viernes, 19 de diciembre de 2014

Герой нашего времени

Un héroe de nuestro tiempo

Me permito la pedantería de poner el título en ruso por la sencilla razón de que me he dado el gusto de leer este maravilloso clásico en el original.
Aunque hace ya más de un cuarto de siglo que estudié la lengua de Putin, hasta ahora mis intentos de leer un libro no adaptado para estudiantes no habían tenido mucho éxito, debido, posiblemente, a elecciones desacertadas y a mi falta de constancia. Llegué, por ejemplo, a 80 o 100 páginas de Oblomov, y me rendí, desanimado, ante las 400 que me quedaban. ¿Para qué ese esfuerzo con lo fácil que es leer la traducción? Ahora, sin embargo, animado por el curso de cultura rusa que estoy estudiando, me he decidido por este Un héroe de nuestro tiempo, una obra cortita y accesible, pero al mismo tiempo, capital en el romanticismo.

 
Lérmontov en el Parque de los Monumentos Caídos, en Moscú

Puede que sepa ruso, pero nunca fui tan buen estudiante como para acabar de comprender qué fue eso del romanticismo. Sí, ya sé que trataba de cosas como la sublimación de lo salvaje, la primacía del sentimiento frente a la razón o la exaltación del yo, pero comprender, lo que se dice comprender una corriente intelectual y artística tan compleja y extendida va más allá de mis capacidades. Del romanticismo hay quien dice que ha marcado nuestra era más de lo que pueda haberlo hecho cualquier avance científico o social. Como todas las afirmaciones grandilocuentes, uno puede aceptar ésta, tirarla a la basura o matizarla, pero en todo caso es innegable que, como movimiento cultural, la influencia del romanticismo, con sus altibajos, dura aún hasta hoy. Uno se pregunta, entonces, si alguna parte, por minúscula que sea, de dicha influencia ha sido positiva. Porque servidor se atrevería a afirmar que nuestra vida sería algo mejor sin el ultranacionalismo que nos asuela, y si miles de jóvenes de clase media de toda Europa no consideraran que dejar atrás su vida y familia para irse a rebanar pescuezos es un acto de heroísmo.
Pero no nos alejemos tanto de Pechorin.

 Pechorin y la princesa Meri

Ni de Byron. Y es que la gigantesca sombra de Lord Byron, con las constantes referencias a su obra y figura, cubre no sólo toda la novela, sino gran parte del romanticismo ruso, alemán y, obviamente, inglés. De él, por ejemplo, dijo Goethe que era "indudablemente, el mayor genio de nuestro siglo", lo cual nos conduce a la paradoja de que una de las mayores figuras de aquel movimiento, que, como hemos dicho, aún se deja sentir tanto en nuestra sociedad, no sea leído más que a trozos por unos pocos y voluntariosos estudiantes de filología. Byron creó una variante del héroe romántico, a saber, el héroe byroniano, que unía a los atributos de aquél la arrogancia, el cinismo y la tendencia autodestructiva, entre otros. Y de aquí podríamos pasar a hablar de una subcategoría del héroe byroniano exclusivamente rusa, llamada el héroe superfluo, pero ya habrá tiempo en otra ocasión para hablar de él (ya tengo Рудин, de Turguéniev, esperando en el kindle).

Así terminaban los románticos los debates sobre el determinismo. Si cuando digo que esta novela lo tiene todo...

Inteligente, misterioso, cínico al tiempo que profundamente sensible, descreído, solitario y con contadísimos, pero irrefrenables, arrebatos de pasión, Grigori Pechorin encarna como pocos al héroe byroniano, y el magnetismo que ejerce sobre el lector no queda muy atrás del que ejerce sobre las mujeres. La exaltación del yo en Pechorin se refleja sobre todo en su actitud hacia éstas, a las que considera poco más que un instrumento de uso y satisfacción personal. Este egoísmo, sin embargo, va de la mano de una indiferencia absoluta ante la vida, y de un hastío y una sensación de vacío infinitos, que lo conducirán a la depresión y, finalmente, a su muerte. Y eso no es un spoiler. ¿Acaso alguien conoce algún héroe romántico que no muera al final?

 Monumento a Mijaíl Yúrievich Lérmontov, en Stavropol

Este Pechorin atractivamente odioso y mortalmente deprimido se nos revela como tal ya al principio de la novela, que, cronológicamente, corresponde al final de la historia. Un héroe de nuestro tiempo se caracteriza, pues, entre otras cosas, por una estructura magistral, muy avanzada a su tiempo. Así, el lector se acerca por primera vez a este héroe de manera doblemente indirecta, a través de un narrador, oficial del ejército ruso y trasunto del propio Lérmontov, que, a su llegada al Cáucaso, conoce al capitán Maxim Maxímovich. Éste será quien le relatará las andanzas de Pechorin en aquella tierra de bandidos, asaltadores, estremecedoras cumbres nevadas, valles, barrancos y desfiladeros primorosamente (en lo que mi nivel de ruso me permite apreciar) descritos por Lérmontov. Nos encontramos así ante una estructura encebollada, donde vamos quitando las sucesivas pieles narradoras hasta llegar al centro. Porque debajo del narrador principal y de Maxim Maxímovich, llegamos, de la mano de su diario, al propio Pechorin.

Un héroe... nunca ha dejado de ser una mina para los ilustradores




Y aunque no lo parezca, ésta escena es de la misma novela que la anterior
No menos sutil que el retrato psicológico es la organización de los capítulos. Lo cierto, sin embargo, es que aquí uno se pregunta si lo que nos parece sutil y magistral, a saber, el modo en que una obra de 1840 empieza prácticamente por el final y termina por el principio, no se deberá en cierto modo al modo en que fue escrita y publicada. Lérmontov escribió Un héroe de nuestro tiempo a lo largo de tres años y la publicó por partes a medida que terminaba de redactar cada uno de los cinco capítulos. Estos capítulos son bastante cerrados, y cada uno de ellos podría leerse prácticamente de manera independiente. Cabe imaginar las dificultades a las que se enfrentaría un Lérmontov forzado por las circunstancias a proporcionar una armazón coherente a las diferentes partes de la obra. Afortunadamente, ahí aplicó bien su genio, y lo que podría haber sido un pastiche salió obra maestra.

 Otra de las muchas imágenes icónicas de la novela

Así, tras dar vueltas a la figura de Pechorin, que, a estas alturas, a narrador y lector se antoja poco menos que legendaria, tenemos a continuación el privilegio de oír su voz de primera mano. El diario de Pechorin que Maxímovich entrega al narrador nos traslada, lógicamente, a un tiempo antes, en el balneario de Piatigorsk. En el balneario, repleto, cómo no, de gente adinerada y ociosa, así como de oficiales del ejército, Pechorin se reencuentra con un conocido, Grushnitski, quien siente por él una amistad y admiración no correspondidas, y conoce a la princesa Meri, un alma virtuosa, inocente y apasionada, a quien más le valdría no haberse metido en esta novela. Asimismo, nuestro héroe coincide allí también con Vera, un antiguo amor, hoy respetablemente casada. Y a través de este diario conseguimos montar buena parte de este fascinante rompecabezas psicológico, al que, afortunadamente, le faltan muchas piezas.

 Nikolai Solomónovich Martynov, el hombre que acabó con la vida de Lérmontov

Duelos, hastío, bandidos, princesas secuestradas, apuestos oficiales, picos escarpados y rápidos torrentes componen una obra que exige una relectura y otra más, aun sabiendo que nos volveremos a quedar con la sensación de que algo se nos escapa. Afirma Lérmontov en el prólogo que no se ha propuesto hacer el retrato de un hombre, sino de los vicios de una generación. Tras un narrador poco fiable como Pechorin, no me queda muy claro tampoco hasta qué punto hay que dar crédito a esas palabras, máxime teniendo en cuenta, como ya he dicho, que la novela tiene mucho de la propia vida del autor. Y de su muerte. Lérmontov murió en un duelo en Piatigorsk a la edad de 26 años, algo, por cierto, insultante para los blogueros cuarentones con veleidades literarias.

Memorial en el sitio donde tuvo lugar el duelo

Como ya os he dicho, nunca he llegado a comprender de verdad el romanticismo. Por eso, sigo sin saber si la pérdida, en tan sólo cuatro años, de Lérmontov y Pushkin en sendos duelos fue algo bueno o malo para el romanticismo.

12 comentarios:

  1. Viendo lo que está pasando, me atrevo a afirmar que la gran nación rusa, después del intervalo del comunismo, volvió a los brazos del romanticismo que tan bien va con el "alma rusa"... Has leído Повесть о настоящем человеке de Boris Polewoj?

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    1. Quizá tengas razón, y muchos no ven que la Rusia de Putin representa un regreso a los valores espirituales del romanticismo.
      Pues no conocía a Polevoi. Y para mi desazón, veo que es prácticamente imposible de encontrar, y en ruso está un poquito caro. A ver si en inglés tengo más suerte.

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  2. Hay cosas que nos atraen poderosamente sin que sepamos dar razón de ello. Supongo que recuerdas la divertida escena de "Un pez llamado Wanda" en la que John Cleese se desnuda mientras recita en ruso. Irresistible. Algo así me ha pasado a mí cuando he visto el título en cirílico de tu entrada. Ni idea (ó sólo muy leve, mi ruso se reduce a una docena de vocablos) de qué quería decir, pero me he ido como una flecha a leerla.
    ¿Quizás la atracción por lo ruso tiene algo que ver con el romanticismo?

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    1. Eso, que se lo pregunten a Jamie Lee Curtis ;-)
      Supongo que los lectores nos sentimos especialmente atraídos por otros alfabetos. Nos da la sensación, quizá, de que se trata de una especie de código secreto que nos abrirá la puerta a nuevas lecturas. En mis tiempos de estudiante, nos encantaba escribir mensajes en clave en los pupitres, que sólo otros iniciados podrían descifrar. Supongo que ahí hay algo romántico, sí.

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  3. Una entrada maravillosa, seguro que te encantará leer Время сэконд хэнд de Svetlana Aleksiyevich, veremos si sigue exisitiendo esa "alma rusa" y si se ve reforzada por el romanticismo emergente en la Rusia de Putin :) voy en la línea del comentario de Agnieszka, con decirte que se habla del Homus sovieticus, no es novela, es ensayo.

    Y había algo que quería preguntar, ¿sabrías dónde encontrar una edición de la familia Mashber e yiddish? Un abrazo.

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  4. Gracias, Yossi.
    Pues tampoco conocía a Alekeséyevich, pero ya he localizado una obra suya, sobre Chernóbil, en la red de bibliotecas.
    En cuanto a La familia Mashber, si buscas con el título original, Di mishpokhe Mashber (aunque la transcripción puede variar), aquí quizá lo puedas encontrar. Yo no sé utilizar el alfabeto hebreo: http://www.yiddishbookcenter.org/books/search
    Aquí, y en algunos otros sitios, está en versión digitalizada: http://schoollibrary.com/wplbn0003103671-di-mishpokhe-mashber-by-der-nister.aspx?
    Un abrazo.

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  5. Increíble... llevo tiempo buscando y está aquí, un pdf perfecto http://ia601407.us.archive.org/24/items/nybc200733/nybc200733.pdf la voy a imprimir y encuadernar. Muchísimas gracias!!!! Y los cuentos también!!! Muchísimas gracias. Un abrazo.

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    1. Me alegro de haberte sido de ayuda. ¡Y cómo te envidio que sepas yiddish!

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  6. Pues sin haber leído ninguna de las dos, solo por los comentarios que me había ido encontrando, pensaba que 'Oblomov' era mejor que 'Un héroe de nuestro tiempo'. De hecho, la que anda por casa es 'Un héroe...' y siempre que la veía en el estante me daba pena no tener 'Oblomov'.

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    1. No sé cuál de las dos será mejor. Las dos son grandes clásicos, pero son tan diferentes que compararlas es imposible. Si tienes ésta en casa, yo me lanzaba a por ella.
      Un saludo.

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  7. Jaja, pedantería no te falta no solamente en haber llamado "lengua de Putin" lo que antes se llamaba "lengua de Pushkin" sino también en ir colocando el título en ruso para el lector español y dándote el gusto de leerlo en el original. Millones de rusoparlantes pueden hacerlo pero nadie se pone pedante por ello.
    Por cierto, he encontrado un curioso artículo sobre la lengua de Putin: «Язык Путина» как предмет изучения для лингвистов.
    Tal vez sea de tu interés.
    https://ru.krymr.com/a/28698494.html

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