sábado, 5 de noviembre de 2011

Doce anillos, de Yuri Andrujovich


Hay personas a las que les gusta hablar de las claves de una novela, una especie de descodificador literario sin el cual nuestro disfrute de una obra se ve seriamente mermada. Andrujovich es uno de esos raros autores que, tanto aquí como en Recreaciones, nos concede el raro privilegio de adjuntar a la historia una especie de epílogo donde se supone que nos revela algunas de dichas claves. En Doce anillos este epílogo se titula "Orfeo crónico (intento de autocomentario)". Afortunadamente para el lector gandul y superficial que soy yo, que prefiero disfrutar de la lectura aunque no la entienda al 100% (y que de hecho tengo miedo de que un descodificador me revele que no he entendido na de na, porque donde veía una cara había una cafetera, y lo que parecía un turgente busto no era más que una tórtola disecada), las susodichas claves que nos proporciona el autor no nos aclaran demasiado, y es él mismo quien nos señala que el acento ha de ponerse en el autocomentario, o dicho de otro modo, que se trata del comentario del autor para el autor. Pero empecemos por el principio...

Bogdan-Igor Antonich, hoy

Andrujovich (a quien supongo que, contra natura, tendremos que acentuarle la última sílaba) toma como base para esta historia un recurso conocido y explotado por la literatura y el cine: un grupo variopinto de personajes que no se conocen entre sí son convocados en un hotel por un enigmático magnate del que no saben nada, y que no termina de hacer su aparición. De alguna manera, todos tienen un vínculo con Bogdan-Igor Antónich, uno de los grandes poetas ucranianos del siglo XX, vínculo que puede ser real y evidente, o de naturaleza digamos metafísica y permanecer oculto hasta el final. Y aquí es donde al lector español le surge la pregunta: ¿qué hacer con una novela que tiene como uno de sus ejes centrales la vida y milagros de un poeta de quien no sólo jamás había oído hablar, sino al que, además, a duras penas conseguirá leer? (En inglés hay publicadas, por lo menos, dos antologías de este, dicen, grandísimo poeta; no me consta ninguna publicación en español). La respuesta, más adelante, si me acuerdo.



En este grupo hay también un triángulo amoroso. Se trata del formado por (1) el fotógrafo Karl-Joseph Zumbrunnen, con raíces ucranianas y enamorado de (2) su intérprete Roma Vorónych, viuda de un etnógrafo mucho mayor que ella, y actual esposa de (3) Artur Pepa, escritor y calavera que pasa por la crisis de los 37. Estos tres personajes se nos muestran en toda su complejidad e inconsistencia humanas, y las relaciones entre ellos, así como su evolución, siempre imprevisible (en algún caso, incluso los acompañamos en su viaje al otro mundo), son de lo mejorcito de este libro, que, digámoslo ya, es entretenimiento, es imaginación, y es literatura pura y dura. El resto del grupo, a saber, el golafre director de cine, las putas baratas que sueñan con ser putas de lujo, el profesor seguidor (sería clave, aquí sí, saber la palabra exacta y sus significados en ucraniano) de Antónich, y la hija de Roma, arisca doncella con las hormonas a flor de piel, y en quien cobra sentido el título del libro; el resto del grupo, como digo, está retratado con menos sutileza y el autor tan sólo resalta de cada uno de ellos la característica que le interesa. Sin embargo, no se trata de personajes planos ni de caricaturas, sino de personajes que están ahí única y exclusivamente al servicio del autor y de la obra. Andrujovich es de esos autores que parece decirnos "mira, ahora voy a hacer que este personaje se comporte así,¿qué te parece?". Y de este modo, desde el primer momento y hasta ese epílogo con autocomentario, lo que se desarrolla en las páginas es, entre otras muchísimas cosas, una obra en progreso, con un autor que comparte con nosotros sus dudas ante, por ejemplo, la elección de un adjetivo, y confiesa la arbitrariedad de la decisión final, o se extraña y decepciona ante el lugar común con el que nos acaba de obsequiar. 

Héroes de los negocios

Supongo que en algún momento tendré que contar algo del argumento. Hm. En estas situaciones lo mejor es salirse por la tangente y abrir uno de esos grandes cajones de sastre literarios. Abro el de "novela de ideas" y lo vuelvo a cerrar. Creo que encajará mejor en el de "novela de búsqueda". Doce anillos narra una búsqueda, en este caso la búsqueda de la identidad ucraniana, de sus raíces y de su destino. Como yo y mis cajones, Andrujovich ha metido en la novela botones sueltos, carretes de hilo medio usados, dedales, un cojín para agujas, y con ellos y su talento ha creado esta gran novela y ha llevado a cabo esa búsqueda. 
Por una parte está el ya mencionado Karl-Joseph Zumbrunnen (nombre de obvias resonancias habsbúrgicas y apellido que significa "hacia las fuentes"), fotógrafo incapaz de dejar de visitar por largas temporadas la tierra de su bisabuelo, al que le encargan un reportaje fotográfico sobre los Cárpatos que tendrá como título La patria del masoquismo. Por otra parte, tenemos esa curiosa colección de personajes reunidos en un "Programa Humanitario 'de los héroes de los negocios a los héroes de la cultura'". Tenemos la omnipresente figura y versos de Antónich; tenemos a los gitanos, rodeados del aura de leyenda negra que aún los envuelve en la zona; tenemos la corrupción policial; tenemos la indescripiblemente hortera sumisión al capitalismo; tenemos, finalmente, el balneario mismo, un escenario surrealista (a la manera de los muy reales museos soviéticos) y onírico donde se amontonan sin ton ni son todo tipo de objetos, artilugios y cachivaches en salas con letreros como MATADERO DE PÁJAROS, SALA DE ACUMULADORES, SALA PRIMAVERAL DE BILLAR o DO NOT MASTURB (sic) PLEASE.  

¿Hutsules? Y yo que pensaba que eran de Galicia

Pero el cajón de "novela de búsqueda" no puede contener esta inmensa novela. La mítica Mitteleuropa, los Cárpatos, Galicia, la tierra de fronteras y, por otra parte, el destino del hombre y del arte, su recuerdo, o lo que es lo mismo, lo efímero, ¿la banalidad?, llenan la novela a rebosar de ideas y preguntas. Por no hablar del folklore. A lo largo de la novela son incontables las plajta, sardaka, keptar, postoli, drymbas, tobivkas, floyar, djolomia, banush, por citar sólo unos pocos de los términos referentes a ropa, calzado, comida o instrumentos musicales que adornan la novela, salpicada, por otra parte, de estrofas de canciones pop contemporáneas rusas o ucranianas. En cuanto a los diferentes grupos culturales que pueblan la zona, uno se maravilla ante la silenciosa y ubicua presencia de los hutsules, cuya existencia desconocía por completo. Y se pone uno a investigar en la red y se aturde con la abundancia de nombres y etnias de resonancias casi míticas: polesios, boikos, lemkos, rutenos...
Andrujovich escribió Doce anillos en 2003, es decir once años después de que se publicara la polémica Recreaciones. Si en esta última reflejaba, entre otras cosas, el desconcierto de un esclavo al que de pronto sueltan en medio del bosque, en el libro que nos ocupa se advierte una desazón si cabe aún mayor. El autor y la sociedad ya ven el rumbo que ha tomado el país. Son conscientes de todo lo que están destruyendo en aras de una prosperidad y felicidad occidentales. El retrato de Ucrania es aún más descorazonador que en Recreaciones. Mafia, prostitución, banalización de lo que deberían ser los pilares de un país que se precie: la historia, la cultura, la tierra. Y sin embargo, no vino por ahí esta vez la polémica, sino por lo que se entendió como una burla al gran poeta nacional. Cuenta Andrujovich en su "intento de autocomentario": 

"El invierno del 95 al 96 lo pasé junto a Antónich. Me da vergüenza reconocerlo, pero estaba escribiendo la tesis doctoral sobre él. Era una prueba y, por cierto, doble. Primero, la prueba de mi amor juvenil hacia su poesía (¿lo conservaré?); segundo, la prueba de mi propia capacidad de escribir en un ordenador."

En otras entrevistas ha sido más claro y unívoco al expresar su admiración por Antónich, pero por lo visto la comparación con Jim Morrison y las referencias a borracheras y burdeles tocaron algo sagrado. Parece que no fueron pocos los libreros que se negaron a vender el libro. Y yo que pensaba que aquí teníamos la piel muy fina.

En resumen, extraordinario libro de un excelente y fascinante autor, y buena traducción de Oksana Gollyak y F. Guerrero Solé, traducción que, no obstante, se habría beneficiado muchísimo de una buena revisión. Con lo que cuida Acantilado sus publicaciones, me sorprende sobremanera la abundancia de descuidos que hay en ésta. A lo largo de las primeras 200 páginas, creo que no hay ni un sólo "cómo" acentuado correctamente. También llama la atención el modo en que la transcripción de nombres propios puede cambiar de una página a otra, y duelen los constantes catalanismos que ha encontrado el catalán que esto escribe, desde "delante nuestro" hasta "hacer campana", pasando por el que más rabia me da: "explicar historias". Descuidos que, no obstante, para nada empañan la gran lección de creatividad, imaginación, talento y literatura de Doce anillos.

2 comentarios:

  1. Después de haber leído tus dos artículos, los del propio Andrujovich en "El último territorio" y de haber intercambiado alguna charla sobre ellos con Joaquín Huguet, cada vez más la obra de este escritor ucraniano me recuerda al "Mundo de ayer", de Stefan Zweig.
    Y respecto a lo que dices de la editorial Acantilado y a sus descuidos, la verdad, a mí no me extraña nada: lo último que leí de ellos fue un librito mínimo (aunque no en el precio)plagado de erratas, "Mi Pushkin", de Marina Tsvietáieva. Me da la impresión de que hicieron recorte de plantilla en la empresa y que echaron al que se encargaba de la revisión de textos, pensando que con el corrector de Word tenían bastante. Una pena.

    ResponderEliminar
  2. Salvando las distancias, sobre todo estilísticas, Zweig y Andrujovich sí tienen algunos puntos en común. En primer lugar su cosmopolitismo, y su consecuente y comprensible fobia al nacionalismo. Los dos son, ante todo, grandes (centro)europeístas, comparten la añoranza por un mundo que se fue, y parecen pensar que la salvación de Europa pasa por recuperar ese mundo sin fronteras. En este sentido, la escena final de Doce Anillos es inolvidable.
    Hace años intenté leer "Mi Pushkin" en ruso, pero no lo conseguí.
    Y esperemos que Acantilado enderece el rumbo.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...