A ningún viajero le gusta saber que no queda en el planeta rincón por hollar, paisaje por descubrir, playa por tuitear ni tribu amazónica por infectar. Sin embargo, a todos los lectores nos encanta pensar que por allá donde vayamos probablemente habrá pasado ya algún escritor que habrá convertido ese café, esa iglesia, esa ciudad y sus habitantes en materia literaria. Paradojas del lector viajero.
Al igual que nos sucede cuando releemos un libro, uno no visita dos veces el mismo sitio. Aunque el billete de avión nos diga que volvemos a aquella ciudad que ya recorrimos el año pasado o hace tres lustros, a poco que observemos, veremos que el lugar ya no es exactamente el mismo, y que nosotros, el viajero, ya no somos aquél.
Y es que una de las ventajas de tener media familia desperdigada por Inglaterra y tres niños con los que hacer la obligada ronda de visitas es que, inevitablemente, uno vuelve, verano tras verano, a los mismos lugares, y se da cuenta de lo poco que los conoce. El redescubrimiento que de ellos hace el viajero puede venir por la vía poética, religiosa o filosófica, pero también, por qué no, puede llegar de un modo bastante más prosaico, como me ha ocurrido a mí.
El Puente Suspendido de Clifton, en Bristol
La ciudad tuvo su época de esplendor en los siglos XVII y XVIII, con el tráfico de esclavos. La abolición de la esclavitud a finales del XIX, así como la guerra con Francia en 1793, marcan el inicio del declive de su actividad comercial. Bristol se revela incapaz de competir con la industria del norte del país.
La estación de Temple Meads en los años 60
En la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de la Luftwaffe destruyeron gran parte de la ciudad, y la podría parecer que la reconstrucción que se llevó a cabo en los años 60, caracterizada por arquitectura brutalista y espantosos bloques de oficinas, tenía como finalidad rematar la faena que iniciaron los bombarderos alemanes. En fin, ése es el Bristol que yo conocía, hasta que este verano nos invitaron a hacer una visita a la ciudad a bordo de un autobús turístico. Mi experiencia con ese tipo de visita no era especialmente positiva, dado que ya había hecho una en mi propia ciudad (de nuevo, la suerte o desgracia de tener familia extranjera). En Barcelona, y aquí me vuelve a salir la vena antipatriótica, me había encontrado con una guía grabada donde, sorpresa sorpresa, nos informaban de la altura de los edificios y las fechas de construcción. En Bristol, por el contrario, nos encontramos con unos guías amenos, campechanos, inasequibles al desaliento ante la sosez de los pasajeros, y que no sé si nos descubrieron el lado oculto de la ciudad, pero desde luego nos hicieron ver la ciudad con otros ojos, y hasta nos dieron ganas de bajar y explorar la ciudad. Que sigue siendo fea, sí, pero con mucha belleza interior.
El histórico Llandoger Trow antes de la guerra.
El Llandoger Trow hoy
Prometo que en el próximo viaje me escaparé de los niños para tomarme una pinta en el Llandoger Trow, el pub donde se cuenta que Daniel Defoe conoció a Alexander Selkirk, inmortalizado luego como Robinson Crusoe, o que sirvió de inspiración a Robert Louis Stevenson para el Admiral Benbow Inn, de La isla del tesoro.
Este verano, Bristol fue escenario del Gromit Unleashed, es decir "Gromit sin correa", una exposición pública orgnizada con el fin de recaudar fondos para el Hospital de Niños de Bristol. En esta ciudad es donde se encuentran los estudios Aardman Animations, cuna de los geniales personajes de Wallace y Gromit. La exposición consistía en 80 esculturas de Gromit diseñadas por otros tantos artitas, y distribuidas por toda la ciudad. Nada glorioso, nada pretencioso, nada de "mira qué importantes somos", sino simplemente una excusa perfecta y desenfadada para que miles de turistas exploraran la ciudad mientras intentaban fotografiarse con todas las esculturas.
Otro de los escenarios habituales de mis veranos ingleses es el condado de Somerset, donde vive otra parte de la familia. Allí nos alojamos en un pequeñísimo pueblo a las afueras de Wells, ciudad famosa por su catedral y por la confusión de su nombre con Gales (Wales). Seguro que los lectores de Palencia me entienden. Wells forma parte del circuito tres en uno que lleva a los turistas a visitar en el mismo día Wells, Bath y Glastonbury. Esta última, aparte de por su festival de música, es conocida también por el número de hippies y druidas que la habitan. Ello se debe, sin duda, a que nos encontramos en tierras artúricas, y es que el monumento más conocido de esta ciudad es Glastonbury Tor, que se identifica con el Avalon de la leyenda de Arturo. La casa de mi suegra se encuentra en las Mendip Hills, y, a pesar del "spite wall" (un muro para joder el panorama) que un vecino se niega a derribar, desde ella se ve la torre en una vista parecida a ésta.
Vicar's Close, en Wells, es la calle residencial más antigua de Europa
La bonita ciudad de Nailsworth, donde desde hace unos años pasamos también unos días todos los veranos, no es especialmente conocida. Sin embargo, cuando uno dice que se encuentra en las colinas Cotswolds, y apenas a unos kilómetros de Stroud, los ingleses inmediatamente responden "ah ya, Laurie Lee".
Laurie Lee es toda una institución en Inglaterra, mientras que en nuestro país es un perfecto desconocido cuya novela emblema, Sidra con Rosie, está, si no me equivoco, descatalogada desde hace años. Hablaré en otro momento de esa novela, y por ahora me limitaré a señalar que las Cotswolds son un lugar precioso, donde los turistas extranjeros prácticamente no existen, y que tiene ciudades y parajes que bien vale la pena visitar. De hecho, toda la región está designada Área de Destacada Belleza Natural.
Cirencester, la ciudad más grande del Dsitrito de Cotswold
El último de los lugares a los que vuelvo todos los veranos está situado en un pueblecito de Hampshire, en la arquetípica campiña inglesa. Estamos en territorio Jane Austen.
Una hermosa vista al levantarse
Casas con tejado de paja, graneros reconvertidos en viviendas, jardines enormes con sus huertos y sus pequeñas granjas, vida rural llena de paz y armonía, este pueblecito de Hampshire es, para los amantes de la vida en el campo, un lugar idílico. Aquí la familia de mi mujer vive en una casa de no sé cuántos siglos, pero, a juzgar por los porrazos que me doy con las vigas de madera del techo, data de antes de que el homo sapiens diera el estirón. Es una casa algo incómoda, sí, pero absolutamente preciosa.
Y lo mejor de todo es que uno puede salir de paseo, cruzar prados, campos, bosques, y, tras encontrarse con un partido de criquet, llegar a la casa de Jane Austen. Para qué seguir.
En fin, que no quedarán rincones por hollar, pero los que me toca pisar, ¡qué bien hollados están!
No te quejes hombre que algunos nos hemos tenido que quedar castigados este año en la ciudad, sea por el motivo que sea…
ResponderEliminarSiempre me ha fascinado la campiña inglesa y de eso tienen mucha culpa todas esas lecturas victorianas (Austen, las Brönte…), bueno lo cierto es que toda la Gran Bretaña me llama la atención, si fuera por mí repetiría más de una vez pero mi mujer es de las que les gusta cambiar de aires, cuando se puede, y conocer sitios sieeeeempre nuevos. Conozco Londres que es una ciudad que me gusta mucho por múltiples razones que ahora serían largas de explicar, también por las referencias literarias que tengo de ella, of course!; y por supuesto Edimburgo (¿la conoces?) una ciudad que me robó algo más que el corazón cuando estuvimos por allí hace como tres años, y no solo por Sir Walter Scott, Glasgow es más feucha pero como city de rollo urbano tiene cierto encanto… tenemos pendiente subir a las Highlands, muchas ganas!!! A ver otro año si se tercia…
Bueno, que me ha parecido un muy buen trabajo este post tuyo, siempre se aprenden cosas nuevas, ya sabes, ese Bristol con tanta historia en sus rincones… Por cierto, muy chulas las fotos.
Regards, Vampiro.-
Gracias, Krust.
EliminarNo, si no me quejo, al contrario, me considero un privilegiado. Al fin y al cabo, viaje y alquiler de coche aparte, tengo las vacaciones pagadas en todos estos rincones de Inglaterra.
La campiña inglesa a mí también me atrae muchísimo, y no hay nada que me guste más que pasear por ella, con todas las evocaciones que me trae de Austen o Hardy.
En Londres he estado menos veces (no hay tanta confianza con la parte familiar londinense), y no lo conozco tan bien como me gustaría, pero para Londres siempre hay tiempo. Sí conozco Edimburgo, que me encanta, pero nunca he estado en Glasgow ni en las Highlands. Antes tendré que esperar a que los niños crezcan un poco y sean capaces de dar largas caminatas.
Saludos.
Y es que hay ciudades para volver y ciudades para irse; ciudades para leer y ciudades para escribir.
ResponderEliminarQué suerte tener una excusa de tanto peso para andar por ahí, Batboy. Tu primera ilustración de Bristol es genial. El cielo es cómo el de algunos cuadros de Levitane.
Pues Bristol no sé si será para vivir, pero, desde luego, para visitar, vale la pena.
EliminarY sí, la verdad es toda una suerte tener estas obligaciones familiares. Ojalá fueran todas así.
Voy a dejar testimonio de que, efectivamente, los lectores de Palencia te entienden. Muy buena la comparación.
ResponderEliminarGracias Urzay. Qué paciencia debéis de tener los palentinos.
EliminarEs una lástima que casi nadie conozca aquí "Sidra con Rosie", un libro tan hermoso. Tus descripciones de los Cotswolds dan de veras ganas de irse a vivir una temporadita allí. Gracias por este ameno recorrido inglés y por las bonitas fotos.
ResponderEliminarPues la verdad es que me he contenido mucho al hablar de las Cotswolds. Quería añadir más fotos mías, pero ocupan un montón y tengo entendido que blogger impone un límite al número de fotos. En cualquier caso, es una zona preciosa e interesantísima.
EliminarYa ves que las vacaciones de este año han dado incluso para una de tus divertidas entradas. Las islas siempre te retrotraen a la campiña y el sabor tradicional. Uno de mis más recordados viajes fue a los Highlands escoceses (tengo que volver).
ResponderEliminarUn abrazo y bienvenido.
Yo soy un urbanita por los cuatro costados, pero siempre que voy a estos lugares de Inglaterra vuelvo soñando con una vida en la campiña.
EliminarPara mí, las Highlands, como le decía a Krust, tendrán que esperar a que los niños estén un poco más creciditos, pero tengo muchísimas ganas de perderme por ahí.
Un abrazo.
En Palencia se vende una camiseta con el texto "Soy de Palencia con P".
ResponderEliminarBuen blog.
Pues me acabas de dar una idea estupenda para una camiseta que, con un poco de suerte, causará sensación en Barcelona.
EliminarUn saludo.
La verdad es que, a pesar de que yo también soy de los que me gusta variar, tener familia en otro países te permite crear ciertos lazos de familiaridad con paisajes y lugares muy diferentes al tuyo, y seguro que con cada viaje los ves diferentes.
ResponderEliminarPor cierto, qué acertado el término arquitectura "brutalista", al menos en el sentido que le podemos dar en español. Por las ciudades de periferia por las que me muevo también podemos ver ejemplos de ese tipo. Supongo que en algún futuro también serán motivo de tours turísticos...
Supongo que cuando mis hijos sean un poco mayores, variaremos un poco más. De momento, intento aprovechar al máximo lo que me ofrece esta rutina veraniega.
EliminarA mí también me sorprendió que "arquitectura brutalista" fuera un término reconocido. Es muy acertado, y bastante más suave que el que yo le hubiera dado.
Saludos.
Qué charm, qué campiña, qué envidia cochina.
ResponderEliminarxxx
Sonia
No era mi intención dar envidia. Pero sí ;-)
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