jueves, 31 de diciembre de 2009

Tierra del fuego, de Adam Zagajewski

Otra joya. Vaya final de año estoy teniendo. De Adam Zagajewski, poeta y ensayista polaco, había leído Dos ciudades, retrato de Lvov, su ciudad natal, y, Gliwice,  a donde fue deportado con su familia cuando apenas contaba 4 meses de edad. Lo releeré un día de éstos.

Pero Zagajewski es conocido sobre todo como poeta, y este libro, Ziemia ognista, es una maravilla. Pocos libros de poesía he disfrutado tanto como éste. Empecé marcando las páginas con los poemas que me gustaban, y he acabado con casi todas las poco menos de 80 páginas marcadas. A diferencia del libro de Yehuda Amichai que estoy releyendo en pequeñas dosis, los poemas del poeta polaco apelan directamente a retazos de recuerdos e impresiones propias de cualquier europeo. No quiero decir que sean poemas fáciles. Es difícil decir cuándo un poema es sencillo, y tampoco estoy seguro de que esa supuesta sencillez sea necesariamente una virtud. Pero lo que es cierto es que son, en su mayoría, poemas accesibles. El lector reconoce al poeta, a ratos se identifica con él, y los poemas siempre encuentran donde un pequeño lugar en el alma del lector en el que posarse (perdón por la cursilada).

Reproduzco a continuación el último poema del libro, "Iba por una ciudad medieval:"

Iba por una ciudad medieval,
por la tarde o al alba,
 era muy joven o bastante viejo.
No llevaba ningún reloj
ni calendario, sólo la terca sangre
que medía una eterna lejanía.
Podía volver a empezar
esta propia o impropia vida,
todo parecía sencillo,
las ventanas no cerraban del todo,
los destinos ajenos, entreabiertos.
En primavera o al comienzo del verano,
muros calientes,
un viento suave como la piel de una naranja,
era muy joven o bastante viejo,
podía escoger, podía vivir.


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