viernes, 21 de octubre de 2011

Recreaciones, de Yuri Andrujovich

Mientras leía este libro me preguntaba si Andrujovich sería un escritor muy popular en su país, Ucrania. Tras haber indagado un poco más por la red, poco me ha sorprendido averiguar que conocido, desde luego, lo es, pero popular, lo que se dice popular...
Recreaciones provocó un cierto revuelo en el mundo literario ucraniano, revuelo que por lo visto fue mayor con Doce anillos, escrito casi diez años después y que todavía no he tenido ocasión de leer. El libro fue escrito en septiembre y ocutbre de 1990, es decir, en el ocaso de la Unión Soviética. Me emociona saber que cuando Andrujovich se ponía a escribir este libro, yo llegaba a Moscú para vivir in situ, sin saberlo, el último otoño e invierno soviéticos, aunque me temo que era demasiado joven para ver que, más allá del vodka y las вечеринки, había mucho jugo que sacar a la experiencia.
Me imagino que el nacionalismo en Ucrania sufre de un pequeño defecto de fábrica, a saber, que Rusia nació en Kiev, capital de Ucrania, y que, todavía hoy, se conoce a ésta como "la madre de Rusia". Además, el ruso sigue siendo la primera lengua de un porcentaje significativo de la población, y existen muchos ucranianos (por lo menos entre las generaciones de 30 o 40 años para arriba) que no saben hablar la lengua oficial del país. Recuerdo haber leído en algún foro ruso que un destacado político (no recuerdo si el presidente, el primer ministro o el ministro de cultura) no sabía hablar la lengua correctamente.
Andrujovich refleja perfectamente esta necesaria contradicción nacional. En su defensa del ucraniano, ha llegado a definir la lengua rusa en Ucrania como "la lengua de música pop y jerga criminal", al tiempo que rechaza que le coloquen la etiqueta de "nacionalista". Se declara ferviente defensor de la cultura ucraniana a la vez que... escribe Recreaciones.


Recreaciones, aparte de original e interesante, es uno de los libros más divertidos que he leído en los últimos meses. La historia tiene lugar en Chortópil, ciudad imaginaria cuyo nombre significa "Campo del diablo", y hacia ella se dirigen cuatro poetas, invitados a los grandes fastos del festival del Espíritu Renaciente. Uno de ellos, Martoflak, es uno de los grandes poetas nacionales, que actúa también como padre espiritual y mentor de los otros tres. Llegados a Chortópil, comienza una bacanal de alcohol y mujerzuelas y desvaríos sobre política y literatura en la que no se deja títere con cabeza, aunque es el nacionalismo el gran blanco de la corrosiva sátira del autor. Más concretamente, y para ser justos, el autor se ceba en todo lo que rodea al nacionalismo, es decir la palabrería hueca, la exaltación de símbolos, y la importancia del gesto, la apariencia y lo adjetivo por encima de la intención, la esencia y lo sustantivo. 
En una Ucrania que empezaba a entrever el final del túnel soviético y a vislumbrar la posibilidad de emprender el camino hacia la recuperación cultural, esta burla del Espíritu Renaciente no sentó demasiado bien. Y aunque lo verdaderamente despiadado son las críticas al estado soviético y en su sátira del nacionalismo ucraniano no deja de advertirse un profundo amor por su cultura y su tierra, es obvio que el nacionalismo no se lleva bien con personas como Andrujovich, que no se casan con nadie  y se empeñan en burlarse de lo que, de manera a menudo arbitraria y absurda, se decide convertir en un sagrado símbolo nacional. 

¿Héroe nacional ucraniano?

Tomemos como ejemplo a Stepan Bandera, personaje de la historia reciente del país, que inspira el nombre y el carácter de uno de nuestros poetas. Bandera se convirtió en los años 30 en el líder del movimiento nacionalista ucraniano, y entre 1939 y 1941 colaboró activamente con los nazis. Asesinado en 1959 en Munich por la KGB, fue declarado a título póstumo Héroe Nacional por Víktor Yushchenko, honor que provocó fuertes críticas dentro del país y a nivel internacional y que le fue retirado casi inmediatamente por el nuevo presidente Yanukóvich. Hoy Bandera sigue siendo recordado en numerosos monumentos a lo largo y ancho del país, y se ha convertido en un icono de los movimientos neonazis. El personaje de Recreaciones vagamente inspirado en él protagoniza una de las escenas más memorables de la novela, una serie de páginas oscuras, enigmáticas y conmovedoras, en las que lo vemos vestido de cosaco, recordando la deportación que sufrió su padre y contemplando desolado la degradación de la tierra donde éste creció. Como el mismo autor, como Ucrania misma, nos movemos de un extremo a otro y concluimos que ante la imposibilidad de juzgar y llegar a la verdad, más nos vale reírnos y emborracharnos.

De allí pasamos a otras páginas magistrales, por ejemplo aquéllas donde nos encontramos con el diablo en persona, en una escena grotesca y terrorífica que me ha recordado mucho a aquella de la mansión en Eyes Wide Shut. Y terminamos con una espectacular e inolvidable farsa final, de la que no pienso revelar nada. 
Recreaciones es, en suma, un libro sencillo de leer y muy divertido, a la vez que una obra compleja e inteligente en la que, como sucede con la buena literatura, el lector sale con más dudas que certezas. Calentando motores para Doce anillos, que, por lo menos en extensión, parece una obra de más calado.

Nota final: invito a mi lector ucraniano a que haga las puntualizaciones pertinentes y corrija las probables incorrecciones en las que servidor pueda haber incurrido.

9 comentarios:

  1. Sorprendente libro, sorprendente autor, sorprendente foto e historia (la de Bandera). Me lo pienso comprar y leer. Luego volveré y comento lo que me parece. Mi fervor ruso esta renaciendo....

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    1. Oscar, por qué "fervor ruso" si es un escritor ucraniano?

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  2. Conozco de Andrujovich "El último territorio", que publicó también Acantilado en 2006, y que no sé si calificar de ensayo, de colección de relatos o de apuntes de geografía e historia. En cualquier caso se trata de un libro excelente que incluye un billete de primera a esos teritorios de los Cárpatos occidentales que, en general, nos resultan tan desconocidos. Empecé a leerlo movido por una difusa curiosidad cultural, pero apenas sobrepasadas las primeras páginas del capítulo 2º -"carpathologia cosmophilica- ya quedé atrapado por una literatura de muchos quilates. Al leer tu artículo he buscado el libro en mi estantería y he releído algunas páginas donde he encontrado el Chortópil al que tu aludes como escenario fantástico de "Recreaciones", pero ahí lo transcribe como Chortopol y se refiere a ella como una ciudad histórica. Dice, por ejemplo (habla de los gitanos): "En los Cárpatos occidentales no aparecieron hasta la Baja Edad Media, cuando el acohólico y filántropo rey Karpo el Mentecato les abrió las cuatro puertas de la ciudad de Chortopol". Lo cual cito, no por afán de corrección ni por prurito de enterado (no se más de Andrujovich que lo que cuentas en tu artículo), sino, como es fácil de deducir, por el gusto de citar lo de "el alcohólico y filántropo rey Karpo el Mentecato". Y es que a veces hay sintagmas que valen por tida una invitación.

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  3. Pues sí, Óscar, estoy seguro de que disfrutarás mucho con este libro. En cuanto a la historia de Bandera (¡qué nombre tan adecuado para un nacionalista!), seguramente le he dado más importancia de la que le da el autor, pero es que, tras indagar un poco en ella, me ha parecido francamente interesante.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Me has intrigado, Ricardo. Me he puesto a investigar lo de Chortopil/Chortopol, y no sé si he llegado a alguna conclusión. He constatado que en el libro dice Chortópil. En Doce Anillos sin embargo, que estoy leyendo ahora, dice Chortopil, sin acento. Diferentes traductores. Investigando en la red, descubro que Chortopol es, en efecto, una ciudad histórica, habitada desde la era del paleolítico. A finales del s. XVII fue arrasada por turcos y tártaros, y sobre sus ruinas se fundó una nueva ciudad, llamada desde entonces Mariyampil.
    Por otra parte, y esto no acabo de entenderlo, la palabra чортопол nos da apenas 30 resultados en google, mientras que la misma palabra declinada, чортополя, nos da varios cientos, muchos de ellos relacionados con este libro. Supongo que me falta nivel de ucraniano, lengua de la que no sé más que su parecido con el ruso.
    чортопіль, por su parte, nos da 1300 resultados, casi todos sobre Recreaciones, o sea que la ciudad ficticia tiene 40 veces más referencias que la ciudad histórica. En fin, ya ves en qué cosas me entretengo a veces.
    Nota: he borrado el comentario anterior porque se notaba demasiado el estado en que me encontraba al escribirla.

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  6. No, si al final va a resultar, amigo Batboy, que Chortopol es en Ucrania lo que Springfield en EEUU. En cualquier caso, estas disquisiciones toponímicas no distraen de lo principal: que Yuri Andrujovich es un grandísimo escritor, y esto lo saben tanto en Chortopol como en Chortópil o en Mariyampil. Y ahora, gracias a tu artículo, también por estos lares de la red.

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  7. “Recreación” recoge la tradición carnavalesca de los escolares medievales- esos que incluso en plena Edad Media se atrevían a desafiar la autoridad eclesiástica en pleno carnaval-. Estos poetas/estudiantes bufonescos cuestionan en envaramiento del poder soviético- simbolizado en Bilinkévich - con el entierro del “cadáver” simbólico de la Unión Soviética; del entierro de la Cuaresma soviética ha de surgir un renacimiento “nacional” de Ucrania; de ahí ese despertar de la “carne” a lo largo de la novela en las descripciones minuciosas de las comilonas y la obsesión sexual por violar a sus sacerdotisas nacionales, esas “vírgenes patrióticas”. Hay escenas en las que las enumeración de los procesionarios grotescos son una clara referencia al Gargantúa. No en balde, Yuri Andrujovich constituyó una cofradía carnavalesca/dadaísta con sus amigos. Este carácter sagrado-carnavalesco es lo que algunos detractores de este escritor no supieron ver. Lo que no deja de ser extraño, cuando uno de los más claros referentes del carnaval y la literatura bufonesca es Batjin, erudito soviético.

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  8. Qué observación más certera, Joaquín. Yo me había quedado en la farsa, pero veo que, efectivamente, se trata de algo mucho más arraigado en la tradición y en la cultura popular, y con raíces mucho más profundas, como es el carnaval. Descorazonador, por otra parte, que el fin de la dictadura soviética no trajera consigo una tolerancia (y un sentido del humor y la autocrítica) más generalizado. Y admirable Andrujovich, quien, por lo que he averiguado leyendo Doce Anillos y ver lo que le ha llegado a suceder a algún amigo suyo, no deja de correr cierto riesgo al escarbar entre las miserias del nuevo edén postsoviético.

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