jueves, 6 de enero de 2011
Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard
Yo creo que me he puesto enfermo leyendo este libro.
Sabía poco de Bernhard, pero todo bueno. Alguien que despotrica de su propio país y lo desprecia hasta el punto de prohibir, en su testamento, que se representen allí sus obras merece, de entrada, un voto de confianza.
Y casi todo lo demás que usted siempre quiso saber sobre Bernhard pero ... está en este libro.
Relatos autobiográficos es una pentalogía publicada entre 1975 y 1982. Y los cinco libros, juntos o por separado, tumban de espaldas.
En el primero de los libros, El origen, descubrimos que había algo que Bernhard odiara más que Austria: Salzburgo.
La capital mundial de la música es una ciudad provinciana y deshumanizada, que "destruye y aniquila el espíritu". Sus habitantes, provincianos despreciables, satisfechos de su mediocre pequeñoburguesez, abrazaron el nazismo con la misma facilidad con que hoy afirman que apenas recuerdan ese tiempo.
Este primer libro se centra en los años de Bernhard en la escuela secundaria, un centro de producción de nazis que, una vez concluida la guerra, fue a parar a manos de la iglesia católica. Hay que decir que, para Bernhard, nazismo e iglesia católica son poco menos que la misma cosa.
Cada uno de los cinco libros, quizá excepto el último, Un Niño, nos muestra un momento muy concreto de la vida del autor. El Sótano se centra en una de sus épocas más felices, o más propiamente dicho, menos miserables de toda su miserable existencia. Una mañana, camino del instituto, decidió "ir en la dirección opuesta", se metió en una oficina de empleo y rechazó oferta tras oferta hasta que le ofrecieron uno de mozo de almacén en el barrio más pobre y de peor reputación de toda la ciudad. Allí, en esa "antesala del infierno", Bernhard se sentiría como en casa.
Y éste es Bernhard. Para el que quiera más, hay tres libros más en el volumen: El Aliento, El Frío y la ya mencionada Un Niño.
Es difícil decir cuál es el más impresionante. El más memorable. El más deprimente. Pero creo que el tercero y cuarto, en los que Bernhard nos describe sus estancias en una sala de hospital donde iban a parar los enfermos totalmente desahuciados, o en un sanatorio para tuberculosos, han sido los que me han puesto malo. Tanto esputo, tanto cáncer, tantos gritos de agonía, tantas botellas para escupir no pueden ser buenas para el lector.
La verdad sea dicha, Bernhard no tuvo una infancia y adolescencia fáciles. Hijo ilegítimo, nunca pudo vencer, a ojos de su madre, al padre biológico que la abandonó. El marido de ésta se limitó a ser su tutor, negándose así a darle su apellido. Sólo su abuelo, anarquista y supuesto escritor, le proporcionó consuelo, felicidad, fe en sí mismo e ideas, al tiempo que le contagiaba sus más enfermizas obsesiones. Desde sus más tiernos años, al niño le rondaba la idea del suicidio, alentada, cómo no, por abuelito dime tú. Pero siempre fue, nos dice, demasiado cobarde para llevarlo a cabo. Y leyendo algunas de las experiencias que cuenta en esta absoluta obra maestra del género autobiográfico, la verdad, no me extraña que no pudiera sacarse esos pensamientos de la cabeza.
La escritura de Bernhard es difícil de olvidar. Especialmente en los dos primeros libros, el lector cree estar leyendo a un demente, pero eso sí, un demente lúcido. Bastante. Casi. Bernhard expresa su odio por esto, su aborrecimiento de aquello, lo justifica, lo repite, reincide, vuelve, da un paso adelante, tres para atrás, repite palabras, ideas y frases, y vuelve a ellas sin dar respiro al lector.
Y cuando digo que me he puesto malo leyéndolo, lo digo con esputo.
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Hace tiempo que no ataco a Bernhard, pero durante unos años fue uno de los europeos a los que seguí de manera irregular. Es curioso, porque esa irregularidad era debido a algo parecido a lo que comentas, tras leer sus libros, lo que menos sentía era alegría. Me quedaba un poco hundido. Nunca lei dos del tirón, pero volvía a ellos de manera recurrente y con gusto. El primero que lei fue "Los comebarato", que me gustó mucho por entoncs (creo que hoy podría gustarme incluso más. La historia del filósofo que ha creado toda una teoría en su cabeza pero es incapaz de plasmarla en papel, me enganchó a este autor. Luego lei "El sobrino de Wittgenstein" que me gustó menos. "Maestros antiguos" y la última, que descubrí por casualidad cuando estudiaba la vida del pianisa Glenn Gould, encontré que Bernhard hab´ía escrito una novelita sobre él, "El malogrado". Ambos son personajes interesantes donde los haya.
ResponderEliminarSaludos
Yo me tomaré un descanso de Bernhard, obligado, por otra parte, inmerso como estoy en las Memorias de Ultratumba. El Malogrado sé que rueda por casa, y desde hace años que quiero echarle el guante.
ResponderEliminarPor cierto, me encanta la frase "cuando estudiaba la vida de Glenn Gould". ¡Qué crack!
Un saludo
Guau, las memorias de ultratumba. Unas de las experiencias más apasionantes que he leido en cuanto a memorias (genero al que no soy muy aficionado, aunque tengo varias "cimas" que me encantan).
ResponderEliminarGlenn Gould es un auténtico caso médico... y aunque creo que su actitud tenía mucha "pose" era un genio en muchos sentidos, no solo en el musical. Empecé a sospechar que me atraia cuando vi en un documental como grababa los discos con una bufanda sobre la boca para que no se oyera su continuo tarareo.....
http://www.youtube.com/watch?v=qB76jxBq_gQ&feature=related