Pues va a resultar que al final los textos de contraportada sí van a servir para algo. Porque si no, dudo que hubiera sacado de la biblioteca el libro de un autor de nombre un tanto anodino y del que no había oído hablar jamás. (En realidad, sí acostumbro a sacar muchos libros de autores para mí desconocidos, pero sus nombres tienen que tener muchas consonantes juntas y como mínimo una k). Pero le eché un vistazo, mis antenas registraron Lenin, Nicolás II, Odesa, Bakú y República de Weimar, y dije "al saco".
No es Lev Nussimbaum, sino Kurban Said
No es Lev Nussimbaum, sino Essad Bey
La serialidad continuó cuando descubrí que en el maravilloso blog Poemas del Río Wang (una mina de oro para los enamorados de la cultura eslava y de Europa Central y Oriental) ya había una excelente entrada, como son todas las de ese blog, (y a la que, me temo, poco tengo que añadir con la mía.)
Principios del siglo XX. Los pozos petrolíferos de Bakú abastecían a medio mundo
La gestación del libro se remonta a 1998, cuando el autor, periodista norteamericano, viajó a Bakú para escribir sobre el nuevo boom petrolero de la ciudad, y un amigo le recomendó la ya mencionada Ali y Nino como introducción a la ciudad y a la cultura del Cáucaso en general. Una vez allí, se encontró con que la novela en cuestión era considerada la obra cumbre de la literatura azerí, y que su guía era capaz de citar fragmentos enteros, y mostrarle lugares donde antaño se levantaban edificios mencionados en la obra.
Y como suele pasarnos a los lectores, al leer el libro Reiss quiso saber quién lo había escrito. Se encontró con que el nombre de Kurban Said estaba envuelto en misterio y leyendas. Sin ir más lejos, muchos hoy en día siguen negando que Kurban Said fuera el pseudónimo de Lev Nussimbaum, y a lo largo de los años se han barajado diversos nombres como el verdadero autor. Así que Reiss se puso a investigar por su cuenta. A partir de ese momento, y a través de la crónica de dicha investigación, el lector se embarca en un viaje que va desde el Bakú de las torres de petróleo, los Rothschild y los hermanos Nobel hasta la Italia de Mussolini, pasando por la Revolución Bolchevique en Rusia, la República de Weimar, el sionismo, el orientalismo e incluso la etnografía.
Hay que hacer un aparte sobre el término "orientalismo", que en 1978 dio título a la obra de otro Said, Edward. Por resumirlo de manera muy sucinta, este intelectual y activista palestino fallecido hace pocos años definía el orientalismo como la actitud condescendiente de occidente para con oriente, y lo consideraba consecuencia de una mentalidad imperialista que aún pervive. No voy a entrar en ese tema, pero sí diré que Lev Nussimbaum (¿he dicho ya que Essad Bey, Kurban Said y Lev Nussimbaum fueron la misma persona?) y otros entendían el término de manera muy diferente. Su postura venía a ser no muy diferente de la de aquellos rusos eslavófilos tan del XIX, es decir, personas de "oriente" que quieren apartarse de la influencia corrompedora y materialista de occidente, y abrazar una cultura y espiritualidad común que tiene sus raíces en el levante, al este del Cáucaso, o allende Estambul. Aquí hay que hacer hincapié más en el "común" que en la "espiritualidad". De ese modo entenderemos más fácilmente que un judío como Nussimbaum no tuviera ningún problema ni escrúpulo en convertirse al Islam. En aquel Bakú de principios del siglo XX (donde Stalin empezaba a desarrollar su carrera de bandolero y extorsionador), una musulmana amiga de la infancia de Lev señalaba que no le sorprendía la conversión de éste al Islam y nos daba un ejemplo más concreto de aquel orientalismo:
"Ser musulmán como lo era mi familia significaba tener una religión universal, respeto por la tradición, pero nunca un dogma".
A diferencia de tiempos más modernos, Nussimbaum, junto con el resto de orientalistas, ensalzaba lo que une a judíos y musulmanes, que no es sólo el profeta Abraham, sino sobre todo las mismas raíces semitas. Y hablando de Stalin, de quien Nussimbaum escribió una biografía (Stalin: la carrera de un fanático): la madre de Lev, una revolucionaria radical que acabó quitándose la vida, quizá desgarrada entre su ideología y su familia (el padre de Lev, Abraham Nussimbaum, era un magnate del petróleo), fue amiga de Iósif Vissariónovich y se dice que incluso colaboró con él y sufragó sus actividades.
Tom Reiss se ha basado en innumerables fuentes, pero sobre todo tuvo la enorme fortuna de localizar el rastro de la última editora de Nussimbaum, quien le preguntó si había leído "la otra novela que [Nussimbaum] escribió con el pseudónimo de Kurban Said". ¿No? Pues aquí se la dejo. Seis cuadernos escritos con letra microscópica que Nussimbaum escribió en su lecho de muerte y que constituían no una novela, sino nada menos que sus memorias.
Los Judíos de las Montañas, originarios de Persia y asentados en el Cáucaso desde el s. V. El terror de los nazis era que los judíos pudieran ser tan arios como ellos
El Cáucaso es esa parte del mundo que a todos nos suena (una buena parte, si no la mayor, de los que leéis esto probablemente seáis "caucasianos") y que pocos acertaríamos a situar en el mapa. Reiss nos introduce de una manera clara y cautivadora en su historia, y ensambla los aspectos políticos, geográficos, étnicos, religiosos y económicos con pasmosa claridad. Tenemos por un lado esa especie de oasis de libertad y tolerancia religiosa, Azerbayán, adonde se dirigían los judíos que huían del siniestro Territorio de Asentamiento en que el zarismo los tenía confinados. Pocos años más tarde, esos mismos judíos eran capaces de amasar inmensas fortunas gracias a la floreciente industria petrolera. Por otra parte, tenemos los inicios de la revolución, y el terreno idóneo para que Stalin y sus esbirros hicieran de las suyas con sus asaltos y "expropiaciones". Está también el retrato de las diferentes etnias que habitan la región, desde azeríes hasta georgianos, pasando por armenios o las fascinantes comunidades de Judíos de las Montañas. Y qué decir de esas descripciones de los fuegos espontáneos que brotaban a lo largo de la costa de Azerbayán, tierra rebosante de petróleo y gas natural, fuegos que antaño atraían a adoradores del fuego de toda Asia. (Es en ese momento cuando uno se pone a investigar sobre la conexión de esos fuegos naturales y la religión, y llega al Zoroastrismo, y... eso sucede en casi cada página; éste es uno de esos libros que despiertan una curiosidad voraz).
El fuego permanente de Yanar Dag ("Montaña de fuego"), en la península de Absheron
La historia de los Nussimbaum padre e hijo propiamente dicha no tiene desperdicio y los episodios, a través de mares y desiertos, con escenarios como Bujara, Persia o el Mar Caspio, con encuentros con bandoleros, mencheviques o caravanas de camellos, se suceden a cuál más extraordinario e inverosímil. Reiss no oculta que la desbordante imaginación de Lev se prestaba a la exageración, pero en cualquier caso, la vida de nuestro amigo fue una aventura constante en huida de revoluciones y persecución.
Antes de poder ganarse la vida con sus libros, Nussimbaum pudo ir tirando, viajar y estudiar gracias a las "almas muertas" que vendía su padre. Estas almas muertas eran el gogoliano nombre con el que se conocía en Europa el mercado de valores extranjeros, más concretamente los pozos petrolíferos expropiados por los bolcheviques. Tan confiados estaban los mercados en que el comunismo tenía los días contados que el valor de dichas almas muertas, mientras les quedó alguna por vender, permitió a los Nussimbaum un nivel de vida relativamente acomodado. Cuando se les acabaron, o cuando se vio que el experimento marxista tenía cuerda para rato y, por tanto, las almas muertas se convirtieron en parcelas en la luna, Lev comenzaba su exitosa carrera periodística y literaria. Las penurias de Lev todavía tenían que esperar.
Nussimbaum fue un escritor prolífico, que en sus apenas 36 años de vida publicó casi una veintena de libros, entre ensayos, novelas y biografías (a la ya mencionada de Stalin, añádanse las de Lenin, Nicolás II, el Shah de Persia o el profeta Mahoma). Cuesta hacerse a la idea de la celebridad que llegó a alcanzar Nussimbaum en Europa o Estados Unidos, siendo como es hoy un autor prácticamente desconocido en todo occidente, pero lo cierto es que fue un autor de gran éxito en todo el mundo.
En su huida constante, Nussimbaum nunca dejó de forjar su propia leyenda. Mientras tanto, su sueño orientalista se veía, por fuerza, limitado ante la certeza de que occidente era el mejor baluarte contra el comunismo. Su odio al bolchevique lo llevó a tontear con el totalitarismo de signo contrario. (En sus acuciantes problemas posteriores, Ezra Pound, el poeta filonazi, hizo todo lo que pudo por ayudar a Lev. No sabía que su verdadero apellido era Nussimbaum). Lev no llegó tan lejos como para cerrar los ojos ante la que se avecinaba en Alemania (aunque aguantó allí mucho tiempo), y tras el anschluss abandonó Viena a toda prisa y se marchó a Italia. Sin embago, allí sí cometió el error de creer que Mussolini defendería a los judíos frente a Hitler. Lev intentó por todos los medios convertirse en el biógrafo oficial del Duce, y cuando quiso darse cuenta de su error y huir de nuevo, esta vez a los Estados Unidos, era ya demasiado tarde. Se le habían cerrado las puertas de salida, y las autoridades comenzaban a investigar su origen étnico.
A la izquierda, un decrépito Lev de 35 años. A la derecha, Giamil Vacca-Mazzara, un personaje digno de su imaginación
Los últimos meses de su vida fueron para Lev un auténtico infierno. Separado de su padre (que fue deportado y murió probablemente en Treblinka) por las vueltas que da la vida, Lev se encontró con el consuelo y la ayuda de unos pocos -aunque fieles- amigos, en Positano, Italia. Allí desarrolló una rara enfermedad conocida como el Síndrome de Raynaud, que lo mantuvo en agonía e implorando morfina hasta el fin de sus días.
El orientalista resulta absolutamente fascinante desde la primera hasta la última página, y es preciso aclarar que no he mencionado aquí más que una pequeñísima parte de todo lo que este libro tiene que ofrecer. Como ya he dicho, uno se ve impelido a consultar la enciclopedia una y otra vez, y no puede evitar perderse en ella, para luego volver al libro con renovado placer. También hay que señalar que Reiss tiene mucho más de periodista que de "novelista", lo que supongo que en este caso se puede considerar una virtud. Quiero decir con esto que el autor no se considera una figura lo bastante relevante como para recrearse en el proceso de investigación, o intentar hallar un vínculos entre la historia de Nussimbaum y la suya, como sí habría hecho un "escritor". Pero he de insistir en que eso es aquí una virtud, y que el estilo de Reiss, si bien no es brillante, sí es absolutamente claro, efectivo y ameno; se le nota madera de gran periodista. En definitiva, se agradece al autor no sólo que haya escrito un libro apasionante, sino también que lo haya hecho con humildad y sin alaracas.
Uno de mis libros del año. Y ahora sólo me queda ir a por Ali y Nino.
Me encantan tus entradas porque siempre aprendo mucho, y esta vez ha sido de las mejores. Personaje fascinante sin duda este Nussimbaum de las mil personalidades (y la de cosas que le dio tiempo a hacer en 36 años!), y fascinantes también las fotos que ilustran tu entrada. Completísima, desde luego. Por cierto, nunca había usado la palabra "serialidad", aunque naturalmente el concepto al que alude es de lo más frecuente; creo que la voy a adoptar.
ResponderEliminarMuchas gracias, Elena, por tu comentario. La verdad es que yo tenía la misma sensación al leer el libro: me lo pasaba muy bien y aprendía horrores. Por eso, aunque he intentado currarme esta entrada tanto como las demás, con un libro tan interesante como éste resulta bastante fácil que a la reseña se le pegue un poco de ese interés.
EliminarResponderSuprimir
Contagias esa pasión por todo lo eslavo y las tierras del Asia Menor. No creo que existan muchas personas que sepan transmitir a los neófitos toda la riqueza de esas zonas. Me gusta que encuentres en tus lecturas literarias tanto recorrido histórico y cultural porque nos haces aprender, como bien dice Elena.
ResponderEliminarCreo que has encontrado el camino adecuado para mostrarnos tus lecturas. El exquisito trabajo de recopilación fotográfica y la labor de investigación que elaboras en cada entrada son (no lo dudo) parte de la diversión que se transmite en tus palabras.
Un abrazo.
P.D. Mi ignorancia me impide apuntar algo sobre esta lectura.
Muchas gracias, Carlos. Es verdad que con libros como éste me lo paso tan bien leyéndolo como digiriéndolo y luego preparando la entrada y buscando las fotos. Esto último es un paseo siempre apasionante en el que verdaderamente no sabes qué te vas a encontrar.
ResponderEliminarUn abrazo.
P.D. Si tú eres ignorante yo soy torero.