domingo, 5 de agosto de 2012

Tomás Moro, de Peter Ackroyd


De Tomás Moro nos ha quedado la imagen del hombre a la sombra del rey, del hombre que de verdad maneja los hilos de la corte. Es una imagen estereotípica (y muy parecida a la del mayordomo impertérrito, casi hierático) de un Moro serio y severo, implacable martillo de herejes e incorruptible en sus principios, poco acorde, sin embargo, con el Moro que posee un sentido del humor tan pronto cáustico y vulgar como de una finura exquisita que pasa dos metros por encima de las entendederas de su señor. 

El futuro rey, cuando todavía era simplemente Quique

En este sentido, la historia se ha portado bastante bien con Moro, dado que esa imagen juiciosa y severa que de él tenemos parece que se ajusta bastante a la realidad. No es el caso de Enrique VIII, a quien, aparte de cruel, a menudo se representa como un zafio que no pensaba más que en comer, ver peleas de osos contra perros, y engendrar un heredero. Dejando de lado la cuestión de la crueldad, yo, la verdad, dudo que en España en estos momentos haya un solo político con una décima parte de la cultura de aquel rey.

Vais a ver la que se va a armar

Los que empezamos a peinar canas a menudo pensamos que nos ha tocado el privilegio de vivir una época de grandes cambios históricos. No en vano hemos sido testigos de la caída de enormes e icónicas construcciones y monumentos, hemos vivido en directo al nacimiento y desarrollo de internet, y estamos asistiendo, a decir de algunos, a un nuevo choque de civilizaciones. Sin embargo, cuando uno se mete de lleno en las primeras décadas del siglo XVI, se da cuenta de que pocos cambios pueden compararse al que supuso el humanismo renacentista. Los valores que habían sido sagrados e inmutables poco a poco empiezan a tambalearse y vemos cómo se acerca el armagedón, en forma de noventa y cinco tesis colgadas por Martín Lutero en la iglesia de Wittenberg.

La ejecución de Elizabeth Barton

El libro de Ackroyd empieza con poca fuerza. No puede decirse que en su infancia y adolescencia Moro corriera un sinfín de aventuras. Pero una vez entra en la corte, el libro no tiene desperdicio. (En realidad, sí que lo tiene, y mucho, pero sobre esto, más adelante). Ackroyd nos presenta un vastísimo, profundo y ameno retrato de los principales actores en aquella verdadera revolución que fue la transición al mundo moderno, la llegada de la Reforma, y la ruptura de Enrique VIII con la iglesia católica. Naturalmente, están Erasmo, gran amigo de Moro; el anticristo hereje Lutero, el mismo Enrique, Catalina de Aragón, Thomas Cromwell, otros personajes más siniestros como Ana Bolena o el cardenal Thomas Wolsey, además de la pintoresca monja Elizabeth Barton (a quien la Enciclopedia Británica se refiere como "extática inglesa"), quemada por sus trances y profecías referentes a la anulación del matrimonio entre Enrique y Catalina; Richard Hunne, quien se negó a pagar a la iglesia la tasa establecida por el funeral de su bebé: la mortaja, y que apareció suicidado en su celda en sospechosas circunstancias; Thomas Bilney, un católico ortodoxo que no cayó en gracia al cardenal y fue quemado en 1531 (que Ackroyd llama el "año de las hogueras"), y otros muchos en los que ahora no tengo tiempo de profundizar (estoy escribiendo esta reseña deprisa y corriendo, entre una maleta y otra, y seis meses después de leer el libro).

Orson Welles, un inolvidable cardenal Wolsey en "Un hombre para la eternidad"

Este chamuscado panorama lo alegra Ackroyd con muestras del ingenio epistolar de Moro o Lutero. Así, cuando Enrique publica un tratado en Defensa de los Siete Sacramentos, con el que se ganaba la bendición del Papa, Lutero contesta con una diatriba en la que lo tilda de cerdo, imbécil y mentiroso que merecía, entre otras lindezas, estar cubierto de excrementos. En defensa de su señor, Moro respondió ofreciéndose a "volver a meterle en su mierdosa boca, verdadera bolsa de mierda, toda la mierda y porquería que su repugnante podredumbre ha vomitado." Cómo las gastaban estos humanistas. Tanto estudiar griego y latín para eso.

Tomás Moro defendiéndose frente al cardenal Wolsey

No cabe duda de que Ackroyd tiene una actitud bastante indulgente hacia Moro, responsable de la ejecución en la hoguera de tantas personas acusadas de herejía. Nos cuenta el autor que llegó inluso a custodiar a algunas de ellas en su propia casa, pero que siempre negó las acusaciones de tortura. En cualquier caso, la historia de los últimos años de Moro, llena de intrigas de la corte y la iglesia, es tan ejemplar como fascinante. Moro, que estaba dispuesto a reconocer a Ana Bolena como reina, se negó a acatar el Acta de Sucesión en los términos que Enrique le exigía, dado que ello supondría un rechazo de la autoridad papal. Las dos partes se encajonaron en tecnicismos, y en más de una ocasión Moro se merendó a sus acusadores. Pero era éste el que tenía la antorcha. Finalmente, Moro antepuso sus principios e integridad a su propia vida. Algunos lo llamarían orgullo y cabezonería.
Nuestro hombre fue condenado a ser ahorcado, arrastrado por caballos y descuartizado, pero Enrique se apiadó de él y se conformó con una simple decapitación. 


En definitiva, este libro es tan bueno que incluso sale airoso de la impresentable, deleznable, abominable y execrable edición de Edhasa. Estoy convencido de que nadie, absolutamente nadie, ni siquiera el traductor, revisó ni una sola vez el texto. Las erratas son incontables, no hay páginas en las que no aparezca una por lo menos y la puntuación es sencillamente espantosa. Curiosamente, la traducción en sí no es tan mala, si obviamos alguna que otra palabra inventada y una insoportable y agotadora tendencia a separar las concesivas con un punto y seguido delante del "aunque", del tipo "Tomás volvió a Londres. Aunque ya no fue bien recibido". Es absolutamente indignante que una editorial tenga la desfachatez de publicar un libro sin pasar una mínima revisión. Esto sería imperdonable en una edición barata, pero es que ésta cuesta ni más ni menos que 40 euros de vellón (menos mal que lo saqué de la biblio). Si Tomás Moro levantara la cabeza...

Felices lecturas a todos. Nos vemos a la vuelta de mi breve viaje a tierras de Tomás Moro.

14 comentarios:

  1. Ese que se sienta a la mesa en la terraza del pub eres tú ¿verdad? je,je,je...
    Ahora en serio; lo que dices de la "impresentable, deleznable, abominable y execrable edición" es un mal que afecta a todas las editoriales españolas, y es una auténtica vergüenza. Una de dos: O nos toman por tontos a los lectores/compradores, o es que ya no hay nadie en el sector que tenga la decencia de hacer el mínimo esfuerzo por presentar un producto libre de erratas.
    Safe travelling and all that jazz!

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    1. De acuerdo, es un mal endémico, aunque es justo reconocer que hay valiosas excepciones, yo me he llevado un par de sorpresas muy agradables con Impedimenta y Errata Naturae, tal vez es porque son relativamente jóvenes y pequeñas.

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    2. A mí también me parece que eres un poco severo, Jorge, con las editoriales. Coincido con Sonia en que Impedimenta sigue ofreciendo ediciones muy cuidadas. No obstante, supongo que, como tradcutor, tú tienes más experiencia que yo al respecto.

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  2. Me han entrado ganas de ver de nuevo "Un hombre para la eternidad", que tengo bastante olvidada. ¡Qué grande, Orson Welles como Wolsey! Respecto a la edición (o ausencia de ella), te sugiero que le envíes a la editorial una nota de protesta. Me consta que a veces, incluso, hacen caso. O, al menos, se enteran de que a los lectores no les da todo igual. Edhasa tiene un Facebook bastante activo, sería un lugar bastante adecuado para expresar tus quejas. ¿No quieren redes sociales? Pues aprovechémoslas...

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    1. No había pensado en lo de las redes sociales. Creo recordar que busqué la dirección de correo electrónico, dado que a veces las editoriales invitan al lector a hacer comentarios u observaciones, pero no encontré nada. Pero tienes razón, deberían oír nuestras quejas.

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  3. Tiene que ser super interesante, aunque me reconozco no demasiado fan de Moro y sus sesiones de cilicio y quema de libros. Pero tuvo que ser sin duda un personaje para no perderse. Nosotros que nos imaginamos a los humanistas como sabios educados y distantes... que equivocados! (me acabo de leer un libro llamado El Giro, un premio pulitzer, sobre el redescubrimiento del De Rerum Natura de Lucrecio por Poggio Braccolini y las explica gordas sobre las rencillas que se llevaban).
    Qué pena lo de la edición, ¡Elena tiene razón!

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    1. Sí que es un personaje fascinante, y no creo que haga falta admirarlo para disfrutar del libro.
      A mí también me dejaron de piedra los duelos dialécticos entre estos humanistas.

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  4. Con todos sus puntos oscuros, estos son personajes que forjan la historia y que merecen ser revividos para entender nuestra evolución. En el mundo occidental, fue una época verdaderamente crucial de cambios, como bien apuntas, que nos lleva a entender la actual visión europea desde los dos polos (protestante y católico).
    Lo de los libros de Edhasa (historia y biografías) es algo increíble. Los precios siempre me han parecido desorbitados, pero si además añades que está pleno de erratas estoy de acuerdo en todos los adjetivos que le dedicas. Este sería uno de los casos en que nuestra amiga Elena no tendría problemas en criticar como ejemplo de libro caro (por precio y mala edición).
    Un abrazo y feliz recorrido por aquellas tierras.

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    1. Ojalá hubiera apuntado algunos ejemplos de las erratas, pero, como creo que digo en la entrada, lo leí hace ya seis meses.
      En aquellos años convivieron Moro, Erasmo, Lutero, así como Enrique VIII, y unos cuantos más, a cual más interesante, y el mundo cambió para siempre. Es desde luego una época fascinante.
      Un abrazo.

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. El libro y el personaje suenan interesantísimos pero es que a mí las ediciones malas me enferman, sobre todo si tienen el descaro de poner esos precios a un producto de una calidad de mala a mediocre. Con lo modestos que son los honorarios de un corrector, no hay excusa.

    Have fun in England.

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    1. Yo, desde luego, no recomendaría leer esta edición, y de haber sabido dónde me metía, me habría cuidado mucho de leerla. Pero si te interesa la historia y las biografías bien escritas, disfrutarás de la edición en inglés.
      En Inglaterra, pese a que todos los días están llenos de compromisos familiares, siempre me lo paso bien. Visito librerías, veo buena tele, paseo por el campo y, aunque a muchos les pueda sorprender, como muy bien.

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  7. Las biografías de Ackroyd, de las que he leído varias, son en mi opinión bastante irregulares, a diferencia de otros textos como la "biografía" de Londres o la del Támesis. La biografía de Edgar Allan Poe o la ficción biográfica acerca de Viktor Frankenstein son aburridas hasta el desfallecimiento mental. En cambio, cuando logra hacer de cable de conexión entre el personaje y el lector, Ackroyd brilla muy alto. Me encantó la biografía de Turner o la de Dickens. Esta de Tomás Moro la tengo en el punto de mira desde hace tiempo, entre otras cosas porque la lectura casi simultanea de la "Utopía" de Moro y del "Elogio" de Erasmo fueron para mi punto y aparte en muchos temas filosóficos (si se puede llamar filosofar a lo que yo hacía entonces... o a lo que hago hoy). El personaje me parece fascinante y poco después de leer la Utopía, vi la película de "Un hombre para la eternidad" (y leí la obra de Bolt) me encantó. E imagino que sin una buena introducción histórica acerca de los demás partenaires del juego político nunca se podrá valorar la dimensión del político y humanista. Asi que me has convencido. Me lo voy a buscar.

    No voy a opinar sobre la falta de respeto que suponen ciertas ediciones que cuestan lo que esta que comentas para luego tener un nivel vergonzoso de corrección/traducción/edición. Me parece simplemente un engaño y una falta de respeto al lector. Lo dejo, que me enciendo....

    Saludos.

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  8. Ésta es la primera biografía que he leído de las que ha escrito el bueno de don Peter, así que no sé cómo será en comparación con las otras. A mí me interesó muchísimo, pero es que, por un lado, la época me atrae una barbaridad, y por otro, no sé si los malos momentos (sobre todo al comienzo, que se hace un pelín lento) había que achacarlos a la edición o al autor.
    A mí también me entraron unas ganas locas de ir a por Utopía y el Elogio, aunque todavía no me he puesto a ello.
    Y, aunque no quiero insistir, lo de esta edición es de juzgado de guardia.
    Un saludo.

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