miércoles, 15 de junio de 2011

The picture of Dorian Gray, de Oscar Wilde



Sucede a veces que el escritor da con una idea poderosa y la convierte en una historia memorable. Y sucede de vez en cuando que esta historia memorable puede resumirse en una sencilla imagen. Es entonces cuando nace el clásico, es decir, esa obra que todo el mundo conoce aun sin haberla leído. Del Quijote tenemos la imagen del caballero de la triste figura atacando, lanza en ristre, los molinos; de Gulliver, el protagonista atado de pies y manos en el país de Liliput; de Robinson Crusoe, Viernes y las huellas en la arena; del Doctor Jeckyll, el humeante brebaje en el londinense sótano; y de Dorian Gray, el efebo sin alma frente a su decadente retrato. Así, Wilde, en esta obra, dio con la idea perfecta para crear una obra que, lejos de ser impecable, sí es inmortal.

Se me ocurre que ésta podría ser una buena idea para una entrada: cuáles de las grandes obras de la literatura se pueden representar en una imagen icónica, y cuáles no. Homero da para más de una; Dickens, también; Dante, menos. En cambio, Faulkner no se presta al juego en absoluto; Dostoievsky; algo; Tolstoy, poco. En fin, si nadie recoge el guante, quizá me ocupe de esto en otra ocasión.
Pero esta icónica imagen es sólo una de las razones por las que El retrato de Dorian Gray es un clásico. Entre las otras muchas...

...tenemos aquí a un Wilde maduro, en la cúspide de su narrativa - inmediatamente después se dedicaría de lleno a las obras teatrales - y con el equilibrio perfecto entre ingenio y pasión. En cuanto al ingenio, el libro, de hecho, y sobre todo cuando habla el cínico de Lord Henry Wotton, es una sucesión de aforismos, muchos de los cuales han pasado a la historia. Y en cuanto a la pasión, qué mejor ejemplo que ese antológico prefacio, donde Wilde expone sus teorías sobre arte y belleza ("El artista es el creador de cosas bellas"), y donde, sobre todo, planta cara a esa respetabilísima sociedad victoriana, siempre dispuesta a escandalizarse ante un hombre que se negaba a hacer encajar su moral en la horma de la época: "No existe eso que se llama un libro moral o inmoral. Existen libros bien escritos y mal escritos".

Dorian Gray abarca varios de los eternos temas de la literatura. Verbigracia, la dualidad bien y mal, con un planteamiento que nos recuerda al de su admiradísimo Stevenson en El Doctor Jeckyll... No obstante, en la obra que nos ocupa, dicha dualidad parece plantearse más bien en términos de conflicto entre la ética y la estética, un conflicto presente en Wilde desde sus primerísimos cuentos, como "El Príncipe feliz" o "El ruiseñor y la rosa". ¿Puede el mal ser hermoso?
Este conflicto nos lleva a otro de los temas centrales del libro, y que, con frecuencia, queda relegado en favor de otros más evidentes. Se trata de la fisiognomía, la ciencia según la cual es posible determinar la personalidad a partir de los rasgos faciales. La fisiognomía nació en la Grecia clásica, y a lo largo de la historia tuvo épocas de esplendor y otras de oscuridad. En la Inglaterra victoriana estaba una vez más en boga, y, como tuve ocasión de ver en una memorable exposición en Londres hace unos años, incluso las instituciones policiales de la época estaban familiarizadas con la ciencia en cuestión. En El retrato... leemos una y otra vez que una persona de la belleza de Dorian no puede ser mala.

¿Criminales o monjes franciscanos? La respuesta, en la fisiognomía

Numerosos son los críticos que, al analizar Dorian Gray, hablan, en primer lugar, del tema faustiano, asociación que al lector le parece evidente. No en vano, Gray ofrece su alma a cambio de la juventud eterna y, para su desgracia, su deseo se hace realidad. Y aquí es donde se plantea, a mi juicio, la pregunta más interesante: en este pacto faustiano, ¿quién interpreta el papel de Mefistófeles? El primero que nos viene a la cabeza es Lord Henry. Sin embargo, este personaje se nos antoja más cínico ("me gustan las personas más que los principios, pero lo que más me gusta son las personas sin principios") que realmente diabólico. Además, ¿qué gana él con el pacto?
Por ello, y ante la inquietante ausencia de candidatos claros al satánico papel, nos remitimos a otro de los grandes temas del libro: la influencia. Nos dice María Moliner que influencia es el "poder que ejerce alguien sobre la voluntad de otro". Tras haber conversado apenas un rato con Henry, el hasta ahora bastante soso e inocente Dorian se descompone: "Lord Henry Wotton tiene toda la razón. La juventud es lo único que merece la pena en esta vida. Cuando me sienta envejecer, me mataré". Tenemos así un círculo de viciosa influencia, en el que la belleza de Dorian influye en el cuadro de Basil ("... porque, mientras lo pintaba, Dorian estaba sentado a mi lado. Una sutil influencia pasó de él a mí..."), que a su vez influye en Henry, quien a su vez vuelve a influir en Dorian y su terrible anhelo. Pero además, este círculo vicioso se ve arrastrado bajo otro satánico influjo: el de la misteriosa, venenosa y decadente novela francesa que Henry presta a Dorian.

 Joris-Karl Huysmans, de ángel caído a arrepentido

Como si fuera una bruja a la que la Santa Inquisición obliga a confesar que ha copulado con el diablo, Wilde, en el juicio contra él celebrado en 1895, se vio obligado a admitir que aquel misterioso libro era À rebours, del francés Joris-Karl Huysmans. Con el libro como una de tantas pruebas incriminatorias, Wilde fue encarcelado. Y entre los libros que pidió en prisión, estaba nada menos que En route, donde Kuysmans relataba su conversión al catolicismo.
Y con ello se cierra un gran círculo virtuoso, el de esta grandísima novela, sencilla, pero rica y sugerente como pocas.

7 comentarios:

  1. Apuntas cosas muy interesantes al respecto de esta novela.
    En primer lugar me gusta esa analogía que planteas entre imagen poderosa-historia clásica y memorable porque empiezo a recorrer los clásicos leídos y se da en muchos, claro que la imágenes pueden ser diferentes según las lecturas. Te invito a escribir al respecto.
    El tema faústico y la dualidad bien-mal son muy atractivos y hay tantos grandes que lo han tratado que se podría hacer un tratado sobre el tema. De Stevenson me gusta su novela sobre el dualismo de una pareja de hermanos, "El señor de Ballantree" y sobre el tema faústico te recomendaría un pequeño y agradable relato titulado "Enoch Soames" de Max Beerbohm. Pero desde luego, nadie supo aunar ambos tan memorablemente como Wilde.
    Ciertamente nos choca encontrar maldad en una cara agradable y al contrario y eso lo saben muy bien las empresas de publicidad o los que buscan un reparto adecuado en las películas. No podemos evitarlo. Por cierto la cara Huysmans es muy diabólica.
    En fin, Niño Vampiro has apuntado tantas cosas sobre este libro que veo que ha sido una lectura muy provechosa. De hecho esta es la parte que más me gusta de las lecturas, cuando uno es capaz de relacionar lo leído y entresacar múltiples lecturas. Evidentemente con tu escrito lo has realizado de maravilla.
    Saludos.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, Carlos. De hecho, te estoy doblemente agradecido, ya que fue a raíz de tu entrada sobre Wilde que decidí retomar este clásico.
    Hay libros que leímos en nuestra juventud y que jamás deberíamos recuperar, para evitar decepciones, y otros, como éste, que uno los relee con un poquito más de madurez (sin pasarnos), y descubre, como tú dices, múltiples lecturas. Este libro es realmente riquísimo en ideas.
    Ahora estoy enfrascado en los Cuentos Completos del señor Wilde, y ayer saqué de la biblio dos de cuentos de Stevenson. También me apunto la recomendación de Beerbohm.
    Un saludo.

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  3. Los cuentos de Stevenson ¡que maravilla!. Puedes adivinar que es mi autor de cabecera o sencillamente uno de los que más me hace disfrutar con todo. "Las nuevas noches árabes" o "Noches en la isla" son dos colecciones perfectas y tengo ganas de retomarlas.

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  4. Primero diré que Las fotos de Huysmans nunca dejan de ponerme los pelos de punta. Precisamente ayer volvì a ver la película de 1945 sobre la novela de Wilde, con George Sanders, que me encanta. Hace dos años de casualidad descubrí que el trato que sale en esas película es un cuadro real que se pintó expresamente por un artista americano y me lo encontré sin esperarlo en el Art Institute de Chicago. La película es una maravilla y la novela me cautivó la primera vez que la leí, muy joven yo entonces para entender conceptos la dualidad entre bien y mal, hermoso y feo o fiesta salvaje y recogimiento espartano. Creo que de verdad es una obra que me ha influido mucho más de lo que probablemente puedo identificar. Me patee releería....

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  5. Yo he conseguido hacerme con la película de Sanders, y la veré un día de éstos. Me alegra ver que viene con buenas referencias.
    Y Carlos, precisamente ésos son los dos libros de Stevenson que saqué de la biblio, también inspirado por tu blog. Ya te contaré.

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  6. Actualmente estoy acabando mi tesis doctoral sobre À Rebours, la cual me parece una de las novelas más importantes de todo el siglo XIX y fundamental para entender a Óscar Wilde, de modo que puedo hablar de esto con cierto conocimiento. Realmente À Rebours es más que una novela, es un fetiche embrujado de finales del siglo XIX con infinitas lecturas y muchísimas implicaciones tanto literarias como filosóficas. Un libro maldito y una biblia de la decadencia.

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    Respuestas
    1. Bueno, pues sí que me has abierto el apetito con esta obra, con lo decadente que soy yo. Ya la tengo localizada en la biblioteca.
      Un saludo.

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