Hermanos,
en el principio, fue el silencio.
Me siento bíblico, mira por dónde.
No sé si será casualidad, pero si bien muchas de las novelas gráficas que he dado en leer últimamente parecen ser, ante todo, un ajuste de cuentas con el pasado del autor, en Stitches esta especie de catarsis, en el sentido más freudiano de la palabra, es llevada al extremo. Así, en uno de los momentos clave de la historia, vemos al protagonista en su encuentro con el psicólogo que le revelará la horrible y sencilla verdad que ningún niño puede concebir. Y ante la condena, una vez más, sólo a través del acto de creación puede el artista encontrar su salvación.
Sí, el psicólogo es el conejo de Alicia, y Alicia es un referente significativo en Stitches.
David Small, Alex Robinson, Dominique Goblet, Alison Bechdel, David B... ¿Por qué se presta tan bien la novela gráfica a esta función terapéutica? Se me ocurre que es debido a la diferencia fundamental que existe entre la palabra y el dibujo, a saber, que el segundo es el reino del niño. Los recuerdos del niño torturado, aterrorizado, olvidado, nos llegan más directamente en forma de dibujo, y el artista nos entrega así un sufrimiento más puro que el que nos podría dar la traducción a la palabra. Porque en Stitches, a David no lo persiguen las palabras, sino el silencio, el ajeno y el propio, el voluntario y el irremediable. Lo acosan las imágenes, lo aterroriza el feto en un frasco de formol.
Small nos habla de su infancia, que por cierto no le envidio. Nos muestra de ella un manojo de momentos, tristes, oscuros, solitarios, en los que la risa no aparece por ningún lado. El espíritu infantil, sin embargo, rebelde que encuentra fuerza en la resignación, ese espíritu nunca llega a ser aplastado completamente, probablemente porque nunca conoció otra cosa que el infierno. Y esta palabra nos trae de nuevo los ecos bíblicos de la historia, una historia en la que el niño paga la culpa de los padres, y éstos, la de los suyos, y donde sólo nos queda esperar que se detenga en él la maldición. Porque, de verdad, la historia es dura. Mirad otra viñeta,
una de las pocas ocasiones en que el trazo suelto y casi descuidado de Small se esmera en el realismo.
Historia dura y difícil de resumir sin revelar demasiado a sus posibles lectores.
La culpa, nuestra culpa, la culpa de nuestros padres, y el rencor, la locura, y siempre las mentiras. Mentirijillas y mentiras superlativas, imposibles de aguantar, de decir y de escuchar. Imposible para un padre cargar con esa mentira. Mucho menos, con la otra, la que hay detrás, aún más espantosa.
Feliz lectura.
A la vista de tus comentarios, quizás esta novela gráfica estaría mejor titulada como "Alicia en el pais del silencio", ¿verdad?.
ResponderEliminarTu aproximación a este cómic me ha atrapado. Te linko, con tu permiso, claro.
Saludos.
Claro que sí. Yo también te linko.
ResponderEliminarSaludos.