jueves, 4 de abril de 2013

Una lectura primeriza de Ulysses

Desde hace unos días, soy miembro de un club bastante selecto. He de decir que la pertenencia a este club no me llena de un especial orgullo, pues el ingreso en él no tiene demasiado mérito. El club, como ya habréis imaginado, es el llamado "Yo he leído Ulysses".
He descubierto que dentro del club hay diferentes categorías, aunque el modo en que éstas están organizadas todavía no lo entiendo muy bien. No he averiguado, por ejemplo, cuál es la categoría VIP ni cuál la de menor rango, si es que las hay; de hecho parece que se puede pertenecer a más de una a la vez. Yo, por ejemplo, tengo un carnet donde dice "no entendí ni papa", que es bastante fácil de conseguir. También tengo otro que reza "he disfrutado como un enano", aunque éste no te lo conceden tan fácilmente. Ahora estoy en trámites de que me entreguen uno donde ponga "lo voy a leer otra vez".

Como todas las grandes obras, el Ulysses sólo tenía un comienzo posible

Tonterías aparte, la verdad es que la lectura del Ulysses me ha dejado, como no podía ser de otra manera, con multitud de preguntas. Sin embargo, estas preguntas no se refieren a la trama, ni al estilo, ni al autor, ni a la revolución literaria que supuso esta obra. Las preguntas que me surgían son del tipo:

¿Puede un lector completar la lectura de una obra de mil páginas cuando en la 200 ya se ha perdido completamente?
Más interesante todavía me resulta ésta: ¿se puede disfrutar de una obra de la que no hemos entendido ni papa?

El Ulysses es para muchos lectores un "reto", una de esas obras que "hay que leer", y suele estar en las listas de propósitos para el nuevo año de muchos lectores. Parece que uno no puede considerarse lector si antes no ha tachado en su lista la obra de Joyce. Algo parecido sucede con el turista que cree que no puede irse de Barcelona sin haber visitado el Museo Picasso, o dejar Vienna sin haber asistido a un concierto de Mozart, cuando en realidad no le gusta el arte abstracto y aborrece la música clásica. ¿Y para qué te metes? Del mismo modo, del Ulysses, aunque no todos lo hayan leído, sí se sabe lo suficiente como para que nadie se sienta embaucado.
¿Y qué es lo que sabemos del Ulysses antes de leerlo? Sabemos que se trata de una obra "muy difícil", y que ha desanimado a los lectores más intrépidos. Sabemos también que en ella Joyce desarrolló (que no inventó) el flujo de conciencia y lo llevó hasta sus penúltimas consecuencias. Sabemos que la obra fue tildada, en muchos círculos, de obscena. Sabemos que está situada en Dublín, que transcurre a lo largo de veinticuatro horas, y que nos narra los acontecimientos, muchos de ellos aparentemente banales, de varios personajes. Y sabemos, finalmente, que hay un paralelismo entre la estructura de esta obra y La Odisea de Homero.

Algunas de estas verdades sobre el Ulysses merecen de mi parte una matización. Empecemos con las menores. ¿Qué hay del flujo de conciencia? Pues que es tan sólo uno más de los muchos flujos que discurren por la obra. En Ulysses los personajes cagan, mean, se hacen pajas, vomitan, se sacan los mocos y menstrúan. De ahí la obscenidad. Y esta irreverencia escatológica no es más que una muestra de una irreverencia mucho mayor: la de la literatura misma, la del concepto de cultura. Es ahí, mucho más que en su estilo, donde radica el carácter llámese innovador, radical, rupturista o visionario de la obra. Puede decirse que, entre muchísimas otras cosas, el Ulysses representa la cúspide de la desacralización de la tradición literaria. Es el modernismo, dicen.

Algunos dicen que el Ulysses es esto

En cualquier caso, la obra nos muestra por lo menos dos tipos de flujo de conciencia completamente diferentes entre sí. En el primero de ellos la voz del personaje se mezcla con la narración, descripción y diálogo, y el resultado, así, no difiere demasiado de lo que hicieron otros autores como Sterne, Poe, o incluso Chéjov y Tolstoi. En el conocidísimo monólogo final de Molly Bloom, por otra parte, nos encontramos con un stream of consicousness puro y duro, en el que la corriente del lenguaje, sin un solo punto ni una sola coma, con sus recuerdos, a veces inconexos, y sus asociaciones de ideas, arrastra al lector en un torrente imparable y fascinante.

¿Qué hay de los paralelismos con La Odisea? Están ahí, supongo, aunque hace muy bien Declan Kiberd en su brillante introducción al advertirnos de que la búsqueda de dichos paralelismos es (o fue) más un juego de eruditos que otra cosa. "¡Anda, mira! Aquí hay un eco de Circe. Y ésta es la Escila" "¡Yo he encontrado a Telémaco!". Hoy se pueden encontrar todos esos ecos en la red. A algunos lectores les divierte mucho ese tipo de juegos que los modernos llaman "guiños". A mí no. Y por otra parte, ¿no se dice de incontables novelas que son una recreación de los temas universales y primigenios presentes en la obra de Homero?

¿Pero es que ningún otro famoso lo ha leído? Os reto a que lo encontréis

Y finalmente, ¿es verdaderamente tan difícil como dicen? Sí y no. Porque cuando una obra es tan extremadamente compleja que el lector no se entera de nada, tiene lugar una reacción química que la convierte en una lectura de lo más fluida y sencilla. Sencillamente, nos dejamos llevar, que es lo mejor que se puede hacer cuando la corriente es demasiado fuerte para nadar contra ella.

Naturalmente, exagero un poco (pero muy poquito) cuando digo que no me he enterado de nada. Algunas escenas son relativamente fáciles de seguir, por lo menos en términos de qué está pasando y quién es este personaje. Como ya he señalado, las primeras ciento y pico páginas siguen un camino narrativo más o menos "tradicional". Llega, sin embargo, un momento en que el intrépido lector se pregunta: ¿dónde te has metido, imprudente? Yo, que me consideraba lo bastante "maduro" para abordar esta obra, ¿lo estaba?

Dibujo de Leopold Bloom por Joyce

Hacía mucho tiempo que este libro figuraba entre mis propósitos de lectura para el nuevo año (sí, yo también), pero fue Nabokov, con el apasionante análisis que hace de la obra en su Curso de literatura europea, que leí hace unos meses, quien me dio el empujoncito definitivo para meterme de lleno en esta lectura. Y cuando al final lo hice, tomé antes un par de decisiones que han sido cruciales en el placer que me ha proporcionado. La primera de ellas era simplemente la de seguir adelante en todo momento,  por muy perdido que estuviera. ¿Por qué tomé esa decisión, cuando ya hace tiempo que perdí el miedo a abandonar libros, por muy obras maestras que sean? No lo sé, la verdad. Quizá a veces las recomendaciones entusiastas surten resultado.

La segunda era no utilizar en ningún momento una "guía de lectura" de ésas que ayudan al lector a saber qué esta pasando. Habría sido muy fácil ir a wikipedia (o volver al libro de Nabokov) y ver dónde estaba situada la escena que estaba leyendo y qué ocurría en ella. Pero, la verdad, me habría sentido bastante tonto recurriendo a alguien para que me interpretara lo que estaba leyendo, y la lectura se habría vuelto mucho más pesada. Como señalo en el título, la mía ha sido una lectura primeriza, y en éstas, en mi opinión, el lector debe enfrentarse a la obra con lo puesto. ¿Que no he entendido nada? Es posible, pero he conseguido algo de lo que no todos pueden presumir: he disfrutado desde la primera hasta la última página, he sido testigo del momento en que la literatura cambió para siempre, y lo he hecho de un modo parecido a como lo hizo un lector cualquiera en 1922; me he sumergido en una obra con incontables y, todavía hoy, sorprendentes recursos estilísticos y, sobre todo, en la que el autor despliega una creatividad lingüística infinita; y por último, he experimentado el inmenso placer de sentirme sometido y humillado por una inteligencia superior. Sí, leer el Ulysses tiene algo de sado-masoquismo.

En la o las lecturas segundonas que llegaren, y que llegarán,  ya habrá tiempo para consultar esas guías. Quizá la película también pueda ayudar.

Ulysses (1967), de Joseph Strick


Y si andáis un poco justos de tiempo, aquí tenéis una versión condensada. El Ulysses en cinco minutos


15 comentarios:

  1. A mí, sin embargo, me proporcionó el mismo placer que si estuviera leyendo en angoleño o en algún dialecto sudaní. Es decir, ninguno. No puedo disfrutar de algo en lo que no puedo, al menos, entrar.

    Y lo he intentado en varias ocasiones.

    Un abrazo.

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    1. La verdad es que te entiendo perfectamente. A mí, en este caso, me ha pasado como al del chiste de Eugenio:
      - A mí me encanta jugar al póker y perder.
      - Oye, ¿y ganar?
      - ¡Uf! Ganar tiene que ser la hostia.
      Pues bien, a mí me encanta leer un libro y no entenderlo.
      Un abrazo.

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    2. Jajaja.

      Yo de Joyce me quedo con Dublineses ("Los muertos" es un cuento espectacular) y puedo llegar hasta el Retrato del artista adolescente. Pero no más.

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  2. Buena teoría la de los carnets... Por mi parte, yo tengo uno que pone "lo dejé a la mitad porque la lectura me superaba, pero llegar hasta ahí fue toda una experiencia". Tengo pendiente retomarlo en alguna otra ocasión, a ver qué se siente con una segunda lectura. Eso sí, nada de andar con la guía de lectura al lado, tengo claro que tiene una vertiente visceral en la que hay que meterse como quien se zambulle en la piscina: sin miedo y sin flotador.

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    1. Yo soy cosnciente de que, por muchas veces que lo lea, con o sin guía, el Ulysses siempre me superará. Y eso es lo que lo que hace grande al libro.
      ¡Al agua, patos!

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  3. A mí Joyce me derrotó justo antes del comienzo de la tercera parte. Una pena, porque como bien dices, se disfruta mucho de este libro, aun cuando uno esté perdido, desorientado, confuso. La que de momento no pienso acometer es Finnegans Wake, porque mi comprensión y buena voluntad tienen un límite. Soy un ser humano, soy imperfecto.

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    1. Yo Finnegans Wake tampoco me lo planteo. Creo que ahí Joyce se pasó de rosca, y además mi capacidad de disfrute tiene un límite.

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  4. Muy valiente esa manera de afrontar el libro y reconozco que me da un poco de envidia, yo no me atreví a hacer una lectura "desnuda" sin ayuda, y leí la edición de Cátedra que es magnífica, aunque es cierto que le resta cierto mérito a la lectura, ya que señala todas esas erudiciones (la aparición de la Odisea, las palabras en gaélico y otros cultismo solo a la altura de muy pocos) y además hay un pequeño resumen de cada capítulo que explica qué vas a encontrarte en él. Yo lo necesité así, y de ese modo pude dejarme llevar en cada capítulo y disfrutar del cómo está escrito sin preocuparme de si entendía de qué me estaban hablando porque eso ya me lo habían contado en el resumen. De todos modos, es una lectura creo que vale la pena afrontar, que nos empequeñece como lectores, te das cuenta de que no has leído tanto, que no tienes ni idea, pero a la vez, te anima a leer más, a descubrir. Un gran reto sería leerlo en inglés que es donde se ven realmente todas esos complicados juegos de lenguaje que manejaba Joyce (algunos ejemplos aparecen también en mi edición), aunque ese reto ya no sé si me atreveré a abordarlo. Un abrazo

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    1. Yo lo he leído en inglés. Creo que en una obra como ésta es especialmente importante. Y la verdad, si tu nivel de inglés te permite leer otras novelas, no creo que ésta plantee más dificultades de las que pueda plantear la traducción.
      A mí, más que las referencias a la Odisea o las palabras en gaélico, tan a mi alcance o no como para un lector inglés, me han resultado complicadas las referencias a la política y a la historia irlandesa.
      La verdad es que es un libro inmenso, en todos los sentidos.
      Un abrazo.

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  5. Yo pertenezco al multitudinario club del "Yo no he leído el Ulysses", categoría "No me apetece, de momento", subdivisión "Me da un poquito de miedo aburrirme soberanamente", apartado "Soy de lecturas no tan complicadas". Vamos que soy un cagón.
    Tu escrito divertidísimo.
    Un abrazo.

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    1. Pues te aseguro que, aunque a muchos les cueste creerlo, yo me lo he pasado pipa con este libro. Mehaparecido divertido, ameno y, sinceramente, me ha encantado leer páginas y páginas seguidas sin entender nada. No sé si será oportuna la comparación, pero Bill Bryson dice en uno de sus libros que, pese a ser un viajero empedernido, sólo habla inglés, y que uno de los mayores placeres de viajar consiste en estar en un país y no entender nada de lo la gente dice ni de lo que ves escrito. Pues bien, a ratos, Ulysses me ha proporcionado un placer parecido.
      Un abrazo.

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  6. A mí me pasó algo parecido, también me dejé arrastrar por la prosa de la novela y fui consciente de no entender demasiado. Pero aún así lo terminé. Fue una lectura menos concienciada que la tuya porque ni siquiera había leído antes el estudio de Nabokov y porque era demasiado joven, creo. Ahora, tras haber pasado por la universidad y haber leído lo mío, sería el momento de intentarlo de nuevo, pero creo que no me apetece.
    Saludos

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    1. Gracias por tu comentario, Molina.
      Con algunos libros es recomendable esperar el momento adecuado para leerlos. Con éste, es imprescindible (me refiero a la relectura, no a que fueras demasiado joven). Yo estoy convencido de que lo releeré, y, si no tuviera tantas otras lecturas más o menos urgentes, lo haría ya mismo.
      Un saludo, y enhorabuena por tu blog. Me parece muy interesante.

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  7. Creo que uno de los aspectos menos señalados del "Ulises" es su humor. Yo me reía a veces muchísimo leyéndolo, aunque otras, aún más abundantes, me regodeaba pensando en lo que Joyce se debía de haber descojonado por adelantado de sus lectores. Por otra parte, respecto a la relación con la Odisea, más que la tupida maraña de relaciones intertextuales que pueblan cada página, la principal asociación entre ambas obras es la del lector con Ulises, pues la auténtica odisea, el viaje entre escollos, brujas y dioses adversos, es su lectura.
    Un saludo.

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    1. Eso es precisamente lo que le comentaba a Carlos, lo divertido que me ha parecido el libro.
      Muy buena la identificación del lector con Ulises. Cuando acabé el libro, a mi mujer le costó reconocerme.
      Saludos.

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