miércoles, 30 de diciembre de 2009

Vencí la melancolía

Y ya lo puedo decir: es un libro genial. Aunque en la entrada en que me ocupaba de él, decía que era una lectura difícil y de fascinante tedio, en las últimas ciento cincuenta páginas se convierte en un page-turner, y ya es imposible dejarlo hasta el final. Los personajes principales, el matrimonio Eszter, Valuska y el señor del abrigo de paño alcanzan gran hondura, la historia se vuelve cada vez más siniestra y la atmósfera más agobiante. Y la escena final, tras el discurso de la señora Eszter, es absolutamente magistral.

Pero, ¿de qué trata Melancolía de la resistencia? Pues de la sed de poder, del miedo, de la libertad, del individuo frente a los borregos o el individuo entre las estrellas, del cientificismo frente a la espiritualidad, de la elección entre una sanguinaria anarquía y una inhumana dictadura, de la melancolía de la resistencia... ¿Rebeldía? ¿Resignación? Dos caminos diferentes para llegar a la muerte.

Abrir el libro en cualquier página es encontrarse con párrafos como:

"... ya hemos hecho demasiadas cábalas preguntándonos para qué estamos destinados y, como podemos ver, no nos han servido de nada [...] porque, para ser sinceros, no vamos sobrados de la tan deseable facultad de la lucidez: el afán demoledor de nuestra curiosidad, con que una y otra vez nos hemos abalanzado sobre el mundo, no se ha visto coronado por el éxito, dicho sea con suavidad, y cuando a pesar de todo hemos tomado conciencia de alguna pequeñez, enseguida lo hemos pagado."


"Acordaron aplicar "mano dura", si bien aún quedaban algunos entusiastas inseguros que se atrevían a hablar de un "compromiso" para suavizar las cosas, pero la mayoría enseguida puso también el "compromiso" entre comillas con una sonrisa despectiva, e inclinándose sobre su lector le susurraba, por así decirlo, que la afinación pura era, de hecho, mera ilusión..."


"Al lado de su acompañante, al que todavía consideraba un perverso y que con razón lo empujaba tras los otros con un placer cruel, él también penetró en aquel espacio estrecho, y tuvo la sensación de que todo funcionaba a ritmo increíblemente lento a su alrededor: incluso la voz con que una anciana les gritó plantándoles cara, y los dos que se abalanzaron sobre ella con una expresión de insoportable indiferencia en los rostros. Aún vio cómo uno alzaba con calma el puño y cómo la anciana trataba de retroceder, pero no podía ni moverse, aún pudo verlo, pero luego volvió la cabeza con un esfuerzo sobrehumano, como si el más mínimo gesto conlevara mover un quintal de peso, y clavó la mirada en un rincón del cuarto para él definitivamente mudo."


Repito, un libro genial, no apto para todos los públicos.

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