sábado, 16 de febrero de 2013

Oblomov, de Iván Goncharov


A pesar de que, no sin cierta fatuidad, me jacto de ser rusófilo, e imagino que en otra vida fui funcionario del grado más bajo en el San Petersburgo imperial, hasta ahora no había leído este clásico de las letras rusas. ¿Y por qué? Sería fácil decir que yo también sufro de oblomovismo, pero tal alegación se ha convertido ya en lugar común. Es como los que pillan un resfriado y lo llaman gripe. No, el oblomovismo es una cosa muy seria y no hay que confundirlo con la indolencia, la pereza, o la falta de curiosidad.

Algunos días de la vida de Oblomov, dirigida en 1979 por Nikita Mikhalkov

Es bien conocida la historia que nos cuenta Goncharov en esta novela. Ilya Ilyich Oblomov es un terrateniente que desde hace años no hace prácticamente más que levantarse de la cama para tumbarse en el sofá y viceversa, desde donde, envuelto en una raída bata, se pasa el día comiendo, durmiendo o recibiendo visitas. Su criado Zakhar y él se echan continuamente los trastos a la cabeza, pero en el fondo se respetan mutuamente y, sobre todo, saben que la desidia de uno se complementa a la perfección con la apatía del otro. Pero este modo, digamos, de vida tiene un precio. Las tierras producen menos, los campesinos se escaquean de pagar sus impuestos, el señorito no se da cuenta de que sus amigos lo están dejando sin blanca, y Oblomovka, la residencia familiar en el campo, se cae a pedazos. Su amigo Stolz le insta a cambiar de vida, a actuar, a trabajar, a viajar, a quitarse esa asquerosa bata. Y nuestro héroe implora que le dejen de dar la brasa. Pero un día llega el amor...


El origen de la novela está en un relato titulado "El sueño de Oblomov"


A partir de un planteamiento tan sencillo, y con una obra de más de 500 páginas en la que sucede muy poco, Iván Goncharov consiguió no sólo crear una novela que trasciende época y fronteras, sino que dio vida a uno de esos personajes que alcanzan la categoría de símbolo. De hecho, se dice que Oblomov personifica la decadencia de la pequeña nobleza rusa, a la que, décadas más tarde Chéjov magistralmente terminó de fulminar; otros van más lejos, y sostienen que esa apatía y ese conformismo no son exclusivos de la nobleza, sino que son un mal común en Rusia. "El viejo Oblomov sigue entre nosotros", escribió Lenin en 1920.

La famosa foto de los escritores de la revista Sovremennik. Un oblomóvico Goncharov, a la izquierda, echando una miradita a su amigo y futuro odiado Turguenev. Tolstoi, de uniforme y a su bola.

Goncharov fue un autor muy poco prolífico, que, aparte de la que nos ocupa, apenas escribió dos novelas más y unos pocos relatos que, a lo sumo, le habrían otorgado un discreto lugar en algún manual de literatura. Sin embargo, con esta novela tocada por la gracia, se ganó un puesto entre los clásicos, y no es exagerado afirmar que Oblomov es una de las grandes novelas europeas del s. XIX. Se publicó en 1859, es decir tres años después de Madame Bovary. En cierto sentido, Oblomov representa el lado opuesto de la obra de Flaubert. En 1892, un filósofo francés llamado Jules de Gaultier acuñó el término bovarismo, para referirse al estado de insatisfacción crónica de una persona, que se traduce en un intento de escapar mediante la realización de sueños vanos y desmesurados extraídos de la ficción. Pues bien, Stolz, el amigo de nuestro héroe, acuña el término oblomovismo (en mi traducción, oblomovitis (!)) para designar todo lo contrario: un estado de indiferencia crónica, que se traduce en el empeño de aferrarse al tedio, la rutina, la mediocridad y la falta absoluta de interés por nada.

"Cómo Ilyusha se convirtió en Ilya Ilyich". Oblomov nunca se puso él solo los calcetines

La novela, no obstante, es mucho más que un tratado sobre el oblomovismo. El argumento, como ya hemos señalado, es de lo más sencillo, pero los temas que en ella se reflejan tienen mucha enjundia. En primer lugar, y de manera obvia, está la filosófica cuestión del para qué. ¿Para qué todo esto? ¿Levantarse, trabajar, sufrir? ¿Nacer, crecer, reproducirse? Y en segundo lugar, vienen todas las demás: la servidumbre del campesinado (abolida por Alejandro II dos años más tarde de la publicación de la novela), el papel de la mujer en la sociedad, y, quizá en una de sus primeras manifestaciones, la oposición entre Asia y Europa, entre eslavófilos y occidentalistas. A este respecto, cabe señalar, como hace Orlando Figes en El baile de Natacha, que Goncharov hizo gran hincapié en el origen asiático de la infame y simbólica bata de Oblomov: "una auténtica bata oriental (...) sin el menor rastro de Europa". Y recordemos que desde el primer momento, el inquieto, emprendedor y moderno Stolz, hijo de alemán, le insiste a nuestro héroe para que se deshaga de una vez por todas de esa bata.

La inolvidable imagen de Agafia y sus inquietos codos, tras la cortina

Si el protagonista se ha convertido en un arquetipo reconocido en todo el mundo, ello se debe no sólo a su carácter simbólico, sino sobre todo al exquisito retrato psicológico que hace de él Goncharov. Así, Oblomov, que de entrada tiene todas las de perder para ganarse las simpatías del lector, se erige como un auténtico héroe, cuya bondad se impone, en el recuerdo de quienes lo conocen, sobre su papel de víctima. Una bondad, señalémoslo, totalmente alejada de la santurronería, dado que, en primer lugar, no olvidemos que hacer el mal cansa más que ser buena persona. Y en segundo lugar, no nos cabe ni la más mínima duda de que cuando Oblomov insiste una y otra vez en su renuncia a la felicidad por el bien de su amada, es absolutamente sincero.
También los retratos de su criado Zakhar, de su amada Olga, o de su casera Agafia y sus irresistibles codos son inolvidables, propios de un grandísimo escritor (es de lamentar que el mismo Goncharov no estuviera libre de oblomovismo, y que además se volviera paranoico en sus últimos años, asegurando que Turguenev le plagiaba las ideas), y poco importa que, por el contrario, Stolz le saliera tan, tan bueno, y Tarateyev tan requetemalo.


Son muchos los que ven en el oblomovismo una actitud ante la vida, y no una carencia. No sé qué pensar al respecto. En cualquiera de los dos casos, en nuestro héroe esta condición se manifiesta en un miedo al cambio, una repulsión ante el afán, y un horror ante la pasión. Naturalmente, el amor arrasa con todo, pero sus efectos secundarios son igualmente nocivos: desde ese momento Oblomov sí percibe su condición como un mal, el mal de los muertos en vida. Él no sólo no se cura, sino que además ahora es consciente de su enfermedad. ¿Puede decirse, así, que el oblomovismo nos protege de la muerte, dado que sólo puede morir quien está vivo? El constraste entre Oblomov y Olga adquiriría, desde este punto de vista, mayor relevancia todavía. En este sentido, quiero señalar un pasaje situado hacia el final de la novela, unas líneas maravillosas sobre el modo en que Olga se enfrenta a su felicidad y vislumbra su porvenir:

Miraba con miedo al futuro, donde, como decía él, los esperaban problemas, tragedias y dolor. No soñaba ya con una noche azul; otra perspectiva se desplegaba ante ella, una que no era traslúcida ni alegre, que no rebosaba paz y abundancia, con ella y él solos. No, lo que veía era una serie de privaciones y pérdidas cubiertas de lágrimas, inevitables sacrificios, una vida de ayuno y renuncias forzadas, (...) soñaba con enfermedades, con ruina económica, con la muerte de su marido... Se estremeció, se desanimó, pero contempló con valor y curiosidad ese nuevo aspecto de la vida, lo examinó con horror y midió sus fuerzas con él... Tan sólo el amor no la traicionaba en ese sueño.

Al leer esas líneas, me vino a la mente la grandiosa escena final de Six feet under, que además me va a venir de perlas para poner punto final.

(Si hay alguien que no ha visto esta serie, le advierto que ésta es la madre de todos los SPOILERS).


P.D. No quepo en mí de gozo: ¡acabo de encontrar la película de Mikhalkov con subtítulos en inglés!
Aquí está.

15 comentarios:

  1. Empiezo por el final, Batboy, que es darte las gracias por el enlace de la película. En cuanto tenga un rato, me voy a poner a disfrutarla en posición oblomovita -esto es, tirado en el sillón- y, con la ventaja de ese objeto maravilloso que hubiera sido la lámpara de Aladino de Oblómov, el mando a distancia. Con que sea la quinta parte de buena de lo que es la novela me daré por satisfecho.
    En cuanto a la esencia del oblomovismo, me gusta esa idea que lo opone al bovarismo (aunque esto último me parece una variante femenina del quijotismo); lo cierto es que esa actitud no es algo aislado en el mundo ruso. Cuando uno conoce y se relaciona con gente de ese país, tarde o temprano acaba conociendo a un Oblómov. Yo tengo a un alumno así, que pone a prueba todos los días mi paciencia. Recientemente le he puesto de lectura esta novela de Goncharov.
    Por último, me parece excelente que de vez en cuando asomen clásicos como este en las páginas de mis blogs amigos: merecen mucho la pena recomendaciones entusiastas como las tuyas de obras que, aunque no sean novedades, no han dejado de ser modernas.
    Un saludo.

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    1. Gracias a ti, Ricardo.
      Si la peli tiene el sello MIkhalkov, seguro que es buena. Además, como toda buena adaptación, parece que no se aferra a la obra.
      Creo que hay muchos tipos de oblomovismo, también en la piel de toro. El original, no obstante, me parece más digno.
      Y en cuanto a los clásicos, la verdad es que incluso mientras leía esta novela, tenía que cerrar los ojos y taparme los oídos para no sucumbir ante el canto de sirena de Jenofonte, que me intentaba seducir desde la estantería.

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  2. He disfrutado mucho de tu comentario y de las preciosas ilustraciones con que (¡como siempre!)lo ilustras.¡Qué bonita la antigua edición de Penguin! Oblómov es uno de mis personajes favortios de la literatura mundial y me ha encantado tu comparación entre el bovarismo y la oblomovitis. Dos libros que todo el mundo debiera leer para enriquecer su conocimiento del ser humano. Guardaré ese enlace a la película de Mijalkov, que promete muchísimo.

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    1. Gracias, Elena.
      Pues la portada de mi Penguin Classics no era la que ves aquí, sino otra con un detalle de un cuadro de Chagall. Por alguna razón, parece que hay gente, incluso en Penguin, que piensa que la vida en el shtetl representa la "esencia rusa".
      Yo también, desde este momento, tengo a Oblomov como uno de mis personajes favoritos de la literatura.
      Un saludo.

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  3. Es un personaje inolvidable, uno de los grandes, que se ha agigantado con el tiempo y ha devorado y borrado a su autor. Es una actitud ante la vida, desde luego, una especie de Sísifo con pipas y en la cama. Un absurdista adelantado.

    Delicioso post.

    Abrazo.

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    1. Muchas gracias, Barbusse.
      Genial lo de Sísifo con pipas y en la cama. Como le he comentado a Ricardo, si es una actitud ante la vida, pocos han adoptado esa actitud con tanta dignidad como nuestro héroe. ¿Onetti quizás?

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  4. Una de las pocas piezas clave del XIX que no he leído, y no por falta de ganas, sino casi por distracción, por descuido, por pereza... ¿Oblomovismo, tal vez? Su reseña me ha dado gana inmensa de echarle el ojo encima. Veo que ha leído también El baile de Natacha. De Figes he disfrutado y mucho con sus estudios de la revolución y de la represión estalinista. ¿Imagino que este baile de Natacha estará a la altura, o tal vez me equivoco?

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    1. Anda que si yo contara o contase las piezas clave del XIX que me falta leer a mí. Pero tdo llegará.
      En cuanto a Figes, supongo que se refiere a La revolución traicionada y Los que susurran. El primero no lo he leído todavía, y el segundo me sobrecogió en cada una de sus páginas. Tenga por seguro que EL baile de Natacha está a la altura. Una delicia de principio a fin.

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  5. Me gustan los antihéroes, los tipos banales de la literatura porque probablemente son personajes dificultosos para extraer buena literatura de ellos. La aventura de lo cotidiano es la más difícil de todas. Oblomov como los personajes de los cuentos de Chéjov se nos hacen deliciosos por ello mismo. Y sí, yo también soy fan (o al menos lo era) de Mikhalkov porque supo atrapar muy bien el carácter ruso que definían estos literatos en "Ojos negros" o "Quemado por el sol".
    Un abrazo y siento no acudir más rápido a tus interesantes entradas, pero estoy un poco out.

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    1. Faltaría más, Carlos. A ver si ahora va a haber que fichar para pasarse por aquí ;-)
      La verdad es que lo defines perfectamente: la banalidad y la aventura de lo cotidiano.
      Ésas son también las dos películas que he visto de Mikhalkov, y me encantaron, así que me estoy frotando las manos acechando el momento para ver Oblomov.
      Un abrazo.

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  6. Qué de maravillas encontrar este espacio dedicado a Oblomov. Mil gracias por el enlace a la película. Me ha gustado mucho tu comentario. El éxito de la novela está en la atenta y acuciosa mirada del autor sobre diversos temas y su extraordinaria manera de contarla. La estoy disfrutando un montón.

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    1. Pues la disfrutarás hasta la última página. La película es preciosa, y la música, aunque está más pasada que un traje de marinerito, queda muy bien con el aire de nostalgia que la impregna.
      Un saludo

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    2. Pues sí, la disfruté hasta la última página, pero no he podido ver la película, he tenido problemas en bajarla. Sigo intentando.

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  7. Acabo de leer toda la novela, y caramba, es una obra maestra. Sin más qué decir. No sabes cuán me vi reflejado en algunos aspectos con Oblómov, y para bien; más allá del mensaje peyorativo a la pereza sirve como una gran lección de qué no le debemos de tenerle miedo a la vida, que merece la pena sus sabores y sin sabores. Oblómov siempre fue un caso perdido pues como le comenta su amigo Andrés Stloz "tú ya estás muerto desde niño" ya que su amigo alemán tenía noción que la pereza de su mejor amigo venía de raíces profundas, o sea, por la forma que lo educaron... con creencias banales, le inculcaron miedos psicológico para que el pequeño Oblómov no explorara el mundo por su cuenta debido a una madre muy obsesiva y recelosa en su cuidado, en contraste, su padre perezoso y satisfecho consigo mismo sin prestarle mucha atención a su hijo.

    Cuando Oblómov erase niño tenía ansias de vivir, de explorar, de saber, empero, la educación de la pereza, de la zona de confort, de buscar pretextos para todo y evitar cambios brucos... todo ello lo fue obteniendo. Más allá de un reflejo socio político de la Rusia Zarista del siglo XLX diría que incluso es una novela con matices psicológicos. Ya que en ocasiones el autor intenta profundizar los motivos de la vida...

    Oblómov es apático y comprende la vida en esencia, al menos en la teoría, empero, no la quiere vivir; le tiene cierto repudio y únicamente se queda en su mundo creado por su mente y educación. Entre tanto, Olga, su pareja, es una mujer con vivaz interés a la vida, muy curiosa, inteligente y con sed de conocimiento... La mujer crée enamorarse de Oblómov, empero, éste atisba a sentir que ella ha tenido seria equivocación con él, que es una confusión de entre piedad en quererlo ayudar en que se supere sin embargo él siempre está consciente que él no la quiere. Paradójicamente cuando Olga adquiere madurez por medio de su amarga experiencia con Oblómov es cuando Andrés se comienza a fijar en ella, ¿por qué? porque la atisba a ver en una mujer más serena, más inteligente y experimentado y eso le hace crear una mayor atracción con ella. Antes la veía como una amiga curiosa en conocimiento y con potencial, y ahora, se enamora de ella.

    Ufff, son tantas cosas de qué hablar de esta novela. Realmente una verdadera obra maestra de los clásicos universales, y como tal, un atemporal. Me gusto bastnate el final de la obra cuando Andrés le dice a un amigo escritor "apúntalo, tal vez le sirva esto a alguien" haciendo referencia a la vida de Oblómov, y claro, el escritor dejando un mensaje reflexivo sobre la vida como punto de partida la apatía de Oblomóv.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Eduardo, que es en sí toda una reseña.
      Coincido contigo en la idea del mensaje positivo de la novela, más allá de la crítica a ese pecado de la aristocracia rusa. Y desde luego que el aspecto psicológico es fundamental en la obra.
      Como señalaba en la entrada, Goncharov fue un autor muy poco prolífico, y nunca sabremos hasta dónde habría llegado si él mismo no hubiera sufrido de oblomovismo, pero es indudable que esta novela es una obra maestra.
      Un saludo.

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