viernes, 18 de noviembre de 2011

El regreso del húligan, de Norman Manea


Hace unos años tuve ocasión de leer el Diario (1935-1944) de Mihail Sebastian, uno de esos libros que uno lee y no olvida jamás. En él, Sebastian tenía palabras no muy halagüeñas sobre Mircea Eliade, el célebre historiador de la religiones y uno de los intelectuales más interesantes del s. XX. Sebastian, periodista y escritor judío cuyo verdadero nombre era Iosif Hechter, lamentaba el apoyo de su hasta entonces amigo a la Guardia de Hierro, el movimiento de extrema derecha, filonazi y antisemita de Rumanía. Asimismo, nos ofrecía un retrato del país como un auténtico infierno para los judíos, situación que se agravó bajo el mandato, de1940 a 1944, del Conducator y genocida Ion Antonescu. El diario de Sebastian se publicó por primera vez en 1996, cincuenta años después de su muerte, atropellado por un camión, y causó una enorme polémica que se extendía mucho más allá de los círculos literarios. Parece que el pueblo rumano, que apenas llevaba unos años en democracia tras haber ajusticiado a Nicolae Ceaucescu y acabado con su régimen comunista, no estaba del todo preparado para recordar algunos episodios ignominiosos de su historia. El mismo autor del libro que nos ocupa, Norman Manea, fue también duramente criticado por haber publicado, en 1991, una serie de artículos bajo el título de "Felix Culpa", en el que se recordaba la relación de Eliade con el Movimiento Legionario, que es como se conocía a la Guardia de Hierro.

Mihail Sebastian, el húligan original

A lo largo de El regreso del húligan no deja ni un momento de sentirse la presencia de Sebastian. Sin ir más lejos, el título está inspirado en uno de sus libros, concretamente el también polémico Cómo me convertí en húligan, cuya historia merece la pena contarse, dado que no nos aleja del título que nos ocupa, y nos ayuda a hacernos una idea de cómo estaba el patio en Rumanía años 30. En 1935, Sebastian escribió Desde hace dos mil años, un libro sobre la condición de judío en Rumanía, y le pidió a su amigo y periodista Nae Ionescu que escribiera el prólogo. Ionescu dijo que claro hombre, que para qué están los amigos, y escribió un prólogo que desbordaba antisemitismo y en el que se afirmaba,  por ejemplo, que ser rumano es incompatible con ser judío. Sebastian decidió incluir el prólogo en el libro y aquello fue Troya: el autor fue atacado tanto por judíos (que lo veían como un cobarde y renegado) como por la extrema derecha, que no necesitaba ninguna excusa para atacar a ese agente sionista y traidor a la patria. Sebastian se convirtió así en lo que en rumano se denomina un húligan, algo así como un elemento subsersivo, y de ahí surgió Cómo me convertí.... Lo mismo le sucedió a Norman Manea, exiliado desde el 86 y vilipendiado por atacar, desde su cómodo apartamento de Nueva York y mientras el país se hundía cada día más en la miseria más absoluta, a una de las figuras sagradas de Rumanía, Eliade. (Por cierto, cómo se parece esto a la historia de la polémica sobre Doce anillos y su supuesta ofensa a la memoria de Bogdan-Igor Antonich; me pregunto si existe en nuestro país alguna figura tan sagrada como éstas).

Desfile de la Guardia de Hierro

Aunque consta de cuatro secciones, el libro se organiza en tres partes claramente diferenciadas. La primera gira alrededor de las dudas y temores de Manea ante la perspectiva de volver de visita a su país, de donde se exilió 9 años atrás. Esta primera parte me enganchó desde la primera línea, con las referencias a la historia del Mihail Sebastian, Mircea Eliade y al asesinato de Ioan Petru Culianu, un profesor universitario que fue asesinado de un tiro en la cabeza en el lavabo de la universidad de Chicago donde trabajaba. Este asesinato nunca ha sido esclarecido. Hay quien lo relaciona con tramas ocultistas; otros, con el anticomunismo del autor, mientras algunos sospechan de la Guardia de Hierro, por la intención de Culianu de someter a crítica algunos aspectos del pasado de Eliade, quien de hecho había sido su mentor. Un libro de memorias no puede tener un comienzo más prometedor.
Al cabo de un rato, sin embargo, esta primera parte adolece de un tono demasiado solemne y pomposo, y abundan las oscuras referencias a lo que va a venir 100 o 200 páginas más adelante. Y en ese momento, uno se pregunta, ¿para quién escribió Manea este libro?, y empieza a pensar lo peor: para sí mismo.
Afortunadamente, perseveré, y esta primera parte acabó un poquito antes que mi paciencia. Y entonces llega la segunda parte, que son un pedazo de memorias de las que a mí me gustan.

El Conducator Ion Antonescu, camino del paredón

Como cualquier niño de familia judía nacido en Europa Central en los años 30, Manea tuvo una infancia trágica, si bien a él le cupo la suerte de vivir para contarlo. A los cinco años fue deportado junto con su familia al campo de concentración de Transnistria del que regresó en 1945, tras la liberación soviética, valga el oxímoron. El resto de la historia cabe imaginarla: la vida de un joven judío, con inquietudes intelectuales, en Rumanía, dictadura comunista hasta el 89, con uno de los regímenes más represivos de la historia reciente de Europa. Y aquí Manea se revela como un narrador magistral. Con gran sensibilidad y nada de sensiblería, con una autocrítica a veces rayana en la violencia, con una escritura densa, con abundancia de reflexiones sobre todo tipo de cuestiones, (reflexiones que, como debe ser, no llegan a ninguna conclusión), con la angustia de un judío ateo desesperado por salir del "gueto" (entiéndase la memoria del holocausto y el victimismo de la madre), con inolvidables escenas e historias (su experiencia como líder de los pioneros hasta que tuvo que denunciar públicamente y expulsar a un amigo; la visita a su padre en prisión; la muerte de su abuelo, que presenció de niño, y la visión, segundos después y con el cadáver aún calentito, de la segunda esposa de aquél arreglándose el cabello frente al espejo) y sobre todo, con unos magistrales saltos hacia adelante y atrás en el tiempo (muy al estilo de esa otra monumental autobiografía, Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz), Manea nos cuenta su vida, la historia de su familia y la de más de medio siglo de su país.

"El dios que alumbró a Augusto el Tonto [como se autodenomina el autor] fue una mujer. No soporté su adoración ni sus preocupaciones, tampoco tengo con qué reemplazarlas. Bajó a lo más hondo y se elevó a los árboles y a las flores efímeras y al cielo opaco. Ya no está en ninguna parte, ni siquiera en la piedra fría que sin darme cuenta estoy tocando."


El histórico último discurso de Nicolae Ceaucescu, en el que fue abucheado

En la tercera parte Manea, acompañado de León Botstein (un muy interesante personaje -auténtico, huelga decirlo-, amigo del autor, director de orquesta y rector de la universidad neoyorquina donde trabaja Manea), se sube al avión y parte rumbo a Bucarest. Lo que sigue es la crónica de los once días que pasa allí. De nuevo me surge la pregunta de para quién escribe el autor. Y confirmo mis mejores augurios (¿había dicho lo peor?): para sí mismo.
Manea nos lleva de aquí para allá, visitando a antiguos amigos, calles de su juventud, nuevos restaurantes, nos apabulla con sus recuerdos, nos confunde, consigue que nos interesen hasta sus sueños, o, de manera más habitual, sus pesadillas mientras echa la siesta en el gigantesco hotel donde se aloja. Su escritura, de nuevo, bordea la pomposidad. Manea empuja al lector hacia la jaula donde sus monstruos personales se pelean con su estilo personal e intransferible, pero en el último momento se lanza él solo adentro. No le sobra ni una página. Soberbio.

"La humillación de que te definan por la negación colectiva y por una catástrofe colectiva no es algo nimio, doctor Freud. Pero no somos sólo catástrofes colectivas, cualesquiera que éstas sean. Diferentes unos de otros, somos más que eso, más y otra cosa, más y otra cosa.  (...) El sufrimiento no nos hace mejores ni héroes. El sufrimiento corrompe, como todo lo que es humano, pero el sufrimiento exhibido públicamente corrompe de manera irremediable. Sin embargo, al honor de ser vejado no se puede renunciar, y tampoco al honor del destierro. ¿Qué otra cosa poseemos salvo el destierro? El destierro de antes y de después del destierro. Las desposesiones no son deplorables, sólo preparativos para la última desposesión."

El Niño Vampiro frente al Palacio del pueblo, uno de los edificios más grandes del mundo, obra de Ceaucescu

Me fascina Rumanía (como me fascina toda Europa Central), un país cuya capital gozó de una prosperidad difícil de imaginar hoy (merced, todo sea dicho, al troceamiento y reparto de antiguos imperios que tuvo lugar tras la I Guerra Mundial), que tuvo una vida cultural riquísima, cuya capital se conocía en los años 30 como "el París de los Balcanes", y que ha dado literatos e intelectuales de la talla de Ionesco, Cioran, Eliade, Celan o el ya mencionado Sebastian. Visité Bucarest en un viaje relámpago, en 1990, camino de la Unión Soviética. Nueve meses tras el ajusticiamiento de Ceaucescu y su esposa, la ciudad me pareció el lugar más triste del mundo. Aunque yo no había viajado mucho hasta entonces, y aunque, una vez más, era probablemente demasiado joven para aprovechar culturalmente aquella increíble ocasión, jamás olvidaré la miseria, la resignación, la tristeza de la gente (excepto nuestro guía, Gigi, tan culto y alegre, que nos cantaba "Allá en el rancho grande" en el autocar), aquel monstruoso y mastodóntico hotel (¿sería el mismo en el que se alojó Manea?) donde apenas había dos huéspedes más; aquella cantidad ingente de Renault 12, el único modelo de coche que se veía; la absoluta oscuridad de las calles, los niños descalzos peleándose por un kleenex usado... La Rumanía de la que huyó Manea, espero que vea mejores días.

12 comentarios:

  1. Y me permito preguntarte ¿Tu tienes una postura clara acerca del antisemitismo de Eliade?. Yo estuve hurgando n poco en este tema tiempo atrás. Hace unos años fue absolutamente fanático de Eliade y aun hoy admiro su obra ensayística (la novelística me parece deleznable), llegando a hacer peregrinaciones a otras provincias solo porque me habían dicho que allí estaba disponible tal o cual libro (una vez "El chamanismo" y otra vez su tratado acerca del Yoga. No conocía a Manea (cuyo libro pienso buscar hoy mismo) pero si a Sebastian y sus acusaciones. La primera vez que las leí me quedé profundamente sorprendido. Todo lo que había leído acerca de la historia de las religiones a Eliade no me hacía sospechar tendencias antisemitas y menos aun filonazis en su autor. Llegué a la conclusión provisional de que puede que Eliade tonteara con las Guardias de Hierro sin estar realmente implicado en su ideologá, como ocurrió a más de un intelectual en Alemania. Quizá eso quise pensar yo.

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  2. No sé qué decirte, la verdad, y de hecho parece que nadie sabe qué pensaba realmente Eliade al respecto. Tras leer el diario de Sebastian, hojeé en una librería el Diario Portugués de Eliade (no estaba en las bibliotecas y yo no tenía dinero para comprarlo), donde lamentaba la muerte de su amigo, pero donde brillaba por su ausencia cualquier atisbo de remordimiento por la forma en que lo había tratado. ¿Cómo pudo alguien tan inteligente como Eliade simpatizar con la Guardia de Hierro? Todos sabemos que la inteligencia no tiene nada que ver con la dignidad y la decencia. A veces pienso que el nazismo y movimientos afines eran como una poderosísima secta que devoraba a cualquiera que no la rechazara de plano y sin ambages. Quizá en un primer momento Eliade se sintió atraído por la iconografía mística y religiosa del nazismo, y una vez dentro de su radio de influencia, no pudo sino huir hacia delante. Parece ser que era capaz de defender un día a los judíos y atacarlos al día siguiente. Sebastian era sin duda su amigo, y sin duda también, Eliade hubiera preferido que no hubiera sido judío. Para abrirte apetito respecto a Manea, échale un vistazo a este interesante artículo sobre Sebastian, con numerosas referencias a Eliade (el dichoso artículo "Felix Culpa" no lo he podido encontrar): http://www.claremontmckenna.edu/hist/jpetropoulos/documents/newrepublic.htm Por otra parte, pese a mi escasa experiencia sobre el Eliade novelista, coincido plenamente contigo. Hace unos días intenté leer una de sus obras de ficción y no pude con ella. Un saludo.

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  3. Tu texto me ha dejado apabullado. Mi ignorancia es grande y el caso Eliade me lo confirma. Sólo puedo darte las gracias por tanta información contada de manera tan esclarecedora. Rumanía es una perfecta desconocida en mi caso y creo que en general.
    Enlazando con el tema de la adscripción a movimientos o partidos de extrema derecha de aquella época, leí hace poco una novela donde se soltaba una opinión consistente sobre los nazis: "Una de las grandes falacias de nuestro tiempo es la idea según la cual los nazis llegaron al poder porque supieron introducir el orden en el caos. Cuando lo que ocurrió realmente es todo lo contrario: triunfaron porque lograron introducir el caos en el orden (...)Ofrecieron a la humanidad todas sus grandes tentaciones."
    Un abrazo y un placer de lectura.

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  4. Muchas gracias por tu comentario, Carlos.
    Tienes razón, Rumanía es una gran desconocida y es una lástima que la imagen que se está imponiendo en nuestro país sea la del estereotipo del inmigrante conflictivo.
    Me gusta la cita sobre el nazismo, sobre todo la última frase sobre las grandes tentaciones. Ya dirás de qué novela se trata.
    Un abrazo.

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  5. Se trata de la última que comento: El mago. Muy recomendable.

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  6. He leído varios libros de Mircea Eliade, pero no había leído nada sobre su vida. Ahora, a raíz de tu texto -tan sugerente como de costumbre-, he rastreado su historial por internet: seguidor de Guénon, admirador de Oliveira Salazar, simpatizante de la Guardia de Hierro, defensor y propagandista del régimen de Antonescu, amiguete de Carl Scmitt, autor de artículos en los años 30 donde defendía las ideas de Huston Stuart Chamberlain, Evola y Gobineau..., y no sigo. Hay un artículo en la Anti-Fascist Encyclopedia titulado "The Occult Nazi Roots of Mircea Eliade" muy recomendable.
    Probablemente la lectura del "Diario" y de "El regreso del húligan" impliquen, además de una notable experiencia literaria, una lección moral y, por qué no, un acto de justicia poética. Tomo buena nota de ambos títulos.
    Saludos.

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  7. Tres meses después de tu paso por Rumanía pasé por Bucarest. Era un congreso de poetas. Todos lloraban el asesinato del padre. Yo lo había visto a Ceaucescu en Lima en la época de Velasco. De algún modo me turbó su final. Lo de Eliade lo sabía pero no he reflexionado lo suficiente sobre ello dada mi fascinación por Europa central. Y es que en Europa hay un nazi bajo cada piedra.
    Saludos.V.H.
    lagunabrechtiana.blogspot.com

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  8. La verdad, Ricardo, es que yo quería tener un poco de indulgencia para con Eliade. Sin embargo, veo que tú te has informado mejor que yo, y que resulta bastante difícil achacar el comportamiento de Eliade a su ingenuidad, o considerar su simpatía por el nazismo un pecadillo de juventud. Probablemente, el ensayo "Felix culpa" de Manea, o las investigaciones de Culianu dejaban claro que no había justificación posible para el gran estudioso de las religiones.
    Un saludo.

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  9. Gracias por tu comentario, Vladimir.
    Pues es una casualidad, nuestra casi simultánea visita a Bucarest. Me pregunto si la ciudad te causó la misma impresión que a mí.
    A mí también me turbó el final de Ceaucescu, sobre todo ahora que he vuelto a ver las imágenes del juicio y los momentos inmediatamente posteriores a su ejecución. Está ahí, con su esposa, el déspota que hasta ese momento había sido amo y señor de su país. Todavía no da crédito a lo que le está sucediendo, y no se da cuenta de que dentro de unos momentos lo van a ejecutar. Realmente sobrecogedor. Lo mismo me sucedió con Hussein o Gadafi. Por muy crueles y sanguinarios que fueran, en el último momento no puedo dejar de apiadarme del ser humano enfrentado a su inminente muerte.
    No sé si yo iría tan lejos al hablar del nazismo en Europa, pero desde luego sí hay muchos que no se dan cuenta de que lo son.
    Un placer leerte por aquí.

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  10. Creo que es muy difícil de entender la postura política de Eliade si la separamos del contexto histórico en el que Rumanía estaba inmersa. En primer lugar, la Guardia de Hierro rumana no se puede comparar con el fascismo italiano o con el nacionalsocialismo alemán, ya que poseía una serie de particularidades. La característica principal de este movimiento fue la exaltación del ortodoxismo rumano, una de las grandes señas de identidad del país. Esta fue la razón por la que fue capaz de aglutinar a sectores muy diversos de la sociedad (un gran número de intelectuales, campesinos y sacerdotes fueron legionarios). Eliade sufría lo que él mismo llamaba "el complejo del provincialismo"; consideraba que la cultura rumana tenía un lugar marginal dentro de la escena europea, que éramos "una cultura pequeña". Muchos intelectuales de su generación (Cioran, Ionesco,Goga...) simpatizaron con la Guardia de Hierro porque vieron en ella la posibilidad de superar ese complejo. En el caso de Eliade, creo que tuvo la miopía de ver a la Guardia como una especie de "secta mística" y no tanto como un movimiento político.

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    1. Gracias por tu interesante comentario.
      Evidentemente, estás más informado que yo sobre la Rumanía de aquellos años. Yo en ningún momento pretendo juzgar a Eliade, porque no sé cómo me habría comporatado yo en esa situación,o en la Alemania nazi, o en la América esclavista, o en cualquier otro contexto histórico donde un gran sector de la población adopta una actitud que hoy nos repugna. No obstante, creo que hay que reconocer los hechos y contarlos como son, y eso es lo que intentó hacer Manea. Si el apoyo de Eliade a la Guardia de Hierro se puede justificar por el contexto histórico, también se puede justificar la crítica a Eliade por nuestro contexto.
      De todas, por tu última observación, creo que estamos de acuerdo en lo esencial, ya que, como he dicho en otro comentario, probablemente a Eliade le atrajo la iconografía mística y religiosa del nazismo (o de la Guardia de Hierro) más que la ideología en sí.
      Un saludo.

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    2. Gracias a ti por abrir este espacio para el debate y, sobre todo, por dedicarle unas líneas a la literatura rumana que, salvo algunas excepciones, sigue siendo una gran desconocida para el público occidental. No he visto en tus palabras la intención de criticar a Eliade. Yo también pienso que se tiene que hablar sobre esa época de su vida. Sin embargo es muy difícil llegar a una conclusión, ya que hay opiniones muy contrarias entre la gente que ha tenido el gusto de conocerlo. El culpable de que a día de hoy siga existiendo esta ambigüedad sobre su persona es el mismo Eliade, que siempre se ha mostrado reacio a responder públicamente las preguntas relacionadas con este tema. En el "Diario" Mihail Sebastian lo llama ingenuo... y luego, con razón continúa diciendo que "hay ingenuidades que son catastróficas".

      Un saludo y felicidades por el blog !

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