miércoles, 16 de septiembre de 2015

Del rey Arturo, el travestismo y otras cosas del viajar


A veces sucede con los planes vacacionales lo mismo que con esos planes lectores del 1 de enero que algunos gustan de hacer. El año pasado, por estas fechas, me prometía que este verano aprovecharía mi viaje anual a las Cotswold para visitar Slad, la aldea de Laurie Lee, y también que pasaría un día en Lyme Regis, el pueblo de La mujer del teniente francés, buscando fósiles con mi hijo. Pero en un caso por falta de tiempo (una semana menos), y en otro, por una confabulación del destino, esos y otros planes han tenido que volver a posponerse, por lo que, como veréis, mis paseos veraniegos no han encontrado esta vez tantos ecos literarios como el año pasado. Lo que significa que el que viene los emprenderemos con más ganas, si cabe.

Respecto a Slad y el destino, nada más prosaico y, al mismo tiempo, incitante. Con un día libre por delante, dado que los suegros se iban a celebrar su aniversario de bodas en Londres con la representación de dos minióperas de Ravel (!), me dije "hoy vamos a Slad". Así que cogí un mapa, y dos y tres. No eran mapas a escala 1:2, de acuerdo, pero sí mapas locales. Por ello, no deja de sorprenderme que en ninguno de ellos figurara el valle de Slad. ¿Será un valle fantasma? ¿Consiguió Lee detener en el tiempo aquel pequeño valle hasta el punto de que ha desaparecido de los mapas? El año que viene saldremos de dudas. Porque además volveré con pasión renovada, dado que este verano me ha traído en la maleta la segunda parte de la trilogía autobiográfica de Lee, As I walked out one midsummer morning.

 El patio del New Inn, en Gloucester

Con Slad sin cartografiar y el día algo encapotado, decidimos aventurarnos hasta Gloucester, donde nunca habíamos estado y que, al fin y al cabo, está bien cerca de Nailsworth. Poco sabía yo de Gloucester, y el nombre, quizá porque lo asocio con el pobre personaje de El rey Lear al que le arrancan los ojos, no me daba buenas sensaciones. Es más, la tenía por una ciudad gris, feúcha y aburrida. Y una vez más, salgo de mi ignorancia y descubro otro motivo más (y van) para visitar Gloucestershire (conste que no trabajo para la oficina de turismo del lugar). Gloucester es una ciudad estupenda para pasar un día, y tiene una catedral la mar de chula con unos claustros impresionantes que habréis visto en las pelis de Harry Potter. Paseando por sus calles, se topa uno con preciosas casas de la época Tudor, y si atraviesa la entrada del pub New Inn, se encontrará con el patio medieval con galerías mejor conservado de toda Gran Bretaña. Se cree que Shakespeare y su compañía llegaron a actuar en ese patio. ¿Representarían allí El rey Lear?

Uno de los claustros de la Catedral

El puerto de Gloucester es otro de sus grandes atractivos. Es muy parecido al puerto de Liverpool, y al igual que éste, se ha convertido en un importante centro comercial y de ocio, y los antiguos almacenes son hoy bares, restaurantes, apartamentos y tiendas. Entre estas últimas, destaca una preciosa tienda de antigüedades, donde podéis encontrar de todo. Se podía comprar hasta un semáforo.

Los almacenes de la zona portuaria, hoy convertidos en apartamentos

Al igual que hizo la ciudad de Bristol con Gromit hace un par de años, cuando sembró la ciudad de enormes esculturas pintadas por diferentes artistas para así incitar a los visitantes a descubrir rincones fuera de las rutas habituales, en Gloucester éste fue el verano de Scrumpty. De aquí a unos días dará comienzo el mundial de rugby, y Gloucester será una de las sedes. Scrumpty, la mascota, es un balón de rugby y sus esculturas, desperdigadas por toda la ciudad, las han decorado los alumnos de diferentes escuelas. Mi hija la pequeña se lo pasó pipa buscándolas todas.

Un Scrumpty en la zona del puerto

Los ingleses tienen unas formas de pasárselo pipa que no abundan mucho por aquí. Para empezar, el cricket. George Mikes era un autor cómico inglés cuyo origen húngaro le permitía ver a los británicos con cierto distanciamiento. Decía Mikes, comparando a los ingleses y a los "continentales", es decir, los europeos: "many continentals think life is a game; the English think cricket is a game". Supongo que, en el terreno deportivo, mi sangre inglesa no podría estar más diluida, pues nunca entenderé el atractivo de un coñazo tan soberano como el cricket. Por favor, un deporte que se juega con chaleco de lana... Y por eso no fuimos a ver un partido de cricket, sino a una jornada de eventing, que por lo visto tiene traducción y todo: concurso completo. En fin, si estáis tan perdidos como yo, se trata de caballos. Caballos corriendo, caballos saltando, niños jinetes, carreras de carros, y toda las cosas que se os ocurran que se pueden hacer a cuatro patas. O casi todas. Hay gente que llega a acampar, ya que el concurso dura hasta tres días. Es, en fin, uno de esos entretenimientos tan puramente británicos que no veréis un solo turista.


Como ya señalé el año pasado, cada vez se ven más turistas españoles en Nailsworth, que tiene un centro tan pequeñito que es inevitable encontrarse con ellos. Son, de momento, bastante inofensivos, sin duda por su espíritu pionero. Dicho espíritu, sin embargo, todavía no los lleva sinuosa y empinada carretera arriba, hasta el precioso pueblo de Minchinhampton, famoso sobre todo por su common, o tierra comunal. Este inmenso common forma parte del National Trust, es decir, es un lugar de interés histórico o belleza natural, y merece la pena visitarse para pasear y disfrutar de las impresionantes vistas con un helado de la furgoneta que siempre hay por ahí. Eso sí, id con buen calzado, porque el suelo está plagado de regalos vacunos. Y es que en este common, las vacas mandan, y los jugadores de golf tienen que someterse a ellas.

Golf y vacas

El Minchinhampton common es también, todos los veranos, el lugar donde se instala el Giffords Circus, un circo que en pocos años se ha labrado un enorme y merecido prestigio. El Giffords monta excelentes y divertidísimos espectáculos con títulos como "Guerra y Paz", espectáculo que narraba la desastrosa entrada de Napoleón en Moscú desde el punto de vista de una familia de aristócratas; o "Lucky 13", sobre una refinada ópera en la que irrumpe un ruidoso grupo de titiriteros transilvanos. El espectáculo que fuimos a ver el años pasado giraba alrededor de la mitología griega, y el de este año se llamaba "Moon songs". Si en verano andáis por allí, no os los perdáis. Aunque sólo sea por ver al genial payaso Tweedy en acción, un payaso de los que hacen reír. Que no todos saben.


Una semana menos no significa sólo menos días para hacer cosas y explorar, sino que además los compromisos familiares están mucho más apretujados. Para Lyme Regis, sencillamente, no hubo tiempo. No obstante, uno de los planes que teníamos, el de visitar la abadía de Glastonbury, sí lo hemos llevado a cabo, y es altísimamente recomendable. Así que dejemos las Cotswold y emprendamos rumbo al sur, a Somerset.
 
Una preciosa imagen antigua de la abadía de Glastonbury

Ya en mi entrada del año pasado mencioné el aspecto hippy, mágico y espiritual de Glastonbury, que hace de sus escaparates un paraíso de elfos, druidas, Morganas y hierbas curalotodo. Ello se debe a la relación de la ciudad con las leyendas artúricas, leyendas que en última instancia se remontan al bíblico José de Arimatea.

José de Arimatea lleva el grial a Inglaterra

José de Arimatea es ese misterioso personaje que aparece de manera casi fugaz en los cuatro evangelios canónicos, y que, según éstos, hizo descender el cuerpo de Cristo para darle sepultura. Otras fuentes, como los evangelios apócrifos, apuntan que además conservó el sudario de Cristo y recogió su sangre en el Santo Grial. Cuenta el Evangelio según Nicodemo que José, encarcelado por los judíos por haber enterrado el cuerpo de Jesús, recibe la milagrosa ayuda de éste para escapar de su encierro. De allí, parte hacia occidente para, años más tarde, recalar en Glastonbury, adonde lleva el grial y donde funda la primera iglesia consagrada a la virgen. (Algunas versiones son aún más fantasiosas, pues cuentan que antes José visitó Glastonbury acompañado de Jesús cuando éste era un niño). Y el grial, naturalmente, es esencial en el ciclo artúrico, si bien no apareció hasta que lo introdujo Chrétien de Troyes.

El Pozo del cáliz, en Glastonbury, donde José de Armiatea escondió el Santo Grial

 Pues bien, la abadía de Glastonbury, que hemos visitado este verano, y donde se puede pasar, tan grande e interesante es, todo un día, es el lugar donde, se nos dice, en 1191 los monjes encontraron los cuerpos de Arturo y Ginebra junto a la capilla. Casi un siglo más tarde, los trasladaron, en presencia de Eduardo I, al interior de la abadía, donde su tumba permaneció hasta que en 1539, en virtud de la disolución de los monasterios, iniciada bajo el reinado de Enrique VIII, se confiscaban todas las propiedades de la iglesia. ¿Qué harían Cromwell y compañía con esa tumba?
  

El último abad de Glastonbury, Richard Whiting, acusado de traición por su lealtad a Roma, padeció el castigo reservado a los condenados por traición: fue ahorcado, arrastrado y descuartizado en Glastonbury Tor. Su cabeza fue expuesta en la desierta abadía, y sus miembros, en las principales ciudades de Somerset. Como veis, cada brizna de hierba de este rincón de Inglaterra emana historia. Y mientras tanto, mi lectura del verano era Wolf Hall, que transcurre justo en esos días.

El espino de Glastonbury, antes de que lo destruyeran unos gamberros

Otras de las historias que se cuentan sobre José de Arimatea en estas tierras es la del espino de Glastonbury, un tipo de espino común que florece dos veces al año. Según la leyenda, José se tumbó en la tierra para dormir y dejó el cayado a su lado. Para asombro de los lugareños, el cayado echó raíces y floreció. Este tipo de espino se ha conservado desde la antigüedad gracias a la propagación mediante injertos, y todos los años se cortaba una ramita y se enviaba a Buckingham Palace para la mesa de Navidad de la Familia Real. El espino que se plantó en la colina de Wearyall para reemplazar al árbol original, destruido durante la Revolución inglesa, corrió hace cinco años la misma suerte a manos de unos vándalos, en un acto que causó consternación en la ciudad.

El niño del vestido, inédito en España

Este verano ha sido también el de la consolidación de David Walliams como uno de los autores de cabecera de mis hijos. Probablemente hayáis visto sus libros en nuestras librerías, y supongo que se estarán vendiendo con merecido éxito. Pero la verdad es que en Inglaterra Walliams es un auténtico fenómeno de ventas. Desde 2008 ha publicado siete libros y está a punto de salir el octavo. Los tenemos todos en casa y los dos mayores no paran de leerlos y releerlos. Naturalmente, cuando un autor infantil tiene un éxito tan grande, es inevitable que prensa y mundillo editorial lo aclamen y etiqueten como el nuevo Roald Dahl, y más si las ilustraciones, como en el libro del que os voy a hablar, corren a cargo de Quentin Blake. Ahora, ¿son justas esas comparaciones? Pues a mi juicio son, aparte de odiosas, tontas, pero dan una idea de la relevancia que tiene Walliams en este momento. Lo cierto es se trata de unos libros muy divertidos que transmiten valores fundamentales de respeto sin caer nunca en el sermón ni la cursilería. El paso del tiempo dirá qué lugar debe ocupar Walliams en la literatura infantil, aunque dudo que éste esté cerca de Dahl. A diferencia de éste, cuyos libros son intemporales, y se disfrutan hoy tan bien como hace cuarenta años, Walliams se dirige claramente a una audiencia infantil del siglo XXI. Y esta contemporaneidad es un arma de doble filo.

David Walliams, a su aire

Walliams trata algunos temas poco habituales en la literatura infantil, y hace referencias a la cultura de masas, la telebasura y la sexualidad, todo ello con gran desparpajo y naturalidad. Ésa es, como digo, su gran virtud, aunque, como es de esperar, escandalice a algunos padres. Su primer libro, sin ir más lejos, toca el tema del travestismo mientras nos cuenta la historia de Dennis, un niño que vive con su padre, camionero deprimido tras su divorcio, y su hermano mayor. Dennis, que añora terriblemente a su madre, siente pasión por el fútbol y es la estrella del equipo de la escuela, pero también tiene una pasión oculta: las revistas de moda para mujeres. El libro se titula The boy in the dress, "El niño del vestido", y, como digo, integra con absoluta naturalidad el tema del travestismo en lo que no es más que una historia de iniciación divertida, muy bien narrada, con momentos emotivos y personajes entrañables, sobre ese difícil momento de la vida, justo antes de la adolescencia, en que no sabemos quiénes somos, y preferimos morir a pasar vergüenza. ¿Un libro para niños que habla del travestismo? Puede ser sorprendente, sí. Os sorprenderá bastante menos saber que en cierto país se han publicado todos los libros de Walliams menos éste. Y es que aquí somos mu machos.

Fotograma de la adaptación de la BBC

El autor se permite bromear sobre sí mismo cuando habla de los tacones altos. "Es muy difícil andar con tacones", dice, "aunque eso, querido lector, yo no lo sé por propia experiencia, claro está". Walliams, de hecho, es conocido por su afición al travestismo, no sólo en su faceta de actor en Little Britain, sino también en su vida privada. Asimismo, hace unos meses se divorció, tras cinco años de matrimonio, de la modelo Lara Stone, quien adujo que la causa de la ruptura había sido el afeminamiento de su señor esposo. Los heterosexuales a los que no nos interesa la vida sexual de los demás solemos desconocer muchas cosas al respecto. Servidor, por ejemplo, pensaba que el travestismo era una actividad propia de homosexuales, y resulta que más bien todo lo contrario. Como digo, la vida privada de los otros no es un tema que me interese especialmente, así que a otra cosa, mariposa (no pun intended).

Un rinconcito del bookbarn, donde todos los libros están a una libra

Mi recorrido por las charities y el bookbarn este año contaba con algunas restricciones, siempre difíciles de poner en práctica. Peso y espacio se convierten en un verdadero problema cuando tienes que hacer maletas para dos adultos y tres niños en un circuito Barcelona-Bristol-Alicante-Almería-Barcelona, así que las compras este año han sido bastante reducidas. Helas aquí.


Empezando por abajo:

- I, Claudius y Claudius the god. Es decir, en inglés y en un volumen. Por una libra no está mal, ¿no?

- On the shores of the Mediterranean, de Eric Newby. Newby es uno de los grandes de la literatura de viajes. No lo he leído jamás, pero su nombre siempre aparece en cualquier estantería inglesa.

- We were the Mulvaneys (traducida en español como ¿Qué fue de los Mulvaney?), de Joyce Carol Oates, una novela muy buena que ya me he leído y de la que supongo que caerá reseña.

- The handmaid's tale, de Margaret Atwood. No he leído nada de esta autora, tan elogiada por todos.

- Strange life of Ivan Osokin, de P.D. Ouspensky. ¡Cómo me gusta descubrir autores rusos de los que jamás había oído hablar! Este libro cuenta la historia de un hombre que, ¿dichoso él?, tiene la oportunidad de volver a vivir su vida y corregir los errores cometidos. Qué ganas tengo de hincarle el diente.

- The collector, de John Fowles. Junto con El mago y La mujer del teniente francés, ésta es una de las grandes obras de Fowles, y muchos la conoceréis por la película que se hizo.

- The Goloviovs, de Mikhail Saltykov-Shchedrin, un clásico ruso del XIX que hasta ahora no he tenido ocasión de leer.

- As I walked out one midsummer morning, de Laurie Lee. Como ya os he dicho más arriba, ésta es la segunda parte de la trilogía autobiográfica de Lee. En este volumen nos habla, entre otras cosas, de las andanzas del autor en España justo antes de la Guerra Civil.


Y esos libros de lomo negro que hay a la derecha:

- Sagas vikingas varias, de ésas que es tan difícil encontrar aquí. Aparte de King Harald's saga, que compré el año pasado, los otros los vi todos juntitos en el bookbarn. Irresistible. Se prevé una temporada vikinga.

- The mabinogion. Otra joya de Penguin Classics. Jamás había oído hablar de esta obra magna de la literatura galesa, que además es nada menos que la primera obra literaria en prosa de Gran Bretaña. Y tiene una pinta estupenda.

En fin, que entre aviones, Enrique VIII, la campiña inglesa y tierras almerienses, este verano no ha dado para más.

14 comentarios:

  1. Ah, las simpáticas vacas y sus regalos. Por aquí, dependiendo del estado en que juegues al golf, te tocará lidiar con canguros, conejos o cocodrilos. Yo no sé a cuál de los tres se le da mejor el putt.
    Recuerdo bien el pozo donde escondieron el Santo Grial. Por cierto, de ese cáliz hay varias copias repartidas por todo el mundo, pero no me cabe ninguna duda de que el auténtico es el que se perdió en Glastonbury. Por supuesto.
    Buena cosecha de libros de segunda mano. That'll keep you off the streets, como se suele decir. ¡Saludos antípodas!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Jorge.
      Golf con cocodrilos, tiene que ser interesante.
      Por lo visto, la catedral de Valencia y el monasterio de Montserrat son también aspirantes al honor de ocultar el grial. Seguro que lo tenemos los catalanes ;-)
      Un saludo.

      Eliminar
  2. Una parte de Inglaterra que desconozco, así que muchas gracias por el tour. Gloucestershire- precioso, sobre todo el claustro. Laurie Lee no me llama demasiado. Leí "Cider with Rosie" y recuerdo que su lectura me agotó. Pero me encanta Fowles, de hecho he estado pensando volver a leer "The Magus".
    saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad es que al contrario que Somerset, con su circuito Bath-Wells-Glastonbury, Gloucestershire es una zona de Inglaterra poco visitada por los turistas, pese a ser tan bonita e interesante como lo que más.
      Me sorprende que Cider te agotara, yo diría que es una lectura bastante relajante, mientras que Fowles sí te puede dejar sin aliento.
      Un saludo

      Eliminar
  3. Como siempre, disfrutando de tus recorridos vacacionales de miras tan amplias (o como descubrir Inglaterra con humor y cultura).
    Por cierto, en tu encuentro vikingo ¿visionaras la estupenda serie de canal historia? (si no lo has hecho ya).
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Carlos.
      Hay muchas zonas de Inglaterra que no conozco, pero las que sí, las acabaré conociendo al dedillo.
      No, todavía no he visto esa serie, aunque hace tiempo que la tengo en la diana.
      Un abrazo.

      Eliminar
    2. Pues un consejo de otro buen aficionado a las series: ¡ya tardas en visionarla!
      Saludos

      Eliminar
  4. Precioso recorrido turístico. Me han entrado verdaderas ganas de visitar Gloucester y Glastonbury (hasta ahora, en mi ignorancia yo creía que allí sólo había un famoso festival de música). Espero que hayas disfrutado de Wolf Hall. Y quedo a la espera de tus reseñas sobre las compras vacacionales, que prometen mucho.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Elena. Tanto Somerset como Gloucestershire valen mucho la pena, no sabría con cuál de los dos quedarme. Y en cuanto a tu otro comentario, estoy ya terminando Bring up the bodies, y la estoy disfrutando incluso más que Wolf Hall. La pobre Ana ya está en la Torre...

      Eliminar
  5. Perdón, está claro que te gustó Wolf Hall. Yo tengo en lista de espera Bring up the bodies. Me temo que esto de ponerme al día de mis lecturas de blogs atrasadas en orden inverso me ha provocado cierta confusión.

    ResponderEliminar
  6. A mí también me gustan mucho los libros de David Walliams, y eso que tengo ya 30 años. Quería decirte que el "El niño del vestido" lo publicó en 2014 la editorial Montena con el título de "El mago del balón". Cosas de la traductora, Rita da Costa ( aunque lo dudo) o acaso de la editorial por lo que tú dices: machismo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. "El mago del balón", ja ja ja! También podían haberlo titulado "El hijo del camionero". Bueno, gracias por el comentario y la información.
      Un saludo.

      Eliminar
  7. Hola,
    Aquí la traductora, Rita da Costa. Aunque tarde, aprovecho para decir que, en efecto, la última palabra en cuestión de títulos la tiene la editorial, basándose en criterios a veces inescrutables para el traductor... Huelga decir que yo habría puesto "El chico del vestido". De hecho, en catalán se publicó así, "El noi del vestit", y nadie se rasgó las vestiduras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya imaginaba que no había sido decisión tuya. He visto, en efecto, que el título en catalán es fiel. ¿Quién sabe? Quizá si Walliams o este libro suyo se hace lo bastante popular, le cambian el título. Algo parecido pasó con The cider house rules hace unos años. Se tradujo inicialmente como Reyes de Maine, príncipes de NUeva Inglaterra (o algo así) y tras el éxito de la película decidieron que bueno, que Las normas de la casa de la sidra tampoco sonaba tan mal.
      Un placer leerte por aquí.

      Eliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...