En Navidad mis horas de lectura se ven reducidas drásticamente. Es lo que tiene, entre otras cosas, ser padre de familia numerosa. Además, Melancolía de la resistencia la verdad es que se resiste. El estilo es, por decirlo de una manera suave, farragoso, con frases de media página y ausencia total de párrafos. el libro está organizado en (creo que serán) 5 ó 6 partes, cada una desde el punto de vista de uno de los personajes. Uno de los personajes, el señor Eszter, músico retirado y que voluntariamente ha pasado los últimos 10 o veinte años postrado en la cama, representa el modo de pensar más abstracto imaginable, y leerlo es un ejercicio, otra vez, de resistencia.
Además, no suceden muchas cosas en la historia, la verdad. La gente va de la estación a casa, de casa a la taberna, de una casa a otra, pasando siempre por unas calles medio en ruinas, decadentes, ominosas, hostiles, gélidas. Hay un circo que exhibe el cadáver de una ballena, y lo acompañan unos cuantos cientos de estupefactos seguidores venidos de los alrededores. Y de momento, poco más. Pero no puedo dejarla. Y no es por un orgullo de lector que me impide abandonar una novela una vez empezada. Esa mezcla de orgullo y pedantería creo que la superé hace tiempo. Concretamente, desde que dejé de comprar libros y leo sólo lo que saco de la biblio. Ya no me veo forzado a acabar un libro porque me he gastado una pasta en él.
Melancolía... la han comparado con las obras de Kafka o Beckett. Sí que me recuerda al primero, sobre todo porque me produce la misma sensación de fascinante tedio que me produjo, por ejemplo, El castillo. En Melancolía... el lector sabe que los personajes, a pesar de sentirse extrañados por algunos de los acontecimientos, conocen algunas claves que al lector se le escapan. Este sabe que esas claves no se le van a ofrecer al final. Tratará de hacer encajar la lectura en el cajón de su cerebro; y lo conseguirá, pero para ello tendrá que apretujarla y doblar los bordes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario