viernes, 25 de enero de 2013

Armando Iannucci, un genio de nuestro tiempo


No soy de los que emplean esta palabra a la ligera, pero este escocés de padre napolitano es lo más parecido a un genio que ha dado la televisión británica, y por ende, mundial, en muchos años.

Ianucci, que es hoy uno de los creadores más influyentes de la BBC, estudió en Oxford y, tras graduarse, abandonó su tesis de doctorado sobre John Milton para dedicarse a la comedia. En sus primeros años, trabajó en la radio con Chris Morris, otro grande de la televisión inglesa y uno de los cómicos más políticamente incorrectos del país. Más tarde, comenzó su larga colaboración con Steve Coogan, otro de los reyes de la comedia británica, y produjeron las diferentes series de Alan Partridge, mi personaje televisivo favorito de todos los tiempos, y cuyas aventuras me sé del derecho y del revés. Partridge es el ejemplo perfecto de humor doloroso.


The Armando Iannucci Shows se emitió por primera vez en la BBC en 2001. Cada uno de los ocho episodios de que constaba giraba alrededor de un tema concreto, como por ejemplo, el Tiempo, el Dinero, La Felicidad o la Imaginación. Con su mezcla de costumbrismo, filosofía y surrealismo, con una imaginación desbordante y siempre con un reparto de excelentes actores, Armando Ianucci, gran admirador de Woody Allen, hace un humor original, en ocasiones incómodo, pero siempre inteligente, por lo que no es de extrañar que sea un perfecto desconocido en nuestro país. Además, no hace imitaciones, que junto con los monólogos seudoingeniosos del graciosete de turno, en camisa blanca de mi esperanza se consideran la forma más elevada de comedia. Triste panorama para un país que ha tenido humoristas de la talla de Gila o Tip y Coll.
Hace un par de años, sin ir más lejos, llegó a nuestros cines la divertidísima sátira política In the loop, dirigida por Ianucci, que fue recibida, creo recordar, con buenas críticas y la indiferencia general del público.


He intentado seleccionar para esta entrada aquellos vídeos donde no es fundamental un dominio del inglés. De hecho, creo que, si bien no todos, la mayoría de ellos se puede seguir perfectamente aunque no se tenga ni idea de la lengua. Este primero os dará una idea de su estilo, que combina el costumbrismo y la sobriedad en la interpretación, con la locura de la idea principal. (No desesperéis, llegad hasta el final y veréis una escena final que a lo mejor os recuerda a algún clásico de nuestra televisión.)

Bienvenidos al universo Ianucci.


Fijaos en el tono tan serio, mesurado y discreto. En otros lugares (y no quiero señalar, sería ya ensañarme) haría falta una interpretación histriónica para indicarle al espectador que esto es comedia. Algo parecido sucedió con The Office, de Ricky Gervais, que llegó a confundir a muchos espectadores ingleses, que, al encontrarse con el programa, pensaban que se trataba de un documental o un reportaje. Desconozco si llegó a emitirse en España (mucho me sorprendería), pero indiscutiblemente supuso una auténtica revolución en la comedia televisiva. En su adaptación a la televisión americana (que me niego a ver, aunque las críticas, incluso desde Inglaterra, han sido muy positivas) tuvo que adaptar el humor para hacerlo más explícito. En todas partes cuecen habas.

Sigamos con nuestro héroe.
¿Os angustia el paso del tiempo? En la primera parte del siguiente vídeo, veréis a unos enfermos terminales que asisten a un cursillo para aprender a maximizar mejor el tiempo que les queda.
Y por favor, no os perdáis la escena del maestro de marionetas, que empieza en 0:44.


Más soluciones prácticas. Si tenéis un problema con la lavadora, llamad al matón cockney.


A continuación, una pareja que busca piso. La agente inmobiliaria les enseña una casa de papel, que, les asegura, es el último grito en diseño japonés.


Este hombre se está muriendo de aburrimiento. Literalmente. Su mujer intenta distraerle de mil maneras diferentes, pero todo es inútil. El doctor advierte que si el paciente vive la misma experiencia dos veces, todos sus órganos internos sufrirán una hemorragia simultánea. Ni siquiera ese viaje tan especial en autobús que le organiza su esposa consigue sacarlo de ese tedio mortal.


Sabido es que cuando un hombre llega a los cuarenta, ya no tiene nada que aportar a la sociedad. No le queda más que ingresar en un asilo para hombres de mediana edad. En la reunión, la monja les suelta verdades como puños. "Nunca más habrá nadie que os encuentre atractivos". "Ninguno de vosotros llegará jamás a ser astronauta". 


¿No tenéis a veces la sensación de estar rodeados de sabelotodos, que jamás dudan de nada y están convencidísimos de estar en posesión de la verdad? ¿No os sorprende que los mecánicos de coches os respondan con tanta soltura y rapidez en una jerga incomprensible? ¿No os resulta extraño que tanta gente sepa tanto de fútbol? Ianucci nos desvela aquí el misterio de tanto conocimiento.


Transcribo parte del diálogo final:

- ¿Qué pensáis de Figo? ¿Creéis que está sobrevalorado?
-Ah, pues... esto... no sé. ¿Qué es Figo?
- Es un... ah sí, es un futbolista, ¿no?
- Y han pagado mil libras por él.
-¡Mil libras por un futbolista! ¡Eso es mucho!
- ¿Y luego se pueden quedar con él?


Y ahora la gloriosa, nunca mejor dicho, escena final.

Estamos en el cielo, donde los muertos gozan de la felicidad eterna. Pero un día los muertos fueron a hablar con Dios. Su felicidad, le dijeron, era tan inmensa que se sentían culpables, y eso estropeaba su felicidad, a lo cual Dios respondió "pues ahora os aguantáis". Entonces uno de los muertos exclamó "¡qué bien! Dios es un borde", y los otros muertos dijeron "ah, tienes razón. La respuesta de Dios ha sido tan patética que la vida aquí ha dejado de ser perfecta, así que ya no tenemos que sentirnos culpables. ¡Hosanna, ya somos dichosos otra vez! ¡Démosle las gracias al Señor con un baile!"

Y empieza así el baile de los muertos. Decidme si esta escena es o no la obra de un GENIO.
 

martes, 22 de enero de 2013

The bridge, un thriller sueco-danés


Menos mal que ahí están Isak Dinesen, Strindberg, Ibsen o Ingmar Bergman, porque si no, cualquiera diría que los escandinavos no saben hacer otra cosa que matar gente e investigar. Pero para qué negarlo, eso de los thrillers se les da muy bien. Hace un año reseñaba la serie danesa The killing, que arrasó en Gran Bretaña y que era tan buena que los americanos decidieron cargársela haciendo su propia versión. Pues bien, parece ser que en el 2012 fue la sueco-danesa The Bridge la que mantuvo a Inglaterra en vilo durante diez semanas.

El puente del título es el Oresund, que conecta la ciudad sueca de Malmö con la capital de Dinamarca. La serie se abre con el hallazgo, justo sobre la línea que separa los dos países, de (lo que parece ser) el cadáver de una mujer. Esa circunstancia, y otras que no revelaré, obliga a que sean un detective danés y una sueca los encargados del caso.


A partir del hallazgo del cadáver, los asesinatos se suceden en lo que, según el asesino, que cuelga algunos de sus crímenes en internet y en vivo, no es sino una denuncia de las injusticias que asuelan la sociedad. El asesino se convierte así, por lo menos durante un tiempo, en una especie de justiciero universal, más todavía cuando, merced al éxito de su chantaje, les perdona la vida a sus víctimas, 

 Como es de rigor en este tipo de thrillers, el mayor atractivo de la serie radica en los dos investigadores y en la extraordinaria interpretación que hacen los respectivos actores, al igual que todo el reparto.
A estas alturas, tenemos que empezar a aceptar que una pareja de detectives de carácter y modo de trabajar radicalmente diferentes, que se ven obligados a compartir caso, ha dejado de ser un cliché para convertirse en un requisito. Qué aburrida sería una serie con dos detectives que, además de ser grandes amigos, están perfectamente compenetrados. Y sin embargo, nuestros dos detectives, aunque no pueden llegar a ser amigos, sí se aprecian mutuamente y trabajan muy bien juntos.


Saga Noren es una detective exasperantemente perfeccionista, escrupulosa cumplidora de las normas, y de una inteligencia prodigiosa. Por si fuera poco, es un pedazo de sueca que le da a uno ganas de salir volando a Benidorm. Sin embargo, la chica es, en palabras de todos los que la conocen, "una tía rara", y todo indica que sufre una forma de autismo. Tanto en su trabajo como en sus relaciones, Saga se rige exclusivamente por la lógica. Así, desconoce las más elementales normas sociales, como la de elogiar el trabajo bien hecho, y es incapaz de decir una sola mentira, aunque la gente se lo implore, por ejemplo una madre que no sabe si volverá a ver a su hija con vida. Cuando la invitan a comer y le preguntan si quiere repetir, dice que no le ha gustado la comida. Cuando quiere echar un polvo, busca a alguien que le guste y le pregunta si le apetece follar.

Por su parte, su colega danés Martin Rohde, es un tío afable y campechano, que sabe que a veces hay que saltarse las normas y, otras veces, mentir. Dichas virtudes no benefician precisamente a su vida familiar, y mientras ésta se desmorona por momentos, Martin se propone enseñar a Saga a ser una persona más normalita e integrada.


Qué voy a decir de la trama. A mi mujer y a mí nos ha enganchado a la pantalla diez noches seguidas (bueno, nueve; no pudimos esperar al día siguiente para ver el último episodio) y ahora nos hemos quedado huérfanos. El modo en que los diferentes hilos de la trama quedan engarzados es soberbio, si bien se bordea en todo momento los límites de la credibilidad. A diferencia de The Killing, donde teníamos dos historias paralelas (la investigación policial y las elecciones a la alcaldía), lo cual la emparentaba en algunos momentos con The Wire, en la serie que nos ocupa la intriga la proporciona no sólo la abundancia de pistas falsas (arenques rojos, se dice en inglés), sino también, el modo en que, paulatinamente, la vida privada de los dos detectives va cobrando importancia en la investigación, y sobre todo, la constante sensación de que la historia no puede acabar bien del todo.



Huelga decir que los americanos han decidido mejorarla. Para ello, le quitarán ese engorro de los subtítulos; presumiblemente, le darán otro final, y situarán la escena inicial en la frontera entre México y EEUU. Por su parte, franceses y británicos producirán The tunnel, que se abrirá con un político que aparece asesinado en mitad del Eurotúnel. (Desgraciadamente, parece que se desmienten los rumores sobre una versión franco-hispana titulada El peaje de la Junquera). Me pregunto cómo solventarán todos estos plagiadores legales el problema lingüístico. Uno de los aspectos de The Bridge que me ha resultado más interesante es el modo en que suecos y daneses son incapaces de hablar la lengua del otro, y aun así se entienden mutuamente a la perfección.

La intro es discreta, elegante, sutil y, en mi opinión, una pequeña maravilla.


El tema principal está interpretado por un grupo danés llamado Choir of young believers. El nombre de la banda como la letra es un tanto pretencioso, y la incomprensible, pseudo-poética letra es abiertamente pomposa, pero si uno no le presta demasiada atención y se concentra en la melodía y las voces, disfrutará de una pieza bella y sugerente. Aquí podéis escucharla al completo.


jueves, 10 de enero de 2013

La saga de Egil Skallagrimsson, de Snorri Sturluson



Un día, a la edad de siete años, Egil estaba jugando con unos niños, cuando uno de ellos hizo trampa. Egil abadonó el juego, fue a su casa, cogió un hacha, volvió y le partió la cabeza hasta los dientes al tramposo. Pues bien, el pequeño Egilito llegó a ser el más grande poeta medieval escandinavo, el fundador, dicen, de la poesía lírica nórdica, y uno de los más grandes escaldos de la época. Los escaldos eran poetas y guerreros de las cortes noruega e islandesa que alcanzaron su mayor esplendor durante la época vikinga. Y vikingo, poeta y guerrero son las palabras que definen a nuestro héroe.

La verdad es que, tras unas pocas epopeyas y otras obras clásicas, pensaba que estaría algo más preparado para enfrentarme a las sagas islandesas, pero nada más lejos de la realidad. La lectura de esta saga, así como la de Eirik el Rojo, me han sorprendido no sólo por su carácter completamente diferente de la literatura que se estilaba más algo más al sur, sino, sobre todo, por la engañosa apariencia de sencillez que las cubre.

El retrato más conocido de Egil, en un manuscrito del s.XVII

Esta aparente sencillez se encuentra, en primer lugar, en su falta de retórica y su carácter directo y prosaico. Los capítulos empiezan con frases del tipo "había un guerrero llamado Kveldulfr que tuvo tres hijos", y pasan a referírsenos las respectivas genealogías, ocupaciones, bodas y milagros. No hay misterios ni sutileza estilística. Todo sucede en estricto orden cronológico, pero la constante aparición de nuevos personajes y la interrupción de historias que no se reanudan hasta diez capítulos más adelante empiezan a complicarle la vida al lector.

Otra de las dificultades es de orden cultural, o, podríamos decir, onomástico: no sólo tenemos multitud de personajes, sino que éstos tienen nombres como Thorir, Throlf, Thorfinn, Thord, Thordis, Thorgerd, Thorstein, por mencionar sólo los que empiezan por Thor. Decidme cuáles son nombres de hombre y cuáles de mujer.

Cráneo afectado por enfermedad de Paget. Se cree que la fealdad de Egil pudo deberse a esta dolencia

Esto, acompañado de numerosos paralelismos entre las vidas de personajes del mismo nombre, sin duda representa un festival para el lector enamorado de elaborar esquemas, diagramas y árboles genealógicos al tiempo que va leyendo, pero para el lector conformista y gandul resulta un tanto abrumador. En consecuencia, lo mejor, por lo menos en mi caso, es admitir que no somos Borges y que aun así, o precisamente por eso, la mejor manera de disfrutar de esta lectura es dando rienda suelta a nuestra ingenuidad y superficialidad lectora. Concentrémonos en la anécdota, el detalle, el episodio concreto, y dejemos para más adelante, o para nunca, la visión de conjunto. Perdámonos de vez en cuando en la enciclopedia, recreémonos en la Historia, en este rey, en aquella batalla, en la refinada barbarie de Egil, y gozaremos, una vez más, de un clásico que nos rejuvenece como lectores. Qué me decís, por ejemplo,  de esta escena:

"Egil se dio cuenta de que no podía continuar [bebiendo]; se levantó entonces y cruzó el pasillo hasta donde estaba Armód; le puso las manos sobre los hombros y le empujó hacia atrás, contra la pared. Egil descargó entonces un gran vómito, que cayó sobre la cara de Armód, en los ojos, la nariz y la boca; le cayó por el pecho, y Armód quedó sin respiración; y cuando recuperó el aliento, vomitó también."

A mí, la verdad, lo que me desarmó fue la reacción de los presentes:

"Y todos los hombres de Armód que estaban allí dijeron que Egil era un miserable, y que era un malvado por lo que había hecho, que debería haber salido afuera si quería vomitar, en vez de dar el espectáculo en la sala." 

Naturalmente, alguien de la exquisita sensibilidad poética de Egil no podía dejar pasar la ocasión, así que, aún tambaleante, y quitándose de los labios los restos de vómito con el dorso de la mano, se sentó y recitó un poema sobre el episodio:

.... hay testigos
de que caminar aún puedo,
por tu asilo, con mi esputo;
(...) a Armód, de cerveza
vómito cayó en las barbas.

Egil en su duelo con Berg-Onund, de Johannes Flintoe

Y este pringao, nunca mejor dicho, de Armód tuvo el privilegio de inspirar todavía otro poema a nuestro héroe, quien, cuando estaba a punto de rebanarle el pescuezo, se enternece ante los ruegos de su mujer e hija y accede a perdonarle la vida:

Se aprovecha el rufián
del ruego de la esposa,
al que al combate acude
no temo, y también de su hija;
no pensaréis que debe
pagar por el convite
de mejor modo el vate,
partiré en largo viaje.

Entonces, Egil le cortó la barba desde el mentón; luego le arrancó el ojo con el dedo, de forma que lo dejó colgando sobre la mejilla; luego, Egil y sus compañeros se marcharon.

Tras estas reveladoras pinceladas sobre el carácter de Egil, pasemos a su descripción física:

"Frente ancha, cejas espesas, nariz corta pero extremadamente ancha, barbilla ancha y larga, mentón muy ancho al igual que la mandíbula, cuello macizo y hombros más anchos que los de cualquier hombre, pelo gris como de lobo, y  espeso, aunque se había quedado pronto calvo; mientras estaba allí entado como arriba se escribió, bajaba una ceja hasta la barbilla, y la otra subía hasta la raíz de los cabellos; Egil era cetrino, con ojos negros".


Tras la muerte de su hermano Thorolf, un furioso y amenazador Egil acepta del rey Ethelstan una ajorca de oro que éste le ofrece sobre la punta de su espada. El poderoso movimiento de cejas de Egil ha pasado a la historia de la literatura.

Me diréis que no es el arquetipo del guaperas nórdico. Cierto. Y es que, por decirlo de una manera clara, los personajes de La saga de Egil Skallagrimsson se pueden dividir entre feos y guapos. Los feos son Kveld-Ulf, su hijo Skalla-Grim, y el hijo de éste, Egil. Éstos son, y cito de la introducción, "feos, morenos, con tendencia a la calvicie, violentos y valerosos". Asimismo, tanto Skallagrim como Egil ponen constantemente de manifiesto su tacañería y su apego a las riquezas.

En el lado de los guapos están los dos Thórolf, el hermano de Skallagrim y el hermano de Egil. Ambos comparten el nombre, pero también muchas características personales. Los dos son, y sigo citando, "extremadamente apuestos, nobles y valerosísimos guerreros, pero no exageradamente violentos; no desdeñan las riquezas -un vikingo no podría hacerlo- pero tampoco son avariciosos ni mezquinos."

Como nos dice Enrique Bernárdez en su completísima y fascinante introducción, en todo esto puede verse una doble rama familiar: unos descendientes de noruegos de pura cepa, y otros de origen probablemente lapón. Propio de éstos es el ser morenos y, para los cánones noruegos de belleza, feos. Pero también, y mucho más importante, los lapones son los brujos. Y la brujería de Egil es muy oportuna para arreglar las chapuzas que hacen otros:

"El hijo del campesino intentó seducirla, pero ella no accedió; entonces decidió grabar runas de amor, pero no sabía, y las que grabó fueron las que causaron la enfermedad"

La curación de Helga por parte de Egil revela una influencia directa del Nuevo Testamento. No sólo eso, sino que además tanto Kveld-Ulf como Skalla-Grim o su hijo Egil son capaces de hacer predicciones que se cumplen fatalmente. Sin embargo, en un rasgo más propio de la brujería que de los evangelios, los tres tienen mucho de  berserkir.

Las famosas piezas de ajedrez de las Islas Hébridas datan del s. XII. En  ellas se ven berserkir mordiendo su escudo poseídos por la furia

Existe en inglés la expresión "go berserk", que significa algo así como desquiciarse, volverse loco y agresivo. Descubro, pues, en la saga, que dicha expresión procede del islandés, donde literalmente quiere decir "(portador de) una camisa de piel de oso". Los berserkers eran una especie de cuerpo especial de luchadores, una casta guerrera que se caracterizaba por la incontrolable furia y violencia con la que luchaban, así como por su resistencia, cuando no invulnerabilidad, al hierro y al fuego. Hoy en día se especula con que estos guerreros entraban en estado de trance mediante la ingestión de hongos alucinógenos, grandes cantidades de alcohol, o quizá la violencia era consecuencia de una enfermedad, como alguna forma de epilepsia. En cualquier caso, con los berserkers uno no se metía. Y cuidadito con distraerse siquiera un segundo:


Thrand dice: "Ahora verás, Thorstein, si tengo miedo a tus amenazas."
Entonces, Thrand se sentó para atarse los zapatos, y Thorstein alzó el hacha y golpeó con fuerza sobre el cuello de Thrand, de tal forma que la cabeza quedó colgando sobre el pecho..."

Su majestad Gunnhild, entre hachas, borrachos y un gato negro

Como veis, es todo un gustazo perderse uno a su antojo por los senderos antropo-etimológicos que nos muestra este libro. Y todavía no he hablado de la Historia. En líneas muy generales, esta saga nos habla de la colonización de Islandia por parte del clan familiar de Kveld-Ulf, que huía de las injusticias cometidas hacia él por parte del Rey Harald de Noruega. Una vez ahí, el viejo se retira a una granja, mientras sus hijos crecen, se reproducen y "salen a vikingo" (maravillosa expresión). Se nos narra, entre muchas otras historias, la invasión vikinga de Inglaterra, el regreso de Egil a Noruega, su relación con el rey Eric Hacha Sangrienta y el modo en que la esposa de éste, Gunnhild, instiga a su marido a matar a Egil. La historia de esta señora, envuelta en misterio, no tiene desperdicio, desde su controvertido parentesco hasta su muerte asesinada en una turbera, pasando por su reputación de bruja o el falso hallazgo de su momia en 1835.

Uno de los momentos álgidos de la obra es, sin lugar a dudas, la lectura  del poema elegiaco "La irreparable pérdida de los hijos", que compone Egil tras la muerte de su hijo Bödvar. El poema se extiende a lo largo de casi cinco páginas, y es bellísimo, tanto por la originalidad de sus imágenes como por la sencillez del tema o la altísima complejidad formal de la lengua (irremediablemente perdida en la traducción).

La lengua se resiste
a alzarse en mi boca,
no puedo levantar
la balanza del verso,
no encuentro placer
en el néctar de Odín,
no es fácil que surja
de su hogar en mi pecho

... Mi linaje ya se hunde
en la decadencia,
es un bosque repleto
de árboles caídos;
hondo dolor sufre
quien saca del lecho
al pariente querido
y lo lleva a su tumba

... Compensación, dicen
que nunca se logra
por el hijo muerto;
queda engendrar sólo
otro hijo más
que diga la gente
que era igual de bueno
que el hermano perdido...

Egil con el cadáver de su hijo Bödvar

En fin, una vez más me encuentro con un clásico cuya lectura me confunde un poco, y que hay que dejar madurar unas semanas. Y ahora que me pongo a escribir la entrada, me faltan teclas para contaros todo lo que esta obra tiene que ofrecer. ¡Pero si ni siquiera he dicho nada del autor! Bueno, al que le interese, que lo busque aquí, o aún mejor, acá, que los ingleses siempre son más generosos al dar información.

Uno de los aspectos más interesantes (y son muchos) de esta saga es la llegada del cristianismo a tierras islandesas, el modo en que durante un tiempo convivió con la mitología nórdica, y la forma en que adoptó algunos de los ritos paganos. Uno de éstos era la festividad de Jol (o Yule), que coincide con el solsticio de invierno, es decir nuestra Navidad, y en la que era ya costumbre hacer regalos.

Por otra parte, cuando Egil y su hermano van a Inglaterra a ofrecerse como mercenarios, el rey Ethelstan el Creyente les pide que acepten el bautismo preliminar, una especie de trámite rapidito que permitía a los cristianos hacer tratos con los paganos. Este bautismo preliminar (o prima signatio) consistía en hacer la señal de la cruz sobre el pagano que la recibía, para así limpiarlo de los malos espíritus. Ofrecía la ventaja de que no suponía ningún compromiso por parte del pagano para adoptar el cristianismo.

El camino al Fiordo de Borg, uno de los muchos que Egil exploró

En conclusión, una vez uno se hace al estilo, La saga de Egil Skallagrimsson es una lectura apasionante, como lo es el carácter ambivalente de Egil, exquisito poeta y salvaje vikingo, y lo que su personaje representa como conflicto y síntesis de dos mundos. Estos dos mundos serían, por una parte, uno de nobles guerreros, y por otra, uno de campesinos tacaños y apegados a la tierra; uno, el mundo de Odín, dios del guerrero vikingo, y otro, el de Thor, dios del campesino; dios aristocrático frente a dios popular. Así, mientras Egil, al mismo tiempo campesino y vikingo, parece representar la unión ( o la ruptura) de estos dos mundos, su hijo Thorstein será solamente campesino, cristiano y buen creyente. Y además guapo.

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