lunes, 18 de enero de 2010

Revolutionary Road, de Sam Mendes

Cosas que tiene ser padre de tres churumbeles, uno ya no va al cine ni sabe lo que es ver un estreno. Así que tira de videoclub, de biblioteca o, en este caso, de internet, y escribe reseñas de películas que salieron hace un año y todo el mundo ha visto ya.
A primera vista, uno podría decir que Revolutionary Road, basada en la novela de mismo título de Richard Yates, de quien no había oído hablar hasta que se estrenó esta película, da una vuelta de tuerca más a la "pesadilla americana" que el mismo Sam Mendes retrató en American Beauty. Pero son más las diferencias, y en la comparación, sale ganando la que nos ocupa.
Para empezar, está Leonardo diCaprio, al que desde ya hace tiempo nos podemos tomar en serio y respetarlo como actor. Aquí está soberbio. (Compárese con Kevin Spacey, insufrible pseudoactor que no hace otra cosa que interpretar al odioso Kevin Spacey, y al que desde el primer momento todo el mundo cometió el error de respetar como actor). En segundo lugar, el director ha huido aquí de efectismos de videoclip, que tanto abundaban en American... 
Pero lo que marca la principal diferencia es, en mi opinión, el tema de la película. Creo que aquí no asistimos tanto al derrumbe de los valores esenciales de la sociedad norteamericana, como a la lucha de unos personajes por escapar de la mentira (entiéndase la farsa de una supuesta felicidad basada en la resignación y el borreguismo), y en otros, por seguir cómodamente instalados en ella. La precipitada decisión de abandonar los Estados Unidos y buscar otra vida en París podría haberse dado a la inversa, es decir, abandonar la vieja y decadente Europa y perseguir nuestro sueño en América.

Los personajes, como digo, se encuentran perfectamente cómodos instalados en la mentira, desde el propio Frank hasta sus vecinos, pasando por la agente inmobiliaria (Kathy Bates), o sus compañeros de trabajo. Sólo John (impresionante Michael Shannon), el hijo de la agente inmobiliaria, ha conseguido escapar, pagando por ello con su ingreso en un manicomio. April Wheeler (Kate Winslet), también mentalmente inestable, intenta la huida también, pero es quizá demasiado débil para afrontarla sola, y necesita para ello a su marido, Frank (Leonardo diCaprio). A pesar de los momentos de felicidad que comparten durante el sueño del viaje, y de las continuas profesiones de amor, el espectador duda que, en algún momento de su relación, April se haya sentido enamorada de Frank. En una de sus múltiples discusiones, ella le dice que él "sólo era un chico que le hizo reír en una fiesta", y con quien se vio obligada a casarse tras quedarse embarazada. Después de la catártica pelea, tras la cual April sale huyendo al bosque,  sólo la mentira pueda volver a encauzar la situación. Durante el desayuno, Frank se muestra más débil e ingenuo que nunca, dispuesto a creer a una April  que le miente descaradamente. El espectador sospecha lo que se avecina, sabe que April tiene que morir. Triunfa la mentira, se impone el rebaño y April consigue escapar. Después de todo, quizá sea un final feliz.

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