jueves, 11 de junio de 2015

Citas de Guermantes


Como en la entrada anterior me quedé con las ganas de incluir citas a porrillo, con ésta no pretendo más que saciar muy ligeramente mis ansias de releer y releer, para luego copiar y copiar, fragmentos, páginas y hasta capítulos. Os advierto, en consecuencia, que lo que encontraréis aquí no son precisamente aforismos. No soy demasiado amigo de esas perlas de ingenio condensadas, a no ser que sean de mi propia cosecha o de la de Oscar Wilde. Además, con el bueno de Marcel esa clase de condensación no es tan habitual, dado que lo suyo era justo lo contrario: si Proust encontraba una perla, la ocultaba en el centro de una madeja de lana, que se ponía entonces a devanar con esmero de artesano, recreándose ahora en el giro de la muñeca, ahora en el tacto de la lana, ahora en la etimología de devanar.

Así que vamos allá.

Proust-narrador nos habla aquí sobre el hada de los nombres.

El hada, sin embargo, se esfuma si nos acercamos a la persona real a que corresponde su nombre, porque entonces el nombre empieza a reflejar a esa persona, y ésta no contiene nada del hada; el hada puede renacer si nos alejamos de la persona, mas si permanecemos cerca de ésta, el hada se muere definitivamente y con ella el nombre, como aquella familia de Lusignan que había de extinguirse el día en que desapareciese el hada Melusina. (página 16 en la edición de Alianza)

Aquí, sobre por qué los nombres tienen esa capacidad de hacernos evocar.

Y el nombre de Guermantes de entonces es también como uno de esos globitos en que se ha encerrado oxígeno o algún otro gas: cuando llego a agujerearlo, a hacer salir de él lo que contiene, respiro el aire de Combray de aquel año, de aquel día, mezclado a un olor de espinos blancos agitados por el viento del ángulo de la plaza, precursor de la lluvia... (17)

Sobre el sueño profundo.

Se llama a esto un sueño de plomo, parece que uno mismo se haya convertido, por espacio de algunos instantes después de haber cesado un sueño así, en un simple monigote de plomo. Ya no somos personas. Entonces, ¿cómo es que al buscar uno su pensamiento, su personalidad, como quien busca un objeto perdido, acaba por recobrar su propio yo antes que otro alguno? ¿Por qué cuando empezamos a pensar de nuevo no es entonces la que encarna en nosotros otra personalidad que la anterior? No se ve qué es lo que dicta la elección y por qué, entre los millones de seres humanos que uno podría ser, va a poner precisamente la mano en aquel que era la víspera. ¿Qué es lo que nos guía cuando verdaderamente ha habido interrupción (ya haya sido completo el sueño o los sueños enteramente diferentes de nosotros)? Ha habido verdaderamente muerte. (...) La habitación, desde luego, aunque solamente la hayamos visto una vez, despierta recuerdos de que oenden otros más antiguos. (...) La resurrección en el despertar -después de ese benéfico acceso de enajenación mental que es el sueño- debe de asemejarse, enel fondo, a lo que ocurre cuando se vuelve a encontrar un nombre, un verso, un estribillo olvidados. Y acaso quepa concebir la resurrección del alma allende la muerte como un fenómeno de memoria. (116-117)

Sobre un detalle insignificante.

...añadió, sonriendo al embajador con una pusilanimidad, pero también con una ternura que le hizo alzar los párpados y descubrir los ojos, grandes como un cielo.
Me parecía haber visto aquella mirada, y, sin embargo, sólo de hoy conocía al historiador. De pronto recordé que esa misma mirada la había visto yo en los ojos de un médico brasileño que pretendía curar los ahogos como los que yo padecía con absurdas inhalaciones de esencias de plantas. (300)

Sobre la muerte.

Realmente decimos que la hora de la muerte es incierta, pero cuando lo decimos nos representamos esa hora como situada en un espacio vago y remoto; no pensamos que tenga la menor relación con la jornada comenzada ya y que pueda significar que la muerte -o su primera toma de posesión parcial de nosotros, después de la cual ya no ha de soltarnos- podrá producirse esta misma tarde, tan poco incierta, esta tarde en que el empleo de todas las horas está regulado de antemano. Tiene uno empeño en salir de paseo para alcanzar en un mes el total de aire sano ncesario ha vacilado respecto a la elección del abrigo que debe llevar, del cochero a que llamará; está uno en el coche, tiene por delante toda la jornada corta, porque quiere uno volver a tiempo para recibir a una amiga; quisiéramos que hiciese también buen tiempo a la mañana siguiente, y no se sospecha que la muerte, que caminaba en nosotros en otro plano, en medio de una impenentrable oscuridad, ha escogido precisamente este día para salir a escena, dentro de unos minutos, aproximadamente en el momento en que el coche llegue a los Campos Elíseos. (419)

Sobre el pasado.

El pasado no sólo no es fugaz, sino que no se mueve de un mismo sitio. No es sólo que meses después del comienzo de una guerra puedan actuar eficazmente sobre ella unas leyes votadas sin prisas; no es sólo que quince años después de un crimen que ha quedado sumido en la oscuridad pueda encontrar todavía un magistrado los elementos que habrán de servir para poner en claro ese crimen; al cabo de siglos y siglos, el erudito que estudia en una región apartada la toponimia, las costumbres de los habitantes, podrá captar todavía en ellas tal o cual leyenda anterior, con mucho, al cristianismo, incomprendida ya, si no es que olvidada incluso en tiempos de Heródoto, y que en la denominación dada a una peña en un rito religioso, perdura en medio del presente como una emanación más densa, inmemorial y estable. (555)

Sobre la leche hirviendo.

El que se ha quedado completamente sordo ni siquiera puede hacer calentar a su lado un cacillo con leche sin que tenga que espiar con los ojos, sobre la tapadera ladeada, el reflejo blanco, hiperbóreo, semejante al de una tempestad de nieve, y que es el signo premonitorio al cual es prudente obedecer retirando, como el Señor al detener las aguas, los enchufes eléctricos; porque ya el huevo ascendente y espasmódico de la leche que hierve lleva a cabo su crecida en algunas ebulliciones oblicuas, infla, redondea algunas velas medio zozobradas que había plegado la crema, arroja a la tempestad una de ellas, de nácar, y la interrupción de las corrientes, si se conjura a tiempo la tormenta eléctrica, hará girar todas esas velas sobre sí mismas y las lanzará a la deriva, trocadas en pétalos de magnolia. (101)

Sobre el heroísmo retrospectivo. Y no miro a nadie.

Consideraban a Dreyfus y a sus partidarios como traidores, bien que veinticinco años más tarde, como las ideas habían tenido tiempo de clasificarse y el dreyfusismo de cobrar en la historia cierta elegancia, los hijos, bolchevizantes y valseadores, de esos mismos jóvenes aristócratas habían declarado a los "intelectuales" que les interrogaban que seguramente, de haber vivido en aquel tiempo, hubiesen estado de parte de Dreyfus, sin saber a ciencia cierta mucho más de lo que había sido el affaire ... (533)

Sobre las horas perdidas.

Apenas nos aprovechamos de nuestra vida, dejamos inacabadas en los crepúsculos de estío o en las noches precoces de invierno las horas en que nos había parecido que hubiera podido, sin embargo, estar encerrado un poco de paz o de goce. Pero esas horas no están absolutamente perdidas. Cuando cantan a su vez nuevos momentos de placer que pasarían del mismo modo, tan endebles y lineales, vienen ellas a traerles el basamento, la consistencia de una rica orquestación. Se extienden así hasta una de esas felicidades tipo, que sólo se encuentran de tarde en tarde, pero que siguen existiendo... (527)

Sobre nombres, historia y memoria.

Si el nombre de duquesa de Guermantes era para mí un nombre colectivo, no era sólo en la Historia, por la suma de todas las mujeres que lo habían llevado, sino también a lo largo de mi corta juventud, que había visto ya en esta sola duquesa de Guermantes superponerse tantas mujeres diferentes, desapareciendo cada una de ellas cuando la siguiente había cobrado suficiente consistencia. Las palabras no cambian de significación, durante siglos, tanto como cambian para nosotros los nombres en el espacio de unos años. Nuestra memoria y nuestro corazón no son bastante grandes para poder ser fieles. No tenemos suficiente sitio, en nuestro pensamiento actual, para guardar los muertos al lado de los vivos. Nos vemos obligados a construir sobre lo que ha precedido y que sólo volvemos a encontrar al azar de una excavación del género que... 700

Sobre nuestra vida, hecha de esbozos.

Cuando volví a encontrarme solo en casa, acordándome de que había ido a hacer una excursión a prima tarde con Albertina, de que cenaba pasado mañana en casa de la señora de Guermantes y de que tenía que contestar a una carta de Gllberta, tres mujeres a las que había querido, me dije que neustra vida social está llena, como el estudio de un artista, de esbozos abandonados en los que por un momento habíamos creído poder plasmar nuestra necesidad de un gran amor, pero no pensé en que a veces, si el bosquejo no es demasiado antiguo,  puede ocurrir que volvamos a tomarlo y que hagamos de él una obra completamente diferente, y quizá más importante, inclusive, que la que primeramente habíamos proyectado. (518-9)

Sobre el momento en que el narrador se da cuenta de que las mujeres ven en él a un hombre.

Entonces solamente me percaté de que acababa de producirse en torno a mí (a mí, que hasta ese día -salvo la preparación en el salón de la señora de Swann -había estado acostumbrado en casa de mi madre, en Combray y en París, a los modales, protectores o a la defensiva, de hoscas burguesas que me trataban como a un chiquillo) un cambio de decoración comparable al que introduce de repente a Parsifal en medio de las muchachas-flores. Las que me rodeaban, completamente descotadas (su carne aparecía por los dos lados de una sinuosa rama de mimosa o bajo los anchos pétalos de una rosa), no me saludaron de otro modo que haciendo fluir hacia mí largas miradas acariciadoras, como si sólo la timide les hubiera impedido besarme. (562 )

Sobre qué diferentes somos de nosotros mismos.

La humanidad que frecuentamos y que tan poco se parece a nuestros sueños es, sin embargo, la misma que en las memorias, en las cartas de las gentes notables, hemos visto descrita y que hemos deseado conocer. El viejo más insignificante con quien cenamos es aquel cuya orgullosa carta al príncipe Federico Carlos hemos leído en un libro sobre la guerra del 70. Se aburre uno en la cena porque la imaginación está ausente, y si nos divertimos con un libro es porque en él nos da compañía aquélla. Pero se trata de las mismas personas. Nos gustaría haber conocido a madama de Pompadour, que tan bien protegió a las artes, y nos hubiéramos aburrido a su lado tanto como al lado de las modernas Egerias a cuya casa no nos podemos decidir a volver, de tan mediocres como son. (749)

Sobre la imposibilidad de llegar a conocer a otra persona.

Y así fue ella la primera que me dio la idea de que una persona no está, como yo había creído, clara e inmóvil ante nosotros, con sus cualidades, con sus defectos, sus proyectos, sus intenciones respecto a nosotros (como un jardín que está uno mirando, con todos sus arriates, a través de una verja), sino que es una sombra en que jamás podremos penetrar (...) una sombra en la que podemos alternativamente imaginarnos con tanta verosimilitud que brillan el odio como el amor. (89)

Sobre muchas cosas, todas tristes.

... me veía obligado a no decirle lo que pensaba de su estado, a callarle mi inquietud. No hubiera podido hablarle de ello con más confianza que a una extraña. Acababa de restituirme los pensamientos, los pesares que desde mi niñez le había confiado para siempre. Aún no se había muerto. Yo estaba solo ya. Y hasta las alusiones que mi abuela había hecho a los Guermantes, a Molière, a nuestras conversaciones en torno al cogollito, cobraban una apariencia falta de apoyo, sin causa, fantástica, porque salían de la nada de este mismo ser que acaso no existiría ya mañana, para el que ya no tendrían ningún sentido, de la nada -incapaz de concebirlas- que mi abuela sería bien pronto. (417)

Y todavía me quedarían citas para diez entradas así.

4 comentarios:

  1. Estimado señor, usted es ya un experto en Proust! Yo soy una simple novata. Cuando he leído el libro no he anotado las observaciones a modo de recordatorio, cómo hacía antaño en mis lecturas juveniles. Confieso, que no quería perder puntada y que el universo de Proust porque me resulta abrumador. Complicado y excelso a la vez en segun que pasajes. Tengo miedo a perderme la mitad, es tan rico en detalles...

    Al igual que usted me llamó la atención el siguiente párrafo de “La parte de Guermantes”. Me pareció, además de bellísimamente escrito, una excelente descripción de cómo surge la imagen que tenemos de las otras personas, percepción que nunca será completa y que no muy probablemente no sea coincidente con la realidad.

    "Y, así, fue ella la primera que me inspiró la idea de que una persona no está –como había creído yo- clara e inmóvil ante nosotros con sus cualidades, sus defectos, sus proyectos, sus intenciones para con nosotros –como un jardín que contemplamos con todos sus arriates a través de una verja-, sino que es una sombra en la que nunca podemos penetrar, para la que no existe conocimiento directo, respecto de la cual concebimos numerosas creencias con ayuda de palabras e incluso de acciones que sólo nos ofrecen –unas y otras- informaciones insuficientes y, por lo demás, contradictorias, una sombra en la que podemos imaginar sucesivamente y con la misma verosimilitud que brillan el odio y el amor".

    La ventana de Johari en definitiva…

    Señor, tiempo es lo que me falta para poder profundizar en el genio que es Proust. Las citas que usted propone son indicaciones para la vida, sin duda me hará que continúe la lectura ya sea: en el metro, en un descanso de mi trabajo, mientras piso si querer una flor rara en el asfalto o durante las añoradas vacaciones. Mil gracias :D

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    1. Muchas gracias a ti (si me permites que te tutee),
      me parece que lo de "experto en Proust" es un pelín hiperbólico, aunque sí admito cierta "habilidad para disfrutar al máximo de Proust".
      Desde luego hace falta tiempo para profundizar en esta obra. Por suerte, la lectura es necesariamente lenta, lo que ayuda mucho a la reflexión y al placer. No suelo tomar tantas notas al leer, y es cierto que, con otros libros, apuntar notas distrae de la lectura. Sin embargo, con Proust esas pausas me la hacen saborear más. Y cuando las copio para el blog, todavía más.
      Estoy ya en La prisionera, y las fiestas del barrio que tengo al lado de casa no van a impedir que me pegue una noche de sábado de aquí te espero con nuestro autor.
      Un saludo.

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  2. ¿Por que Proust? Los dos estamos de acuerdo creo, que este autor necesita de un ejercicio de introspección. Así lo cuenta Walter Benjamín «Difícilmente ha habido en la literatura occidental, desde los «Ejercicios Espirituales» de Loyola, un intento más radical de autoinmersión».

    ¿Cómo quisiste entrar en la "recherche"? Proust necesita de mucha soledad: la suficiente como para establecer con un libro una relación de amistad mucho más viva y constante que la que se tiene con cualquier persona.

    Pienso que tambien se necesita sentir cierto desdén, por el mundo.
    Saber que la homosexualidad es únicamente una de las formas del deseo.
    Un poco de desamor y despecho.
    ¿Y tal vez mucha melancolia...?

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  3. No sé muy bien por qué quise entrar en la Recherche. No me siento especialmente solo, y mi desdén por el mundo se circunscribe a algunos aspectos de la sociedad actual. Melancolía, bastante. Desamor y despecho, a estas alturas ya muy poco. Pero con lo que más estoy disfrutando, más que con la introspección y el análisis del más inaprensible de nuestros sentimientos, es sencillamente con su escritura, su estilo, y su capacidad para verbalizar lo que pensábamos era inefable.

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