Los de HBO están tocados por el cielo, y lo demuestran temporada tras temporada, en todas sus series.
En la cuarta de Six feet under, seguimos con las tribulaciones sentimentales de los diferentes miembros de la familia Fischer.
Claire, tras unos devaneos lésbicos, consigue su primer orgasmo y su primera exposición, aunque intuimos que la coca no le va a ayudar a mantenerse en lo alto. El profesor ya le advierte de que con el éxito viene la corrupción.
Nate tiene los comprensibles altibajos después de la pérdida de Lisa, y parece que con la catarsis del último episodio ha acabado de superarlo.
Brenda ha tenido que hacer un viaje de ida y vuelta a una vida de felicidad convencional, para volver con pie más firme a donde estaba.
Rico ha ganado protagonismo, y sus relaciones con Sofía y Vanesa nos han sorprendido por la forma en que escapan de los clichés.
David sigue siendo, en mi opinión, la estrella de la serie, el personaje más querible, interpretado además por todo un pedazo de actor como es Michael C. Hall. Impecable en todo momento, divertido, menos sufrido ahora en su relación con Keith.
Dicho todo ello, creo sin embargo que esta temporada ha flaqueado un poco en los últimos episodios. Me ha dado la impresión de que algunos de los acontecimientos han sido un tanto precipitados. La locura de George, por ejemplo, se ha desarrollado repentinamente en apenas dos episodios. Y la confesión del cuñado de Nate también resulta poco creíble. Parece que han querido abrir incógnitas y recoger algunos hilos sueltos antes de la siguiente temporada, pero no lo han hecho de manera convincente.
Con todo, no veo la hora de ver las últimas dos temporadas de esta extraordinaria serie.
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