viernes, 16 de noviembre de 2012

Cantar de los nibelungos


En mis ya lejanos tiempos de aficionado al fútbol, uno de mis primeros héroes fue el rubio e iracundo centrocampista alemán del Barça Bernd Schuster. Recuerdo que, en el incontenible y a menudo absurdo afán de hallar sinónimos que tienen todos los periodistas, José María García se refería al jugador indistintamente como el teutón o el nibelungo. Nibelungo, qué maravillosa palabra me parecía, sin tener ni idea de lo que quería decir. Hoy me sigue pareciendo igual de maravillosa, tanto como las diferentes teorías sobre su etimología y su significado preciso.

Sigfrido forjando su espada, en un fotograma de Los nibelungos, de Fritz Lang

La complejidad sobre su procedencia y significado se constata en este Cantar, donde el término se refiere en primer lugar a un reino, el de los nibelungos, donde reinaba un rey, Nibelungo, con dos hijos llamados Schilbungo y Nibelungo (menos mal que luego llegó el cristianismo y su santoral, para arreglar todo eso), que mueren a manos de Sigfrido. Sólo luego pasa el término a referirse también a los burgundios.

Sigurd, el Sigfrido original

Pero si interesante es la historia del sobrenombre de Schuster, qué os voy a decir de la historia de este clásico. El Cantar de los nibelungos tiene sus orígenes en la historia, la tradición oral y la mitología nórdicas, es decir, de Escandinavia e Islandia, así como en hechos históricos de los siglos V y VI. De Islandia procede, por ejemplo, la Saga Volsunga, considerada una versión arcaica de la obra que nos ocupa, mientras que , por otra parte, los hechos históricos que el autor utiliza para la historia son ni más ni menos que las invasiones bárbaras que tuvieron lugar en Europa en la época aludida. En concreto, se remite a la derrota de los burgundios por el general romano Flavio Aecio, quien tuvo en sus manos la vida de Atila y se la perdonó para no desequilibrar la balanza entre hunos y visigodos.

Cómo se manejaba el dragón de la película de Lang

El poema en su forma escrita se perdió hacia el siglo XVI, pero en el XVIII se descubrieron diversos manuscritos escritos cinco siglos antes. Sin embargo, la historia hunde sus raíces mucho antes, y como ya he señalado más arriba, procede -o, por lo menos, tiene versiones casi paralelas- de las sagas nórdicas. En la forma definitiva con que hoy se conoce, el poema se ha alejado del odinesco mundo de vikingos y dragones, y se ha instalado en una corte medieval, donde tenemos las consabidas dulces doncellas y los nobles y gallardos caballeros cristianos.



Sigfrido mata al dragón. Muy sepia, pero, por lo demás, buena calidad

Es fácil, no obstante, reconocer en Sigfrido a Sigurd, el héroe nórdico original de las sagas islandesas, que mata al dragón y se convierte en invulnerable tras bañarse en su sangre. Pero existe también otra teoría acerca del origen de Sigfrido, que relaciona a éste con Arminio, el caudillo germano que infligió a Roma la humillante derrota en el Bosque de Teutoburgo, y que nos recordaba Tácito en sus Anales.

La sencillez casi inocente de la historia produce ternura, un sentimiento que luego se revela de lo más engañoso. Sigfrido, leyenda viva por haber matado un dragón y haberse hecho (casi) invulnerable tras bañarse en su sangre, se presenta en la corte de los burgundios, dispuesto a casarse con Krimilda, de quien tiene muy buenas referencias. No está dispuesto a aceptar un no por respuesta. Por su parte, Gunter, rey de los burgundios y hermano de Krimilda, también tiene ganas de encontrar una ricahembra, y decide que la fortunada será Brunilda, la feroz reina de Islandia. Sigfrido le ayuda a conquistarla a cambio de la mano de Krimilda, que aceptará encantada. Empero, esos apaños entre colegas se revelerán fatales,

La catedral de Worms, escenario de la fatal discusión entre Krimilda y Brunilda

No voy a insistir otra vez en lo sencillos de leer y amenos que son los clásicos, pero sí haré hincapié en otro aspecto de estas epopeyas que a veces obviamos: el retrato psicológico y la complejidad de sus personajes. Los héroes del Cantar de los nibelungos son personas de carne y hueso que tienen cosas mejores que hacer que encasillarse en un papel de por vida. ¿Quién puede reconocer en esa fiera diabólica y sanguinaria de la segunda parte a la tierna y virginal Krimilda de la primera? ¿Cómo puede el mezquino y traicionero Hagen de Trónege mostrar un comportamiento tan noble a medida que se acerca su fin? Otros no cambian, pero su retrato está a la altura de cualquier personaje shakespeariano, como por ejemplo Gunter, el rey débil y timorato que se sabe traidor y se atormenta por ello.

"Vaya chasco", se dijo Gunter (cuadro de Johann Heinrich Füssli)

Entre descripciones de tesoros, comitivas, banquetes, y justas, disfrutamos de escenas inolvidables. Una de ellas es, sin lugar a dudas, la de la noche de bodas de Gunter y Brunilda. El pobre rey de Burgundia ha necesitado la ayuda de Sigfrido para vencer a Brunilda, la invencible y despiadada reina de Islandia, en el duelo al que ésta le reta si quiere su mano. Así, Sigfrido se ha servido de su capa mágica, que lo vuelve invisible, para ayudar a Gunter en las tres pruebas de fuerza de que constaba el desafío. Vencida, Brunilda se ve obligada a desposarse con, hablemos claro, tan patético personaje y trasladarse con él a Worms. Llegada la noche de bodas, sin embargo, Brunilda se niega a dejarse desflorar por Gunter y lo deja colgado. No, no es una metáfora. Le ata las manos, lo cuelga del techo, y se echa a dormir.
Una Brunilda para La Walkiria de Wagner

Al día siguiente, Sigfrido ve la cara de apaleado de su amigo, que le confía sus penas. Tranqui, que esto lo arreglo yo, le dice Sigfrido el matadragones. ¿Para qué están los amigos?

Con tal de que no te propases, habló aquí el rey, con mi querida esposa, estoy de acuerdo en lo demás.

Y dicho y hecho, esa noche Sigfrido se hace pasar por Gunter, se acuesta con Brunilda, la doma y le quita su anillo y su cinturón, con lo que la reina pierde su fuerza sobrenatural y se convierte en una amorosa y leal esposa. El autor no es más explícito en los detalles de esa singular lucha, y la escena se nos presenta de un modo algo ambiguo. No nos queda claro, por ejemplo, si Gunter es del todo consciente de lo bajo que ha caído, pero la simbología del anillo y el cinturón sugieren que Sigfrido se la ha dado con queso.


La muerte de Sigfrido, de Julius Schnorr von Carolsfeld

Ese anillo y ese cinturón serán los desencadenantes de la tragedia, mujer contra mujer, entre Krimilda y Brunilda, cuando la primera se jacta de que su adorado Sigfrido poseyó a la reina de Burgundia antes que su propio marido. El anillo y cinturón que Brunilda reconoce son la prueba que no engaña. Brunilda decide que Sigfrido debe morir, y le encarga el trabajo a Hagen de Trónege, quien consigue con engaños sonsacarle a Krimilda el punto vulnerable del matadragones y príncipe de Xanten. La muerte de Sigfrido, por la espalda y con engaños, se convirtió en paradigma de traición. Siglos más tarde, esa misma traición, la dolchstosslegende o leyenda de la puñalada en el espalda, sirvió a los nazis para acusar a los judíos de la derrota en la I Guerra Mundial y los males de Alemania en general.

Por supuesto, no fue sólo la dolchstosslegende lo que aprovecharon los nazis para sus siniestros fines. Como todos sabemos, la historia de Sigfrido y Krimilda, años antes utilizada por Wagner para la creación de su gran ciclo operístico, se convirtió para el nacionalsocialismo en el tarro de las esencias germánicas, en una especie de mítica época dorada de la raza aria.

Hagen a punto de lanzar al río el tesoro de los nibelungos

La obra está dividia en dos partes, y hasta ahora sólo he hablado de la primera, conocida como "La muerte de Sigfrido". La segunda nos narra "La venganza de Krimilda", y en ella, como ya he dicho antes, vemos a una Krimilda implacable y, en efecto, vengativa, y a un Hagen leal a su señor y valiente hasta el final. Pero hay más personajes, entre los que destacan algunos clásicos de los libros de historia como Teodorico el Grande y Atila.
Atila, rey de los hunos, el azote de Dios. Bueno, pues según el Cantar, tampoco había para tanto. Es más, en lugar de un salvaje despiadado y bárbaro, nos encontramos con un señor de lo más razonable y conciliador, que pide cortésmente la mano de la viuda Krimilda, y que es capaz de llorar a moco tendido junto a Teodorico, al ver a sus soldados muertos y a su señora cortada en pedacitos.
La presencia de Atila y Teodorico el Grande nos sitúa la obra en su verdadero contexto histórico de los siglos V y VI, aunque debían pasar todavía muchos siglos para que la obra fuese por fin recogidoa por escrito. Se cree que su anónimo autor fue un eclesiástico del siglo XII residente en la corte de Wolfger de Erla, en una zona del Danubio entre Passau y Viena.

Atila no consigue que Krimilda olvide a Sigfrido

Como veis, la historia, sobre todo en su segunda parte, no es especialmente compleja. Con su revelador y conciso título, "La venganza de Krimilda" avanza en un sencillo crescendo que cada vez es más tenso merced a los constantes anuncios de grandes tragedias que hace el narrador. Sí, amigos, el autor del Cantar fue también el inventor del spoiler, y la verdad es que el uso que le daba era sumamente efectivo. Y así, como muy bien se nos ha ido advirtiendo, la historia acaba en una verdadera masacre con la que el lector se lo pasa pipa.


Y tan entusiasmado estaba yo con la obra, que en cuanto vi en la biblio la versión que hizo Fritz Lang en 1924 de la obra me puse a dar saltos de gozo. La verdad es que, en el momento en que escribo esto, todavía no he acabado de verla. Son dos películas de más de dos horas cada una, y, después de llegar a casa a las diez y cenar, mi cuerpo sólo puede aguantar una dosis bastante limitada de cine mudo. Pero que nadie me malinerprete: al igual que el libro, la película de Lang es una maravilla, y cada uno de sus fotogramas, con algunos de los cuales he ilustrado esta entrada, es de una abrumadora y casi insultante belleza. Así que aquí tenéis una muestra de esos fotogramas, y aquí, la peli enterita (DESGRACIADAMENTE, LA PRIMERA HA SIDO ELIMINADA Y LA SEGUNDA NO TIENE MÁS QUE PURA PROPAGANDA NAZI). A disfrutar.



10 comentarios:

  1. Sensacional el dragón de Fritz Lang y los fotogramas de la película. No he llegado aún a hincarle el diente a la película, pero por lo visto hasta ahora vale muchísimo la pena.

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    1. Entiendo que el libro sí lo has leído. Aunque no fuera así, te aseguro que la película no te defraudará. Es toda una gozada.

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  2. La película la conozco hace años, menos de los que tengo pendiente la lectura del libro; la obra de Lang es tal vez su mejor filme, que no es decir poco: la magia de la primera parte, la grandiosidad fatal de la segunda, un festín estético en toda regla en el que se opuede apreciar la búsqueda -feliz- de una estética "germana" que por otras vías y motivos había de entusiasmar también a Hitler... toda ella es fascinante!
    Y este año ha de caer el libro, demonios, que hace tanto me mira acusador desde la estantería...

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    1. La relación entre el mito de Sigfrido, Wagner, Lang y el nazismo es interesantísima, y da para libros enteros. La película, en efecto, es fascinante, y el libro, como casi todas las epopeyas clásicas, es un gustazo de principio a fin. Cuando lo leas entenderás el porqué de esa mirada acusadora.
      Un saludo.

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  3. El Atila ese quizás no consiga que Krimilda se olvide de Sigfrido, pero lo que es incuestionable es que tampoco se olvidará de Atila: ¡vaya careto! Ojalá, Batboy, los manuales de historia de la literatura que hablan de esta fascinante epopeya fueran tan amenos como tu artículo. Quizás entonces muchos alumnos se animarían a leerla y descubrirían en ella fuentes de influencia en Harry Potter o en "El señor de los anillos". Al respecto de este asunto hidráulico hay una cuestión en el "Cantar de los nibelungos" que me ha llamado siempre la atención: la coincidencia entre las circunstancias de la muerte de Sigfrido y la de Aquiles; me refiero a la cuestión del huequecito que les queda a ambos en su invulnerabilidad.
    Un saludo.

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    1. Muchas gracias, Ricardo.
      El Atila de Lang no es muy agraciado, es cierto, pero sí posee, por lo menos el del libro, una relativa belleza interior.
      Como muy bien señalas, el libro es en sí toda una fuente de influencias, tanto en la literatura como en el cine e incluso, lamentablemente, políticas.
      Muy atinada la observación sobre Aquiles, ambos casos evidencian la importancia de lavarse hasta el último rincón del cuerpo.
      Saludos.

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    2. Esa es precisamente la idea que trato de meter en la mollera de todos los hijos, sobrinos y demás bestezuelas de difícil desinfectación de la familia, unida al célebre comentario del sr. Lobo en Pulp Fiction:

      -Caballeros, no teman al jabón.

      Saludos.

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    3. Cuéntales lo que le pasó a Sigfrido, y problema solucionado.

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  4. Niño Vampiro,el enlace es ...nazi.org. ?
    mosqueante no?

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    1. Pues tienes toda la razón, Manuel.
      Al preparar la entrada, visité muchísimas páginas, en la mayoría de las cuales se hablaba de la relación entre el mito, la película de Lang y el nazismo. Al copiar y pegar el enlace, no me di cuenta de que lo hacía precisamente con una que hace apología del nazismo. He decidido, no obstante, mantenerlo, dado que la calidad de la imagen de la película es muy alta. He incluido, eso sí, una advertencia.
      Gracias por la observación y un saludo.

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