Será porque la estupidez colectiva en la que estamos sumidos ha alcanzado un nivel intolerable de fetidez, será porque la triste y dolorosa situación familiar por la que estoy pasando me hace ver las cosas muy negras, o será porque nunca había visto a mi hijo tan indignado. Será por lo que sea, pero no he podido por menos de recuperar, no sé si excepcionalmente, mi querido blog y lanzar un munchiano grito al mundo.
Fue precisamente mi hijo quien me dio la noticia. ¡Qué asco!, le oí decir. Y no es para menos: los libros de su infancia, los libros de su autor fetiche, los libros con los que él, sus hermanas y mi mujer y yo pasamos tantas horas tan gratas (ellos los leían y releían, y en nuestros viajes en coche, toda la familia los escuchábamos una y otra vez en aquellas cosas raras llamadas CDs), van a ser "adaptados" a los tiempos que algunos llamarán modernos, y que a mí me parecen puritanos y reaccionarios como hacía décadas que no veía el mundo.
Porque la gracia de Roald Dahl radica, en gran parte, en esa combinación de candidez y mala uva, en la creación de un mundo en el que los malos son feos, en el que la bondad se premia, en el que el egoísmo se castiga, y en el que, a pesar de todo ello, hay sitio para la sorpresa y la magia. Es un mundo que apela a ese anhelo que nos define como seres humanos y que dio lugar a los cuentos folklóricos: el anhelo de justicia.
Aparte de horas de diversión, el niño encuentra (¿encontraba?) en Dahl consuelo ante las injusticias del mundo. En él veía cómo los poderosos son en el fondo más dignos de pena que de envidia, cómo la belleza externa no vale nada si tu corazón está podrido, y cómo no es el destino lo que marca tu vida, sino tus propias decisiones: está en tus manos ser bruja y buena persona.
Diría uno, pues, que la moralidad del Dahl infantil (luego están sus excelentes relatos no infantiles, pero eso es otra historia, a la cual se une el hecho de que el señor Dahl también tenía sus cosas, y su familia ha tenido que disculparse por ellas) es perfectamente compatible con una sociedad que promueve los valores de la igualdad, la justicia, la libertad y la ética, ¿no? Pues parece que, o bien hay algo en alguno de esos conceptos que rechina con las élites biempensantes, o bien es que utilizamos diccionarios diferentes.
El caso, para ir al grano, es que la editorial Puffin ha decidido reescribir (sí, esa es la palabra) los libros de Dahl con el fin de "retirar" de sus libros (¿no pensáis que este término, "remove" en inglés, es aún más siniestro que "eliminar"?) el lenguaje considerado ofensivo. Y a tal fin, ha contratado, ojo al dato, a "lectores de sensibilidad" para reescribir partes del texto y así asegurarse de que "todo el mundo puede seguir disfrutando de esos libros".
Las primeras víctimas han sido las palabras "gordo" y "feo", que han desaparecido de todas las nuevas ediciones. Así, Augustus Gloop, el golafre de Charlie y la fábrica de chocolate, ya no es gordo sino "enorme". La señora Twit ya no es "ugly and beastly", sino sencillamente "beastly" (desconozco cómo estaba traducido al español).
Pero a veces cambiar o retirar una palabra no es suficiente garantía de que nuestros niños vayan a ser dignos paladines de la ñoñez mundial. A veces hay que explicarles algunas cosas que, de otro modo, podrían conducirles a peligrosísimas conclusiones, y como Dahl no estaba por la labor, pues también hay que añadir tales explicaciones. Así, en Las Brujas, tras informarnos de que, bajo sus pelucas, las brujas son calvas, la nueva edición nos dice amorosamente que "hay muchas razones por las que una mujer puede llevar una peluca, y no hay nada malo en ello". ¿Qué es eso? ¿Oigo vuestras arcadas?
Ya sé que nada de esto es nuevo. Mark Twain, Harper Lee y otros han sido víctimas de esta censura. Y sabemos también que gracias a ello desapareció el racismo en los EEUU. Así que admito que esta diatriba puede estar motivada por mis actuales circunstancias personales, y que quizá mañana vea las cosas de otra manera. Pero, joder, reescribir Roald Dahl...
Me adhiero por completo a tu diatriba contra la censura (porque lo es, lo llamen como lo llamen). Espantada estoy de pensar a dónde nos puede llevar esta oleada de "corrección política" que nos invade. Porque, ya puestos, también deberían eliminar lo de "beastly": ¿no es eso menospreciar a los animales, que no tienen culpa alguna? Se empieza por proteger a los tiernos infantes (o eso dicen ellos) y se termina censurando toda la literatura mundial. (Como se pongan con Shakespeare, o con la Biblia, van a tener trabajo...) Siento lo de tus situación familiar. Espero que se solucione.
ResponderEliminarSí, es censura, y el siguiente paso es lo que se ha dado en llamar la "cancelación", que me suena a eliminar a algunos autores, no ya de las bibliotecas, sino de la historia.
EliminarGracias por tus buenos deseos.
Es una gran alegría poder leer las entradas en tu blog. Algunas de tus recomendaciones me han servido para pasar muchas horas de felicidad lectora.
ResponderEliminarCon referencia a esta nueva entrada sobre la censura de parte de obras, con motivo de proteger las mentes infantiles, digo yo, ¿porqué no se oye ninguna voz en contra de que, sin prácticamente ningún filtro de seguridad, esos mismos niños y adolescentes puedan ver en sus móviles una cantidad infinita de pornografía de toda clase. Sin duda esto puede perturbar sus mentes de una manera grave y permanente. Parece que esto se ha normalizado tanto que los padres no nos damos ni cuenta. Por supuesto apenas nada de recomendaciones por parte de autoridades, policía o medios de comunicación al respecto, para alertar de que estemos al tanto y protejamos a nuestros niños y jóvenes de esta lacra sobre la manera de conocer y vivir la sexualidad. Esto si que es importante y no el revisar con lupa textos de autores consagrados.
Gracias por tus estupendas entradas y un saludo.
Muchas gracias por tus palabras, Pepe.
EliminarEstoy completamente de acuerdo con lo que dices, e iría más lejos, viendo algunas de las cosas que se están normalizando estos días.
Un saludo.
Es muy lamentable toda esta censura de lo políticamente correcto. Estos censores que escriban ellos sus propios libros con el lenguaje que les de la gana pero sin reescribir los libros de los demás, generalmente con más talento que ellos. Si se quieren contextualizar históricamente y con las circunstancias del autor que se haga, de hecho ya hace mucho que se hace con frecuencia. Pero censuras no. Respeto a los originales. Otra cosa muy distinta es hacer versiones, como se hacen de películas y canciones, pero quedando siempre claro que serían eso, versiones.
ResponderEliminarPues no puedo estar más de acuerdo.
EliminarUn saludo.
Estoy totalmente de acuerdo, es horrendo que se crean con derecho a reescribir obras de autores que ya no están entre nosotros, espero al menos que las modificaciones estén contextualizadas e indicadas. No sé porqué creo recordar que en 1984 de Orwell habia un departamento que reescribía la historia continuamente.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Joaquín.
EliminarBueno, ese ministerio, con otro nombre, está a pleno rendimiento en algún lugar que yo me sé.
Un saludo