miércoles, 24 de febrero de 2010

Los Soprano, segunda temporada

Ya lo sé, diez años de retraso. Pero bueno, uno ve las cosas cuando las ve, ¿no? Y con esta serie, nunca es tarde.
Esta segunda temporada muestra ya, no sólo una calidad extraordinaria, sino también la conciencia por parte de los realizadores de que nos están regalando una obra de arte. Veamos algunos ejemplos.
Ayudados por la relación cada vez más íntima del espectador con los personajes, los guionistas han convertido algunos episodios en fascinantes ensayos sobre cuestiones como la religión, el papel de la mujer en estas familias de gángsters, o la ambigua relación entre paciente y doctor, sin perder jamás de vista los temas constantes: la moral, la familia, o la sed de poder.
También es digna de mencionar la soltura que muestran los guionistas a la hora de introducir nuevos personajes. No hay necesidad de rebuscadas explicaciones, flashbacks o revelaciones sobre esqueletos en el armario. Aparece Janice, la hermana de Tony, a quien no se mencionó en la primera temporada. También Richie, un personaje terrorífico y sanguinario que ha pasado diez años entre rejas. Resulta que fueron novios hace 20 años y ahora vuelven a serlo. Pues bien, estos toques de culebrón, que hasta en un culebrón resultan forzados y poco creíbles, aquí sorprenden por su naturalidad.
Como digo, el tema de la moral, los valores, y la relativización del bien y el mal es una constante en la serie. Sin embargo, creo que a partir de la siguiente temporada se apelará al espectador a que deje de ver a Tony Soprano como un malo con buenas cualidades o viceversa. Junto con la psicóloga, hemos experimentado en esta temporada la fascinación por el mal y la violencia. Pisamos ahora ya terreno conocido y creo que a partir de este momento, sobre todo teniendo en cuenta que quedan (por lo menos a mí, ¡hey hey!) unas cuantas temporadas más por delante, deberemos olvidarnos de la maldad como rasgo principal de Tony.
Tony Soprano es un mafioso. Mata. Mata a sangre fría. Lo sabemos. Lo hemos visto. Pero acabamos de verlo sufrir como marido, como padre, como amigo y como amante. El retrato de Tony Soprano como persona, y no como mafioso, ya presente en la primera temporada, se ha acentuado ahora. Y nos ha mostrado a un personaje fascinante y complejo en toda su vulgaridad.
No tengo ni idea de qué sucederá más adelante. Pero lo que he visto hasta ahora me ha fascinado.

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