- Años interesantes, de Eric Hobsbawm. El primer capítulo fue interesante. El resto, insufrible tostón. Recupero la reseña que publiqué por ahí:
The 20th century was indeed an interesting century and you can read fascinating accounts of it. This book is not one of them. Mr Hobsbowm's life may well have been interesting, but his book left me rather cold... Actually, I found it indescribably tedious. Leaving aside the first couple of chapters, the rest of the book has barely anyhting to offer the general reader. It could more accurately have been called "the history of the comunist party in Cambridge". That's all he ever seems to be interested in. Who was in it, who was not, who pretended to be, how long they were in it... Waste of time. If you want to read a successful attempt at intertwining biography and 20th c history, get hold of Arthur Koestler's autobiography. Hard to find, though.
Lo dicho. Tostón sólo apto para incondicionales de los cotilleos sobre catedráticos comunistas.
- El callejón de los milagros, de Naguib Mahfuz. Una de esas ocasiones en que las breves sinopsis de la contraportada o la solapa nos dan una idea bastante aproximada de lo que nos vamos a encontrar. A partir de un retrato costumbrista de la vida en un callejón de el Cairo, con sus bazares, sus cafés, sus jóvenes idealistas con ganas de comerse el mundo, sus casamenteras, sus señoritos venidos a menos que viven de la caridad y de su antiguo prestigio, el autor nos muestra todo un mundo en un callejón. Una muy buena novela de un gran escritor.
- Libro de réquiems, de Mauricio Wiesenthal. Mi gran decepción. Mira que tenía ganas de leer este libro. Un intelectual septuagenario amante de la cultura de Mitteleuropa, escribiendo sobre sus lecturas, sus viajes, los pensadores y artistas con los que ha compartido impresiones, paseos, mesa... El problema es que el libro no pasa de ahí. Se trata de breves ensayos y artículos, agrupados de forma más o menos coherente, pero que no ofrecen una impresión de unidad, y que, en el peor de los casos, están unidos por la banalidad. Me pareció, en suma, poco más que una colección de anécdotas, café-copa-y-puros, y puestas de sol en la bahía de Cádiz. El señor Wiesenthal se me antoja alguien entusiasmado con la vida que ha tenido, pero con poco talento literario para transmitirlo. Tostón con el que no pude.
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