miércoles, 22 de junio de 2011

Jernigan, de David Gates; Asterios Polyp, de David Mazzucchelli


"Después bajé al sótano y entré en la sala de ejecución. Sin intención de suicidarme. Lo único que quería, creo, era hacer una barbaridad. Algo que resultara muy difícil negar. Saqué la pistola de la caja de herramientas, me senté en una bala de paja, apoyé la palma de la mano izquierda en la paja áspera, pegué la boca del cañón a esa pequeña membrana que queda entre el pulgar y el resto de la mano, y me disparé ahí con ánimo más o menos experimental. Para ver qué pasaba. Dios santísimo, cómo dolía. Aunque había pasado cosas peores, vaya que sí: ni punto de comparación con, pongamos, un dolor de muelas."

Si hay algo que los americanos hacen como nadie, es escribir novelas como ésta. Jernigan pertenece a ese género conocido (por mí) como "novela de perdedor", y que nos ha proporcionado obras maestras como la salvaje La conjura de los necios o la más civilizada Corre, Conejo y sus secuelas. Jernigan se sitúa de manera equidistante entre las dos: el protagonista, Peter Jernigan, hace tiempo que renunció al sueño americano que sostiene a Harry "Conejo" Armstrong a lo largo de cuatro décadas en un conformista autoengaño, pero nunca llega a la cafre y despiadada misantropía de Ignatius Reilly.
La novela tiene un comienzo de los que te agarran, con un Jernigan que, tras pasarse la noche entera conduciendo borracho a través de la nieve, se baja del coche y camina hasta llegar a una caravana de mala muerte donde pasará la noche y perderá un par de dedos. Poco más tarde, el narrador, que es el propio Jernigan, hablándonos desde un centro psiquiátrico, nos informa de que su amigo el Tío Fred lo salvó de la congelación e hizo las gestiones necesarias para que lo ingresaran. Y con la historia que viene a continuación nos contará cómo un profesor de literatura, casado y con niño e hipoteca ha caído tan bajo.
Jernigan es un personaje muy interesante. Inteligente, culto, incapaz de resistirse a la constante ironía - aunque eso le lleve a alienarse de todos sus seres queridos -, escapa a los esquemas tradicionales de este tipo de novela. Como he dicho antes, Jernigan no está contra el mundo. Simplemente, sabe que no encaja en él.
Es difícil establecer el momento en que empieza su caída. ¿El día en que abandona las clases de literatura y se mete a trabajar en una oficina? ¿El día en que, en medio de una fiesta con amigos, muere su mujer? ¿O cuando conoce a Martha Peretsky, divorciada, macizorra, bebedora, amante de la música country, que cría sus propios conejos y los mata a balazos? 
Jernigan se dirige constantemente al lector, que, no obstante, nunca llega a saber con certeza qué es lo que busca aquél. No le gusta su vida, y sabe que lo que le espera sólo puede ser peor. Parece que lo único que le queda es intentar ser un buen padre, y siente ese dilema de sentirse orgulloso en las escasas ocasiones en que su hijo sigue sus pasos, y al mismo tiempo, ¡no hijo, no lo hagas!, desear para él un camino diferente. De acuerdo, no es una historia que destaque por su originalidad. No es el argumento lo que hace de Jernigan una novela excelente, sino la voz del narrador.

¿He dicho alguna vez que me gustan los escritores de cara interesante?

David Gates consigue dotar a su personaje de una voz divertida y original. Jernigan lanza sarcásticos mandobles a disestro y siniestro, contra todo y contra todos, pero sobre todo contra sí mismo. Hay en su humor cierto tono de indiferencia ante la vida y, sobre todo, ante el resultado de sus chistes. "Sé que no tiene gracia", parece decir, "y me la suda que te rías o no". Pero la novela es francamente divertida. La habitual colección de personajes tarados también se sale de los clichés, y su comportamiento y reacciones pocas veces resultan las esperadas. 
Perfectamente estructurada, tanto en cuanto a ritmo como en tiempo narrativo, redonda en muchos aspectos, Jernigan es una muy buena novela de un escritor poco prolífico. Y termino con la continuación de la cita de arriba:

"Puro Jernigan, al cien por cien: primero te tragas un montón de calmantes, luego quieres sentir algo, al final te quejas y te lamentas porque duele."



Y mira tú por dónde, la tarde en que empecé a escribir la reseña sobre Jernigan, me leí de un tirón esta novela gráfica, y en parte porque ambas comparten ciertos elementos, en parte para ahorrarme trabajo, decidí que las dos cabían en la misma entrada.
Asterios es un tipo desagradable, pagado de sí mismo y mujeriego. Aparte de dar clases de arquitectura,  es un arquitecto de prestigio, tanto que jamás ha visto construido ninguno de sus diseños (como se dice en inglés, "those who can't, teach"). Abandonado por su compañera, se ha ido hundiendo en su lujosa miseria, hasta que una noche, recién cumplidos los 50, un incendio en su apartamento de Manhattan le hace perderlo todo.


Su caída, a diferencia de la de Jernigan, es en picado y dura lo que el incendio. Su redención, sin embargo, sigue un curso parecido: se queda con el primer trabajo que pilla, de mecánico, y se instala a vivir en una habitación en casa de su jefe, un gigantesco bonachón casado con una vidente. Al igual que Jernigan, mientras hace un repaso de lo que ha sido su vida hasta entonces, Asterios tendrá que bajar al mundo real, convivir con personas de un nivel cultural muy inferior y, allí donde Jernigan mata conejos y se agujerea la mano, él se llena las manos de grasa y pierde un ojo de un botellazo. Tal es el particular descenso a los infiernos de nuestros amigos. De hecho, uno de los motivos recurrentes del libro es el mito de Orfeo y Eurídice,


aunque la recreación del mito es sólo uno de los ejes de la novela. En esa recreación se integran algunos de los otros motivos de la obra: la naturaleza dual del mundo y el constante cuestionamiento de dicha dualidad (suena a tostón, ya lo sé, pero eso es sólo achacable a mi estilo). La (cuestionada) dualidad se reproduce en los conflictos entre hombre y mujer, espiritualidad versus materialismo, fatalidad versus libre albedrío o, en palabras del propio Asterios, arte factual versus arte fiticio. Este último a su vez se reproduce en el motivo de los hermanos gemelos, dado que Asterios vivió, e Ignazio, el que hoy sería su hermano, murió. Asterios nos recuerda las increíbles coincidencias que presentan los gemelos idénticos a lo largo de sus vidas debido al fuerte lazo que los une desde el vientre materno. En su caso, este lazo es tan fuerte que Asterios sigue hoy teniendo una relación con su hermano muerto, al que nunca vio. 


Aunque todo el libro es inolvidable, hay capítulos que destacan especialmente, como ése, brevísimo, en el que el simple y mundanal acto de cortarse las uñas de los pies le trae a Asterios el vívido recuerdo de la vida en común con Hana, con todo lo hermoso, rutinario, prosaico y vulgar que tiene la vida en pareja.


En toda reseña que se precie debe decirse que el autor lleva al límite las posibilidades de la novela gráfica. Bueno, pues ésta es una reseña que se precia, así que: en esta novela David Mazzucchelli lleva al límite las posibilidades de la novela gráfica. ¿Y eso en qué consiste? No sólo en la fabulosa composición de las páginas, y en la originalidad de las viñetas. Lo que distingue a Asterios Polyp de otras excelentes novelas es el uso que hace el autor de la tipografía y, sobre todo, del color y de las formas. Llevar al límite las posibilidades de un arte consiste en expresar con él lo que no puede expresarse con ningún otro arte. No sé si esto será un defecto, pero existen grandísimas novelas gráficas que podrían perfectamente ser novelas a secas. Y no sé si esto será una virtud, pero sí sé que Asterios Polyp no sobreviviría a la amputación de lo gráfico.


En otras palabras: fascinante, inteligente y hermosa, Asterios Polyp es una de las novelas gráficas más gráficas que leído nunca. 

4 comentarios:

  1. La verdad es que Ediciones del Asteroide esta rescatando una serie de escritores americanos e ingleses muy interesantes. Sin olvidar al gran candiense, Robertson Davies. De este no había oído hablar. Últimamente me estoy dando cuenta de que mis carencias son aun mucho mayores de lo que ya sabía. Una buena novela de perdedores de vez en cuando contribuye a elevarnos la moral. Coincido en quedo bueno de Ignatius puso el listón muy alto.
    Tu colección de novelas gráficas comienza a ser como para darte un atraco....

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  2. Yo tampoco había oído hablar de él, pero siempre que veo algo del Asteroide en la biblio, le echo una buena ojeada. Ésta novela merece mucho la pena.
    En cuanto a las novelas gráficas, no temo por mi colección, ya que las saco también de la biblio. Ni mi bolsillo ni mis estanterías podrían permitirse una residencia permanente en mi casa. Algo que se agradece en estos días en que estoy de mudanza.
    Un saludo.

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  3. gracia spor la reseña de Jernigan

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