jueves, 28 de enero de 2010

Envidia, de Yuri Olesha


Envidia está considerado como la obra maestra de su autor, como un pequeño clásico del siglo XX. A mí, la verdad, me ha producido gran placer en su primera parte, y perplejidad en la segunda. Perplejidad porque el autor parece desdecirse, en cuanto al estilo, de todo lo que ha hecho en las primeras 100 páginas. En ellas, Kavalerov, un pobre borrachín, nos describe sus sentimientos de agradecimiento y al mismo tiempo absoluto desprecio hacia su "salvador" el empresario Andréi Bábichev, arquetipo del hombre nuevo y centro de todas las envidias. Y lo que hace de estas 100 pa´ginas una pequeña joya es sin duda este Kavalerov, genial narrador, apasionado, ingenioso y sincero.
En esta primera parte volvemos a encontrarnos con la divertida y despiadada sátira que tanto abundó en la literatura escrita durante el NEP, como en Las doce sillas, de Ilf y Petrov, o Chevengur, de Platonov . Al igual que ésta última (que un día terminaré, si encuentro una traducción menos atroz que la de Ed. Cátedra), el escritor no puede por menos de satirizar el culto al "nuevo hombre" que caracterizó los años de la Nueva Política Económica. También encontramos elementos de ciencia-ficción, presentes también en otras novelas de la época, tales como Nosotros, de Zamiatin, o en algunas de las las sátiras de Bulgákov,  como Los huevos fatales.
Así, además de ser una novela perfectamente representativa de su época, es, en esta primera parte, un fascinante estudio psicológico, un ejemplo perfecto de cómo manejar el tiempo de la novela, y de cómo intrigarnos, despejar nuestras dudas en el momento preciso, y dejarnos con ganas de más.
Nada más lejos de lo que sucede en la segunda parte. En ella nos encontramos con un narrador en tercera persona, centrado sobre todo en el personaje de Iván Bábichev, hermano de Andréi. Pero el problema de esta segunda parte es que tenemos una serie de escenas deslavazadas, y a mi parecer completamente irrelevantes (¿de qué otra manera se puede describir el capítulo VII?), que no aportan nada a la historia sino confusión. Por no hablar de los dos últimos capítulos, que hacen que este lector se pregunte si todo no habrá sido más que el desvarío de dos borrachines.
Y es por eso que digo que me ha dejado perplejo. ¿Acaso los críticos se van pasando las reseñas de generación en generación, para aprovecharlas y así no tener que leer el libro? ¿O es que yo soy un lector tan ignorante, superficial y simplón que es incapaz de apreciar una obra maestra? Mejor no respondáis...

jueves, 21 de enero de 2010

Recientes préstamos y adquisiciones

En mis últimos saqueos bibliotecarios, me he cobrado el siguiente botín:

- El rey de las dos Sicilias, de Andrzej Kusniewicz (promete; comparado con Musil, Mann o Proust)
- El Héroe y el Único, de Rafael Argullol (algo de ensayo, para desintoxicar)
- Verano en Baden-Baden, de Leonid Tsypkin
- Morir, de Arthur Schnitzler
- Mendel el de los libros, de Stefan Zweig
- La historia del buen viejo y la bella muchacha, de Italo Svevo (estos 3, bien cortitos, para leer en el metro una noche de salsa)
- Vista amb un gra de sorra, de Wislawa Szymborska
- Los Karivan, de Miljenko Jergovic (el enigma, parece interesante)
- Delicioso suicidio en grupo, de Arto Paasilinna (éste habrá que devolverlo; renovado dos veces, y sumergido como estoy ahora en Underworld, de Don Delillo)


Aparte de eso, los Reyes me trajeron los Cuentos completos de Nabokov, y el Ulysses. A ver si este año cae.

martes, 19 de enero de 2010

La rebelión, de Joseph Roth

Andreas Pum, mutilado de guerra, además de tenerse por un ciudadano modélico, tiene una inquebrantable fe en las instituciones. Por ello, aunque le echen del hospital militar, por no sufrir temblores, y le denieguen la pierna ortopédica,  él se considera un privilegiado: el gobierno le ha concedido una licencia para tocar el manubrio donde le plazca.
A partir de este momento, tenemos el auge y caída de Andreas Pum, narrado con la habitual maestría de Joseph Roth. Una excelente galería de personajes secundarios, desde el chulo Willy hasta el señor Arnold, que desencadena la tragedia, pasando por la hipócrita y desalmada señora Blumich (la extraordinaria escena en que Andreas le cuenta que ha perdido la licencia parece sacada de una película expresionista alemana de la época), o el seductor policía Topp, conduce a Pum al paulatino hundimiento y a su rebelión final. Una rebelión que es un renacimiento y una suerte de purificación. Andreas Pum se muestra en esta excelente historia como un Job que, con palabras durísimas, reprocha a Dios su crueldad e injusticia, y que, en su delirio, ante la última burla del Dios-Juez, que le ofrece lo que no le quiso ofrecerle la comisión médica, responde con un "¡Quiero ir al infierno!".

lunes, 18 de enero de 2010

Una fiesta en el jardín, de György Konrad



Una fiesta en el jardín se publicó en España hace ya unos cuantos años, pero su repercusión editorial parece haber sido bastante limitada. Es un libro difícil, sí, largo, de acuerdo, pero absolutamente extraordinario. Ha sido uno de mis primeros desafíos del año, y me alegro de haberlo aceptado hasta las últimas consecuencias.
El libro podría considerarse una autobiografía novelada, aunque muchos cuestionarán el término "novela". El título hace alusión al jardín desde el cual los diversos narradores y alter egos del autor nos van narrando los acontecimientos, y es en ese jardín donde se sitúa la impresionante primera parte, una suerte de prólogo. Esta primera parte apunta hacia una "novela total"... por parte de un narrador al que le aburre la literatura. El lenguaje en esta parte es de una densidad poco frecuente y, uno diría, difícil de soportar. El lector tiene la impresión, a ratos, de estar leyendo un aforismo tras otro, y teme no ser capaz de digerirlos.  Al mismo tiempo, en este jardín se funden los tiempos presente, pasado y futuro, como se funden, hasta volverse inidentificables, narrador y personajes.
Tras esta primera parte (el libro está dividido en diez) que actúa a modo de prólogo, el libro adquiere una forma un tanto más "convencional". En la segunda sección del libro nos vamos introduciendo en la historia familiar de David Kobra, alter ego de Konrad, una historia que, como la de cualquier ciudadano europeo, y más aún, de extracción judía, está marcada por los acontecimientos políticos de la época.
En el resto de capítulos, entre saltos de narrador y personajes, a veces en un mismo párrafo, pero siempre de forma que el lector nunca se sienta perdido, se desarrolla la historia de David Kobra, nacido, como el autor, en 1933; de sus amigos János Dragomán y Antal Tombor, así como de sus respectivas familias, mujeres y amantes.
Resulta imposible abarcar en una breve reseña la enormidad de este libro. Para que os hagáis una idea, os diré que en él tenemos desde la tragedia familiar de Kobra, que vio cómo las nazis se llevaban a sus padres, que luego vivió en Budapest, en un piso "protegido" por Suiza (uno nunca deja de aprender cosas sobre la segunda guerra mundial) y que perdió a tíos, primos, e innumerables amigos; hasta la historia reciente de su país desde el punto de vista de un escritor incómodo y por ello, censurado; pasando por agudas reflexiones sobre literatura, Nueva York, libertad, cine, fidelidad conyugal, política, Budapest;  o por el retrato de unas relaciones amistoso-familiares que no dejan de rayar en el incesto. Prefiero no tener el libro delante de mí en este momento, porque si empezara a incluir citas, no podría parar; si empezara a recordar las ideas con las que nos bombardea sin cesar el autor, se me agotaría el blog.
Hay que decir, no obstante, que no es una novela perfecta. Algunas partes de los capítulos dedicados a los personajes femeninos no han acabado de convencerme. Creo que estos no están del todo bien diferenciados (aunque quizá sea que el número de personajes y, como digo, la relación casi incestuosa que se  establece entre ellos abruma y confunde al más pintado). El ombliguismo literario no es del gusto de todos, y en esta novela abunda. Y sinceramente, las últimas 40 páginas mehan resultado agotadoras. Ojo, no aburridas. Antes al contrario, apabullantes, como el primer capítulo, y pesadas de digerir.
En fin, un libro impresionante, para aquellos que gusten de sesudos novelones centroeuropeos. Para leer y releer.

Deseo, de Adam Zagajewski

Pragnienie fue traducido al inglés como Mysticism for Beginners. "Mística para principiantes" es el título del tercer poema de Deseo, su título en español, y es un precioso poema ilustrativo de uno de los, en mi opinión, dos o tres ejes que vertebran este libro. La mística de lo trivial:

Se mueven las escaleras mecánicas, cuán inmóviles
las estatuas de mis prójimos desconocidos...

Es un piso de becarios que están de paso [...]
una rayada sartén (ha frito 
muchos revueltos melancólicos los sábados por la noche...

el tiempo como agente destructor :

¿Serás capaz de perdonarle al tiempo
esta vileza, esta traición?

Tiempo, ten piedad. Destrucción, ten piedad.

y la memoria como refugio, revindicación y esencia de lo que somos.
Deseo tiene unos poemas un tanto más oscuros que Tierra del fuego, y puede dar la impresión de ser un libro menos redondo (de hecho, tiene algún que otro poema que en mi opinión el poeta debería haber desechado, por ejemplo "Senza flash"). En mi opinión, sin embargo, se trata de otro extraordinario poemario, complejo, rico, hermoso y conmovedor.

Revolutionary Road, de Sam Mendes

Cosas que tiene ser padre de tres churumbeles, uno ya no va al cine ni sabe lo que es ver un estreno. Así que tira de videoclub, de biblioteca o, en este caso, de internet, y escribe reseñas de películas que salieron hace un año y todo el mundo ha visto ya.
A primera vista, uno podría decir que Revolutionary Road, basada en la novela de mismo título de Richard Yates, de quien no había oído hablar hasta que se estrenó esta película, da una vuelta de tuerca más a la "pesadilla americana" que el mismo Sam Mendes retrató en American Beauty. Pero son más las diferencias, y en la comparación, sale ganando la que nos ocupa.
Para empezar, está Leonardo diCaprio, al que desde ya hace tiempo nos podemos tomar en serio y respetarlo como actor. Aquí está soberbio. (Compárese con Kevin Spacey, insufrible pseudoactor que no hace otra cosa que interpretar al odioso Kevin Spacey, y al que desde el primer momento todo el mundo cometió el error de respetar como actor). En segundo lugar, el director ha huido aquí de efectismos de videoclip, que tanto abundaban en American... 
Pero lo que marca la principal diferencia es, en mi opinión, el tema de la película. Creo que aquí no asistimos tanto al derrumbe de los valores esenciales de la sociedad norteamericana, como a la lucha de unos personajes por escapar de la mentira (entiéndase la farsa de una supuesta felicidad basada en la resignación y el borreguismo), y en otros, por seguir cómodamente instalados en ella. La precipitada decisión de abandonar los Estados Unidos y buscar otra vida en París podría haberse dado a la inversa, es decir, abandonar la vieja y decadente Europa y perseguir nuestro sueño en América.

Los personajes, como digo, se encuentran perfectamente cómodos instalados en la mentira, desde el propio Frank hasta sus vecinos, pasando por la agente inmobiliaria (Kathy Bates), o sus compañeros de trabajo. Sólo John (impresionante Michael Shannon), el hijo de la agente inmobiliaria, ha conseguido escapar, pagando por ello con su ingreso en un manicomio. April Wheeler (Kate Winslet), también mentalmente inestable, intenta la huida también, pero es quizá demasiado débil para afrontarla sola, y necesita para ello a su marido, Frank (Leonardo diCaprio). A pesar de los momentos de felicidad que comparten durante el sueño del viaje, y de las continuas profesiones de amor, el espectador duda que, en algún momento de su relación, April se haya sentido enamorada de Frank. En una de sus múltiples discusiones, ella le dice que él "sólo era un chico que le hizo reír en una fiesta", y con quien se vio obligada a casarse tras quedarse embarazada. Después de la catártica pelea, tras la cual April sale huyendo al bosque,  sólo la mentira pueda volver a encauzar la situación. Durante el desayuno, Frank se muestra más débil e ingenuo que nunca, dispuesto a creer a una April  que le miente descaradamente. El espectador sospecha lo que se avecina, sabe que April tiene que morir. Triunfa la mentira, se impone el rebaño y April consigue escapar. Después de todo, quizá sea un final feliz.

viernes, 15 de enero de 2010

Cranford

Esta miniserie está basada en tres novelas de Elizabeth Gaskell, a saber, Cranford, My Lady Ludlow y Mr Harrison's Confessions. Como toda producción de la BBC, Cranford es una producción de exquisita factura, ambientación e interpretación.
La vida en un pequeño pueblo del noroeste de Inglaterra se rige por el escrupuloso cumplimiento de las más respectabilísimas tradiciones, y se piensa que cualquier tipo de cambio sólo podrá traer la tragedia al pueblo. Así, la mera mención de la posibilidad de que el tren llegue al pueblo es poco menos que anatema. Por otra parte, el pueblode Cranford tiene una particularidad, y es que es prácticamente una sociedad matriarcal, dominado por el cotilleo, las viudas y las solteronas, de todas las formas y edades. Entre ellas, destaca Miss Jenkins, una figura que al principio se nos antoja como el paradigma de la intolerancia y la mojigatería, aunque pronto veremos que también tiene su corazoncito. Este personaje, sin duda el más interesante por su complejidad, muere en el segundo episodio, y creo que la historia se resiente de ello.

En general, creo que la serie adolece de un ritmo excesivamente rápido, algo, por otra parte, lógico, si tenemos en cuenta que se han condensado tres novelas en tan sólo 5 horas de metraje. Y hay que decir que, aparte del personaje de Miss Jenkins, el resto de personajes no destaca por su complejidad, y la mayoría son bastante unidimensionales.
Eso no significa que la serie no tenga sus méritos. Es más, yo creo que es una pequeña delicia, por los factores arriba mencionados de realización e interpretación. Es también un interesante retrato de una pequeña comunidad provinciana que pretende mantenerse inmutable en el tiempo, y que al final verá sus colinas dinamitadas para dar paso al ferrocarril.

viernes, 8 de enero de 2010

2009, gustazos y tostones (3)

- Las doce sillas, de Ilya Ilf y Evgeni Petrov. La verdad es que tenía un poco de recelo ante este libro, por dos motivos: uno, la horrorosa versión cinematográfica con la que el insoportable Mel Brooks nos obsequió hace ya unos cuantos años; dos, los comentarios de Nadezhda Mandelstam (o su marido Ossip, no lo recuerdo con certeza) sobre los autores en uno de los volúmenes de sus desgarradoras memorias, Hope against hope y Hope abandoned, tampoco recuerdo con certeza en cuál de ellos. En esos comentarios, se retrataba a Ilf y Petrov como unos crueles antisemitas que se tomaban a befa los trabajos y sufrimientos del pueblo hebreo. (Curioso, siendo ambos autores de origen judío; pero debería consultar la fuente, me falla la memoria). Yo la verdad no encontré nada de ello en este libro, y sí una hilarante sátira de la vida en la Unión Soviética de los años 20. La historia es bastante simplona, pero es lo de menos. Lo que de verdad interesaba a los autores era retratar esos primeros años de socialismo de la única manera que se podía hacer, con sentido del humor. Gustazo y risas.

- Años interesantes, de Eric Hobsbawm. El primer capítulo fue interesante. El resto, insufrible tostón. Recupero la reseña que publiqué por ahí:
The 20th century was indeed an interesting century and you can read fascinating accounts of it. This book is not one of them. Mr Hobsbowm's life may well have been interesting, but his book left me rather cold... Actually, I found it indescribably tedious. Leaving aside the first couple of chapters, the rest of the book has barely anyhting to offer the general reader. It could more accurately have been called "the history of the comunist party in Cambridge". That's all he ever seems to be interested in. Who was in it, who was not, who pretended to be, how long they were in it... Waste of time. If you want to read a successful attempt at intertwining biography and 20th c history, get hold of Arthur Koestler's autobiography. Hard to find, though.
Lo dicho. Tostón sólo apto para incondicionales de los cotilleos sobre catedráticos comunistas.


- El callejón de los milagros, de Naguib Mahfuz. Una de esas ocasiones en que las breves sinopsis de la contraportada o la solapa nos dan una idea bastante aproximada de lo que nos vamos a encontrar. A partir de un retrato costumbrista de la vida en un callejón de el Cairo, con sus bazares, sus cafés, sus jóvenes idealistas con ganas de comerse el mundo, sus casamenteras, sus señoritos venidos a menos que viven de la caridad y de su antiguo prestigio, el autor nos muestra todo un mundo en un callejón. Una muy buena novela de un gran escritor.


- Libro de réquiems, de Mauricio Wiesenthal. Mi gran decepción. Mira que tenía ganas de leer este libro. Un intelectual septuagenario amante de la cultura de Mitteleuropa, escribiendo sobre sus lecturas, sus viajes, los pensadores y artistas con los que ha compartido impresiones, paseos, mesa... El problema es que el libro no pasa de ahí. Se trata de breves ensayos y artículos, agrupados de forma más o menos coherente,  pero que no ofrecen una impresión de unidad, y que, en el peor de los casos, están unidos por la banalidad. Me pareció, en suma, poco más que una colección de anécdotas, café-copa-y-puros, y puestas de sol en la bahía de Cádiz. El señor Wiesenthal se me antoja alguien entusiasmado con la vida que ha tenido, pero con poco talento literario para transmitirlo. Tostón con el que no pude.

martes, 5 de enero de 2010

Una hungarita

Cuando fui a estudiar a la Unión Soviética, la primera noche Julio el dominicano nos aleccionó sobre qué tipo de chica nos convenía ligarnos:
"Una hungarita. Lo mejor es una hungarita. Cosa más noble una hungarita. Se enamoran de ti, no te exigen nada...". Hm. Me pregunto hasta qué punto Anna Édes, Anna la dulce, se ajusta a esa descripción.

Kosztolanyi (1885-1936) vivió, como los personajes de su novela, la breve revolución comunista de Béla Kun, que proclamó la Repúbica Soviética de Hungría; la huida de Kun y los otros dirigentes a Austria, la ocupación por parte del ejército rumano, y el posterior régimen "blanco" contrarrevolucionario. Fueron años de venganzas, delaciones, torturas y ejecuciones entre blancos y rojos, genuinos o reconvertidos. Todo ello se ve perfectamente reflejado en la novela, la historia de una chica de provincias que entra al servicio de los Vizy, un matrimonio de la alta burguesía que, con la huida de los comunistas, recuperan su antiguo nivel de vida, su casa, sus posesiones, sus joyas, y su poder sobre Ficsor, el conserje comunista que tan mal los trató durante el periodo soviético.
Béla Kun en acción
Anna, forzada a aceptar el trabajo por su pariente Ficsor,  sorprende desde el primer momento por ser, aparentemente, la criada ideal: eficiente, honrada y sacrificada. Pero tanta perfección tiene, para la señora Vizy, un lado oscuro, difícil de comprender y, por lo tanto, de dominar.

La novela habla, sobre todo, de las relaciones de poder entre las personas. Al contraste entre el campo y la ciudad de Budapest, o entre esta y Viena, se añade el enfrentamiento entre burguesía y proletariado, sirvientas y señores, o señoritos calaveras e inocentes doncellas. Como es habitual en él, Kosztolanyi huye de los lugares comunes, y el personaje de Jancsi, el señorito, pronto se revela como otra patética víctima de su tiempo y su clase.
La galería de personajes es fascinante, desde las criadas Etel y Stefi, hasta el doctor Moviszter, pasando por Druma, el abogado, o el amigo de juergas de Jancsi.
También tenemos toques absolutamente geniales, dignos de Buñuel o Berlanga, como la prostituta que tiene un libro donde los clientes pueden dejar un comentario.
Sin embargo, esta novela, que como he dicho parece la más personal de Kosztolanyi, es, quizá por ello mismo, la menos redonda, sin que esto signifique un defecto. A ver si me entiendo yo mismo. En la segunda mitad del libro, tras "el horror", cambia de forma perceptible el estilo. El narrador, con rabia, se implica mucho más en el desarrollo de los acontecimientos, como sucede en los comentarios sobre el doctor durante el juicio. Y aunque no se casa con nadie, y ataca por igual a explotados y explotadores, no oculta su simpatía por Moviszter ni su comprensión hacia Anna.
Y en la última escena, totalmente inesperada, nos encontramos con el periodista Kosztolanyi en persona, y con más juicios de valor sobre sus propios personajes.
Da la impresión de que la novela, al menos en su segunda parte, esté escrita contra alguien. Apenas he encontrado información sobre la vida del autor que pueda verter un poco de luz sobre este aspecto. Pero, qué queréis que os diga: ni falta que hace, es una novela excelente, apasionante, profunda, y de lectura compulsiva. A gozarla.

Y allá va una reseña, huelga decirlo, bastante mejor que la mía:

http://www.tinet.cat/~asgc/Publicacions/Rossell/quimera10.html

Propósitos literarios para 2010

Aparte de las eternamente postergadas Ulysses y En busca del tiempo perdido, que si no llegan este año, será el que viene, voilà algunas de las lecturas que tengo ganas de acometer hogaño:

- Una fiesta en el jardín, de György Konrad, una hungarita sobre la que me lanzaré en cuanto haya acabado con Kosztolanyi.
Dado que la anterior tiene unas 600 y pico páginas, si al terminarla todavía me encuentro en un estado de ánimo húngaro, seguiré con:
- Los Dukay, de Lajos Zilahy.
- Armonía celestial, de Péter Eszterhazy.
- The book of memories, de Peter Nádas.

Las tres tienen unas dimensiones similares. Y es que este año, que creo que voy a tener algo más de tiempo  libre (privilegios de funcionario padre de bebé), me apetecen lecturas largas y densas. Unas cuantas más:
- Underworld, de Don Delillo.
- El Don apacible, de Mijaíl Sholojov.
- The infinite jest, de David Foster Wallace
- Against the day y V., de Thomas Pynchon
- Doktor Faustus, de Thomas Mann
- Tolstoy, de A. N. Wilson
- Peter the Great, de Robert K. Massie
- The classical world, de Robin Lane Fox
- La novela de Ferrara, de Giorgio Bassani

Veremos para cuánto da el año, y si mis brazos aguantan tantos kilos de literatura.

domingo, 3 de enero de 2010

2009, gustazos y tostones (2)

Sorgo rojo, de Mo Yan. Sin duda, uno de mis libros del año. La historia es fascinante, y a veces insoportablemente cruel. El autor maneja de forma magistral los saltos en el tiempo y los puntos de vista. Es decir, buena historia, bien contada. Me la leí en 5 días, sentado en un banco delante de la guardería de verano de mi hija, mientras se iba acercando el día del nacimiento de la siguiente. Auténtico gustazo.
Hace unos años Zhang Yimou la llevó al cine. No la he visto todavía, pecador de mí.

Me llamo rojo, de Orhan Pamuk. Parece que Orhan Pamuk sufre de incontinencia verbal, ese mal de letras tan habitual en el mundo de la literatura. Este libro trata un tema interesante, y el autor hace encajar en él otros, como la historia de la ilustración de los libros sagrados islámicos, que también lo son. Tiene además una historia de amor y un supuesto misterio por resolver, y la estructuración de la novela en diferentes episodios desde el punto de vista de personajes, animales y objetos ofrece algunos momentos muy interesantes, otros no tanto (los cuatro ilustradores, entre los que debemos identificar al culpable, me parecen idénticos). Del mismo modo, al final, algunas de las tramas se resuelven satisfactoriamente, otras no. Sinceramente, ¿hacen falta tantas páginas para esto? Pamuk escribe bien, vale, pero dejad de recordárselo, por favor.

The first circle / El primer círculo, de Solzhenitsyn. Otra novela sobre el terror estalinista. Un alto funcionario del sistema "traiciona" al pueblo al advertir a un científico (si no recuerdo mal) de que le van a arrestar. Cuelga el teléfono al darse cuenta de que alguien más está escuchando. A partir de ese momento, los presos de una cárcel en "el primer círculo" dantesco tienen la misión de fabricar un descodificador-reconocedor de voces con el que identificar a semejante indeseable. Fascinante galería de personajes históricos y ficticios (incluido papá Stalin). Genial el principio, genial el final, y genial todo lo de enmedio. Triste, gris, comunismo en estado puro, pero todo un gustazo.

Vientos amargos: memorias de mis años en el gulag chino, de Harry Wu. Esta, en cambio, toda una decepción. Recupero aquí la reseña que escribí en algún otro lugar:
"This book is interesting from a historical point of view, especially for those who didn't know about concentration camps in communist China. But don't fool yourselves, Mr Wu is no Solzhenitsyn. The book could have been absolutely fascinating, could have made for great literature, had it been written by a more skilful writer, say the aforementioned Solzhenitsyn, Jung Chang or Mo Yan. The story starts with the author's childhood, goes through his teenage years, university, then camp 1, camp 2, camp 3..., and ends with his release. Dull. Likewise, there is no sense of humour, which is a shame, considering how communism, especially in its Chinese version, lends itself to ridicule so gracefully. The prisoners spend over an hour a day "studying", reading Mao, but we get no insight into what they actually say or do in those meetings. I, for one, would have been far more interested in that than in reading about the narrator being thrown into yet another lorry and driven from one camp to another. So. Interesting document, dull story."
En suma, más cerca del tostón que de otra cosa.




Claus y Lucas, de Agota Kristof. Otra de las lecturas del año. Genial. Extraordinaria. Impresionante. Apabullante. Eso sí, deprimente como pocas. Historia de dos hermanos gemelos separados por la guerra, pero desde luego no tiene nada de culebrón, y nada que ver con lo que dice la nota en la portada de la edición que leí ("una mirada al mundo con ojos de  niño malo"). Es una desgarradora historia de crueldad, de lucha por la supervivencia, de búsqueda del horroroso pasado, de reconstrucción o reinvención del mismo, de soledad, de incomprensión... ¡Qué gustazo!

Anna Édes (Anna la dulce), de Dezsö Kosztolanyi

Desde hace unos años, Salamandra está recuperando, con bastante éxito, las obras de Sandor Marai. Y a caballo de este éxito, otras editoriales están haciendo lo propio con otros autores húngaros contemporáneos o ya fallecidos. Lo curioso del caso es que, comparado con László Krasznahorkai, Ádam Bódor, Antal Szerb o Deszö Kosztolányi, (y sospecho que también con los Eszterhazy, Nadas, Zihaly, Konrad, Banffy, a los que voy a leer muy pronto), Sandor Marai es, en mi opinión un novelista algo sobrevalorado (sus memorias, no obstante, Confesiones de un burgués y ¡Tierra, tierra! sí son muy interesantes).


De Kosztolányi leí el año pasado Alondra y La cometa dorada, ambas unas novelas excelentes. En ellas, como en Marai, vemos a una burguesía provinciana y decadente, y a unos personajes que quieren moverse por la pasión, pero se ven a menudo dominados por la más vulgar triviliadad. A diferencia del tristón y repetitivo Marai, a Kosztolanyi no le importa salpicar sus novelas de humor, un humor que puede llegar a ser bastante negro. 


Anna la dulce (Anna Édes en la traducción catalana que estoy leyendo), es, como los otros dos, un libro fácil de apasionante lectura, fácil de leer y algo decadente, que espero poder terminar esta noche, con permiso de los niños. 


sábado, 2 de enero de 2010

2009, gustazos y tostones (1)

Ha sido un año de 82 lecturas, unas cuantas más de lo habitual. Y entre esas lecturas, como es natural, ha habido de todo. Por eso, sin orden ni concierto, y sin ánimo de hacer infantiles ránkings o clasificaciones, sí indicaré qué libros he disfrutado más y cuáles me han decepcionado.


Migraciones, de Milos Cernianski. Cuando vi este libro en la biblio, no cabía en mí de gozo. ¡Novelón de 1000 páginas, mezcla de historia y ficción, un autor centroeuropeo! Tenía todos los ingredientes perfectos. Y un buen comienzo. Pero la verdad, no funcionó. Perseveré y perseveré, llegué hasta el final, pero no encontré la obra maestra. Me pareció un tanto deslavazada, fallida en más de un momento, y lo único que me empujó a seguir fue el aspecto histórico y las propias migraciones del título. No llegó a ser tan tediosa que tuviera que abandonarla, pero sí ardua, ardua, ardua. Habría invertido mejor mi tiempo leyendo otra cosa.
Tostón a ratos.







Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, de Stefan Zweig. Hay épocas en las que las más sencillas y claras verdades de la humanidad se ven obligadas a envolverse en la niebla y a disfrazarse para llegar hasta los hombres, pues las ideas más humanas y sagradas deben colarse por las puertas traseras embozadas y encapuchadas como si fueran ladrones, ya que la entrada principal es vigilada por los esbirros y aduaneros al servicio de quienes detentan el poder." 
Con su estilo ameno, sencillo y apasionado, Zweig nos hace un retrato del Calvinismo, al tiempo que nos introduce a las guerras de religión. Entre herejes quemados y hugonotes, Zweig, al describir a Calvino, clama contra los totalitarismos de la época que le ha tocado vivir, y uno no puede dejar de ver retratados en el cruel y fanático puritano a los tiranos de nuestro tiempo. 
Gustazo.



To the wedding, de John Berger. De Berger había leído This is where we meet, una preciosa historia sobre, si mal no recuerdo,  el recuerdo (valga la repugnancia) y la presencia de nuestros seres queridos una vez nos dejan. Esta novela, no obstante, me pareció llena de lugares comunes y cursi. El tratamiento que hace del tema del SIDA resulta desfasado. Los personajes, aunque no dejan de ser ricos y relativamente complejos, no llegan a interesar. El autor recurre a cambios de escenario y saltos en el tiempo que, en este caso, parece que no tienen otro objetivo que dar un poco de dinamismo a la historia. Pero lo peor de todo fue el narrador, un vendedor de amuletos, griego y ciego, absurdo e irritante, con el que Berger quizá pretendía dar un poco de resonancia mitológica a su paupérrima historia. 
En resumen, me pareció  un libro de un autor autocomplaciente con su talento, que piensa que no tiene más que ponerse a escribir para que le salga una obra maestra. Y una obra maestra, está considerada por muchos. 
Para mí, tostón vacuo.



The end of the world news, de Anthony Burgess. Del señor Burgess he leído unas pocas novelas, entre ellas las extraordinarias A clockwork orange, Earthly powers, y la que nos ocupa. Fue un autor prolífico, y sería arriesgado juzgarlo por tan pequeña parte de su producción. No obstante, este tipo tiene toda la pinta de haber sido un genio. No sólo escribió las susodichas obras, sino que era capaz de componer sinfonías, escribir manuales de historia de la literatura inglesa, hablar malayo, y tener tiempo para emborracharse y darse de puñetazos con cualquiera que le tocara las narices. Entonces, ¿por qué, a pesar de ser un escritor de reconocido prestigio, ocupa, por así decirlo, una segunda fila en lugar de codearse con los grandes grandísimos? Pues por haber cometido delito de lesa seriedad, y ya sabemos que si uno se ríe, no puede estar leyendo a un genio.
Y a todo esto, ¿de qué trata The end of the world news? Pues del nacimiento y desarrollo del psicoanálisis y del cáncer bucal de Freud, de Trotski intentando llevar la revolución a Estados Unidos a ritmo de musical, y de la destrucción del mundo tras la inminente e inevitable colisión con el cometa Lince. Casi nada. 
Gran gustazo.
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