lunes, 21 de diciembre de 2015

Restos de temporada 2015




Corroído por la impaciencia, a la espera del momento en que yo mismo me dé un empujoncito y termine de una vez mi última entrada Proustiana, aquí os dejo, de momento, unas más que brevísimas impresiones del resto de mis lecturas, en las que incluyo las buenas, las malas y las regulín. No sé si este año puedo hacer algún tipo de balance, porque al lado de don Marcel todo empequeñece, qué se le va a hacer. Hasta el número de lecturas es sensiblemente menor que otros años, algo que, por otro parte, me preocupa muy poco. Más me preocupa, sin embargo, la tendencia a olvidar todo aquello que no reseño inmediatamente, así como los límites de mi paciencia, que cada vez me parecen más próximos. ¿O quizá no debería preocuparme?


Red earth and pouring rain, de Vikram Chandra

Comencé el año lector con mal pie. Este libro lo compré durante mi lejano viaje a la India, y llevaba, por lo tanto, sus buenos veinte años esperándome en la estantería. La verdad es que esta historia narrada en parte por un mono gramático empieza bien, muy bien, hasta que se mete por caminos y vericuetos que no recuerdo muy bien, precisamente porque no me engancharon. Y es que, como ya os he dicho, cada vez tengo menos paciencia. Cosas de la edad. No obstante, releyendo resúmenes de su argumento y elogiosas críticas, no descarto darle otra oportunidad.
 
Luego vino una pequeña racha Turguéniev, con Rudin,


Mumu,

y Primer amor.


Leí las tres en ruso, lo cual tiene su lado bueno y su lado malo. Por una parte está el gozo y el orgullo de leer a un clásico ruso en el original y entender el setenta y cuatro por ciento. Por otra parte, ese ventiséis por ciento que se queda por ahí no deja de resquemarnos. Naturalmente, la única manera de reducir el procentaje es seguir dale que te pego con el ruso. Se intentará.

Por tanto, tengo poco que decir de estas novelas. De ellas, la que me ha dejado un recuerdo más vivo es sin duda Rudin, la más extensa de las tres y la primera que publicó el autor. Turguéniev nos presenta en esta historia a un personaje muy interesante, acerca del cual el lector no acaba nunca de formarse un juicio claro. Rudin es uno de esos abundantes ejemplos en la literatura rusa de "hombre superfluo", lleno de ideas y planes, pero prisionero de su incapacidad para llevarlos a cabo. Se le ha comparado con Pechorin, el protagonista de Un héroe de nuestro tiempo, y lo cierto es que tanto el personaje como algunos aspectos de la trama nos recuerdan a la gran obra de Lérmontov. Ese setenta y cuatro por ciento lo disfruté hasta la última centésima.



El derrotista, de Harvey Pekar

Muy buena novela gráfica de un autor que desconocía, aunque su estilo nos resulta tan familiar como el de Will Eisner. Pekar nos cuenta aquí su vida y su camino de adolescente mamporrero a señor dibujante.


De profundis, de Oscar Wilde

Wilde escribió esta obra durante su reclusión en la cárcel de Reading, a donde fue condenado por conducta indecente. Haciendo acto de contrición y dirigiéndose a su compañero de indecencias, don Óscar escribió un libro maravilloso, profundo y estremecedor. Preparo entrada sobre ésta y otras obras escritas desde la trena.



El prisionero del Cáucaso, de León Tolstoi

Lo mejor del kindle es el acceso fácil y gratuito a centenares de clásicos en lengua original. Y en ruso, Tolstoi es de los autores más accesibles, máxime si se trata de una de sus historias breves. El título de esta obra fue utilizado primero por Pushkin, que centró su poema en la historia de amor entre el prisionero y la chica caucasiana. Tolstoi, por su parte, nos habla más del choque entre culturas, y percibe el Cáucaso, como vimos en mi entrada anterior, como una tierra de salvajes necesitada de que Rusia tenga el detalle de civilizarla. Incorrecciones políticas aparte, se trata de un relato inolvidable, que no ha perdido un ápice de popularidad ni, desde luego, de relevancia. El reciente conflicto checheno dio ocasión a Vladimir Makanin, hace unos años, a publicar un relato con el mismo título.


 The fall of the stone city, de Ismail Kadaré

Las novelas de Kadaré se mueven entre la ficción, la historia reciente de Albania, y lo onírico, y ésta no es una excepción. Trata, entre otras cosas, de las vueltas de tortilla que da el totalitarismo en esos momentos cruciales de la historia, y es una novelita fascinante que nos deja, como acostumbra Kadaré, con esa sensación de que sólo una relectura nos ayudará a penetrar hasta el verdadero meollo.


La saga del Rey Harald, de Snorri Sturlusson

No todas las sagas vikingas son igual de amenas. Algunas pueden hacerse francamente farragosas, y sólo su interés histórico las salva para el lector actual. Ésta, sin embargo, es de las que nos hacen disfrutar. Reyes llamados Harald y reyes llamados Harold en un libro de gran interés para entender la historia de... Inglaterra.



Pasaje de las sombras, de Arnaldur Indridason

Con Indridason siempre me lo paso pipa, y esta novela no es una excepción. Si la memoria no me falla, estamos de nuevo ante un asesinato que tuvo lugar hace muchos años, lo que parece un rasgo común de muchas de las novelas del islandés.



The secret history, de Procopio

Literatura bizantina. Ahí es nada. Me atrajo este autor desde que leí las constnates referencias que Asimov hacía a él en su historia de Constatinopla. Esperaba, la verdad, unas descripciones más detalladas de los desmanes y la depravación del emperador Justiniano y su señora Teodora. Con todo, uno aprende, y la historia vuelve a cobrar vida ahora mismo, cuando estoy leyendo a Gibbon y su Decadencia y caída del imperio romano.


Por amor a Judit, de Meir Shalev

Tenía muy buenas referencias sobre este autor israelí, considerado uno de los grandes, pero la verdad es que tuve que hacer un gran esfuerzo para terminar esta novela. Si es que la terminé, que ya ni me acuerdo. Parece que el realismo mágico no prende en Oriente Medio. Tras un interesante comienzo, la historia de esta mujer y sus amores, junto con las excentricidades y leyendas del resto de personajes, todos ellos repletos de buen rollo, se me hizo tediosa, tediosa.


El misterioso caballero del libro sagrado, de Antón Dochev

Un ejemplo perfecto de lo que pasa cuando leemos una novela única y no pasamos a reseñarla inmediatamente. Se queda ahí, en el fondo de la memoria, donde sus rescoldos humean durante un tiempo hasta que se apagan y acaban convertidos en ceniza. Pero va, intentemos reavivarlos. ¿Qué es lo que hace de esta novela algo único? Pues que está escrita por un autor búlgaro. Aparte de eso, el trasfondo histórico, con las persecuciones de herejes en la Europa del siglo XIII, con un monje bastante sádico y un narrador que tiene un plazo de quince días para contar la historia, es muy interesante, aunque quizá habría agradecido un ritmo más sosegado.


Mister Wonderful, de Daniel Clowes

Una novelita que se lee en un suspiro. Historia sencillita y relativamente conmovedora, en la que lo verdaderamente destacable son las ilustraciones. El formato es más ancho que alto, con el juego que eso da.


El jardinero de Sarajevo, de Miljenko Jergovic

Excelentes relatos del gran autor bosnio, que, no obstante, me gusta (aún) más en su faceta de novelista. Breves escenas y pequeñas instantáneas que condensan toda la tragedia de una tierra que sólo ahora parece empezar a conocer la paz.


Swan song, de Edmund Crispin

Cuando servidor tiene un gatillazo lector con un autor que me "debería" gustar, tiendo a achacarlo a una lectura deslavazada o a haber elegido un mal momento. Quizá fue eso lo que me sucedió con este libro. En todo caso, fue una pequeña decepción. No le pillé la gracia, y el interés del misterio me pareció bastante limitado.


Jerusalén. Un retrato de familia, de Boaz Yakin y Nick Bertozzi

Esto sí. Palabras mayores. Novelaza gráfica, historia épica, personajes que saltan de la página, escenas desgarradoras. Tres euritos me costó esta joya en el Mercado de San Antoni, y me proporcionó unas cuantas horas de gran placer. 


Dangling man, de Saul Bellow

Me dio la impresión de estar leyendo una versión desechada de Herzog. Boceto de obra maestra, pues, lo cual significa que es muy recomendable, pero que tampoco hay que hacerse excesivas ilusiones.


Años de vértigo, de Philipp Blom

¿Qué mejor libro para acompañar mi lectura de Proust? Blom nos hace aquí un retrato de los grandes cambios sociales, artísticos, científicos o económicos que se obraron en occidente en los años previos a la Gran Guerra, y lo hace tan bien y uno aprende tanto sobre tantas cosas que al final no habrá más remedio que dedicarle una entrada. Si lo hago, será una de esas entradas que me obligan a pasarme días enteros investigando y paladeando el gustito que dejó la lectura.


Gone girl, de Gillian Flynn

Todo lo que le pide uno a un thriller. Empezar a leer y no poder soltar el libro. No es gran literatura, desde luego, pero, en su género, cumple con creces.


El camino blanco, de John Connolly

 Y todo lo que me dio Gone girl (en español, Perdida), me lo negó Connolly. Demasiada brujería, demasiados fantasmas y, con tantos personajes cuyas historias se han ido narrando en libros anteriores, demasiada sensación de estar en una fiesta donde todos se lo pasan muy bien menos tú, que no conoces a nadie.


We were the Mulvaneys, de Joyce Carol Oates

Este novelón me sirvió para estrenarme con Oates, algo que, dada la ingente producción de esta autora, resulta paradójicamente difícil. Y fue un estreno muy feliz, porque se trata de una novela excelente. La historia de una familia ejemplar y envidiada que un día queda marcada por la tragedia, momento a partir del cual comienza su lenta pero irremisible caída. Magistral retrato de la familia, institución que, manque Tolstoi diga lo contrario, un día puede ser feliz y al siguiente hundirse en la desgracia.


La balada del norte, de Alfonso Zapico

No debería estar permitido publicar el primer tomo de esta obra sin tener el segundo ya en la imprenta. La revolución de Asturias, narrada por el gran Zapico. Gran historia y mejores personajes. Extraordinaria.


Bring up the bodies, de Hilary Mantel

Una de mis grandes lecturas del verano fue Wolf Hall. Pues bien, ésta es la segunda parte, y es más interesante aún, si cabe. El lector ya está familiarizado con el estilo de Mantel, y puede aquí disfrutar de la perfidia de Ana Bolena, sabedor del fin que le espera. Thomas Cromwell sigue haciendo de las suyas en la corte de Enrique VIII, maquinando, manipulando y de la hipocresía haciendo virtud. Una gozada.


Vientos de cuaresma, de Leonardo Padura

Me apetecía otro thriller, y me incliné por el cubano Padura, consciente de que ninguno de sus libros se acercará a esa maravilla titulada El hombre que amaba a los perros. El detective Mario Conde, encoñado entre pista y pista.


My life, de Benvenuto Cellini

Menudo personaje fue Cellini, y qué libro de memorias tan grande nos dejó. Si no me he lanzado a escribir la reseña ha sido, como de costumbre, por miedo a empezar a explorar esa época y no salir de ahí nunca. El poder de los Médici, el cariño de los papas, las técnicas de escultura, los mandobles y estocadas que el autor arreaba a todo aquél que se ganara su desprecio, junto con la arrolladora personalidad del autor y su entrañable falsa modestia, hacen de este libro una lectura no siempre fluida, pero sí absolutamente memorable.

Y se acabó lo que se daba. Si no nos leemos antes de Nochevieja, os deseo a todos una feliz Navidad y unas prósperas lecturas.


8 comentarios:

  1. Tu blog debería estar protegido, en el más oficial sentido de la palabra.
    Gracias NiñoVampiro

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    1. Gracias a ti, Hablador.
      Estas entradas son muy fáciles de preparar, pero es verdad que quedan muy resultonas.

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  2. ¡Secundo la moción de El Pobrecito Hablador!
    Sobre tus interesantes restos de serie de 2015 (¡y menudos restos!):
    -Ante todo, envidia cochina de tu capacidad para leer a Turguéniev y Tolstoi en original. No es tan difícil, me dirás, basta con dedicarse unos cuantos (muchos) años a aprender ruso. Me pregunto si me queda tiempo aún.
    -¿Estás leyendo a Gibbon? Eso sí es una gozada. He leído la versión abreviada, pero me prometí ponerme algún día con la completa. Gibbon debería ser lectura obligatoria en todas las escuelas.
    -Muy, muy atractivas las novelas gráficas que mencionas. No soy demasiado aficionada al género así en bloque, pero he disfrutado mucho con algunas joyitas que han ido cayendo en mis manos, siempre por recomendación.
    -Hilary Mantel- Bring up the Bodies está también en mi mesita de noche. Promete mucho después del espléndido Wolf Hall.
    En cuanto a policiacas:
    -Gillian Flynn-Lectura compulsiva sin duda, pero ¿no te pareció el final un poco tramposo?
    -John Conolly-este señor está tachado de mi lista desde que en una novela en apariencia negra se sacó un ángel de la manga. No es eso, no es eso...
    -Padura-leí una de las novelas de Mario Conde, que no me disgustó, aunque la encontré un tanto tópica. Tengo pendiente el de Trotsky, que todo el mundo elogia tanto.

    Estaré pendiente de tu última reseña proustiana. ¡Felices fiestas!


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    1. Gracias, Elena.
      - Desde luego que nunca es tarde para aprender ruso o cualquier otra lengua. Yo el día que me sobre un poquito de tiempo, me pondré con el húngaro, el hebreo o el japonés.
      - Respecto a Gone girl, sí que me chocó el final, y mi primera reacción fue decir "¡eso es trampa!". Sin embargo, luego pensé que el narrador masculino había ido dejando pistas al respecto desde el primer momento. En todo caso, como lectura ligera creo que está muy bien.
      - En cuanto a Connolly, es justo eso que dices. En esta había fantasmas y, ahora que lo dices, creo que también revoloteaba algún ángel.
      - Sí, esta novela de Padura no es ninguna revolución en el género, pero me gustó. Creo que seguiré con él; tanto hielo y nieve pueden cansar.
      - Estoy ahora mismo enfrascado en los combates entre Estilicón
      y Alarico.
      ¡Feliz Navidad!

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  3. Yo es que no sé si seguir leyendo tu blog, cada vez que paso por acá me voy sumando más ejemplares, la lista comienza a parecer inacabable y la angustia por no alcanzar a leerlos todos duele :). Hablando en serio, tu blog es uno de los que me sirve de referente a la hora de elegir qué leer, si hasta tengo un fichero que pone (rec. n.vamp) que significa recomendación de niño vampiro. Mira lo influyente que eres. Saludos, gracias y felices fiestas.

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    1. Muchas gracias, Hielo-9. "Influyente" es lo más bonito que me han dicho en mucho tiempo ;-)

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  4. Entresaco algunas lecturas de tu repaso del 2015, algún autor lo he leído (Wilde, Tolstoi, Indridason, Bellow, Padura,...pero no las mismas obras... todas en castellano, soy un puro desastre para las lenguas). Coincido contigo en Perdida. Tengo ganas de leer a Joyce Carol Oates.

    Leeré más tarde tu reseña de Proust. No alcanzo a disfrutar tanto como tú y estoy estancada, tengo que leer el cuarto y no encuentro el momento. Algo me pasa con él.

    Salud-os!!

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    1. El cuarto de El tiempo perdido... es bastante más movidito que el tercero, ya verás cómo empieza de animado.
      Yo tengo ganas de seguir con Oates, a ver si consigo hacerme con otra de sus grandes novelas.
      Saludos.

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