jueves, 2 de septiembre de 2010

Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson

Viene a decirnos Malcolm Cowley, en la introducción a la edición de Penguin, que Anderson no era un gran escritor, o cuando menos, no un gran novelista. Parece ser que siempre tuvo la sensación de que escribir una gran novela era su asignatura pendiente.
"Time as a logical succession of events was Anderson's greatest difficulty in writing novels or even long stories. He got his tenses confused and carried his heroes ten years forward or back in a single paragraph. His instinct was to present evrything together, as in a dream."
Esto es así, sin duda, también en la novela que nos ocupa. Hay párrafos donde los tiempos verbales no parecen los más acertados. La novela está estructurada de tal forma que no sigue una progresión cronológica, sino que más bien cada capítulo está centrado en un personaje diferente, con algunos que reaparecen en mayor o menor medida. Tan solo George Willard, trasunto del autor, puede considerarse como el personaje principal, el elemento unificador, y el que da al libro una entidad de novela de la que, de otra forma, carecería.
Así pues, Anderson no era un gran escritor de novelas. Y sin embargo, sucede a veces que un autor se ve tocado por una especie de gracia, y todo le sale redondo. Como decía aquel personaje de Amanece que no es poco, me puse a escribir y me salió Faulkner.
Winesburg, Ohio es un retrato de la vida en una pequeña comunidad en la América provinciana de principios del siglo XX. Como ya he dicho, en líneas generales cada capítulo está centrado en un personaje. Anderson nos lo muestra desde lejos, su cámara se va acercando, y finalmente nos dice algo como "the story of Wing Biddlebaum's hands is worth a book in itself", o "the story of Doctor Reefy and his courtship of (...) is a very curious story."
Los personajes más insignificantes tienen una historia. Aquí está la semilla e inspiración de Faulkner, Hemingway, Saroyan, o Steinbeck. En Anderson empieza a disiparse el gran sueño americano, América está llena de perdedores. Uno se pasará toda la vida lamentándose por vivir en una ciudad de mala muerte, pero nunca intentará salir de allí. Otro jamás conocerá el amor. Otro se arrepentirá por haberse dejado embaucar en un matrimonio condenado al fracaso. Otro verá como la bondad puede bien poco frente al puritanismo más fanático. Otro lo tuvo todo, y mira cómo acabó.
Cuenta Anderson que escribió "Hands", la primera historia del libro, en un arrebato de inspiración. Es una de las mejores. Tanto esta como otras merecerían estar en cualquier antología del cuento. Véase, si no, "Adventure", "The strength of God", "Queer" or "The untold lie". Winesburg, Ohio no es una obra mestra. Ni falta que le hace. El libro está tocado por la gracia de la sinceridad, y tiene la frescura que nace de la convicción, por parte del autor, de que lo que contamos es verdadero, es bello, y nos gusta.

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