miércoles, 4 de diciembre de 2013

Por qué nos gusta Cartarescu


Creo no pecar de hiperbólico si afirmo que, en el ámbito de la literatura europea actual, Mircea Cartarescu es el puto amo. Huelga decir que eso no significa que sea el mejor, dado que, en literatura, hablar del más mejor siempre es una memez. Quizá sea menester, por tanto, explicar de qué hablamos cuando hablamos del puto amo, máxime tratándose de alguien discreto y modesto como Cartarescu, a quien, pese a esa mirada hipnótica, ese aire de bohemio atormentado, y ese abrumador prestigio internacional, hay que creer cuando se sacude los elogios de encima:

No vivo como un escritor y no me siento un escritor. Me siento tan sólo un hombre muy libre y, como el precio de la libertad es el más alto, muy triste. Trataré de seguir viviendo. No sé si alguna vez volveré a escribir algo ni me preocupa saberlo. No me gustaría quedar internado en el asilo de la historia de la literatura.

Éste es el Cartarescu de Lulu y El ruletista

Escritores que convierten en arte todo lo que escriben hay muchos. Casi cualquier página de, por poner tres ejemplos, Nabokov, Faulkner o Borges vale más que toda la obra de muchos otros. Sin embargo, en estos escritores es palpable la intención de crear arte; en cada una de sus líneas vemos el fruto de horas de trabajo combinado con el don, innato o no, de la palabra, para crear una prosa bella, un estilo único y una obra inmortal.

Pero eso no es así con todos los grandes escritores. Existe otro tipo de escritor, tocado también por la gracia de las musas, que es capaz de cautivarnos con una prosa sencillamente sencilla y natural de manera natural (no confundir con prosa sencilla y natural). Son escritores que, evidentemente, pulen su escritura como el que más, y que, a diferencia de tantos grandes grandísimos, consiguen una sencillez inocente que parece decirnos "no quiero crear arte, sino tan sólo contarte una historia". En fin, yo me entiendo.

Sinceramente, me vienen a la cabeza muy pocos nombres dentro de esta categoría, tan pocos como dos. El primero de ellos es W.G. Sebald, cuya escritura, que algunos definen como hipnótica, es capaz de atrapar al lector con frases de una sencillez que desarma.


Muchos autores afirman que con sus obras se dirigen al lector, a un solo e hipotético lector, y sin embargo este lector, el menda, no deja de tener la sensación de que en realidad sus páginas hablan a un público. Pues bien, de los dos escritores que, y aquí podéis moriros de envidia, escriben única y exclusivamente para mí, uno es -era- Sebald.

El otro es 1/2 Cartarescu, concretamente la mitad que ha escrito la desternillante Las bellas extranjeras, o la que nos ocupa, Por qué nos gustan las mujeres. Esta mitad de Cartarescu tiene muy poco que ver con la otra mitad, la que escribe sobre adolescentes atormentados en el infierno de sus hormonas, sobre la fisiología de los arácnidos o sobre devotos del suicidio. En el Cartarescu digamos, más lyncheano, el humor nunca está completamente ausente, si bien la atmósfera de pesadilla reinante en obras como Lulu o El ruletista lo cubre casi por completo, y uno difícilmente sale de esas impresionantes y angustiosas lecturas diciendo qué bien me lo he pasado.

Pero el Cartarescu ligeresa parece, sencillamente, otro escritor. Las bellas extranjeras, que reseñé aquí para Librosyliteratura, es uno de los libros más divertidos que he leído en mucho tiempo, y el relato que da título a la obra me hizo reír a mandíbula batiente en más de una ocasión.

Y éste, el de Por qué nos gustan las mujeres. Mejor rollo

De las cuatro obras que he leído de Cartarescu, esta Por qué nos gustan... es posiblemente, no, indiscutiblemente, la más floja, pero con este autor sucede algo parecido a lo de Woody Allen: sus obras menos logradas están muy por encima de las mejores de otros autores. Este libro de Cartarescu es en realidad, pásmense, la recopilación de artículos y relatos que el autor escribió para una serie de revistas, sobre todo Elle. Bueno, quizá aquí me esté dejando llevar por mi ignorancia y mis prejuicios y no sea consciente de que la susodicha revista es no sólo una publicación más que digna, sino todo un estandarte de la vanguardia literaria. ¿Y por qué no? También conocí, tiempo atrás, gente que compraba el Playboy porque encontraba en él artículos muy interesantes.

El caso es que, aunque estos relatos estaban, a priori, dirigidos a mujeres, en realidad, y como ya he dicho, los escribió para mí. Fijaos si no, los que, como yo, en vuestra juventud no os comíais un rosco, en este maravilloso párrafo:

Ahora pienso en Ester, con la que no me acosté nunca, una circunstancia que evoca la menuda pero tan intensa pregunta: ¿qué significa tener una mujer? Porque en realidad no has tenido decenas de mujeres con las que has hecho el amor, y en cambio sientes que nunca has poseído a ninguna más plenamente, más extáticamente, que a la pobrecilla que te ha lanzado una mirada en un trolebús abarrotado y a la que desde entonces nunca más has vuelto a ver.

Habla de mí. Yo era el rey de los trolebuses.


Don Mircea ha declarado en alguna ocasión que estas historias no son autobiográficas. Tal declaración resulta innecesaria en una época en que ni un solo escritor admite el carácter autobiográfico de la mayoría de sus obras. No sé si esta actitud general se debe a la precaución, para evitarse líos, o más bien a un deseo de fardar de imaginación. En todo caso, a nuestro autor no le duelen prendas en reconocer los orígenes de algunos de sus ejemplos más notables de desbordante fantasía. Así, en el relato sobre D., nos dice:

Más tarde, al narrar sueños en mis libros, me aproveché en innumerables oaciones, miserablemente, de una fisura en la ley de propiedad intelectual -la ausencia de copyright de los sueños- para robarle las más encantadoras y mejor trabadas visiones, los decorados más místicos, los tránsitos más discretos de lo real a lo irreal y part way back. De ella fue el sueño con el palacio de mármol invadido por las mariposas en Orbitor (...), e igualmente suyo es el sueño del inmenso recinto-cripta por el que Maria deambula durante semanas enteras sobre losas dulces de calcedonia y malaquita.

De acuerdo, es muy posible que también este párrafo sea completamente inventado, uno de esos casos en que la ficción construye una realidad basada en una ficción (seguro que esto tiene un nombre), pero de lo que no me cabe duda es que, por ejemplo, la anécdota central del relato "Con las orejas gachas", de tan surrealista y absurda que es, tiene que ser auténtica. En este relato, el narrador nos presenta a  Rodica, de quien nos dice:

Tenía también una particularidad notable. Cada dos o tres palabras decía, sin que se supiera por qué ni respecto a qué, "con las orejas gachas". Esta frase parecía salpicarlo todo, de manera imprevisible. (...) Habíamos empezado a hablar de poesía, en la terraza pobremente iluminada, de mis recientes lecturas de Ezra Pound, en concreto; yo le estaba leyendo unos versos (aquéllos de la aparición de unos rostros en una estación de metro) a lo que ella, mirando directamente al jarro de cerveza, me había respondido: "¡Sí... con las orejas gachas!", pero nos habíamos hecho amigos...


Zaraza, de Cristian Vasile, tema central de uno de los relatos

Y con tonterías como ésta, este escritor crea un puñado de relatos absolutamente redondos. El conjunto de la obra, no obstante, no está a la altura de otras del autor, pero a mí sinceramente me ha entusiasmado. Cartarescu sólo flojea cuando se pone solemne, como en los relatos "¿Quien soy yo?" y "Queremos con un cerebro de niño", así como en la historia que da título al libro, una larga lista de porques bastante divertidos y sorprendentes, que, lamentablemente, no se puede quitar de encima el tufillo paternalista de dicho título. El resto de relatos, no obstante, impecables, soberbios, sencillos, divertidos, en el estilo característico de un autor que en unos libros te lanza al pozo de tu peor pesadilla, y en otros te encandila con cuatro chorradas escritas para Elle. Eso es ser el puto amo.

14 comentarios:

  1. Tengo que leerlo, amigo vampiro. ¿Cuál es la obra que me recomendarías para cartarescurizarme?

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    1. Pues creo que si empiezas por El ruletista, te quedarás cartarescurizado de por vida. Así que cuidado.

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  2. Reconozco alternar los de estilo Nabokov con los Sebald aunque tengo preferencia por los primeros y pasión por los que aúnan estilo y anécdota(Nabokov a veces me interesaba por la historia a pesar de que es puro estilo). De este recomendado tuyo tengo salvada la próxima semana que no sabía ya ni qué leer, agotadas las bibliografías de mis héroes y de los héroes de mis héroes. He disfrutado mucho de tu post leído casi por casualidad. Saludos.

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    1. Muchas gracias, S.
      Yo también alterno los nabokovistas con los sebaldianos, las biografías y la historia.
      Me temo que este libro no te va a dar para una semana: se lee en una tarde.
      Un saludo.

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  3. Pues sí, es el puto amo. Ahora Impedimenta acaba de publicar Las bellas extranjeras aunque creo que antes me introduciré en la trilogía Orbitor. He leído El ruletista y Lulu que me desbarató por dentro. Se nota en su obra que es poeta aunque usa las metáforas y las figuras estilísticas para ese lado más oscuro, más interior, ese lado que la mayor parte de las veces necesitamos obviar.

    Tienes un blog magnífico, te sigo hace no mucho pero he leído y releído tus entradas sobre la URSS, ha sido un placer encontrarte. Un saludo.

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    1. Muchas gracias, Yossi.
      A mí me da miedo meterme en Orbitor, dado que Funambulista sólo ha publicado una parte, y con lo adictivo que es don Mircea...
      A mí también me dejaron alucinado tanto El ruletista como Lulu, y en cuanto a Las bellas extranjeras, es uno de los libros más divertidos que he leído este año. Una gozada.
      Saludos.

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  4. Yo disfruté muchísimo, si disfrutar es un verbo que remotamente pueda ajustarse a esta infernal novela corta, de El Ruletista. No conocía a Cartarescu y en una feria del libro me lo encontré en la caseta de Impedimenta, sin colas ni alharacas, allí sentadito con su jersey de cuello vuelto negro. como corresponde. Un hombre encantador que me firmó el libro y no parecía tener prisa en acortar la conversación con los pocos lectores que nos pasábamos por allí. Supongo que ahora que suena para altos laureles, la cosa no sería igual. Cotilleos aparte, un escritor impecable e implacable (perdón por la rima barata).

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    1. La verdad es que resulta curioso que el autor de libros como El ruletista o Lulu sea un tío tan normalito y tan encantador. Una vez lees Las bellas extranjeras, sin embargo, su normalidad deja de sorprenderte, y entonces sí que te apetece conocerlo. ¡Qué suerte tuviste al conocerlo en persona!

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  5. Pues te puedo asegurar, ahora sí, in situ, que hay muchos rumanos, más de los imaginaba antes de mudarme, que piensan que es un oportunista, que no es para tanto, vamos que hay mucha gente que lo detesta aquí, no dentro de la universidad pero sí fuera de ella, y sigo sin entender por qué, pues hay que reconocer que Cartarescu escribe como un clásico. Para mí es mejor que Sebald -es una opinión personal-, más real digamos pero al mismo tiempo infinitamente más imaginativo. Supongo que a eso se refieren cuando califican su poética como Onirismo.

    Saludos.

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    1. La verdad es que lo que dices no me sorprende tanto. En Las bellas extranjeras describe algunos aspectos de su vida como escritor, y entre otras cosas descubrimos que entre los rumanos, o, por lo menos, en el mundo literario rumano, las envidias, rencillas y guerras declaradas entre autores no tienen nada que envidiar a las de nuestro país. Y por lo que cuentas, ese afán de destronar al que triunfa se extiende al resto de la población. Serán cosas del carácter latino.
      Para mí no es ni mejor ni peor que Sebald. Los veo demasiado diferentes como para compararlos, aunque ambos coinciden, a mi juicio, en esa prosa de hipnótica sencillez.
      Un saludo.

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  6. La verdad es que lo tengo pendiente de hace ya demasiado tiempo, y la verdad es que solo he leído buenas críticas sobre él. Tendré que decidirme. Por cierto, Sebald es de aquellos que siempre me han interesado mucho pero nunca he llegado a conectar, siempre tengo esa sensación de que algo se me escapa....Saludos

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    1. Yo tampoco he leído ni una crítica negativa, y lo cierto es que todo lo que he leído de él es de excelente para arriba.
      En cuanto a Sebald, a mí me encanta, pero es cierto que su estilo, así como su tono triste y nostálgico, no son del gusto de todos.
      Un saludo.

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  7. Ayer empecé con "Nostalgia" cuya primer relato es "El ruletista" que ya he acabado de devorar esta mañana, realmente descomunal...
    Las primeras páginas de "El Mendébil" ya me están impactando y aún me quedan "Los gemelos", "R.E.M." y "El arquitecto" para acabar de gozar un libro que pinta sobresaliente.
    La culpa de mi debut con Cartarescu es tuya, amigo Vampiro, así que gracias anticipadas por inculcarme el gusanillo. Ah! creo que Impedimenta prepara el lanzamiento íntegro de la trilogía de "Orbitor". ¿Sabes algo al respecto?

    Venga, hasta otra.-

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    1. Yo todavía no he conseguido "Nostalgia", y como si no tuviera suficientes ganas de leerlo, me pones ahora esos títulos: El Mendébil, Los gemelos, REM...
      SI Impedimenta publica Orbitor, será todo un acontecimiento literario. Estaré muy atento.
      Me alegro de haber conseguido un converso a la causa cartarescu.
      Un saludo.

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