viernes, 10 de diciembre de 2010

Tiempo de Vida, de Marcos Giralt Torrente


Qué libro más malo. Más rematadamente malo. Y dicen los entendidos que Giralt Torrente es uno de los más firmes valores de la narrativa española.

Por partes. Tiempo de Vida trata de un tema emotivo y universal, como es la relación entre padre e hijo, y lo que queda de esa relación tras la muerte del primero. Giralt nos cuenta su experiencia personal tras perder, hace muy pocos años, a su propio padre. Y lo hace de una manera sincera, sin obviar más que lo estrictamente necesario por razones de buen gusto o, en ocasiones, legales (me refiero, claro está, a la amiga que su pade conoció en Brasil).
El comienzo es prometedor, con el autor hablándonos de la dificultad de escribir este libro, de sus lecturas relacionadas con el tema, y de la forma en que comienzan esos libros. Interesante y ameno, este comienzo se lee casi como una obra en proceso.
A las pocas páginas, sin embargo, comienza la historia, y decimos "jooodeeeer".
Porque lo que de verdad caracteriza a esta obra son sus ABSOLUTAMENTE INSUFRIBLES repeticiones. Un ejemplo: en las páginas 56-57 tenemos once párrafos. Pues bien, todos y cada uno de ellos empieza con "entre 1984 y 1990". En las páginas siguientes, hay algunos (3) que empiezan con "En 1985", y cuando éstos acaban, vienen los de "En 1986" (otros 3), seguidos de 4 con "En 1987" para, a continuación... ¿Hace falta seguir? Va, un poco más: entre las páginas 155-156, tenemos un párrafo que ocupa casi una página entera. Pues bien, en él TODAS LAS FRASES (14) empiezan con "nos atascamos". Este estilo desolador se repite constantemente a lo largo de la novela, pero en algunas ocasiones ataca con especial virulencia. En p. 163 le toca el turno a "Me arrepiento". No bien ha agotado el autor ese "Me arrepiento" cuando empieza con "No me arrepiento". Incluso hacia el final, cuando el desenlace, aunque esperado, no deja de ser emotivo, tuve ganas de tirar el libro por la ventana. Página 196: he contado 26 "He visto una exposición" en el escaso espacio de una página. 26. Veintiséis. Twenty-six.
Pero en los escasos momentos en que deja de repetirse y decide utilizar otros recursos estilísticos para indagar en la compleja relación con su padre, el resultado es el siguiente:
Yo sí le reproché, en ocasiones, que cuando me regalaba algo lo hiciera a escondidas; yo sí le reproché, en ocasiones, que sólo nos viéramos para comer y casi siempre en martes, cuando a él le resultaba más fácil esconder nuestras citas; y él mismo debía de ser consciente de que alguna razón tenía, porque, cuando se quedaba solo en Madrid, rompía todas las rutinas impuestas y hacía lo posible por verme más tiempo del habitual. Tedio. Torpeza expresiva. Banalidad. Lenguaje anodino. Así una página tras otra. Todo ello, por supuesto, siguiendo una estricta progresión cronológica lineal. Primero sucedió esto, luego aquello, y entonces lo de más allá. ¡El tedio!
El señor Giralt parece buena persona. Es inteligente, queda bien en las entrevistas. Acaba de ser padre. Por eso me duele en el alma repetir lo rematadamente malo que es este libro.
No he leído nada más de él, y dudo que lo haga. Pero me imagino que un escritor no se labra su prestigio con obras como ésta. Quiero pensar que sus libros anteriores son legibles. A veces se ha quejado, como hacen otros en una situación parecida, de que ser nieto de Torrente Ballester le ha supuesto más un obstáculo que una puerta abierta. No sé qué pensar. Pero sé que si no lo hubiera escrito él, este libro no se habría publicado jamás. No recuerdo el refrán exactamente, pero es algo así como "crea fama y échate a descansar". A un escritor ya premiado, nieto de su abuelo, y que escribe sobre un tema como éste, ¿quién le niega la gloria? Porque aún peor que el libro ha sido la recepción de la crítica. Unánimes elogios. Conmovedor retrato. Me ha emocionado. Una gran obra.
Los críticos en este país están programados. Diles de qué trata la obra, quién la ha escrito, introduce los datos en su ordenador y bzzzzz te sale una crítica fetén. ¿O a lo mejor todo depende de lo que diga la primera, de quién la haga, y luego todos siguen en fila india?
Seamos generosos y aceptemos la posibilidad de que Giralt Torrente se precipitó al escribir este libro con la muerte de su padre aún tan reciente, sin la perspectiva ni el tiempo de reflexión necesarios. Espero que haya sido eso. Porque ni la literatura ni, sobre todo, un padre se merecen un libro como éste. Malo de solemnidad.

5 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo, aunque tampoco lo veo tan malo. He entresacado un par de frases inmortales, que por cierto no son suyas, sino de su padre, cuando dice aquello de "pintar es hacer". Siempre se encuentra alguna perla, pero por lo demás, creo lo mismo, que debería haber esperado más tiempo, serenarse un poco más antes de escribirlo. Homenaje, despliegue de emociones, bondad de sentimientos (que todo el mundo, o casi todo el mundo, tiene ante una enfermedad como la de su padre), pero también ajuste de cuentas, lavado de conciencia y venganza. A veces pensaba que se ocupaba menos de reflejar a su padre, que de atacar a la amiga que conoció en Brasil. Y de paso, presumir de vez en cuando de bon vivant, algo que siempre se agradece en un escritor, y que jamás he sabido por qué. Merece la pena leerlo para diseccionarlo como tú lo has hecho. Si fuera tan malo, probablemente no habrías llegado hasta el final, ¿no te parece?. Saludos

    ResponderEliminar
  2. Supongo que lo que más rabia me dio de este libro fue la colección de ditirambos que cosechó entre críticos y escritores. Da la sensación, como digo en la entrada, de que todos decían lo que había que decir, como si el primer crítico hubiera marcado la tendencia y nadie se atreviera a ser la voz discordante.
    ¿Cómo llegué hasta el final? ¿Por curiosidad, por masoquismo? Claro que también hay que decir que hasta de los libros malos se aprende. Además, cuando hay tantas repeticiones, la lectura es muy sencilla: los ojos se pasean por la página y encuentran en seguida la palabra diferente.
    Un saludo y bienvenido al blog.

    ResponderEliminar
  3. Los críticos y escritores pierden espontaneidad y criterio a medida que van subiendo al olimpo de los imprescindibles. Ya sabes eso de que todo el mundo escala hasta su nivel más alto de incompetencia. prefiero mil veces la entrada de un lector que todavía no ha perdido la ilusión por leer, como tú, que la sesuda reseña de un borrego adistredao en una determinada corriente de opinión.

    ResponderEliminar
  4. ¡Me has dejado sin palabras, Niño Vampiro! Si crees que las "repeticiones" de las que hablas nacen de la falta de recursos de Marcos Giralt, creo que no has captado nada ni del ritmo, ni de la forma ni del sentido que el autor ha querido dar a la obra.
    A mi, por el contrario, me ha parecido un libro maravilloso. Y de paso aprovecho para decirte que sería una lástima que no leyeses el resto de sus novelas y cuentos, te pierdes a un excelente escritor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. He intentado captar el ritmo. He intentado captar la forma. He intentado captar el sentido. No he logrado captar el ritmo. No he logrado captar la forma. No he logrado captar el sentido. He fracasado como lector. He fracasado como reseñista. He fracasado como persona.

      Eliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...