jueves, 23 de diciembre de 2010

Los Detectives Salvajes, de Roberto Bolaño (2)

Entiendo perfectamente a los que consideran a Bolaño un genio, a los que piensan que representa la voz más innovadora en lengua castellana de las últimas décadas, a los que dicen que ha marcado un antes y un después.
Pero también entiendo perfectamente a los que piensan que es un escritor más que sobrevalorado, a los que opinan que sus novelas carecen de un argumento capaz de interesar a nadie, a los que piensan que engancha palabra con palabra, frase con frase, página con página, e historia con historia para al final no decir nada, a los que se aburren con personajes que no hacen más que follar y leer poesía.
Los entiendo perfectamente a todos. ¿Y a qué se debe esta capacidad de comprensión? Pues a que yo estuve allí, y ahora estoy aquí. Estuve limpio mucho tiempo. Resistí. Me decían "¿Un poquito de Bolaño?" y yo decía "¡no!". Venga, que no pasa nada. ¡No!... Y ahora aquí me tenéis. Enganchado. Condenado.

Así empezó todo, con esta primera frase:

He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así.

La frase es del narrador de la primera y tercera parte, Juan García Madero, personaje con mucho del autor. Más del autor tiene otro personaje, Arturo Belano, uno de los grandes nombres del real visceralismo. En cualquier caso, no hay duda de que la escritura de Bolaño mismo es visceral. Realista y visceral. Es visceral en el sentido de que el autor se vuelca, o mejor dicho, y por romper de paso el tópico, Bolaño se vomita a sí mismo sobre el papel. Quien lee a Bolaño, lo conoce. No puede ser de otra manera, después de pasar 600 páginas en compañía de sus vísceras.

¿Quieres ganar el Herralde? Pues te voy a dar un consejo: sé tú mismo.

De acuerdo, la sinceridad no es necesariamente una virtud en la literatura. Todos sabemos de aquel poeta de refinadísima sensibilidad que resultó ser un simpatizante nazi, o de aquel novelista, tan comprometido con la libertad, que en sus ratos libres se dedica al castrismo. Y pese a que no por ello dejamos de admirarlos y tenerlos en altísima estima, la verdad es que tamaño descubrimiento no deja de sorprendernos ingratamente. Ergo la sinceridad sí puede ser una virtud, en tanto en cuanto que uno lee a Bolaño y sabe que no tendrá que hacer de tripas corazón por sus esqueletos en el armario. Hay lo que hay. Pasión enfermiza por la lectura, espíritu independiente, insumisión hacia los cánones, indiferencia ante el éxito, poesía a raudales, tanta erudición como candidez, y toda la vida del autor desgranada en sus personajes y sus incontables historias. Porque...

...en este autor es imposible separar su vida de su obra literaria. Toma ya lugar común. Pero con Bolaño es diferente. Los Detectives Salvajes es la vida de Bolaño. Por descontado esto no tiene nada que ver con una escritura autobiográfica. Bolaño es literatura, su vida es literatura, se alimentó de literatura y probablemente murió de lo mismo. Puedo verlo pasando las noches en vela leyendo, fumando y leyendo, encadenando un  libro con la colilla del anterior. Y Los Detectives... = Bolaño = literatura.


¿Cómo? ¿Que de qué trata Los Detectives Salvajes? Ah, bueno, y yo qué sé. Pues supogo que trata de...

(retiro temporalmente el resto de la reseña, que voy a presentar a un concurso que hay por ahí).

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