Los días contados eran los del Imperio Austro-Húngaro, naturalmente. Aquella unión monárquica creada tras la derrota de Austria en la Guerra Austro-Prusiana dio lugar en 1867 a un imperio cuyo nombre todavía hoy infunde respeto, el respeto de la grandeza que se hundió antes de enterarse de que ya no era grande. Los que de vez en cuando os pasáis por aquí sabéis de mi fascinación por la cultura y la historia de Europa Central. Probablemente no soy el único al que las palabras Imperio Austro-Húngaro le cautivan tanto como Prusia o Galitzia. Tanto, que me gustaría esbozar aquí una somera cronología de la creación de este imperio, pero, aparte de la falta de espacio y sobre todo de conocimientos, me resultaría harto difícil dada la larguísima concatenación de acontecimientos históricos y los maravillosos vericuetos por los que nos gustaría perdernos. ¿Nos remontamos a las invasiones turcas? ¿Nos recreamos en aquel maravilloso juguete llamado el Sacro Imperio Germánico? ¿Nos detenemos en la vida del periodista, agitador, Presidente de Hungría, fugitivo y conferenciante Lajos Kossuth, e intentamos hacernos una idea de la relevancia mundial que llegó a tener? Quizá en otro momento.
Miklós Bánffy (1873-1950)
La historia del redescubrimiento de este clásico nos resulta familiar. Miklós Bánffy, nacido apenas seis años después del Compromiso de 1867, en virtud del cual se fundaba el Imperio, fue un noble, escritor y político que llegó a ocupar el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores y que tuvo una vida apasionante reflejada en sus muy prometedoras memorias The Phoenix Land (todavía inéditas en español). En su faceta de Ministro, intentó sacar al país del segundo desastre que se cernía sobre él (el primero fue el Tratado de Trianon, por el que perdió gran parte de su territorio), para lo cual viajó a Bucarest a intentar persuadir al tirano Antonescu para que abandonaran el Eje, y rumanos y húngaros firmaran la paz con los Aliados. Parece ser que tuvo más éxito como novelista y dramaturgo, pues gozó en su día de gran prestigio en su país, y formó parte de la elite cultural húngara. Fue Director del Teatro Nacional Húngaro, y consiguió que por primera vez se interpretara la música de Bartok en Budapest. Con la llegada del comunismo, sus obras fueron prohibidas, y no fue hasta 1982 cuando el régimen se reblandeció un poco y pudo volver a publicarse. Su éxito internacional, sin embargo, tuvo que esperar hasta 1999, medio siglo tras su muerte, cuando su hija tradujo esta trilogía al inglés y le abrió, entre excelentes críticas, el camino al mercado anglosajón, favorecido además por la consolidada recuperación de otro húngaro como Márai, o el Nobel a Imre Kertész un par de años más tarde.
Aquellos emperadores y sus severos bigotes
Los Días Contados es la primera parte de esta trilogía, y hay que decir que es todo un novelón al que no le falta de nada. Desde la primera escena, absolutamente magistral, hasta el final, trágico, romántico, balzaquiano y, naturalmante, abierto, uno no deja de pasar las páginas embobado y, a ratos, agradablemente confundido ante la apabullante cantidad de personajes. Muchos de esos personajes y sus respectivas historias aparecen ya en la, como digo, genial escena inicial. En ella vemos a Bálint Abády, uno de los tres protagonistas principales, dirigiéndose en un viejo simón a una fiesta con baile que se va a celebrar en uno de esos palacetes de la nobleza húngara. A medida que se acerca, lo adelantan otros simones, carrozas, faetones y landós, lo que permite a Abády lanzar una mirada y a duras penas un saludo a sus ocupantes, mientras el autor nos los va presentando y narrándonos sus respectivas historias.
Abády acaba de volver del extranjero, donde ha estado al frente de misiones diplomáticas, y ahora entre todos lo convencen para dedicarse a la política en una Hungría donde las tensiones externas e internas crecen cada día. El resentimiento hacia lo que se percibe como un desequilibrio entre los dos reinos que conforman el imperio es cada vez mayor. Resulta curioso, en este sentido, y sumamente revelador, que una de las principales reivindicaciones sea que en el ejército se instaure la voz de mando en húngaro. Por otra parte, el desequilibrio más claro se daba en la propia Hungría, donde rumanos, eslovacos, serbios, rutenos o croatas, entre otros, veían sus derechos lingüísticos pisoteados en beneficio del húngaro, lengua mayoritaria aunque hablada por poco más del 50 % de la población. A diferencia de Austria, que proclamaba la igualdad de las diferentes lenguas, comunidades y culturas del Imperio, en Hungría los no húngaros eran prácticamente ciudadanos de segunda. Tanto es así que nuestro protagonista, húngaro de la cabeza a los pies, verá cómo en Budapest le miran por encima del hombro por proceder de esa tierra de lobos y osos como es Transilvania.
El uniforme de húsar las vuelve loquitas
Son incontables las historias que se nos narran en las casi 700 páginas de esta primera parte. Entre ellas destacan, por supuesto, los amores imposibles entre condes y señoras casadas víctimas de un marido despiadado, militares sinvergüenzas agobiados por las deudas de juego que intentan agenciarse a una rica heredera, y por supuesto, el descenso a los infiernos de Lászlo Gyeroffy, el primo de Balint que estaba llamado a ser gran músico y... tampoco hay que revelar demasiado. A veces uno puede perderse en los entresijos y tejemanejes de Parlamento, oposición y corona, aunque lo que nos queda claro es que 1904-05 fueron años muy convulsos en la política de Hungría.
Orquesta militar del ejército austro-húngaro. Así se pierde un imperio.
Bánffy tiene esa escritura clara y sencilla que es tan difícil de conseguir, y que puede ocultar a veces su finísima ironía. Nos describe relaciones apasionadas y tormentosas sin caer en ningún momento en el sentimentalismo. Combina de forma sutil los diferentes puntos de vista, y sólo muy de vez en cuando nos muestra el suyo propio, el punto de vista del momento en el que escribe. Pero el autor húngaro destaca sobre todo por su retrato psicológico. Bánffy nos muestra unos personajes de tradición muy tolstoiana, pero a través de unos retratos tamizados por el desencanto, cuando no la desesperanza, de los años 30 del siglo pasado. Las imperfecciones del héroe no son consecuencia de una noble pasión imposible de refrenar, como le podía pasar a Pierre Bezukhov, sino que son resultado de esa vena cínica y calculadora que hasta el hombre más idealista puede ocultar dentro de sí. Es innegable que el amor de Abády por Adrienne es sincero, noble y apasionado, y, sin embargo, sus desesperados intentos por beneficiársela, que lo llevan a urdir astutos planes, no tienen nada que envidiar a los de servidor de ustedes o cualquiera de sus amigotes en sus años mozos.
Por su parte, la nobleza húngara, como le había pasado a la rusa, se había encerrado en su mundo de carreras y bailes, y no veía la que se le venía encima. Era un mundo, aquél que terminó con la Gran Guerra, que cada vez se nos hace más extraño y difícil de imaginar, con figuras como la del "primer bailarín", una especie de galán encargado de animar las grandes fiestas, dirigir los bailes y asegurarse de no había fémina que se quedara con las ganas de bailar, o con instituciones como los Tribunales de Honor, que regulaban los duelos. En uno de los párrafos más significativos, citado también en el excelente prólogo de Mercedes Monmany (y añadamos de paso que la traducción de Éva Cserháti y Antonio Manuel Fuentes Gaviño es impecable), nos dice el narrador:
"Entre los miembros de la alta sociedad de Budapest, sólo unos pocos se dedicaban en cuerpo y alma a la política. Había otros asuntos más importantes, o al menos igual de importantes. Por ejemplo, la competición hípica, que era tan interesante y apasionante como la cacería otoñal. Para convocar el Parlamento, una reunión de partidos o al comité del casino, en verano había que tener en cuenta la caza de la perdiz, en septiembre la del ciervo, a principios de invierno la del faisán, y en primavera los días de carrera, para poder intercalar las asambleas entre estos acontecimientos..."
En otros lugares que yo me sé, las fechas de las elecciones suelen estar condicionadas por el calendario de liga.
En definitiva, me lo he pasado tan bien con este libro como la nobleza húngara se lo pasaba en sus fiestas con alcohol, baile, apuestas y violinistas cíngaros. ¡Y todavía me quedan dos volúmenes más!
Caerán imperios, pero la buena música sobrevivirá
Yo también encuentro todo lo centroeuropeo fascinante. No sé si es porque resulta tan diferente de la Europa del Sur, pero tanto su literatura, como su música o su paisaje (¡esos ríos!) me encantan. Estupenda tu reseña de este Miklós Bánffy. Lo leí en inglés hace tiempo, y tengo pendiente de continuar con los otros dos volúmenes de la trilogía. Por cierto, ¡qué lástima la barrera lingüística! Seguro que nos perdemos cientos de joyas centroeuropeas porque no están traducidas. Y nos llegan a cuentagotas. ¡Ah, un aplauso por las fotos!
ResponderEliminarYo recuerdo cuando salió publicado en inglés, ya que entonces vivía en Mánchester, y me sorprendió el lanzamiento de una trilogía de ese calibre con un autor hasta entonces prácticamente desconocido. Algunos editores tienen muy buen ojo.
EliminarY en cuanto a la barrera lingüística, es así, desde luego, por eso, cuando se lo merecen, me gusta destacar la excelente labor de estos traductores.
Un saludo.
He oído maravillas de esta trilogía, por fin leo una reseña que se precie! Estoy leyendo un libro de viajes que ahora mismo me ha metido en los bosques de Austria y que dentro de bien poco me llevará a Hungría siguiendo el Danubio y me doy cuenta de, como Elena, lo poco que sabemos de toda esa zona y su literatura. Cómo se que está en la biblioteca parental, espero poder acercarme a él bien pronto.
ResponderEliminarNo te arrepentirás, desde luego. Y hablando del Danubio, tengo pendiente desde hace décadas el clásico de Magris, que sin duda iluminará mi austro-hungarismo.
EliminarSaludos.
Qué buena pinta tiene esa trilogía, Batboy, especialmente para los apasionados por la cultura de ese periodo, como algunos de los que por aquí frecuentamos y como mi paisano García Berlanga, que convirtió esa palabra -"austro-húngaro"- en una especie de fetiche que hacía aparecer en sus películas al modo que Hitchcock salía en las suyas. Sin duda es un trabajo arduo el de resumir los hechos fundamentales de la historia de ese imperio, aunque sea en una tabla cronológica, pero hay una novela que tú conoces bien que ayuda a comprenderlos mejor que muchos manuales dedicados a ese periodo: "Un puente sobre el Drina", de Ivo Andric.
ResponderEliminarComo viene siendo ya una costumbre, las fotografías con que acompañas tu texto son un documento impagable que transmiten grandeza, nostalgia y olor a naftalina.
Pues buscando fotos y vídeos para esta entrada, me encontré en youtube con unos fragmentos brevísimos sobre las diferentes menciones del imperio austro-húngaro en las películas de Berlanga. A ver si fuiste tú quien los colgó...
Eliminar¡Un puente sobre el Drina! Inolvidable novela, tanto por su grandiosidad como por aquella espeluznante escena que sin duda tú también recuerdas.
¿700 páginas la primera parte? Imagino que vas bien de brazos para aguantar toda la trilogía.
ResponderEliminarIgnorante yo, desconocía a Bánffy pero, como tantos otros de por aquí, me viene como una nostalgia imaginaria por un período que habla del final de una clase social elegante y caballerosa. Además lo trufas con tan evocadoras fotografías que no puedo evitar sentir una polka o un vals al observarlas.
Este tipo de libros son la mejor compañía para entender las vicisitudes de un país y sus maneras, de una época. Tomo nota, pues ya sabes que me gusta acompañar los viajes de buena literatura y quién sabe cuando...
Un abrazo.
En realidad son 666 páginas, pero he preferido redondear al alza tan diabólico número.
EliminarTotalmente de acuerdo en que este tipo de libros son la mejor forma de llegar a conocer un poco mejor aquella época, pero es que además Banffy es un narrador a la manera clásica (y al mismo tiempo, muy de su época) como la copa de un pino.
Mi viaje hace once años por tierras de Hungría, Eslovaquia y Polonia fue absolutamente fascinante. Cuando tengas ocasión, no lo dudes.
Un abrazo.
Esta trilogía fue también un gran descubrimiento para mi, esta primera parte es la mejor en mi opinión, pero el final vale mucho la pena también, es realmente la descripción de la decadencia y el fin de un mundo.
ResponderEliminarLeyendo obras como estas entran realmente ganas de visitar Hungría y otros países de la zona (y leyendo El Danubio de Magris ya ni te digo...)
Genial es también el ciclo narrativo de Los Dukay, de Lajos Zilahy, menos decimonónico que este pero que también narra la decadencia de la nobleza húngara.
Estoy metido ya en la segunda parte, y es cierto que se produce un ligero (muy ligero) bajón, pero es igualmente una gran lecttura.
ResponderEliminarDesde hace tiempo le tengo echado el ojo a Los Dukay, aunque no abundan los ejemplares en las bibliotecas de Barcelona.
El Danubio lo tengo en casa desde hace tiempo, y la verdad es que le tengo un poco de miedo: temo que me abra tantas puertas que me deje paralizado por el vértigo (tonterías mías). Pero caerá.
Ultimamente llego tarde siempre a las buenas reseñas de buenos libros. He tenido este volumen en las manos varias veces (la última hace una semana que estuve de excursión caza-libros en otra provincia con dos amigos, asimismo caza-libros) y no conociendo al autor solo su gran volumen me retuvo. Necesitaba una crítica como la tuya (Por cierto, me sumo a la opinión de que son unas estupendas fotos). La verdad es que Hungría siempre ha sido un país sorprendente para mi, desde que pisé Budapest, casi sin buscarlo (típico circuito Praga-Viena-Budapest) y me dejó temblando de gusto.
ResponderEliminarLa tristeza de esos finales de ciclo inevitables que el lector pre-conoce tan bien como los propios protagonistas a veces le resquebrajan a uno el corazón, pero eso viene bien a veces.
Gracias por una magnífica reseña, insisto que a mi me ha pillado en el momento justo para tirarme a por el libro.
Saludos.
Gracias a ti, Óscar. Es verdad que el volumen puede imponer a primera vista, pero es de esas novelas que no sólo enganchan, sino que además, como digo en la entrada, son de lectura clara y sencilla, escrita (y traducida) en una prosa impecable y sin florilegios.
EliminarSe trata, sí, de un final de ciclo parecido al de la aristocracia rusa que vemos en Chéjov, aunque menos lacónico, más tenso, y con cacerías a porrillo.
Lánzate a por él.
Por culpa de este libro me he metido de lleno con "El mundo de ayer" de Zweig.¿Una especie de continuación de un mundo que se acababa?
ResponderEliminar¿Lees ese Zweig por primera vez? Qué envidia, cómo vas a disfrutar. Recuerdo sobre todo ese retrato de Europa antes de la guerra que hace al principio del libro. Un Zweig mayúsculo
EliminarPara mi también es uno de mis Zweig preferidos. Que lo disfrutes.
EliminarExcelente reseña niño vampiro, y no menos excelentes las imágenes, hace tiempo que le tenía ganas a esta novela, pero desafortunadamente no había llegado por estos rumbos; llegaron en el orden incorrecto, primero apareció el reino dividido, seguido de las almas juzgadas y finalmente, después tanta expectativa, aparece los días contado, pero valió la pena la espera; Bánffy realmente es un narrador nato, tiene una especie de capacidad casi hipnótica. La advertencia de la doble trampa, realmente aplica: por una parte uno no puede dejar de leer y por la otra uno no desea que el libro acabe. Te mando un saludo, y gracias por los aportes
ResponderEliminarMuchas gracias, Botswein. La verdad es que esta trilogía ha sdo sin duda una de mis mejores lecturas del año. Andan por ahí en inglés las memorias de Banffy (The Phoenix land), muy prometedoras, y que espero conseguir bien pronto.
EliminarUn saludo.
Es lo bueno de tener textos pendientes, yo por acá ando intentado conseguir las novelas de Krudy, pero no he tenido éxito por el momento, aun así ando degustando con glotonería las obras de zilahy. Te mando un saludo niño vampiro.
ResponderEliminarOye una pregunta: ¿en qué te inspiraste para nombrarte niño vampiro? Acaso eres un ser que extrae el conocimiento de los textos o algo así.
Ja ja, no lo sé. Siempre me hicieron gracia las historias sobre el personaje que aparecían en Weekly World News (http://orgtheory.files.wordpress.com/2007/07/batboy.jpg).
EliminarDe Zilahy tengo dos o tres en casa, pero son ediciones muy antiguas y seguramente con cortes de la censura, así que me esperaré a encontrar algo en la biblioteca. De Krudy tengo por ahí reseñada La carroza carmesí, pero apenas se ha publicado nada más de él.
Un saludo.