Algo ha cambiado en esta temporada. Ni para mejor, ni para peor, pero ha cambiado. Las dos primeras me sorprendieron por su sutileza, su ritmo lento y denso, y esa sensación de qué poco pasa y cuánto sucede. Esta, en cambio, me ha parecido más directa, menos sutil, más televisiva, sin que nada de ello sirva de crítica.
Estamos en 1963. En Sterling & Cooper, adquirida (al final de la temporada anterior) por una multinacional británica, continúa el ajetreo para todos menos para los cada vez más ociosos socios. Algunos secretos empiezan a dejar de serlo: Don es testigo accidental de las inclinaciones seuales de Salvatore, mientras ve cómo Betty desvela el grandísimo secreto de su vida. El matrimonio Draper consuma su hundimiento. Joanie va conociendo mejor a su marido, que al final de la temporada anterior la violó. Lee Harvey Oswald, o quien sea, cambia el curso de la historia. Y ante la perspectiva de que Sterling & Cooper vuelva a ser vendida a una multinacional impersonal e inhumana, los personajes más interesantes se autodespiden y, de manera casi clandestina, fundan su propia empresa, con oficina central en una habitación de hotel.
IComo de costumbre, ipresionante trabajo de actores, guión inteligente, y personajes creíbles y siempre impredecibles.
Pronto, la cuarta.
IComo de costumbre, ipresionante trabajo de actores, guión inteligente, y personajes creíbles y siempre impredecibles.
Pronto, la cuarta.
"Las Soledades no se leen, se estudian", parece ser que dijo Cernuda. Pues el niño vampiro no sólo se niega a estudiarlas, sino que además las ha leído en tiempo récord. Y de ellas ha entendido tanto como debió de entender el "amigo de Don Luis de Góngora que le escribió acerca de sus Soledades", carta atribuida a Lope de Vega y escrita en tono más bien jocoso.
Bastante mejor ha entendido la introducción de John Beverley, que nos regala una interesante interpretación marxista de la obra. Ahí es nada.
Seth, un ilustrador que anda medio perdido por la vida, incapaz de mantener una relación duradera, y que parece tener un único amigo, se pasa las horas muertas rebuscando entre comics antiguos en librerías de viejo. De este modo da un día con una viñeta de Kalo, un ilustrador del que jamás había oído hablar y que, a partir de ese momento, se va a convertir en su obsesión. En su busca de todo lo poquísimo que Kalo publicó, y en el intento de averiguar más sobre el enigmático personaje, Seth se enfrenta con sus fracasos, sus miserias y sus obsesiones. Un libro sencillo, bello, profundo y conmovedor.
Debería haber sospechado al ver esas FX mayúsculas. Y es que la cadena marca la diferencia. Y después de ver algunas de las joyas de HBO, Justified es como volver hacia atrás. En algún aspecto, los guionistas mismos son conscientes de ello. Un ejemplo: tanto en Los Soprano como The Wire, Six Feet Under, o incluso las series más comerciales y populares como Heroes o Prison Break, hace ya mucho tiempo que se abandonó la estructura de un episodio - una historia. Con la adopción de un estilo basado en una multiplicidad de historias que se alargan, entrecruzan o funden, las series de televisión han evolucionado hacia una imitación de la vida, en los mejores casos, o de la reality, en los peores. Incapaces, por el motivo que sea, de adaptarse a los tiempos televisivos, los guionistas de Justified intentan mantener cierta apariencia de continuidad, con la aparición en las primeras escenas de algún persoaje del episodio anterior, al mismo tiempo que se niegan a renunciar a los largos resúmenes al principio de cada episodio, que en este caso, son totalmente irrelevantes (debo confesar que no tengo la total certeza de que esto sea así: sólo vi tres episodios, ¿quién sabe? A lo mejor todo tiene su porqué al final).
Pero lo peor no es eso, sino la historia del sheriff superchulo y poco ortodoxo al que, por haberse cargado a un perverso traficante en el que el criminal "desenfundó primero", envían a una ciudad de mala muerte de la América profunda. Diantre, ¿pues no me parece que eso yo lo he visto antes?
Lolita Bosch es uno de los referentes de la literatura catalana contemporánea. Una mujer interesante, a juzgar por sus artículos. No había leído ninguno de sus libros y con Qui vam ser, un librito de apenas 90 páginas, con aparencia de pastiche entre memorias, ficción, poesía y fotografías al estilo Sebald, me las prometía yo muy felices. ¡Helás, no fue así! La promesa, me refiero. El libro, efectivamente, consiste en un pastiche como el que esperaba, pero su supuesta originalidad no pasa de ahí.
A todos nos interesa la historia de nuestras relaciones. Todos nos sentimos fascinados por cómo conocimos a fulanita, qué nos dijimos la primera vez que hablamos, cuántas veces pensé en decirle aquello antes de decírselo de verdad, y cuántas entradas de cine guardo de películas que fuimos a ver juntos. El problema es que este tipo de historias deja de parecernos tan fascinante cuando se trata de las relaciones de otra persona. Y eso es lo que le pasa a este libro. Lolita Bosch ha escrito un libro sincero, apasionado y, para mí, carente de interés. En ocasiones, he tenido la sensación de estar leyendo el diario de un adolescente, con un lenguaje que sorprende por su pobreza.
Un libro que se salva por los poemas incluidos en él de Oliverio Girondo, Francisco Villaurrutia o Sor Juana Inés de la Cruz.
Cuando uno termina de leer y disfrutar un largo novelón, se queda huérfano de lectura, una orfandad que puede durar de unas horas a unos días. Buscamos y buscamos un libro que esté a la altura del que acabamos de leer, o que de alguna manera continúe esa lectura, bien sea porque es del mismo autor, o del mismo país, o de un tema parecido. Pero también puede suceder lo contrario, que busquemos un libro totalmente diferente, que dé carpetazo a nuestra anterior lectura
Supongo que fue por este último motivo que, tras The Corrections, escogí Lluvia Negra para llenar ese hueco de ¿y ahora qué leo? que deja un libraco de 600 páginas. Y si no fue una elección acertada, no es por culpa del libro. Me consta que es una gran novela. Pero la literatura es amor, y el amor, ya se sabe, de donde no hay, no se puede sacar.
Volveré a intentarlo, a su debido momento.
Y esto es lo que estoy leyendo ahora. La autobiografía de Klaus Mann, novelista, hijo de grandísimo novelista. Más de 600 páginas de literatura, historia, saga familiar, envidias, Hitler, suicidios...
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