Demasiados
Afortunadamente, la gran literatura no consiste sólo en obras maestras escritas por genios de las letras. ¿Os imagináis qué aburrido sería no leer otra cosa que Homero, Sófocles, Dante, Shakespeare, Goethe, Tolstoi, Joyce o Faulkner, uno tras otro sin descanso? Ése es el problema de las colecciones de grandes clásicos, y el motivo por el que fracasan los absurdos intentos de quienes intentan culturizarse leyendo las 500 obras fundamentales de la literatura mundial. Sencillamente, si la gran literatura consistiera exclusivamente en obras maestras resultaría un coñazo.
Esto de los genios me lleva a pensar en lo curioso de la clasificación y las distintas categorías dentro de la "Gran Literatura". No tengo ni idea de cómo se podría definir el genio, pero sí parece que parece ser considerado como tal, se debe cumplir ciertos requisitos. Uno de ellos es el de haber creado una obra caracterizada por la monumentalidad, léase libros muy largos, como hicieron Tolstoi, Proust o Mann. Otro, el de haber creado, o en su defecto, haber llevado al extremo, un nuevo tipo de escritura, lo cual podría aplicarse a Cervantes, Faulkner, Nabokov, o (pongámonos serios y añadamos el artículo indeterminado) una Woolf, un Sterne o un Pushkin. Joyce, evidentemente, cumple los dos y además nos permite entrever otra de las condiciones del genio, a saber, la complejidad. Si eres difícil, ganas puntos para la categoría de Genio. Por eso Chéjov suele ir en otro pelotón, el de los Grandes Escritores, también conocidos como Maestros, donde posiblemente también Dickens también se sienta más a gusto.
Leeré a este genio el día que sus fans dejen de cargarme
Y por último, en el genio juega un papel determinante la imaginación, a ser posible, con un toque oscuro, en otras palabras, Kafka o Borges. La imaginación, además, nos acerca a algunos genios más recientes y precoces. Porque algunos escritores queman etapas y alcanzan la categoría de genio sin haber pasado por la de grande. No hay nada que objetar, dado que el reglamento así lo permite. No obstante, estos escritores han de saber que quedan sujetos al veredicto del tiempo. En otras palabras, David Foster Wallace, Roberto Bolaño y Haruki Murakami no tienen de momento plaza fija en el olimpo, aunque el primero juega con la ventaja de que no estaba muy bien de la cabeza, algo muy apreciado por la Academia de los Genios.
El pelotón de los "grandes" da cabida a todos esos escritores que son muy muy muy buenos y que, sin embargo, no encajan en el grupo de los genios. Y aunque aquéllos suelen situarse por debajo de éstos, yo, la verdad, los veo a ambos en lo alto de dos podios diferentes, digamos los 800 m y los 5.000 m. Es decir, aunque uno no considere que Wilde, Austen, o el ya mencionado Chéjov sean genios de la literatura, no hay motivo para situarlos por debajo de los que sí lo son.
Pero volviendo al principio, para el lector, afortunadamente no todo son genios y grandes, sino que también hay un grupo a menudo más divertido, el de los escritores excelentes, tambien conocidos como excelentes escritores. ¿Que quiénes son? Pues todos los que son más que buenos sin llegar a grandes. Mejor os pongo un ejemplo, que me estoy cansando de mis propias chorradas.
Este señor se llama David Lodge y no es un genio, sino tan sólo un excelente escritor, y, como veis en la foto, es incapaz de poner un gesto completamente severo sin que se le escape una sonrisa. Influido enormemente por Kingsley Amis y Graham Greene, Lodge está considerado el maestro actual de la novela de campus, un tipo de novela que en la literatura española apenas se cultiva (¿por qué seráaaa?), pero que en Inglaterra constituye prácticamente un género en sí misma. En su forma actual, la novela de campus es sobre todo una novela cómica en la que se parodia o satiriza la vida universitaria, y más concretamente, la vida del profesor universitario. La Campus trilogy, compuesta por Changing Places (en español, Intercambios), Small world (El mundo es un pañuelo) y Nice work (Buen trabajo), se centra sobre todo en la ficticia universidad de Rummidge y, a través de unos cuantos personajes muy divertidos y, sobre todo, de una escritura precisa, una estructura impecable, un gran conocimiento de la tradición novelísitica inglesa, y un tono culto al tiempo que desenfadado -algo que siempre nos gusta definir como "muy british"-, nos muestra ese lado tan poco decoroso de la institución universitaria.
Lodge ha escrito otras novelas de campus aparte de esta trilogía, pero estas tres, que giran en torno a la evolución tanto profesional como personal, a lo largo de unos quince años, de una serie de personajes entrañables, son, aunque de lectura independiente, una evidente unidad.
No cabe duda de que Lodge sabe muy bien de lo que habla. Nacido en Londres en el seno de una familia católica (dicen que este dato es muy importante cuando hablas de autores británicos), este antiguo saxofonista trabajó como profesor universitario en la Universidad de Birmingham durante más de 20 años. Muchos piensan (y algunos se han sentido ofendidos por ello) que con la ficticia Rummidge, una ciudad gris, fea, sin apenas vida cultural, y, a priori, el último lugar donde cualquier profesor querría trabajar, el autor estaba haciendo un retrato nada halagüeño de Birmingham, a la que tradicionalmente se ha descrito como una ciudad gris, fea, sin apenas... De hecho, Lodge ha tenido que defenderse en más de una ocasión de críticas parecidas y lo hizo de manera brillante en su artículo "Fact and fiction in the novel", publicado dentro de El arte de la ficción. En él, venía a decir algo tan elemental como que el escritor utiliza facts, es decir, elementos de la realidad tales como lugares, personas y frases para crear fiction. Quizá el hecho de que, incluso en Inglaterra, algo tan elemental escape al entendimiento de muchos nos ayude a explicar la inexistencia de una novela de campus hispana. Porque mira que aquí hay material para una parodia.
En cualquier caso, sería equivocado pensar que David Lodge, o la novela de campus en general, se sirve del campus como un microcosmos en el que se refleja la sociedad moderna. El campus es un mundo cerrado en sí mismo, cuyos habitantes, ocupados en cosas con frecuencia muy pero que muy alejadas de la docencia, viven completamente ajenos al mundo más allá de su departamento. Hablar de la universidad, ya sabéis, es utilizar términos como endogamia, elitismo, esnobismo y, exagerando un poco, mundos paralelos. De ahí su fascinación y de ahí su ridículez.
¿Alguna vez os habéis preguntado de dónde vienen los ingleses?
Para alguien que tiene una opinión como la que tengo yo sobre la universidad española, y que no quiero hacer demasiado explícita porque seguro que sería injusto, resulta un consuelo ver que en todas partes cuecen habas (de hecho, las baked beans son el alimento básico de los universitarios ingleses). Es decir, que el enchufismo, el politiqueo y el imperio de los mediocres convertidos en catedráticos no son características exclusivas de la universidad española. Así, los retratos de los personajes, personajillos y personajetes que pueblan los departamentos de inglés en Lodge, tan ácidos y divertidos como realistas, nos resultan sumamente familiares. Todo aquél que haya conocido mínimamente el mundo universitario coincidirá en que nuestros departamentos de Humanidades (en ciencias es más difícil dar el pego) están, en mayor o menor medida, poblados por algunos perfectos inútiles. Conozco personalmente a algún que otro farsante incapaz de pronunciar una frase en inglés sin varias faltas, que está dando clase de ****** nada menos que en el Departamento de Inglés de la *******. Prefiero no explicar cómo llegó hasta allí.
Changing Places, que en su día fue estuvo nominada al Booker Prize, nos presenta dos vidas que se cruzan o, mejor dicho, se intercambian. El profesor Swallow va a la Universidad de Euphoria, en Florida, a ocupar durante un semestre la plaza de Morris Zapp, quien a su vez, pasará el mismo periodo de tiempo en la universidad de Rummidge, ocupando la plaza de Swallow. La Universidad de Rummidge representa una de esas universidades de "ladrillo rojo" creadas a principios del s. XX en las seis principales ciudades industriales de Inglaterra. Algún término tenían que acuñar los dones de oxbridge para distinguirse de aquellos proletarios arribistas que no tenían ni para un claustro gótico. Por su parte, la universidad de Euphoria está probablemente inspirada en la de Berkeley, en California, y a lo largo de Changing places es escenario de revueltas estudiantiles (estamos a finales de los 60) que acaban extendiéndose a Rummidge también.
La novela, repleta desde la primera página de momentos absolutamente brillantes, juega con los estereotipos del inglés sexualmente reprimido y el americano informal y liberado. En la obra de Lodge abundan las referencias literarias, y la gente que sabe de esto diría algo así como que su intención es recrear dichas obras desde un prisma contemporáneo. Si esto es así, la verdad es que Lodge muestra esas referencias de manera bastante explícita: el subtítulo de esta novela es un dickensiano A tale of two campuses.
El molinero, el mercader, la comadre y otros se van de conferencia
Small world, la segunda parte de la trilogía, nos muestra ese aspecto del mundo académico que se centra en los viajes, las conferencias, las publicaciones y las críticas de las críticas. Small world se abre con un divertido paralelismo entre los peregrinos de Chaucer y los conferenciantes de hoy en día. El subtítulo Un romance académico nos vuelve a indicar por dónde van los tiros, aunque el "romance", como dice uno de sus personajes (al que ya cité en otra entrada) es:
... una forma narrativa anterior a la novela. Está llena de aventuras y coincidencias y sorpresas y maravillas, y tiene muchos personajes que están perdidos o encantados, o que van por ahí buscándose unos a otros, o el Grial, o algo así. Y a menudo, claro está, se enamoran...
El personaje central, llamado Persse (remedo de Percival), busca por esas salas de conferencias de Dios a su amada Angelica, mientras otros se baten en duelo por una plaza en el Santo Chollo de la Unesco. Las referencias son la búsqueda del Santo Grial y la mastodóntica La Reina Hada, de Sir Edmund Spenser. Como veis, a Lodge no le gusta dárselas de enigmático, y tanto los títulos como los nombres de los personajes son más que reveladores (tenemos, por ejemplo, un Arthur Kingfisher, o una Sybil Maiden). Y aun así, es todo un gozo ver el ingenio del autor para recrear esos conceptos y engarzarlos en una historia que recorre los cinco continentes a un ritmo frenético y que es mucho más que interesante y amena: es una novela extraordinaria que sencillamente se lee de un tirón.
En Small world, Lodge se maneja perfectamente en la descripción no sólo del mundo académico sino también en el de la crítica literaria, que juega un papel fundamental en la novela. A modo de curiosidad, señalaré que el personaje de Morris Zapp habla del campus global, y sostiene que "hoy en día (estamos en 1979; la novela fue escrita en 1984) ya no es necesario ir al campus para adquirir conocimiento", y que la vida académica ha experimentado una revolución sin precedentes merced a tres avances tecnológicos: "jet-travel, direct dialling telephones and the xerox machine."
Lodge hablando sobre su obra y el rodaje de Nice work para la BBC
La tercera parte, Nice work, también nominada al Booker, vuelve de nuevo a jugar con el contraste entre dos mundos. Vic Wilcox es director de una fábrica dedicada a la ingeniería industrial, y por una de esas gilipolleces que se les ocurren a veces a los políticos (en Inglaterra también), se ve obligado a participar en una especie de programa de acercamiento entre el mundo universitario y el industrial. Esto llevará a este tipo algo zafio, materialista y machista a relacionarse con una profesora universitaria jovencita, de izquierdas, feminista y, naturalmente, muy atracativa. No os dejéis asustar por el lugar común. Se trata, una vez más, de una novela amena, divertida y más compleja de lo que parece a primera vista. Las referencias literariasnos llevan, en este caso, a lo que se dio en llamar la novela industrial, y más concretamente Tiempos difíciles, de Dickens, y Norte y Sur, de Elizabeth Gaskell. El resultado, una novela redonda, impecable, divertida como todas, y con personajes a veces al borde del estereotipo, pero a los que Lodge nunca permite que caigan en él.
En suma, la típica obra escrita por alguien que de genio literario no tiene nada. David Lodge, el pobre, no llega más que a excelente escritor.
Antes que nada, mi más sincera enhorabuena por el blog , hace tiempo que lo sigo pero nunca había participado.
ResponderEliminarTampoco me sale la palabra genio al definir a David Lodge, "excelente escritor" parece que le sienta mejor, y no es poco, pero a veces también pienso en esos escritores que no son ni mejores ni peores pero que son un poco más nuestros, con los que no dudarías en tomar por ejemplo un café. David Lodge, aparte ser ese excelente escritor me casa perfectamente en esa categoría, que no entra en ningún canon literario que conozca pero no por ello deja de existir.
Soy muy fan de "El mundo es un pañuelo", el mejor libro de Lodge que hasta ahora he leído, y me has recordado que tengo "Intercambios" esperando en la pila.
Sigue así niño vampiro.
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarMe gusta la categoría de "escritores con los que te tomarías un café", aunque a bote pronto me vienen a la cabeza poquísimos candidatos. Eso sí, Lodge es indiscutible. Un café y unas cuantas cervezas.
Intercambios es una gozada. Más sencillo que Small World, pero probablemente más divertido también. Y con una escena inicial magistral, tan sencilla aparentemente, pero tan difícil de hacer bien.
Saludos.
¡Qué alegría encontrar a alguien que recuerda a Lodge y recomienda su lectura! Qué bueno que todavía haya autores que pueden ser a la vez inteligentes y divertidos. Como el Anónimo del comentario anterior, a mí también me gustaría sentarme a tomar un café y conversar con Lodge (en la medida que su actual sordera lo permita), pero por sobre todo me habría gustado presenciar sus clases. Sus libros sobre temas literarios ("El arte de la ficción", "La conciencia de la novela") son un dechado de inteligencia y amenidad y un ejemplo de que se puede hablar de ficción sin tener que adoptar alguna de las oscuras jerigonzas al uso.
ResponderEliminarY párrafo aparte merece su novela sobre San Henry James, "El autor, el autor", cuya lectura ofrece una felicidad incomparable, lejos del aburrimiento que ofreció Colm Tóibín en "Retrato del novelista adulto".
Gracias por esta entrada y gracias por mantener vivo este blog (yo también soy uno de sus lectores fieles y silenciosos).
Por último, para definición de genio recomiendo la lectura de "Odis de Ithaca", uno de los textos de "Vacío perfecto"; allí, el gran Stanislav Lem da la mejor definición que he leído hasta ahora.
Gracias de nuevo. Y un saludo.
Totalmente de acuerdo en que sus clases debían de ser una gozada.
Eliminar"El arte de la ficción" es, como muy bien dices, un libro excelente, ameno y, algo no tan habitual entre autores que diseccionan el proceso de escritura, muy clarito.
Anda por casa The british museum is falling down, que leeré en cuanto tenga tiempo, y me lanzo a la búsqueda por las bibliotecas de Author, Author.
También me apunto el de Lem; el único libro que he leído de la "Biblioteca para el siglo XXI" me deslumbró.
Gracias por participar.
Un saludo
Aquí otra fan rendida de Lodge, tanto en su versión de novelista como en la de teórico de la literatura. Si no la has leído, te recomiendo mucho su primera novela, abundantemente autobiográfica, "Fuera del cascarón". Creo que además te gustará por el momento histórico que plasma, la Alemania devastada inmediatamente posterior a la IIGM.
ResponderEliminarNo, la verdad es que, aparte de las mencionadas en la entrada, apenas he leído nada más de Lodge, así que buscaré Fuera del cascarón, que pinta muy bien.
EliminarVaya, creo que no es exactamente su primera novela, sino una de las primeras. Sin duda me despistó el tinte autobiográfico, tan común en los autores primerizos...
ResponderEliminarMuy gracioso el comentario sobre David Foster Wallace. A veces la etiqueta de genio juega en contra del que la recibe. Demasiada solemnidad...
ResponderEliminarLa verdad es que no sé casi nada de David Foster Wallace. Puedo aceptar que un escritor sea un genio aunque luzca un pañuelo en la cabeza y tenga fans en lugar de admiradores, pero es que algunos de esos fans me quitan las ganas de acercarme al autor.
EliminarBueno, vayamos por partes:
ResponderEliminar1.- D.F. Wallace no solo estaba mal de la cabeza y (esto es puramente una opinión) desde luego no era un genio. Creo que es un hipervalorado del tipo que va camino de alcanzar Franzen. Creo que casi no he acabado la mitad de lo que le he leído (y lo he intentado, eh). Salvo “Girl with curious hair” sus libros de ensayo me parecen casi demenciales.
2.- Ya se calentó Harold Bloom la cabeza con su libro “Genios” del cual disfrute mucho y tras varios cientos de páginas acabé con un criterio no totalmente definido de lo que era un genio. Asi que decidí que me daría igual si un escritor era genio o casi genio o cuarto y mitad de genio. ¿Me lo paso bien con él/ella?. Pues eso.
3.- La Campus Novel es para mi un clmen de la literatura británica y en menor medida americana. “Stoner” de Williams fue el penúltimo ejemplo. El último, que acabo de terminar (tercera relectura) es “Porterhouse Blue” (Zafarrancho en Cambridge) de Sharpe. Como bien dices libros como los de Lodge nos demuestran que todo no es idílico en las universidades inglesas o americanas. Pero vamos, que la vida universitaria de esta gente sigue siendo para nosotros más ciencia ficción que los UFOs. Del tema de la (asi llamada) Universidad española, mejor no hablamos.
4.- Lodge no se si será un genio o no, pero como he dicho antes: ¿me lo paso bien con él?..... Yessssssssssss. Me enamorñe con el primero que leí y aun paladeo: “The British Museum is Falling Down”. Luego leí la trilogía, que al leerte acabo de decidir que voy a releer en verano. y la revelación completa fue “El arte de la ficción”. No me podía creer lo clarito que estaba todo en ese libro, madre mía. Que agradecido le estoy.
Buen verano.
Pues me das dos buenas alegrías. Una, me has quitado definitivamente las ganas de leer a DFW (algo, todo hay que decirlo, para lo que estaba bastante predispuesto), y dos, me has abierto aún más el apetito por The British museum..., que lo tengo por casa. Y es que donde haya un buen escritor, a ser posible inglés, que se quiten los genios (o no) traumatizados.
ResponderEliminarNiño vampiro: te condeno a otra eternidad más alimentándote de sangre de ratón. Me acabas de provocar un problema. Tenía perfectamente planificado mi verano de lecturas y ahora apareces tu, al amparo de la medianoche, y me hablas de Lodge. Y ahora qué es lo que tengo que hacer... a ver, dímelo.
ResponderEliminarjajaja (léase con la voz de Vincent Price), lo siento.
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