviesa el tiempo en una cronocilceta, representa el yin y el yang. Sin embargo, aunque los nombres quizá nos sugieran más de lo necesario, eso no resta ni un ápice de interés y profundidad a la novela.
Se han escrito y filmado numerosas recreaciones del mito de Peter Pan, y quiero dejar claro que ésta no es una más. Fresán es muy consciente de que lo que está haciendo va mucho más allá. Así, ha cogido el mito, lo ha estudiado, desmontado, ha analizado sus componentes y los ha vuelto a combinar con una fórmula distinta. El resultado es una apasionante reflexión sobre la infancia, la inocencia, el peso del pasado, la familia, la culpa, la imaginación y la lectura como salvación, la escritura, la muerte, la gloria efímera y la condena de la eternidad... con momentos inolvidables, como el encuentro entre Yang y Peter Pan, una escena brevísima, pero de una increíble fuerza y maravillosamente perturbadora.
Tres de los hermanos Llewelyn Davies, objeto de la devoción de Barrie
Sorprende no sólo el impresionante trabajo de documentación que ha llevado a cabo Fresán, y que resulta en un fascinante relato de la vida de Barrie, sino también que en una obra que debe tanto a una biografía real, destaque de la manera que lo hace la fabulosa imaginación del autor. Esto se debe, a mi juicio, no sólo a la brillantez de los elementos claramente ficticios, sino sobre todo al magistral uso de la voz narradora. En efecto, otro de los grandes aciertos literarios del autor ha sido la elección de un narrador como Hook, complejo, oscuro y plenamente consciente de ser una especie de alter ego mutante de Barrie, con el interesante foco que un personaje así nos ofrece sobre el aún más interesante autor de Peter Pan.
Barrie y su San Bernardo Porthos
No voy a extenderme aquí sobre Barrie, porque desde luego su vida merece mucho más espacio. Sí señalaré, no obstante, que hoy nos cuesta imaginar la popularidad de la que llegó a gozar (llegó a ser nombrado Caballero del Reino), las amistades que llegó a cultivar (George Bernard Shaw, Chesterton, A.A. Milne, Arthur Conan Doyle, P.G. Woodehouse, Robert Louis Stevenson -a quien nunca llegó a conocer en persona-, o incluso a la actual reina Isabel II o su hermana Margaret, a las que, de niñas, les contaba cuentos), la expectación que levantaban los estrenos de sus obras teatrales, lo prolífico que llegó a ser, y el nivel de vida del que le permitió disfrutar su obra más conocida. Su vida estuvo marcada, además de por la muy temprana muerte de su hermano David, por la relación que mantuvo con la familia Llewelyn Davies, relación que dio lugar, entre secretos, pecadillos, traumas, frustraciones y un amor desmedido, al libro que cambió la vida de Barrie y de todos los Llewelyn Davies. Todo ello y más, narrado con maestría por Fresán en esta, insisto, gran obra de ficción.
Por el momento, me había quedado también solo con Villoro y Bolaño (no creo tener la edad adecuada para haber mamado boom americano en su salsa, pero lo terminé mamando igual en la Uni), me cuesta acercarme a esta nueva generación pq aún me quedan muchos por leer (algún día lograre leerme "Paradiso", lo prometo!) aunque de este libro de Fresán solo había oído elogios... como el tuyo.
ResponderEliminarMuy interesante!!
Me deslumbró, como a ti, esta novela, y de hecho, fue tras su lectura cuando inicié también un blog de libros que duró un par de años. La historia es magnífica; pero lo que a mí me perturbó especialmente fue la personalidad ambigua de Peter Hook, el narrador.
ResponderEliminarMe sumo a tus seguidores.
Indudablemente atractivo por los 4 costados. No lo conocía. La vida de Barrie ha sido casi tan maltratada por las incursiones biográficas como la de de Carroll, asi que para variar una visión nueva, desde otro punto de partida totalmente diferencte puede ser muy enriquecedor.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo en que es un autor cuya importancia personal y social en su época se nos escapa hoy. Paga el precio de ser conocido por una "obra escrita para los niños"....
Nit, ya me recomendarás algo de Villoro. Yo empecé un libro de relatos (Los culpables) y no pude terminar el segundo. Quiero perseverar, pero con recomendación.
ResponderEliminar¡Paradiso! Yo salí extenuado de esa lectura. Fascinante, pero difíiiicil. Quiero releerlo, porque es de esos libros que, en el buen sentido de la palabra, no se acaban nunca.
Un saludo.
Pues bienvenido al blog, Juan Manuel. Estoy totalmente de acuerdo en que la personalidad del narrador es lo que hace de ésta una gran novela.
ResponderEliminarSaludos.
Si conozco tus gustos, Óscar, creo que este libro te encantará.
ResponderEliminarEn cuanto a las biografías de Barrie o Carroll, no sé qué decirte. No he leído ninguna de Barrie, aunque por lo que dice Fresán en su postfacio, hay algunas bastante buenas. De Carroll, sí leí la que escribió Morton N. Cohen, y me pareció muy interesante. Sí que coincido plenamente contigo en que el sambenito de "autor para niños" es un lastre para toda la eternidad...
Un saludo.
Bienvenida esta relectura del clásico de Barrie avalada ahora por tu reseña. Nunca serán suficientes las buenas novelas alentadas por el espíritu de "Peter Pan" para combatir la depredación tontorrona que hizo de ella Walt Disney.
ResponderEliminarUn saludo.
Mañana mismo me lo averiguo, por Tutatiis.
ResponderEliminarSe me escapan estos nuevos narradores hispanoamericanos (los hispanos también) por lo que apuntas. A Fresán creo haberlo leído como antólogo de una selección de cuentos de Cheever y punto. Agradezco por tanto la tarea que realizas de desforestador (también a Juan Manuel), pues con tan poco tiempo y tantas lecturas se hace necesario tener un buen guía literario ajeno a modas y servilismos editoriales.
ResponderEliminarAbrazos.
Has podido con Paradiso? Maravillada me quedo, cada vez que he tratado de empezarlo solo consigo un par de páginas...
ResponderEliminarVilloro no es un autor genial, que conste, pero es bueno, yo me quedo con su El Testigo, que lo encuentro un libro super mexicano.
Pues sí, Ricardo, esta relectura de Peter Pan rescata la dignidad y grandeza que Disney casi le arrebata, como a Pinocho y a algún otro clásico (aunque como lo valiente no quita lo cortés, y como padre que soy de tres criaturas, no dejo de sentir debilidad por las grandes creaciones Disney).
ResponderEliminarSaludos.
Nit, no sé si pude con Paradiso o Paradiso me pudo a mí. Como te digo, salí extenuado. Me lo leí en esa época de la vida en que uno lee lo que le echen. Y encima la edición de Cátedra son casi 700 páginas de letra pequeña y apretá. Pero sí que me tienta volver a leerlo un año de éstos...
ResponderEliminarGracias, Carlos. Ser desforestador es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo ;-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Conozco esa edición, y no me extraña que te agotara... yo la regalé cuando una de mis profesoras me recomendó la crítica de Fondo, (http://www.fceusa.com/series.php?sn=detail&id=292&tm=COLECCI%D3N+ARCHIVOS) prologada por Cintio Vitier, por dios que maravilla de libro de tener entre las manos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu descripción de la novela. Yo también quedé asombrado con el encuentro de Yang y Pan. Si quieres pásate por mi blog para que veas mi breve resumen. Saludos
ResponderEliminarGracias por tu comentario y bienvenido al blog. Me pasaré por el tuyo sin falta.
EliminarUn saludo.
Me encantan los análisis, señor vampiro. La extensión, las citas como ejemplo, las portadas antiguas... gran trabajo, la verdad. Aún no leí La parte inventada, pero ya iré por ella (me espera en mi biblioteca, de hecho). Pero quisiera recordarle un pasaje de 2666 de Bolaño en el que el chileno muestra no sólo su admiración por Fresán sino también su complicidad y amistad. Creo que es en un tramo de la primera parte, la de los críticos, cuando el narrador cuenta sobre un escritor que andaba rondando por los Jardines de Kensington. No recuerdo con total claridad la escena, pero queda clarísimo que es Fresán, un Fresán que, presuntamente, en ese momento se habría encontrado trabajando en la vida de Barrie, en sus escenarios, para la redacción de la novela que mencionas en tu artículo.
ResponderEliminarGestos así se repiten en la obra de los dos. Fresán, por ejemplo, en El fondo del cielo, abre el último capítulo con las mismas palabras que Bolaño comienza el último capítulo de su Estrella distante, declaración que Fresán hace suya a sabiendas de la obviedad de la referencia.
Muchas gracias, Patxi.
EliminarBolaño mostró su admiración por Fresán en varias ocasiones, y tengo muchas ganas de ver lo que decía en 2666. En cuanto a La parte inventada, hablé de ella recientemente y de manera no muy favorable, pero es cierto que es una novela que gusta muchísimo, así que supongo que el que se equivoca soy yo. Sigo buscando una obra de Fresán que me guste tanto como Jardines...
Saludos.