No es de extrañar la indignación de aquel entrañable profesor llamado Grigorii. Mijaíl Zóschenko fue, desde la creación de la Unión Soviética, uno de los autores más queridos y populares en el país, popularidad que, sin embargo, apenas si llegó a occidente. Se conoce a Zóschenko sobre todo como autor satírico, aunque, nos dice wikipedia, tal consideración peca de superficial. Zóschenko fue un gran cuentista, y la sátira (palabra que a mí me resulta demasiado fuerte para describir sus relatos) ocupa tan sólo una pequeña parte de su producción. En cualquier caso, es por sus escritos satíricos por los que destaca y con ellos, además, entronca con la gran tradición rusa que va desde Gógol hasta Bulgákov o Ilf y Petrov, por quedarnos en el NEP.
"De la Rusia del NEP nacerá la Rusia socialista"
Acantilado publicó este volumen en 2005, es de suponer que con escaso éxito, ya que desde entonces no ha vuelto a publicar a este prolífico y excelente autor ruso. Y es que el humor de Zóschenko parece bastante difícil de trasladar al lector español contemporáneo. En primer lugar, está la dificultad de la lengua. En aquellos años no sólo se estaba construyendo un nuevo país, sino también un nuevo hombre. Tan ambiciosos proyectos suponían, evidentemente, una tentación irresistible para cualquiera que quisiera pitorrearse de la tesitura. Pero además, todos sabemos que no hay sociedad nueva sin lengua nueva. Zóschenko juega con estos aspectos en proceso de transformación, donde la lengua de la calle (que en ruso tiene una cantidad de registros que se me antoja muy superior al español) intenta acercarse a la grandilocuencia de los nuevos tiempos con resultados grotescos, y muy difíciles de reflejar en un español de hoy.
Uno de los muchos cuentos sobre Lenin que escribió Zóschenko
Otro obstáculo para apreciar la comicidad de estos relatos se debe a la que es, probablemente, la seña de identidad de Zóschenko. Nuestro autor recomendaba que sus relatos fueran leídos en voz alta, y parece ser que él mismo ofrecía lecturas públicas en los que el público se desternillaba. Su estilo serio y seco, que contrastaba enormemente con el absurdo de sus historias, así como el modo en que jugaba con los diferentes registros, hacen de nuestro autor una especie de Eugenio (mucho ruso en Rusia) de la época. De hecho, muchos de estos relatos parecen monólogos de un cómico.
Los baños
Queridos ciudadanos, dicen que en América los baños son magníficos.
Allí, por ejemplo, llega un ciudadano...
Caído de la luna
En los últimos dos años la vida ha cambiado mucho.
Y, ante todo, resulta curioso señalar que los robos casi han desaparecido.
La gente se ha vuelto como quien dice...
Europa
A los rusos les encanta hablar mal de su propio país. Que si esto está mal, que si aquello no les gusta. En cambio en Europa, mire usted por dónde, todo es fantástico...
La foto
Este año necesité una foto para un carné. No sé cómo debe ser en otras ciudades, pero en la nuestra, en provincias, retratarse para una foto no es cosa sencilla ni habitual.
De hecho, las características ya mencionadas de oralidad, uso del argot, contraste entre diferentes registros y narración en primera persona dirigida a un lector-oyente, constituyen los rasgos fundamentales del сказ. El skaz es un estilo de narración típicamente ruso, procedente posiblemente de la tradición oral, pero el término en sí se aplicó por primera vez a las obras de Gógol, con quienes Zóschenko y Bulgákov tenían tanto en común.
Casa museo de Mijaíl Zóschenko
Todos los relatos de este volumen de Acantilado son excelentes en su planteamiento y desarrollo, pero, para el lector actual, quizá adolecen en su desenlace de cierta ingenuidad, por lo menos si en ellos buscamos ese humor genial por el que se le recuerda en Rusia. Claro que, bien mirado, en esa ingenuidad radica también parte de su encanto. En cualquier caso, a mi juicio, es el carácter tan popular de este autor lo que hace que, al lector de hoy, Zóschenko le parezca mucho más interesante y agudo que estrictamente divertido. Da la impresión de que Zóschenko quería asegurarse de que todo el mundo, hasta el último mujik, fuera capaz de entender sus relatos, por lo cual hacia el final de éstos cae en la obviedad. En otras palabras, en más de una ocasión el autor nos "explica el chiste". Hoy, en una época tan cínica y listilla como la nuestra, creo que Zóschenko les cortaría el final a muchos de sus relatos.
El carnet de la Unión de Escritores Soviéticos. La diferencia entre comer y morirse de hambre
Pese a su retrato satírico de la joven Unión Soviética, Zóschenko fue durante mucho tiempo el autor favorito de las clases dirigentes, que veían en su obra la denuncia del filisteísmo burgués y la burla del antiguo régimen. Después de la guerra, sin embargo, Stalin decidió que esa burla estaba yendo demasiado lejos, pues parecía que ni siquiera el divino Vladímir Ylich iba a estar a salvo. Así que se acabó lo que se daba. De la noche a la mañana, Zóschenko se convirtió en un decadente propagador de putrefactas ideas apolíticas, por lo que, en 1946, junto con Anna Akhmátova, fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos. Se le privó de la cartilla de racionamiento, sus libros dejaron de editarse, los teatros cancelaron las representaciones de sus obras, y nuestro autor cayó prácticamente en la indigencia. No fue hasta cuatro meses después de la muerte de Stalin cuando Zóschenko fue admitido de nuevo en la Unión de Escritores.
Aquí podéis leer tres breves y muy interesantes autobiografías que escribió Zóschenko en diversos momentos de su vida
Bulgákov antes de hundirse
¿Cómo se piden las cosas? "Pido al Gobierno de la URSS que me ordene con toda urgencia abandonar las fronteras de la URSS"
Durante esa breve conversación, sucedió que, de buenas a primeras, Stalin le dijo a nuestro autor:
¿Y bien? ¿Quizá convenga que se marche usted al extranjero? ¿De verdad tan harto está de nosotros?
A lo que un Bulgákov suspicaz y comprensiblemente acobardado respondió:
He reflexionado mucho al respecto y he comprendido que un escritor ruso no puede vivir fuera de sun país...
No volvieron a hablar jamás, pese al "ya quedaremos" de Stalin, y Bulgákov se pasó el resto de su vida dándose con una piedra en la espinilla y gritándose "¡burro, burro, más que burro!".
Bulgákov, poco antes de morir
Como ya he mencionado más arriba, los años del NEP trajeron una relativa prosperidad que hizo pensar a algunos que eso del comunismo puro y duro tenía los días contados. Quizá fue esta esperanza, mezclada con su desprecio por el régimen y con su intención de convertirse en un escritor odioso al gobierno, lo que en 1925 animó a Bulgákov a escribir la obra. No contento con ello, una vez quedó claro que su publicación era rechazada, la volvió a escribir en una adaptación para el teatro. Vana esperanza, la de Mijaíl. La representación de la obra se canceló y el manuscrito fue confiscado por la policía secreta. La censura soviética no pudo impedir que la obra circulara en samizdat, pero para su publicación legal en la URSS, Corazón de perro tuvo que esperar más de 60 años. Eso sí, en ese momento, 1987, esta despiadada sátira se convirtió en todo un fenómeno cultural.
y el Nuevo Hombre Soviético se hizo carne
Como señalaba más arriba, la Revolución no trajo consigo sólo la creación de un nuevo estado y una nueva sociedad. El aspecto crucial, más ambicioso y, a ojos de hoy, grotesco, de aquel proyecto era, sencillamente, la creación de un nuevo hombre, conocido como el Nuevo Hombre Soviético. Decía Trotsky en Literatura y Revolución:”La especie humana, el perezoso Homo sapiens, ingresará otra vez en la etapa de la reconstrucción radical y se convertirá en sus propias manos en el objeto de los más complejos métodos de la selección artificial y del entrenamiento psicofísico (léase lavados de cerebro y campos de reeducación). El hombre logrará su meta (...) para crear un tipo sociobiológico superior, un superhombre (Übermensch), si se quiere”. ¿Os recuerda a algo? Trotsky es también el autor de la nada rimbombante afirmación de que “bajo el comunismo un hombre medio podría llegar a ser un Marx, un Aristóteles o un Goethe, y por encima de tales picos, cumbres aún mayores”. Quizá se refería al pico que acabó abriéndole su insigne cabeza.
Corazón de perro es un regalo para los ilustradores
Corazón de perro es una evidente sátira del Nuevo Hombre Soviético, así como una demoledora crítica de la ingeniería social (volvemos a las palabras de Trotsky) tan propia de aquel sistema. Todo comienza con un chucho callejero al que un vil cocinero, concretamente el cocinero de la cantina de los empleados del Soviet Central de Economía Nacional, acaba de escaldar con agua hirviendo. Sharik es un chucho con conciencia de clase, pues sabe distinguir entre camaradas, ciudadanos y señores. Naturalmente considera a los últimos la categoría superior, y lamenta que su destino esté en manos de los primeros.
Entre todos los proletarios, los porteros son la gentuza más abominable. Son los desechos de la humanidad, la categoría más baja.
Por fortuna para nuestro amigo, ese mismo día es recogido por un elegante caballero que lo engatusa con una salchicha. El elegante caballero, que resulta ser un eminente científico, se lleva a Shárik a su casa, donde, al cabo de unos días de observación, le implanta una glándula pituitaria y unos testículos humanos. El resultado, que debería ser un ser superior, poseedor además de la tan anhelada eterna juventud, no es sino un tiparraco zafio, sucio, violento y vengativo, un bolchevique hasta la médula que abomina ahora de su salvador por ser un repugnante burgués.
Ha nacido una estrella
(fotograma de la adaptación de Corazón de perro para la televisión soviética)
Y mientras tanto, el Nuevo Hombre Soviético siguió su evolución natural, brindándonos una generación tras otra de Aristóteles y Goethes. Algunos expertos, sin embargo, consideran que el ciudadano de los últimos años de la URSS pertenecía ya a otra especie claramente diferenciada, y fue un autor soviético, Aleksandr Zinóviev, quien, a principios de los 80, bautizó a dicha especie con el acertado nombre de homo sovieticus, cuyos principales rasgos se describen aquí. Puede resultar curioso que la wikipedia rusa no tenga entradas para el Nuevo Hombre Soviético ni para el Sovieticus, pero más curioso es que Zinóviev, tras la caída de la URSS, se convirtió en el más leninista de todos los estalinistas habidos y por haber. Quién sabe si el mismo Bulgákov, de haber vivido más, habría sido capaz de tamaña evolución.
Muy instructiva la historia de Zóschenko (un escritor al que desconocía) e ilustrativa la lectura de sus tres biografías. Por lo visto, me inclino a darte la razón en lo de que es más bien un autor de monólogos: uno no puede dejar de imaginarse como sonaría eso recitado en voz alta. En cuanto a Bulgákov, dramática anécdota la de la llamada de Stalin. Aunque, ¿quién no se pondría a temblar ante una llamada de ese personaje?
ResponderEliminarLa verdad es que siempre resulta curioso que alguien tan popular en Rusia, y tan buen escritor, sea un completo desconocido fuera de allí. Parece ser que sus lecturas públicas todavía se recuerdan por lo divertidas que eran.
EliminarLa llamada de Stalin a Bulgákov debió de ser aterradora. A mí me sorprendió el modo en que el escritor pidió al gobierno que le dejaran salir: "pido que me ordenen irme". Uno se hace a la idea, por si no estaba claro, de lo que era el individuo frente al poder.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarZóschenko y Zinóviev: no los había oído nombrar nunca. Tomo nota. Pero casi más que estos autores me interesa la primera frase de tu artículo: ¡Que estudiaste en la URSS! Eso es ya historia viva. Espero con ganas algún artículo en el que te explayes sobre esa experiencia. En cuanto al tema de este, aparte de dar fe de mi ignorancia, solo puedo mencionar mi más ferviente admiración por Bulgákov y por Ilf y Petrov. Tanto "El maestro y Margarita" como "Las doce sillas" son dos obras maestras en la cima del humor del siglo XX. Ahora, como ya he hecho en más de una ocasión con tus recomendaciones, voy a echar el guante lector a ese "Lenin y el estufista", a pesar de la ilustración de la portada.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo tampoco había oído hablar de Zinoviev; lo descubrí leyendo sobre el Nuevo Hombre Soviético.
Eliminar"Las doce sillas" es, en efecto, una obra genial, y el día menos pensado releo "El maestro", que me dejó alucinado cuando lo leí hace ya mucho tiempo.
Tengo por casa varios libros del estilo de Lenin y el estufista, aunque no de Zóschenko. Los compré en la URSS, y algunos de ellos (Lenin y los niños) son impagables, con dibujos, por ejemplo, de Vladimir Ylich bailando al corro de la patata con unos entrañables pioneros.
Estuve en la URSS 6 meses, del 90 al 91. Por una parte estoy bastante orgulloso, evidentemente, aunque por otra lamento no haber aprovechado más todo lo que se me ofrecía. Pero hay que tener en cuenta que tenía 20 años, y estaba en una residencia con 1500 veinteañeros y añeras de todo el planeta...
Saludos.
Nuevas e instruidas lecciones de literatura rusa (¿soviética?) para neófitos. Parece que tus escritos se dejan llevar por la ironía de los maestros rusos. Como Ricardo, espero que nos regales unas palabras sobre tu experiencia como estudiante en la U.R.S.S.
ResponderEliminarUn abrazo.
En efecto, el término "literatura soviética" es hoy algo difícil de definir. Debería referirse a la literatura escrita durante la existencia de la URSS, aunque entonces tendremos autores soviéticos que pasaron a ser rusos. No sé cómo se referirán a ella en Rusia hoy. Yo creo que, con el tiempo, se aplicará a aquellos autores que simpatizaban con el régimen y escribían obras a mayor gloria de éste.
EliminarHe ido haciendo referencias a mi estancia en la URSS en varias de mis entradas, y quizá algún día me decida a escribir toda una entrada al respecto, sin embargo, y como le decía a Ricardo, lamento no haber aprovechado aquella experiencia un poco más desde el punto de vista académico. Eso sí, volví hablando un ruso incorrecto, pero la mar de fluido.
Un abrazo.
¡Qué envidia, Batboy! Yo hablo un ruso incorrecto y tartamudo, tanto que cuando me oigo pienso que ofendo a una lengua tan hermosa. Pero, desde luego, empeño no me falta. Aprovecho esta apostilla para añadir el nombre de otro autor soviético (antisoviético, mejor) algo más tardío y que me sorprendió muchísimo cuando lo leí: Doblatov. Seguro que lo has leído: ¿qué te parece? y ya de paso, me aprovecho de la ventaja que nos sacas a los que aparecemos por aquí en conocimiento de esa literatura para preguntarte si conoces una novela, creo que publicada en Anagrama, que en la contraportada se presentaba como "un friso magnífico sobre la descomposición de la URSS" o algo parecido; me quedé con esa nota, pero olvidé el título y el autor.
Eliminarsaludos.
De aquello hace ya más de 20 años, pero he conseguido, también con bastante empeño en no perder lo que tanto me costó lograr, mantener el nivel. Ahora, evidentemente, con internet es infinitamente más fácil.
EliminarHe leído un par de libros de Dovlátov (puedes leer la breve reseña que hice de uno de ellos, y también tus propios comentarios ;-).
En cuanto al libro por el que preguntas, la verdad es que me faltan datos. ¿Cuándo se publicó, aproximadamente? Hace poco leí, en Anagrama, "Limónov", del francés Emmanuel Carrère, que, si bien tangencialmente, habla de la descomposición de la URSS. No creo que sea ése el libro al que te refieres, pero es excelente.
Acabo de releer tu entrada sobre Dovlatov y nuestros comentarios. Lamento mi falta de memoria y me alegro de qué aquello no haya perdido un ápice de interés.
Eliminar1. Excelente artículo. No conocía a este autor, pero lo apunto en mi libreta, ¡si está en la línea de Gogol y Bulgakov no hay más que hablar!
ResponderEliminar2. Para mí siempre ha sido un completo misterio por qué no fusilaron a Bulgakov, sus obras destilan un anticomunismo muy mal digerido. En “La isla púrpura” se burla de las consignas revolucionarios en una sátira brutal contre los rojos (el ejército rojo) y los blancos (el ejército blanco). En uno de sus libros, Malaparte cuenta cómo el autor ruso asistió a un ballet soviético en el que aparecían unos danzarines blancos y rojos. No soy experto en el tema, pero creo que le inspiraría “la isla púrpura”. En un cuento largo “Huevos fatídicos” Bulgakov vuelve a tratar el tema de la ingeniería social. Un científico a través de la electricidad (elemento sagrado y mágico para los estalinistas) consigue que unos huevos normales se conviertan en gigantescos, de estos surgen una especie de lagartos que destruirán la ciudad. El tema es el mismo: la ingeniería social- tanto soviética como nazi- no puede generar más que monstruos.
Gracias, Joaquín.
EliminarAnticomunismo es una forma suave de decirlo. En Corazón de perro el desprecio de Sharik se extiende a toda la clase proletaria. Yo creo que a Bulgákov lo salvó del paredón (triste salvación; de hecho él siempre dijo, incluso en las cartas al tirano, que estaba muerto en vida) la admiración que le profesaba Stalin como escritor. No hay que descartar que Stalin simplemente quisiera jugar con él, como un gato que caza un ratón y se dedica a torturarlo.
Precisamente el volumen que he leído, en Galaxia Gutenberg, incluye también la obra La isla púrpura, y, como muy bien dices, en ella la sátira no anda a la zaga de Corazón de perro.
Leí hace muchos años Los huevos fatales (así se titulaba en la edición de Bruguera), y esta novela y su científico chalado me lo ha recordado mucho. Tengo pensado releerlo alguna tarde de éstas.
Un saludo.
Una pregunta a los que habláis ruso.
ResponderEliminarLeyendo sobre Zóschenko cuando hace tiempo publiqué algún cuento suyo en mi blog me encontré que sus cuentos eran de un tipo concreto, algo que se llama skaz y que el skaz tiene un gran componente humorístico basado en juegos con el lenguaje. Ahora la pregunta ¿Las traducciones hacen justicia a esos juegos?
Saludos.
Mi nivel de ruso me permite mantener una conversación, medio entender programas de la tele, y leer determinados autores. Tolstoi y Turguéniev sí, pero Nabokov y Bulgákov, por ejemplo, no. De Zóschenko he leído algún relato en ruso, pero no del tipo skaz. Sospecho que me costaría bastante, por lo que no me atrevo a juzgar si la traducción hace justicia o no, aunque desde luego Ricardo San Vicente es siempre garantía de excelente traducción. No obstante, al respecto del juego con el lenguaje que mencionas, el componente cultural, que en Zóschenko consiste en gran medida en contrastar el lenguaje popular (que en el ruso se aleja de la lengua "estándar" más que en el español) con el rimbombante neolenguaje revolucionario, hace que ese juego lingüístico sea más difícil de apreciar en la traducción.
EliminarUn saludo.
Gracias
ResponderEliminarMuy interesante el artículo y en particular esa apreciación de la dificultad de transmitir el humor a otras lenguas, más todavía cuando ese humor era difícil de transmitirlo incluso para sus propios conciudadanos. Probablemente sea una de la mayores dificultades en las que se encuentran muchos traductores, porque a las barreras lingüísticas hay que añadir las sociales y históricas....
ResponderEliminarLa verdad es que la historia de la antigua URSS es fascinante, aunque sea por la locura de los experimentos sociales que allí se llevaron a cabo, pero los que ya tenemos cierta edad la recordamos con una extraña nostalgia, como parte de nuestra infancia ..... ¡Tal vez porque no la vivimos!. Felicidades por el artículo y esperamos más lecciones sobre tu vida allí. Un saludo.
Gracias, Joaquim.
EliminarTienes razón con lo de la nostalgia. Yo creo que si visitara Rusia ahora (o prefiero decir, cuando vuelva a visitar Rusia), me sentiría horrorizado ante esos escaparates llenos, esa obscena opulencia de unos pocos, esas calles del centro de Moscú donde los anuncios, los carteles y el neón ocultan el antaño ubicuo gris (ojo, digo todo esto sin pizca de ironía) y me sentiría muy, pero que muy nostálgico. Yo sí conocí aquello brevemente, pero claro, con cuatro dólares en el bolsillo en aquella época eras en Moscú el rey del mambo.
En cualquier caso, a la vista de cómo está el mundo hoy, es casi inevitable añorar la guerra fría.
Y en cuanto la dificultad de traducir el humor, creo que en este caso se trata más bien del uso de la lengua que hace Zóschenko, a lo que hay que unir, como muy bien dices, las barreras sociales e históricas. No obstante, el humor de Bulgákov, así como, por ejemplo, el de Gógol, sí se puede apreciar en una buena traducción.
Saludos.
Tengo una pregunta que hacerte,¿Leíste " Una historia de amor y oscuridad " de Amos Oz ?Si es así¿,donde está la reseña? Yo la leí y me encantó y me gustaria saber tu opinión.Un saludo : María Félix.
ResponderEliminarLo leí, pero mucho antes de empezar el blog. Me gustó tanto que después de leerlo y devolverlo a la biblioteca, me lo compré para poder tenerlo. Es una de las mejores autobiografías que he leído. Algún día lo volveré a leer, no sólo por el gusto de releer, sino por el placer, casi mayor, de reseñarlo.
EliminarSaludos.
Excelente entrada (as usual), sólo un dictador podría admirar a un escritor y a la vez tratarlo como un perro. Pobre Bulgakov, sólo por El maestro y Margarita tendría que haber sido canonizado (o su equivalente soviético).
ResponderEliminarUn abrazo,
Sonia.
Como con los santos, la canonización en el régimen de Stalin requería un buen martirio antes. Esta historia es muy ilustrativa: http://es.wikipedia.org/wiki/Pavlik_Morózov
EliminarUn abrazo.
Muy interesante la página, enhorabuena. Hay una reciente obra de teatro (muy recomendable, a pesar de que solo la he leído y no la he visto representar) de Juan Mayorga cuyo título es "Cartas de amor a Stalin" y que tiene como argumento la historia que se ha esbozado en el artículo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jose Pedro.
EliminarParece muy interesante esa obra (y muy fácil de encontrar en el texto completo en la red). A ver si estas fiestas me la leo.
Un saludo.