miércoles, 7 de abril de 2010

An education

La mejor película británica del año, dice la carátula. Puesdebe de haber sido un año bastante penoso para el cine británico. An education es, digámoslo claramente, un bonito, a ratos entretenido y agradable bodrio. Cuesta creer las celestiales críticas que ha recibido. Esta película consiste en una serie de clichés manidos, en unos personajes planos, cuando no ridículos, y en historia superficial que no cuenta nada interesante, y que al final mete con calzador un final feliz que invalida por completo el simplísimo mensajillo que uno, con buena voluntad, creía entrever.
Jenny, una chica de 16 años, con gran talento artístico y excepcional ingenio verbal, se prepara para los exámenes que han de permitirle entrar en la universidad de Oxford. Se cruza en su vida David (un débil Peter Sarsgaard clavadito a Ewan McGregor), guapo, seductor, sensible, inteligente y rico, y Jenny cae rendida ante los atractivos de la buena vida. Abandona los estudios y el sueño de Oxford para casarse con él, y luego descubre que su príncipe azul no es sólo un chorizo de guante blanco, como ya sabía cuando acepta su proposición de matrimonio, sino que además ya está casado. ¿Todo perdido? No, porque la profe buena la ayuda a recuperar el tiempo perdido y al final consigue ingresar en Oxford. Así de trivial, de estereotípico, de tonto.
Tenemos escenas que ofenden a nuestra inteligencia. Cuando Jenny descubre que los negocios a los que se dedica David y su colega no son más que robos, estafas y trapicheos, se siente tan decepcionada que decide abandonarlo. Bueno, eso creemos, porque un discursillo de un minuto por parte de David, en el que le viene a decir "no hacemos daño a nadie, y si esto no te gusta, vuelve a tu vida anterior de cello, latín y apreturas para llegar a fin de mes", un discurso tan banal la engatusa, o mejor dicho, la convence plenamente.
En otra escena, Jenny habla con la directora, el patético personaje de Emma Thompson, y le dice que el hombre con el que se va a casar es judío, a lo que la directora (¡qué bajo has caído, Emma!), responde: "supongo que sabes que los judíos mataron a nuestro Señor".
El personaje del padre de Jenny, en una interpretación excelente de Alfred Molina, me ha resultado el más interesante, aunque su credulidad pueda parecer exagerada. Creo que él y su mujer, un papel no demasiado exigente aunque bastante creíble, son los únicos que se salvan. La actriz principal, Carey Mulligan, que ha recibido innumerables galardones por su interpretación, sin duda lo hace bien. El problema es que, por lo menos a mí, no me resulta creíble. Quizá, dado que la historia está basada en unas memorias, a la autora se le ha ido la mano con la autoindulgencia.
Pero es el final lo que hace de esta película un absoluto bodrio. Nada. No pasa nada. No cuenta nada. No hay evolución, nadie aprende nada. Tras lo que se supone que ha sido una reflexión de lo que entendemos por "educación" (que no lo ha sido), tras haber contrastado pretendidamente la universidad de oxford con la universidad de la calle (de contraste, na de na), al final resulta que, hagas lo que hagas, no tienes que pagar ningún precio. Para eso están los finales felices.

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